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33. Deseos ocultos

Solae

Después de lo ocurrido esa noche, al día siguiente procuré alejarme lo máximo que pude de Alex. Era cierto que lo había perdonado, pero eso Anton no lo sabía, ni tampoco tenía por qué saberlo. Después de un día sin mayores novedades en el colegio, Anton fue a mi casa como de costumbre.

Cuando llegamos, nos recibió un inesperado silencio que me recordó que aquel era de esos días en que Tam tenía vóleibol y que no llegaría hasta pasadas las ocho de la noche.

—¿Quieres servirte algo? —le pregunté a Anton, mientras lanzaba mi mochila sobre el asiento de la entrada y luego iba directo a la cocina a encender el hervidor.

—¿Hoy tampoco están tus papás? —me preguntó entrando a la cocina tras de mí y sacando una galleta de un paquete que se encontraba abierto sobre la encimera.

—Parece que no. —dije deteniéndome un momento a pensarlo, luego de sacar un par de tazas. Era raro que coincidiera que ni Tam ni mis padres estuvieran en la casa—. Ahora que lo mencionas, creo que tenían una reunión o algo así.

Antes de alcanzar a voltear para preguntarle qué quería de beber, me encontré rodeada por sus brazos entorno a mi cintura, a la vez que sentí su barbilla apoyarse sobre mi hombro. Me quedé inmóvil y roja de la impresión.

—¿Y sabes a qué hora van a llegar? —me susurró al oído, en un tono bastante sugerente, y mi corazón se aceleró. Por más que me esforzaba, no había otra forma de interpretar sus intenciones.

—No me has dicho aún si quieres té, café... jugo... —empecé a balbucear sin poder disimular mi nerviosismo, mientras sentía su cálida respiración sobre mí.

—¿Qué crees tú que quiero?

—Anton, no creo que... —dije, girándome hacia él, pero la presión suave de sus labios contra mi boca me interrumpió (y es que tampoco hice mayor esfuerzo por impedirlo). Mientras me besaba, sus manos fueron bajando hacia mis caderas y de pronto me sentí alzada sobre uno de los mesones de la cocina. Luego de reacomodarse frente a mí, su boca comenzó a descender por mi cuello.

—Anton, mis papás pueden llegar en cualquier momento y yo no... —dije deteniendo sus manos que ahora comenzaban a subir lentamente por debajo de mi blusa.

—Si lo prefieres, vamos a tu habitación. —propuso, sin dejar de besarme. Y no es que no me gustara lo que estaba haciendo, pero el solo hecho de pensar que mis papás pudiesen aparecer, o Tam... ¡Ay no! Es que tampoco sabía si estaba preparada para algo más.

—Sí, subamos. —me escuché decir, traicionando por completo mi voluntad. ¡Maldición! Sabía que no era buena idea, pero tampoco podía mentirme, gran parte de mí se moría por estar con él.

Una vez arriba, entramos a mi habitación y Anton cerró la puerta detrás de él con pestillo.

—No te preocupes, Sol. No haré nada que tú no quieras. —dijo, sentándose detrás de mí sobre la cama y comenzó a masajear mis hombros con una destreza demasiado placentera—. Solo relájate.

La manera en que presionaba sus dedos sobre mi cuerpo lo hacía parecer todo un experto, por lo que me resultaba difícil no dejarme llevar por su contacto. Sus manos comenzaron a bajar por la línea de mi espalda y al llegar hasta mi cintura, en un suave movimiento me giró para tumbarme boca arriba, debajo de él. No lograba pensar con claridad ante la mirada profunda de sus ojos claros, que me contemplaban como si yo fuera la persona más importante del planeta. Lentamente comenzó a acercar su rostro a mí, para volver a besarme.

—Espera, creo que hay algo que deberías saber... —murmuré girando mi cara y volteándome hacia mi costado. Anton al verme insegura, se detuvo. A continuación se recostó detrás de mí y me abrazó por la cintura. Estaba tan apegado a mí, que lograba sentir físicamente cuánto deseaba estar conmigo.

