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31. Beneficio de la duda

Solae


No alcancé ni a abrir la puerta de la casa cuando sentí a Tam correr escaleras arriba. Ni que trajera una enfermedad contagiosa conmigo. Evitarme era su estúpida costumbre desde hacía ya algunas semanas.

—¡También me da gusto verte! —grité sarcástica hacia el segundo piso, mientras me quitaba los audífonos y dejaba mis cosas sobre la silla de la entrada. Fui a servirme un vaso de refresco pensando que hacía mucho tiempo no regresaba del colegio sin Anton. Tuve que decirle que estaba agotada luego de tanto limpiar, y aunque no era mentira, lo cierto era que además necesitaba algo de espacio para aclarar mi cabeza. Suspiré con ganas. Al parecer Tam no estaba tan equivocada respecto a Alex, después de todo.

No había querido escucharla. A Tam le encantaba inventarse cosas, hechos paranormales, fantasmas; y su última teoría me resultaba de lo más ridícula. Tanto así que pensé en hablar con los papás para que la llevaran a un psicólogo. Eso de que de un día para otro empezara a evitar a Anton encerrándose en su pieza no era nada normal. Primero pensé que era solo una actitud de niña mimada, pero al ver que no se le quitaba comencé a tomarlo como algo personal y hasta temí que se tratara de algo patológico. ¡Y esa repentina obsesión por Alex! Incluso se había puesto a defenderlo después de pegarle a mi Anton!

Cada vez que entraba en el tema, se daba mil vueltas para explicarse, pero la conversación siempre concluía en lo mismo: que tuviera cuidado con Anton y que Alex había sido mi mejor amigo. Y yo no podía evitar reírme en su cara.

Fue fácil ignorarla cuando era solo ella la demente, pero luego al ver también a Alex intentando acercarse y decirme las mismas locuras que Tam, empecé a paniquear un poco. ¡Es que no tenía sentido! ¿En verdad esperaban que les creyera tanta estupidez junta?

Dejé el vaso sobre la mesa sin decidirme a si quería beber más. Ya era hora del té, pero no quería comer sola. Tampoco tenía tanta hambre y abajo había demasiado silencio. En un impulso, me serví más bebida y subí directo a mi habitación.

Haciéndome espacio sobre mi cama que rebalsaba peluches, me acurruqué junto a mi pulpicornio. Escuchando música con mis audífonos puestos, cerré los ojos intentando relajarme; pero lo cierto era que nada lograba despejar mi cabeza, que hervía en preguntas y en especulaciones.

La noche anterior, después de la pelea y que tuviera que echar a Alex, Tam se había aparecido en mi pieza intentando justificarlo y pidiéndome que lo escuchara. Aunque fue motivo de discusión, fue ahí cuando Tam me sugirió que pusiera a Alex a prueba. Pero ¿Para qué quería yo ponerlo a prueba?

—Cómprale un café con leche en lata. Siempre le comprabas de esos cuando eran amigos y querías conseguir algo de él. —me decía Tam.

—Claro. Cuando éramos amiiigos, en esa realidad paralela de la que tanto hablas. ¿Y con darle un café, qué voy a probar?

—Si se emociona, es porque creerá que algo recuerdas. Una vez me dijiste que ese café era importante para ustedes. Que luego de una pelea, le regalaste una lata para disculparte con él, y que desde ese día él lo declaró su refresco favorito.

—Pero yo no tengo cómo recordar algo que jamás ha sucedido. Además tampoco quiero regalarle nada. Golpeó a mi novio ¿recuerdas? ¿Viste como le dejo su carita perfecta de Dios del Olimpo?

—Bueno, entonces haz lo que quieras. —me dijo antes de irse de mi habitación, dejándome aún más confundida.

Después de esa conversación, yo había estado determinada a no hacerle caso a Tam. ¿Es que acaso iba a premiar a Alex por su actitud? Pero, a pesar de no haber conseguido escuchar con claridad su discusión durante la pelea, y a pesar de que Alex había sido quien le pegó a Anton, una parte de mí sentía que Alex no tenía toda la culpa. Anton algo le había dicho al oído. ¿Pero qué? Hundí mi cara en una de las almohadas y abracé con fuerza a pulpicornio.

