14. ¿Más que amigos?
Historia publicada en papel por Penguin Random House.
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Mucho ruido y cosas cayendo. Puertas abriéndose y cerrándose con fuerza.
Me desperté maldiciendo con toda mi alma al demonio que generaba aquel escándalo. Vi mi celular confirmando que era sábado y demasiado temprano para que me interrumpieran en la mitad del sueño. Golpeé el aparato con fuerza boca abajo contra el velador y me cubrí con las sábanas intentando retomar el sueño.
—¡¿Dónde dejaron mi maaaat de yogaaa?! —escuché desde el piso de abajo el vozarrón de mi madre, externalizando a viva voz su tranquilidad y paz interior. Seguramente culpaba a los duendes que solían esconderle todo, porque ¿Para qué mierda querríamos nosotros su sudado mat?
Mi madre solía madrugar todos los días, levantándose antes de que el sol saliera y, por lo general, regresaba bastante tarde. Siempre tenía mil actividades agendadas. Muchas veces pasaban semanas completas sin que contáramos con su presencia: porque se iba a algún retiro espiritual, debía asistir a algún ritual satánico de sanación del alma o algún otro tipo de actividad de la que prefería no conocer más detalles.
Volví a sentir ruidos provenientes de otros muebles. Pobres muebles ¿Qué culpa tenían? Pasaron otros largos minutos más, hasta que por fin volvió la calma. Asumí que había encontrado el famoso mat, porque de rendirse, no. Mi madre nunca se rendía.
Aunque el silencio por fin parecía mantenerse, fue imposible volver a conciliar el sueño. Tomé mi celular y, aún recostado, empecé a revisar si había algo nuevo en el mundo y en las redes sociales. Ya más de la mitad del curso me había agregado como "amigo", a pesar de que lo único que había compartido hasta ahora, era mi foto de perfil.
Vi que Solae ya había posteado una foto de su desayuno, acompañada de un mensaje:
"Desayuno para recargar energías. Madrugando en familia. #galletitas #buenosdias #desayunodecampeones #paseofamiliar"
Aparentemente era cierta su excusa de tener que levantarse temprano. Lo último que nos había dicho era que viajarían con su hermana y sus papás a visitar a unos tíos a la playa. La buena noticia era que Anton no estaba invitado, por lo que sería un fin de semana tranquilo, al menos para mí.
Me levanté de la cama, ya resignado a no poder seguir durmiendo y me calcé mis pantuflas. Ver la foto del desayuno que acababa de presumir Solae, me había abierto el apetito.
—¡Mi pollito! ¿Te desperté mi amor? —preguntó mi madre apenas me vio entrar a la cocina, recibiéndome con un sonoro beso que recibí callado para no soltar toda la rabia que sentía. Aunque mi cara de zombie fastidiado fue mi respuesta, sabía que tampoco esperaba que le dijera nada.
—¡Han pasado tantos días sin verlos! —agregó sin mirarme, mientras dejaba sus cosas en el lavaplatos—. Les serviría desayuno, pero ya me tengo que ir corriendo de nuevo. ¿Tú me entiendes, verdad mi amor? —se disculpó, chasconeando mi cabello como una extraña señal de cariño. Luego recogió su bolso deportivo para dirigirse hacia la entrada.
—¡Oh! ¡Buenos días mi niña! —escuché que le decía a Paula, que seguramente había bajado tan resignada como yo. Como habrá sido su escándalo, que hasta mi hermana, que era capaz dormir durante un huracán grado 5, se había levantado a esta hora de la mañana un sábado.
—Hola mamá. —le respondió ella, con voz queda.
—Alex les está preparando su desayuno, porque yo ahora tengo que volar. Cualquier cosa me llaman. ¡Nos vemos! —nos recitó rápidamente antes de desaparecer tras la puerta. Y volvió a reinar el silencio. El tan anhelado silencio.
Yo seguía en la cocina repasando en mi pantalla las últimas fotos que había subido Solae. Volví a detenerme en la que estábamos los tres estudiando. De pronto, mi mente recordó la escena de la noche anterior, en que Anton acariciaba el rostro de Solae y comenzaba a lamer su dedo depravadamente. «¡Aghhhh! Pero que tipo más desagradable.»
—¿Vas a moverte de ahí o qué? —Una Paula, versión esperpento, en pijama y usando audífonos, me "pedía permiso" para sacar cosas de la despensa que estaba detrás mío.
—Veo que te está quedando rico el desayuno. —agregó en tono sarcástico, al ver que aún no había nada servido sobre la mesa. «Ups». Había tenido la intención de poner las cosas para desayunar, pero me había distraído por recordar estupideces.
Mi hermana sacaba y sacaba cosas en modo automático, tarareando alguna canción de moda con los audífonos puestos. Y ahora, además, jugaba con una cuchara de té dentro de su boca. Su capacidad de multitarea a la vez que me desesperaba, también me asombraba. Más que a nuestra madre, siempre había tenido la sensación de que muchas de sus actitudes se asemejaban a las de Solae. Quizás por esa razón habían sido tan cercanas cuando aún era mi mejor amiga. Incluso hubo ocasiones en que ella misma invitó a Solae sin mi permiso y juntas eran mi perdición. Pero eso ya formaba parte del pasado.
—¿Teoserales? —escuché que me preguntaba modulando como le permitía la cuchara dentro de su boca, mientras iba ordenando las cosas sobre la mesa. Puso bruscamente un individual en mi puesto y empujó mi móvil, dándome a entender que le estorbaban mis cosas (o que quería que la ayudara, pero ignoré lo segundo).