—Ya lo sé. No te preocupes por eso... —me respondió, mientras su mano se aproximaba a acariciar el inicio de mi cuello. No me di cuenta en qué momento sus dedos aflojaron la corbata de mi uniforme, soltándola por completo, para luego comenzar a desabotonar lentamente mi blusa—. También es mi primera vez ¿Recuerdas? —me susurró al oído, hasta que de pronto las yemas de sus dedos se encontraron con mi nueva cadena de plata. Contuve la respiración.

—Veo que te gustó mi regalo. —dijo jugando con él entre sus dedos y acto seguido, giró mi rostro hacia el suyo. Mi corazón dio un brinco. Ya no era Anton quien se estaba detrás mío. Era Alex. Sus ojos pardos me miraban sugerentes y su cabello castaño oscuro, ahora alborotado, le otorgaba un aire condenadamente sensual. Sin detenerme a analizar lo que estaba sucediendo, giré mi cuerpo hacia él y lo besé con intensidad. Alex me correspondió sin dudarlo, con una pasión que no esperaba de él. Sus manos comenzaban a explorar ávidas por debajo de mi ropa, mientras yo se lo permitía y comenzaba a imitarlo, ya decidida a entregarme a sus intenciones.


El sonido de la maldita alarma de mi celular fue tan inoportuno en ese instante, que luego de golpearlo contra la mesa, aún medio dormida y sin la destreza necesaria para atinarle al botón de apagado, lo lancé hacia el otro extremo de la habitación. Balbuceando un par de improperios, me cubrí con una almohada, aún intentando retomar el sueño.

—¡Solae, por la cresta! —escuché que me gritaba Tam enfurecida, al entrar a mi habitación—. Apaga esa alarma del demonio! —reclamó, consiguiendo despertarme por completo, cuando yo aún no quería aceptar que todo había sido un sueño.

—¿Cómo logras seguir durmiendo con esa cosa chillando hace más de diez minutos? ¿Para qué programas como diez alarmas seguidas, si nunca te sirven de nada? —dijo recogiendo el aparato.

—¡Déjame en paz! —le grité lanzándole violentamente el primer peluche que encontré. Mi corazón seguía acelerado y mi temperatura en fiebre.

—Estás atrasada. —dijo apagando la alarma y luego arrojando mi celular sobre mi cama. A continuación, cerró de un portazo tal que casi se lleva la manija, con puerta incluida.

Me estaba costando volver a la realidad. Enterré mi cara sobre un cojín, intentado apagar mis emociones, pero las sensaciones del sueño revivían una y otra vez. ¿Qué significaba todo esto?

Abrí el cajón de mi velador y saqué la cajita donde había guardado mi collar de pulpicornio. No creía que fuese buena idea estrenarlo aún, sobre todo después de ese sueño tan... vívido.

Suspiré.

Además, si Anton lo notaba, no tendría cómo explicarle de dónde lo había sacado. Seguramente Trini también intentaría averiguar más al respecto. ¿Y Alex? ¿Si él me lo veía puesto se pondría feliz? ¿Malinterpretaría mis sentimientos?

Un mensaje de Anton en mi celular, avisándome que ya pronto partiría a buscarme, me recordó cuán atrasada estaba. Sin pensarlo más, antes de correr al baño, tomé la caja con mi collar y la guardé dentro de mi mochila. Si no lo llevaba puesto, no estaría cometiendo ningún pecado.

¿Verdad?





***

¿VERDAD, SOLAE?

Parece que Solae se apropió de la novela.
¿Podrán creer que el próximo capítulo también lo narra ella?

Pero no se preocupen que ya luego vuelve Alex y... ¡Ay! ¡Tengo DEMASIADAS ganas de darles adelantos! (pero me contendré)

Porfi deséenme suerte con lista corta de los Wattys2018, que saldrá a mediados de septiembre, es decir, ¡En cualquier momento 😱! Igual está dificil, así que si no nos va bien, por favor pasen a consolarme... ❤️

¡Besitos y buen finde a todos!

Historia publicada en papel por Penguin Random House.
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