—¿Es que Anton me está ocultando algo? —le pregunté a mi peluche.

Había decidido acompañarlos al castigo para ver si averiguaba algo y pensé que sería buena idea pasar antes a comprar algo para beber. Unos refrescos para mí y Anton. Nada más. Pero, para variar, mi cabezota me traicionó y terminé también comprando el condenado café.

Aún en negación, lo guardé en mi mochila. Igual no se lo daría, y es que en serio lo dudé hasta el último minuto; hasta aquel instante en que Alex reconoció el nombre de mi parlante y pronunció su nombre: Piggy B-Pod. Aquel instante en que me súper mató.

Saqué al cerdito de mi mochila y lo miré deseando que me respondiera.

Anton había intervenido diciendo que él le había dicho a Alex cómo se llamaba, pero eso no era posible. La única vez que Alex vino a mi casa, yo lo tenía guardado. Anton no había tenido la ocasión para mostrárselo, ni menos aún, razones para mencionárselo.

¿Pero por qué Anton me mentiría? Piggy B-Pod no era precisamente un nombre sencillo y ni siquiera estaba segura de que Anton lo recordara correctamente. ¿Es que entonces Alex me estaba diciendo la verdad?

Me giré boca arriba y comencé a agitar mis piernas enérgicamente contra la cama, generando un caos de peluches saltarines.

¿Era por eso que, no habiendo hablado nunca antes con Alex hasta hacía solo un par de semanas, lo sentía ahora tan... cercano? Tomé mi móvil y observé la foto que él nos había tomado frente a la entrada del colegio, justo minutos antes de la pelea. Él aparecía sonriéndole a la cámara. No era normal verlo sonreír. Pinché sobre la pantalla para verlo más de cerca y junto con notar cómo sus ojos pardos se veían aún más claros gracias a la luz del sol, mis mejillas se encendieron al reconocer que también se veía bastante guapo.

—¡¡Ahhh!! ¡¿Solae, en qué estás pensando cuando ya tienes novio?! —me reprendí en voz alta, tapándome la cara con pulpicornio. Apenas volteé vi a Tam mirándome desde la puerta.

—¡¿Qué miras?! —le pregunté enderezándome de un salto y le lancé mi muñeco sin pensarlo.

—¿Y este milagro de que no estés con Anton?

—¿Y ese milagro que hayas salido de tu cueva? —contrapregunté, fastidiada-. No vine con Anton porque no tengo por qué estar con él todo el tiempo.

—¡Me alegra mucho, porque justo necesitaba hablar contigo! -dijo esta vez sonriendo, haciéndose espacio a mi lado.

—¿Es otra vez sobre Alex? —pregunté.

—¿Le diste el café?

—Es otra vez sobre Alex... —repetí, simulando hastío.

—¡Sí se lo diste! ¿Cómo reaccionó? —me preguntó inclinándose hacía mí como si tuviera que contarle algo en verdad interesante.

—Normal, creo. Aunque la forma en que me dio las gracias...

—¡¿Alex te dio las gracias?! —preguntó Tam tomándome las manos con emoción—. ¿Y qué sentiste?

—¿Que qué sentí? ¡Solo me dio las gracias, Tam! ¿Por qué siquiera es eso importante? ¿Y Por qué insistes en acercarme a él cuando estoy con Anton?

—Es que siempre te quejabas de que Alex nunca te agradecía nada. —acotó, y recordé cómo me había impresionado su sonrisa al agradecerme el café. Es que Alex parecía todo el tiempo tan reservado, tan serio. Pero luego de haberlo conocido más a fondo durante estos días, me daba cuenta que dentro de él se escondía alguien totalmente distinto a lo que aparentaba. ¡Si esta misma tarde lo había sorprendido bailando al ritmo de mi música mientras limpiaba! Sonreí al recordarlo y Tam me miró, alzando una ceja.

—Tam ¿Te acuerdas de Piggy B-pod? —le pregunté.

—¿Piggibi-qué? —me preguntó extrañada, lo que incrementó aún más mi desconcierto. Ni mi propia hermana se acordaba del nombre de mi parlante. Se lo mostré para que supiera a lo que me refería.

