46. No te vayas
Alex
¡Maldición! Soy un idiota. Un imbécil.
Estuve tan cerca, ¡tan cerca! de por fin atreverme a decirle lo que sentía, pero al mismo tiempo tan lejos. A pesar de que lo veía venir, aún no podía creer que Anton hubiese conseguido llegar en el peor momento posible y aún así yo no haya logrado actuar a tiempo. Había perdido la oportunidad. Hacer algo ahora era demasiado arriesgado.
No sabía si Anton ya sabía que Solae estaba advertida y que sospechaba de él, pero cualquier movimiento en falso de nuestra parte podía detonar la bomba que estaba frente a nosotros. Mi plan había fracasado y no existía un plan B. Solo quedaba fingir que no había pasado nada y esperar a que Solae me siguiera la corriente. Que pretendiera no estar enterada de lo peligroso que era Anton, hasta que se me ocurriera algo mejor...
—Puedo llevarte a tu casa si quieres... —le dijo Anton a Solae, con una actitud y tono de voz que fingía preocupación. El maldito sí que sabía actuar bien el papel de víctima. Por un instante hasta yo llegué a creer que tenía sentimientos—. O si quieres, podemos conversar.
«No Solae, no vayas. Es una trampa. Por favor, debes fingir que no sabes nada».
—Sí, creo que necesitamos conversar. —respondió levantándose de mi lado. Yo aún sostenía su mano y me aferré a ella con miedo de dejarla ir, como intuyendo que esta podría ser la última vez que la recordaría. O que ella me recordaría. Pero Solae me soltó y sin mirar atrás, fue hacia donde estaba Anton.
—Solae, espera... ¿No quieres que te acompañe? Todavía no te sientes bien... —le pregunté en un último intento por retenerla.
—Gracias Alex, pero no hace falta. Preferiría hablar con mi novio a solas. —me respondió sin voltear.
Aquellas palabras me perforaron el corazón. En silencio vi cómo Anton le cogía la mano y luego de mirarme con una expresión indescifrable, salió con ella.
Trinidad parecía compadecerse de mí, mientras yo permanecía inmóvil, debatiéndome entre correr hacia Solae y arriesgarme a que Anton me lo impidiera o quedarme ahí sin hacer nada y que me la quitara de todas formas.
—¡Solae! —grité corriendo finalmente hacia la puerta, pero Trinidad bloqueó mi camino y la cerró de golpe apoyándose contra ella.
—¿Qué haces? ¡Déjame pasar! —le grité impaciente, intentando que se hiciera a un lado. Pero en vez de responder, me miró con expresión seria, dándome a entender que esa era precisamente su intención. —¡Trinidad!
—No. —me dijo, cruzándose de brazos.
—¿Qué? —pregunté incrédulo. —¡¿Pero qué te pasa?!
—Que no quiero dejarte pasar. No quiero que vayas por Solae. ¿Qué es lo que no entiendes?
—Trinidad, ahora no tengo tiempo para tus cosas. ¡Necesito salir!
—¡No, Alex! Ya tuviste todo el tiempo del mundo para hablar con ella. Y además te recuerdo que Anton sigue siendo su novio y te acaba de sorprender con ella.
—¿¡Y culpa de quién es!? ¿No se supone que el plan era separarlos? —le pregunté incrédulo—. ¿De parte de quién estás ahora? —le espeté pensando que no podía ser casualidad que justo ahora ella también estuviera dificultándolo todo.
Trinidad me miró con el rostro afectado. Pero no me respondió.
—Solae me contó que te había pedido bloquear el acceso a Anton, pero tú... ¿Anton te está controlando verdad? Anton es el que te está obligando a...
—Anton no me ha obligado a nada, Alex. Por favor no empieces a inventar cosas esotéricas como Solae. I'm not that stupid!
—¡No te estamos inventando nada! Anton es peligroso y es por eso que Solae te pidió que no lo dejaras entrar. No entiendo por qué no le creíste ¡Si es tu mejor amiga!