—¿Qué cosa?
—¡¿Que si vas a tomar TÉ o CEREALES?! —me repitió esta vez, quitándose la cuchara de la boca—. Pero, ¿Qué es lo que te tiene tan atontado?
—Café. —le respondí con intenciones de fastidiarla a propósito, aunque era lo que en verdad tenía ganas de desayunar. Paula entornó sus ojos en desaprobación.
—¿Estás así por la tal Solae, verdad? —Paula contaba con un sensor incorporado que lograba detectar a kilómetros la presencia de algún chisme digno de su curiosidad. No dejaba de sorprenderme.
—Claro que no. —respondí, sin querer que entráramos en ese tema. También su detector de sentimientos solía ser bastante acertado, razón por la que siempre que podía, trataba de evitar conversar con ella.
—Alex, ayer fuiste a su casa hasta bien tarde y sinceramente no recuerdo la última vez que saliste con alguien más. Ni siquiera con José Tomás. —declaró, mientras ponía bruscamente delante de mí una taza grande, con una bolsa de té dentro de ella—. A mí no me engañas.
—Te dije café... —reclamé al ver que había ignorado mi pedido. Pero mejor ni discutir.
Me levanté a tomar el tarro con café instantáneo, porque a estas alturas ya me daba flojera encender la cafetera. Mientras tanto, Paula se servía un abundante pocillo de cereales con leche y se sentaba frente a mí.
—¿Pero no que Solae es la novia de Anton? —preguntó tan convencida, que casi me quemo con el agua que estaba vertiendo sobre mi café. No en vano Paula era la oficina de informaciones oficial de los más recientes rumores del colegio. Recién se los presentaba y ya sabía más que yo acerca de ellos.
—¿Novios? ¿De dónde sacaste eso? —pregunté intrigado y Paula me miró con cara divertida. Al parecer su intención era descolocarme con la noticia, cosa que estaba logrando. No era que me importaran las relaciones sentimentales de Solae. Solo estaba preocupado porque Anton parecía querer aprovecharse de ella. La situación igual era grave, considerando que quizás era capaz de manipular su mente.
Paula se llenó la boca de cereales y los masticó lentamente. Se estaba tomando todo el tiempo del mundo para responder, disfrutando el dejarme en suspenso y mirar mi creciente cara ansiedad. Cuando por fin tragó, posó su cuchara boca abajo entre sus labios, inclinándose un poco hacía mí, mientras preparaba sus palabras con detenimiento.
—Lo hemos estado conversando con mi amiga Tam. Anton está todo el tiempo junto a Solae y, siempre que puede, va a su casa. Esos dos son inseparables.
Solté el aire retenido en mis pulmones, con un poco de alivio ante esas pruebas tan poco contundentes. Eso no demostraba nada. Cuando éramos amigos también pasábamos todo el tiempo juntos.
Volvió a llenar su boca, y esta vez sin terminar de tragar, prosiguió con el chisme —Según Tam, se encierran en su pieza constantemente. Quién sabe qué cosas hacen ahí dentro. —añadió—. Igual solo basta observar cómo se comportan frente a todos. Hay que ser estúpido para no darse cuenta que esos dos se tienen ganas.
Otra vez la escena de ayer en mi cabeza. Él acariciando su cara, lamiendo su dedo, sacudiendo su ropa. Ella sentada sobre él... Me subió la temperatura de solo recordarlo.
—Obvio que tú también te has dado cuenta. —dijo, enfatizando lo evidente que era. No podía negarlo, ocurría frente a mis narices. Pero Solae también había sido así de cariñosa conmigo, y nosotros éramos solo amigos. Entonces eso no significaba nada más. ¿Verdad?
—...porque quién no se daría cuenta de todas esas señales? —insistió Paula, echándome sal con limón en la herida—. Los amigos no se comportan así.
—Pero ellos aún no... no me parece que sean pareja. —dije, defendiendo mi teoría de que aún no iban más allá. Quizás eran unos amigos muy cariñosos, pero amigos a fin de cuentas.
—Con no ser pareja ¿Te refieres a que aún no se han beshadoooo? —preguntó en voz infantil, poniendo la boca como patito para darle un énfasis ridículo a esa última palabra—. Eso no lo sé, pero si tanto te interesa puedo averiguarlo para tí. —me ofreció, guiñándome un ojo.
—No es lo que tú piensas, Paula —me justifiqué, enojado—. Es que son mis nuevos amigos y no quiero meter la pata.
—Pues si son tus amigos, entonces deberías preguntarles tú mismo. —me dijo apuntándome con la cuchara, salpicando un poco de leche.
Touché. Paula se anotaba un punto.
Mi hermana se levantó de la mesa, dando por finalizada nuestra conversación.
—Igual me cae bien tu nueva amiga, Solae. No me molestaría que la hicieras tu novia. —declaró recogiendo su pocillo y prácticamente lanzándolo dentro del lavaplatos—. Aunque sinceramente no creo que seas capaz.
Sin esperar respuesta alguna, se puso nuevamente sus audífonos y se retiró retomando el tarareo de la canción que había dejado pausada.
Me quedé pensando en su provocación. Paula no tenía idea cuánto odiaba perder un desafío.
⭐
Notas de la autora:
¿Dónde están cuando me leen? ¿Cómo llegaron a mi historia?
Por favor cuéntenme que tengo curiosidad :)
¿Solalex o Solanton?
Sus votos ⭐ y comentarios son amor ❤️
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