—Ahh, tu cerdo ese. No sé como pretendes que recuerde el nombre que le pones a cada una de tus cosas. ¿Qué pasa con eso?

—¡Que Alex sabía cómo se llamaba! Pensé que tú podrías haberle dicho el nombre para convencerme, pero ya veo que no.

—¡¿Pero viste?! ¿Qué más pruebas necesitas? —me reprendió exaltada. De pronto su celular sonó por un mensaje entrante, y se volteó para revisarlo sin dejarme ver de quién era.

—¿Es de tu novio? —le pregunté en broma, aprovechando de cambiar el tema.

—No. Es de Alex. —dijo aún concentrada en el mensaje, mientras comenzaba a leerlo en voz baja, para sí misma—. "por favor ayúdame a convencerla de que me deje hablar con ella esta noche..." —murmuró, pero apenas se dio cuenta de que la había escuchado, se tapó la boca—. ¡Aaay, no se supone que ...! Agh. Bueno, supongo que ya no hace falta que te diga...

—¿Qué tanto conversas con Alex? —le pregunté, arrebatándole el celular antes de que pudiera reaccionar y revisé su conversación. Apenas habían solo dos mensajes y en el último efectivamente le pedía convencerme de hablar con él.

—Ya te dije que no estamos tramando nada. Si recién ayer lo agregué a mis contactos. —me explicó Tam, mientras yo ya había empezado a escribirle una respuesta a Alex.

—¡¿Qué haces?! —me preguntó intentando recuperar su móvil para evitarlo. Pero el daño ya estaba hecho.

"Ok Alex. Si tanto quieres hablar con Solae, espérala esta noche a las 9, en la plaza. Y si pretendes que te perdone, tráele un regalo". —le envíe.

—Y dices que soy yo la infantil. —refunfuñó Tam, inclinándose hacía mí para leer mejor el mensaje. Luego ambas vimos como Alex comenzaba a escribir una respuesta.

—"Eso ya lo sé. Ya conozco a Solae. Igual no se lo digas para no arruinar la sorpresa."

Eso no lo esperaba.

—"¿Es porque te gustaaa?" -le escribí a continuación, acompañándolo de un emoticono de corazón y una carita de sospecha. Tam ya no intentaba quitarme el móvil. Estaba igual de interesada en saber cómo respondería a eso. Vimos que Alex tardaba en escribir. ¿Lo estaba meditando de alguna manera?

-"¿Por qué tanto interés? Pensé que seguías enojada conmigo, Solae." -respondió por fin y solté el aparato como si de pronto quemara. Tam se río.

—Te lo advertí. Te conoce desde siempre. —me dijo mi hermana, triunfante, recogiendo su celular.

—¡Ponle que no fui yo! —le exigí una vez que recuperó su teléfono, pero al parecer Tam tenía otros planes.

—"Mejor apúrate con el regalo, que Solae se muere de ganas de verte..." —vi que alcanzó a escribir, mientras no conseguía quitarle el maldito aparato. Tam logró salir de mi habitación riéndose a mis expensas, para encerrarse luego en la suya y sin permitirme borrar el mensaje. No tenía idea si había alcanzado a enviárselo.

—¡Te odio, Tam! —le grité desde afuera, queriendo asesinarla.

—¡Te quedan solo dos horas! —me gritó de vuelta y eso me puso aún más nerviosa. «fucking shit» Recién caía en cuenta que solo en un rato me reuniría con Alex a escondidas de mis padres y también de Anton.

Y eso me hizo sentir inesperadamente culpable.



🌟🌟🌟


¿Que les pareció conocer nuevamente la perspectiva de Solae?

Espero que bien, porque el próximo capítulo también será narrado por ella ❤️

Aprovecho saludar a todos los nuevas y nuevos lectores y seguidores
¡Muchas gracias por darme la oportunidad!

¿Hay alguien que haya comenzado a leer luego de verme en la lista larga de los wattys?

He estado algo corta de tiempo para enviar saludos, pero espero poder hacerlo en el próximo capítulo 😊. Les mando mucho amor.


¡Que pulpicornio los/las bendiga! 🐙🦄💕


Historia publicada en papel por Penguin Random House.
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