—Es bastante difícil creerle a alguien que te acaba de traicionar. Y además conozco a Anton, he hablado con él y sé que lo que quiere con Solae dista mucho de lo que tú crees.
—¿A qué te refieres...? ¿Qué es lo que te dijo?
—No me corresponde discutir eso contigo. Pero te aseguro que Anton no es una mala persona. Mi único consejo para ti es que te rindas y que ya los dejes estar juntos. Let her go!
—¿Pero qué estás diciendo ahora? ¡Si a ti te gusta Anton! Por eso íbamos a separarlos, precisamente porque no hacían una buena pareja. ¡Porque tú querías estar con él!
Trinidad se reacomodó contra la puerta y suspiró.
—Es verdad que Anton me gustaba y que quizás al comienzo acepté ayudarte por esa razón. Pero eso cambió, Alex y me cuesta mucho creer que aún no te hayas dado cuenta.
La miré sin comprender.
—Realmente no creía que tuvieras oportunidad con Solae. Ella siempre ha estado perdidamente enamorada de Anton, pero la muy bit... —se detuvo, al parecer para no insultarla—. Si es que nunca intenté algo con Anton era porque sabía que ella lo amaba. Renuncié a él solo por ella y en el proceso de olvidarlo me di cuenta que me gustaba alguien más. El problema fue que cometí el estúpido error de contarle quién era.
—¿Te gusta alguien más...?
Trinidad abrió la boca y rodó los ojos.
—¿Me estás...? You are joking, right?
La miré en silencio mientras intentaba emparejarla mentalmente con la mitad de nuestros compañeros de curso. Mi cara de estupidez debió ser épica, porque suspiró profundo para luego clavarme una mirada acusadora.
—Idiota... ¡Me gustas tú! —hizo una pausa para estudiar mi reacción (si es que quedarse de piedra era una reacción)—. Pero aún sabiendo eso, la muy perra de Solae fue y te besó como si yo no estuviera ahí viéndolos en primera fila. Sin siquiera importarle que ella ya tenía a Anton. Como si de pronto tú te hubieses convertido en el fucking amor de su vida. —La voz de Trinidad ahora sonaba ligeramente quebrada—. Si finalmente acepté ayudarte, Alex, fue solo porque quería acercarme a ti. Así que deja de pretender que no te habías dado cuenta. —me dijo cogiendo mi mano y comenzó a acariciar uno a uno mis dedos. —porque tendrías que ser demasiado estúpido para no hacerlo.
Me quedé sin palabras. Era evidente que ella hablaba en serio. Trinidad era muy linda, aunque demasiado intimidante y provocativa para mi gusto, por eso nunca me interesó de esa forma. No quería herirla y tenía razón en que me estaba comportando como un insensible, pero.... ¡¡AGHH!! ¿Esto en verdad estaba ocurriendo justo ahora? Necesitaba ir a buscar a Solae, pero ¿cómo iba a pedirle que me dejara ir en una situación como esta?
—Trini yo...
—Tú no sientes lo mismo por mí. Es eso, right? —Trinidad respiró profundo y miró hacia arriba, podría jurar que luchando por no llorar—. Supongo que eso nos hace dos rechazados esta noche.
—Lo siento... en verdad me has tomado por sorpresa —dudé en continuar—. Y creo que deberíamos hablar bien de esto más adelante, pero ahora realmente necesito salir...
—Tienes razón Alex. Ahora es cuando me trago mis sentimientos y te dejo ir corriendo a los brazos de esa fucking bitch. —espetó en tono irónico, soltando mi mano y mirándome a la cara con ojos llorosos—. Alex, acabo de decirte que me gustas y lo primero que haces es pedirme irte con ella. ¡¿No estás siendo demasiado cruel?!
Sí, estaba siendo un bestia. Un maldito imbécil, como también lo había sido con Solae. ¿Pero qué podía hacer en esta situación? No podía corresponderle, no podía mentirle y tampoco sabía qué decirle para hacerla sentir mejor. Miré su mano, tentado de tomársela esta vez yo para consolarla de alguna forma, pero pensé que hacerlo podía ser contraproducente.
