34. Despertando sospechas
Solae
Salí corriendo de mi casa, esperando una buena reprimenda de parte de Anton, pero él, inmutable, me esperaba pacientemente fuera de la reja e incluso se veía alegre de verme.
—Buenos días, mi Sol —me saludó, cariñoso y me dio un beso en los labios un poco más apasionado que de costumbre. Involuntariamente recordé el sueño e imaginé que mis papás podrían estar observándome desde la ventana, por lo que lo interrumpí casi de inmediato y animé a Anton a comenzar a caminar.
—¿Te sientes bien, Sol? Te noto extraña desde ayer en la tarde, pero hoy aún más. —Anton era experto detectando mis cambios anímicos y hoy especialmente yo era un desastre disimulando—. ¿Acaso no dormiste bien? —me preguntó mientras caminaba a mi lado.
—¡Eh, no! Digo, ¡Sí! ¡Dormí muy bien! —solté atropelladamente y de inmediato me arrepentí de haber dicho eso.
—Ah qué bien. Soñaste con los angelitos. —agregó, sin mirarme y ante su comentario me atoré internamente.
—¿Qué? Ah... Sí. —dije intentando ocultar mi incomodidad.
—¿Y entonces? ¿Pasa algo?
—No... es solo que quedé algo agotada después del castigo. Eso es todo.
—Un castigo que no tenías por qué haber tomado, Solcito. —dijo desordenando mi cabello con cariño. Me lo volví a arreglar, sonriendo nerviosa y me quedé jugando con un mechón, mientras miraba mis zapatos al avanzar.
—Solo quería estar contigo. —admití—. Y al final tampoco fue tan terrible...
—Igual me alegra que me acompañaras —dijo dedicándome una amplia y perfecta sonrisa, apenas surcada por el pequeño corte, ya casi inexistente, que le había quedado en el labio, pero me pareció que sus ojos no se apreciaban igual de sinceros... ¿o estaba siendo un poco paranoica?
Se acercó para besarme, cuando de pronto sentimos pasos de alguien correr desde atrás nuestro. Instantes después apareció Alex, quien de inmediato nos sobrepasó apresurado. Sin siquiera mirarnos, nos hizo un ademán de saludo, para luego acelerar y dejarnos atrás. Al ritmo que iba, alcanzó a cruzar justo el semáforo al que nosotros no conseguimos llegar en verde. «¿También iba atrasado?»
—¿Sigues enfadada con Alex? —me preguntó Anton, también mirando como se alejaba, cuando nos detuvimos frente a la luz roja.
—Mmm... —murmuré bajando la mirada—. ¿Acaso tú no?
—No realmente. —dijo aún con la vista fija adelante. Recién me daba cuenta de que, a pesar de la pelea, no había visto a Anton molesto con Alex. Su actitud de provocarlo el otro día era solo como se comportaban con normalidad. ¿Tenía sentido entonces seguir fingiendo estar enojada con él frente a Anton?
—Así que no sigas enojada con él. —sugirió como si hubiese leído mis pensamientos. Sentía que eso era algo que Anton hacía a menudo, y quería creer que era gracias a nuestra conexión especial, pero en momentos como éste temía que en verdad supiera lo que estaba pasando por mi cabeza.
—Ok, si tu lo dices. —dije retomando el paso ante el cambio a luz verde. Por alguna razón no me sentía como siempre junto a él, ni tampoco muy cómoda ocultándole que la noche anterior había estado conversando a solas con Alex. Y no es que hubiésemos hecho nada malo, pero si a eso le sumaba el sueño que había tenido, la culpa comenzaba a carcomer mis entrañas.
Ambos continuábamos caminando más rápido que de costumbre, y dado que ir abrazados entorpecía el paso, solo íbamos tomados de la mano. Sin embargo, él no parecía preocupado en absoluto por llegar atrasado.
—Amor, ¿Tú sabes qué es lo que más me gusta? —le pregunté de pronto.
—Por supuesto que sí. Yo. —sentenció con seguridad, riéndose.
Le pegué un codazo suave como respuesta.
—¡Ay, Sol! Los pulpos, las cosas tiernas. ¿Te refieres a eso, verdad? —añadió aún riendo, para dejarme tranquila, aunque me extrañó que no mencionara los pulpicornios.