—¿Puedo abrazarte? —preguntó Trinidad en un susurro, pasando con suavidad sus brazos por debajo de los míos, alrededor de mi cintura. Sin oponer resistencia, asentí quietamente y luego de un instante, le correspondí el abrazo.
No era como las otras veces que se acercaba y me descolocaba por su atrevimiento. Parecía que esta vez Trinidad realmente necesitaba de mi contención. Ella me había ayudado y, a su manera, había sido buena conmigo y yo le debía al menos esto como disculpas y agradecimiento. Le devolví el abrazo, esperando que con eso fuera suficiente. Trini apoyó su boca contra mi cuello. Podía sentir su respiración y el contacto de sus labios contra mi piel.
—¿Y... me dejarías besarte? —Sentí su pregunta vibrar cálida contra mí. Tardé en reaccionar, porque me costó estar seguro de si la había entendido bien. Trinidad se separó de mí para contemplarme de frente y repetir la pregunta con su mirada. Su rostro estaba sonrojado y sus ojos tristes.
—Lo siento, Trini... —dije sintiéndome como una mierda y más nervioso de lo que me hubiese gustado admitir—. Sabes que me agrada estar contigo y que encuentro que eres muy linda, pero yo...
—¿Y si te dejará pasar? —me interrumpió—. ¿Si a cambio de un beso, te dejara salir a buscarla?
—¿No hablas en serio verdad? —pregunté desconcertado ante su propuesta y sin saber si considerarla. Por un lado por fin podría salir a buscar a Solae, pero por el otro, significaba traicionarla a ella y a mis sentimientos.
—¿Tan terrible te parece, Alex? ¿Tanto me rechazas que no puedes darme un simple beso?
—No, Trini, no es que sea terrible... Es solo que ya sabes lo que siento por Solae. ¿En serio quieres que te bese, aún sabiendo que yo amo a alguien más?
Trinidad me miró boquiabierta y dando un largo un suspiro, bajó la mirada.
—Hasta que lo dijiste, Alex... —susurró—. Hasta que por fin admitiste que la amas...
Incrédulo, hice una pausa para retroceder mentalmente sobre mis palabras. Y no tardé en darme cuenta que finalmente había conseguido decir aquello en voz alta.
—Supongo que ya no tiene sentido seguir negándolo...
—Creo que hasta yo misma intentaba convencerme de que si lo negabas tanto, era porque aún tenía esperanzas contigo. —dijo llevando su mano hacia los labios—. Entiendo que quieras correr a decírselo, y aunque no entiendo la urgencia, no pretendo detenerte más. Pero solo te estoy pidiendo un beso. Uno de despedida y nada más.
—Yo... —No sabía qué responder. A pesar de todo y que quería ser bueno con ella, no era lo correcto. No quería besarla.
—Ya nos besamos una vez, ¿Qué más da una segunda... una última vez? —agregó en voz tan baja que me costó interpretar su tono de voz. Parecía ser realmente importante para ella.
—Si lo hiciera... no significa que esté correspondiendo a tus sentimientos, lo entiendes, ¿verdad? —le dije sin aún estar seguro de ceder, pero antes de llegar a decidirme, Trinidad me calló con sus labios, mientras que una de sus manos acariciaba mi rostro.
Sin pretenderlo, cerré los ojos. A diferencia del beso anterior, esta vez el contacto fue suave; me besaba casi con ternura y sin mayor interacción que una leve apertura de labios de su parte. Otra vez me descolocaba con su actitud, aunque había algo distinto en ella. ¿Timidez? Noté que también contenía su respiración.
A los pocos segundos, Trinidad se separó de mí y sin levantar la mirada se apartó de la puerta y murmuró:
—Eres libre de irte...
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¿Personaje favorito? ¿O ya es muy tarde para preguntar?
Saludos a quienes comentaron (e insultaron) en el capítulo anterior:
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¿Les dije que les quiero mucho?
No me odien por favor...
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