—Sí. Es bastante obvio, ¿no?
—¿Y por qué lo preguntas? ¿Quieres que te regale algo en especial?
—No. No es eso. Solo quería saber si tú lo sabías. —forcé una sonrisa mientras seguíamos caminando, pero Anton se detuvo en seco y, soltando mi mano, me hizo parar a mí también.
—¿Me estás poniendo a prueba? —inquirió, poniéndose serio de repente. Su expresión me sobresaltó. Nunca antes lo había visto así conmigo.
—No, claro que no, amor. Solo quería saber qué tan obvio era para los demás saber las cosas que me gustan. —respondí apresurada y su rostro serio volvió a ablandarse.
—Solo bromeaba, Sol, si te conozco desde siempre. Nunca me pondrías en aprietos con una pregunta así. —añadió volviendo a avanzar junto a mí—. Deberías hacerle esa pregunta a alguien a quien apenas conozcas. A alguien como a Alex. —comentó, ahora mirándome fijo y nuevamente me sentí perseguida. Como si Anton de repente lo supiera todo y ahora estuviera poniéndome a prueba a mí.
—Tienes razón. —dije intentando sonreír con naturalidad—. Él no sabría sobre Piggy Cute Pod, si no es porque tú le dices su nombre. —agregué. Mencioné mal el nombre a propósito, a pesar de que sabía me estaba arriesgando a una discusión mayor. Luego de largos segundos de silencio, su única respuesta fue acariciarme la cabeza como si fuera una niña pequeña.
—Vamos Sol —dijo tomándome de nuevo de la mano, para que juntos alcanzáramos a cruzar el último semáforo que estaba a punto de cambiar a luz roja, mientras yo solo pensaba en cómo no me había corregido. Durante ese último tramo aceleramos el paso hasta llegar al colegio, pero ya íbamos con bastante retraso. Afortunadamente, cuando entramos al establecimiento, el guardia se encontraba demasiado concentrado en su móvil como para tomarse la molestia de regañarnos o tan siquiera notar nuestra presencia.
—Sol, tú sabes que puedes contarme lo que sea. —me dijo de pronto, antes de subir a nuestra sala—. Cualquier cosa, excepto que quieres terminar conmigo. —agregó ahora hablándome más de cerca, pero de inmediato se rió para aclararme que se trataba de una broma. A continuación, me besó la frente y me pidió que me adelantara sin él a la sala, y se retiró hacia otro lado.
Me quedé perpleja, detenida al pie de la escalera intentando procesar lo que acababa de decirme. Tampoco comprendía por qué, si ya estábamos atrasados, se mostraba tan tranquilo y que además se estuviera desviando.
—¡Soli! —me saludó Trini que llegaba corriendo, abrazándome por la espalda. —¿Pasó algo con Anton? —me preguntó preocupada, al ver que se iba sin mí.
Negué con la cabeza.
—No, nada. Solo fue al baño. —dije restándole importancia.
«Sí, probablemente solo era eso».
—Ah, okey, pero no sigas ahí parada como boba. Hurry up! —ordenó tironeando de mi mano para que nos apresuráramos a subir. Y corrí escaleras arriba, junto a ella, hacia nuestra sala.
🌟🌟🌟
¡Sorpresa! ¡Capítulo publicado antes de tiempo a modo de celebrar que #NMC quedó en la Lista corta de los Wattys2018 y que hoy también alcanzó las 50K lecturas antes de cumplir 3 meses. ¡Yaaay!
¡No imaginan lo contenta que estoy! Cómo dato extra les cuento que además, acabo de terminar de escribir el último capítulo! Aún me queda muuucha edición de los capítulos que se vienen, pero lo más difícil ya está logrado!
¡Pura felicidad!
El próximo capítulo sí será narrado por Alex y será bastante más largo que lo que fueron estos dos últimos.
¡Feliz fin de semana y felices fiestas patrias a mis compatriotas!
Historia publicada en papel por Penguin Random House.
Puedes comprarla en las mejores librerías de Chile
Para más información sobre como comprar el libro en tu país en físico y/o digital: www.catakaoe.com y mis redes sociales: @CataKaoe
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro