11. La excusa perfecta
Historia publicada en papel por Penguin Random House. Puedes comprarla en las mejores librerías de Chile
Como siempre, fui de los primeros en terminar el examen. Como no soportaba quedarme en mi puesto en silencio y sin hacer nada a la espera de que los demás terminaran, lo entregué y salí al pasillo aliviado por lograr darle término a lo que sería la última actividad del día y de una perturbadora semana.
Para hacer tiempo, revisé mi móvil y me sorprendí (y quizás emocioné un poco) al ver que tenía una notificación de Solae aceptando mi solicitud de amistad. Al entrar en su perfil, vi que su última entrada colgaba una publicación en la que aparecía ella, Anton y yo en una foto llena de filtros, hashtags y emoticonos, deseándonos suerte en el examen. Solo ella miraba a la cámara y hacía un gesto de la victoria con su mano, mientras Anton y yo nos veíamos concentrados estudiando. ¿En qué momento nos había tomado esa foto?
Con pesar recordé que luego de esto ya no me quedaban excusas para seguir manteniendo el contacto con ellos. Al menos no hasta el próximo lunes, mientras que durante el fin de semana podían ocurrir demasiadas cosas en mi ausencia.
—¡Alex! Para qué te pregunto como te fue, si es obvio. —Joto salía de la sala, seguido de varios otros compañeros que se iban agrupando y comentando las preguntas más complicadas del examen. Por su cara pude imaginar que él no estaba muy seguro de su rendimiento.
—¿No te fue bien? —le pregunté para hacer tiempo hasta que salieran Anton y Solae. ¿Por qué tardaban tanto?
—Mmm... No estoy seguro, pero al menos creo que aprobé. —dijo, quitándole importancia al asunto y cambiando el tema—. Ví que salías con Solae y Anton durante los recreos. ¿Acaso estudiaron juntos? —me preguntó poniéndole especial énfasis a la palabra "juntos".
—Sí. Más que nada repasamos. —admití, sin dar mayores detalles, aunque a Joto no eran esos detalles los que le interesaban.
—Es admirable como lo conseguiste tan fácilmente. —dijo ahora, con una expresión pícara, fijando su mirada en mi móvil que aún mostraba la foto de Solae, junto a mí y a Anton.
—¿El qué? —Apagué la pantalla y oculté el celular detrás mío, fingiendo no entender a qué se refería. Justo en ese momento, Solae salía sonriendo de la sala, dirigiéndose hacia donde estábamos nosotros. Pero Joto, que le daba la espalda a la puerta, no la vio aparecer.
—¡El que por fin conseguiste llamar la atención de Solae! —dijo en una voz tan fuerte, que de seguro se escuchó hasta el primer piso. Vi cómo Solae nos miraba y deseé tirarme por el balcón hacia el vacío.
—¿Qué pasa? —me preguntó Joto, dándose la vuelta para ver qué era lo que me había puesto tan rojo. Al darse cuenta hasta dónde había metido la pata, devolvió su cabeza hacía mí como resorte, con su cara deformada en una mueca de horror.
—¡Así que por fin se terminó esta tortura! —comentó Solae, sonriendo divertida. Fingía muy mal no habernos escuchado, pero igual le agradecí su intención de cambiar el tema.
—¡Sí, por fin! —repitió Joto nervioso y al ver que el profesor salía de la sala, se dio permiso para retirarse de la escena.
Anton salió a continuación detrás del profe, llamando a Solae para que entrara a buscar sus cosas y pudiesen irse juntos. Aunque no fui incluido en el llamado, ingresé justo detrás de ella a buscar también las mías.
Se quedaron un rato en sus puestos comentando el examen, preguntándome también como me había ido, para luego cambiar el tema y excluirme de su conversación. Yo ya tenía todo listo para irme, mientras que Solae iba guardando sus cosas sin ningún apuro. En un intento desesperado por prolongar mi estadía, vacié ruidosamente el contenido de mi mochila sobre mi mesa, simulando que buscaba algo que se me había perdido. Aquello me daría algo más de tiempo para pensar en alguna excusa para poder estar más tiempo junto a ellos. Aún no daban señales de lo que harían a continuación.
—Sol, ¿Quieres que mejor vayamos a mi departamento? —preguntó Anton, ayudando a Solae para que se apurara en ordenar sus cosas—. Nunca hay nadie y podremos estar más tranquilos.
—No, ya sabes que eso está complicado, y además hoy no hay problema con que sea en mi casa. Mis papás viajaron a la playa y Tam no nos molestará. —le respondió Solae con un tono más tímido de lo normal y yo no pude evitar empezar a imaginarme cosas. Sabía que esta vez no quedaba nada pendiente que estudiar ¿Por qué necesitaban tanta privacidad?
Dándome cuenta que me había quedado inmóvil escuchando su conversación, me apresuré a reorganizar de nuevo las cosas dentro de mi mochila, un poco alterado por las imágenes que empezaba a arrojar mi mente. Aunque no era mucho lo que andaba trayendo, me sorprendí al encontrarme con varias chucherías inútiles que no sabía cómo habían llegado hasta ahí. Entre ellas un llavero de una serie de televisión que solíamos ver con Solae.
—¡Waaaa! ¡Mentira Alex! ¿También eres fanático de Before this life? —A Solae le brillaron los ojos al ver el llavero. Al parecer aún estaba consciente de que seguía a su lado.
Efectivamente esa serie me encantaba. Era una de aquellas cosas que teníamos en común y que compartíamos religiosamente cada vez que salía un nuevo episodio; a veces en su casa, y otras en la mía. O al menos era lo que hacíamos cuando aún éramos mejores amigos. Miré el llavero con algo de pesar al recordar aquellos días.
—¡Yo amo esta serie! —exclamó, quitándome el llavero de la mano y mostrándoselo a Anton, quien lo miró con cara de fastidio. —Nosotros hemos visto todas las temporadas apenas estrenan cada capítulo. No sabíamos que también eras fan.
Debo admitir que escuchar aquello fue como recibir una estocada en el corazón. Aún recordaba lo mucho que me había insistido y todos los trucos que había utilizado para convencerme de empezar a ver una serie de ese tipo, que mezclaba viajes en el tiempo, futuros distópicos y romance. Pero agradecía sus esfuerzos. Before This Life se convirtió en una de mis series favoritas, y de solo pensar que Anton la había hecho olvidar que la habíamos visto juntos, me hacía arder en cólera. ¿Acaso él me estaba reemplazando en recuerdos así de específicos?
—Justo hoy nos vamos a repetir capítulos. Queremos prepararnos para el estreno de la siguiente temporada, que es en unas semanas más. —Solae me devolvió el llavero y se colocó su mochila, ya lista para partir junto a Anton.
—¿En serio? —pregunté ilusionado. Esta coincidencia era una excusa demasiado perfecta para ser verdad. ¿Es que acaso...?
—Sí, Alex. ¿Te parece si comentamos los capítulos el lunes? —me dijo Anton despidiéndose de mí, y abrazándose a Solae por la cintura. Esperar que Anton me invitara a unirme a ellos solo por haber compartido un par de horas de estudio, fue demasiado ingenuo de mi parte. Me había equivocado al creer que me lo estaba dejando fácil. Si no quería que esto quedara hasta aquí, me tocaba a mí ahora tomar la iniciativa.
—¡Es que yo tampoco recuerdo nada! ¿Puedo unirme a su maratón? —pregunté alto y claro, mirando fijamente a Solae. Si las cosas fuesen distintas, hubiese sido ella misma quien lo hubiese sugerido, pero ahora, a pesar de que su cara no parecía poner objeciones, primero miró a Anton buscando conocer su opinión frente a mi descarada autoinvitación.
Anton se acercó a mí, dejando muy poca distancia entre su rostro y el mío.
—Pensé que eras del tipo que le gustaba hacer esas cosas en solitario. —dijo clavándome una mirada desafiante.
Solae se rió y yo retrocedí frunciendo el ceño. Efectivamente no me gustaba mucho ver series o películas acompañado. El tener que estar siempre a merced de la disponibilidad del otro para ver el siguiente capítulo o sometido a comentarios en voz alta acerca de lo que iba pasando nunca me había entusiasmado. Pero con Solae ya estaba acostumbrado. Me gustaban los picoteos improvisados pero deliciosos que preparábamos juntos; e incluso me causaban gracia sus hipótesis y comentarios que rara vez acertaban en lo que iba a suceder. A veces Solae era tan inocente. Pero ese era uno de sus puntos a favor. Uno de sus puntos que extrañaba compartir con ella.
—Te equivocas. Preferiría mil veces poder verla con ustedes. —sostuve, no muy convencido de si sonaba sincero, pero era lo que quería. Miré nuevamente a Solae, esperando a que se pusiera de mi parte.
—Dale Anton, ¿Entre más seamos, mejor, no? —accedió Solae, y yo sonreí para mis adentros. ¿Por qué Anton hace tan solo unas horas había estado tan dispuesto a integrarme y ahora me alejaba tan fríamente? ¿Había interpretado mal sus intenciones?¿En verdad solo había buscado mi ayuda para estudiar?
—OK, no veo por qué no. Además, tenemos que agradecerte que nos ayudaras con el examen. —dijo avanzando hacia la puerta, lo que interpreté como señal de que debía apresurarme en salir junto a ellos o me dejarían. Solae me lanzó una sonrisa cómplice y se unió a Anton, bajando junto con él la escalera. Yo los seguí de cerca.
—Pasemos primero a comprar bocadillos y bebidas. —sugirió Anton, cuando ya salíamos del colegio, y Solae aplaudió ante la mención de comida. Para nosotros una maratón no estaba completa sin tener cosas deliciosas que comer y al parecer eso se mantenía igual.
Durante el camino, a pesar de que íbamos los tres juntos, no podía dejar de sentirme excluido. ¿Por qué me estaba exponiendo a esto? ¿A ser su tercera rueda, su violinista? Pero si quería infiltrarme dentro de su amistad y, más importante aún, si quería ganarme la confianza de ambos, tendría que guardarme el orgullo bien lejos de donde pudiera arruinarlo todo. No me quedaba otra alternativa que estar dispuesto a jugar este patético papel.
Cuando entramos al minimarket, Anton, sin siquiera ponerse de acuerdo con Solae, fue directamente al sector de bebidas, mientras que Solae se dirigió hacia los snacks, como si sus roles estuviesen predeterminados desde siempre o sus pensamientos sincronizados. Como buen autoinvitado, no estaba seguro de qué me tocaba hacer a mí, por lo que opté por unirme a Solae en su búsqueda por los comestibles.
Me la encontré en el pasillo y frente a una gondola tratando de decidir entre dos bolsas de snacks baratos, quizás calculando mentalmente si traía el dinero suficiente para lo que quería comprar. Yo bien sabía que si Solae tuviese una fuente ilimitada de dinero, no estaría debatiéndose entre ese par de baratijas. Sin duda estaría comprando las Súper Golden Premium Papas Fritas Rústicas y Artesanales Salteadas en Sal de Mar durante una Eclipse, capaces de destruir cualquier billetera de estudiante con solo pensar en ellas.
Fue para la ocasión de uno de sus cumpleaños en que las probamos por primera vez. Las habíamos comprado con el dolor de nuestros bolsillos, pero había valido totalmente la pena. Desde ese día se habían convertido en nuestro snack platónicamente favorito, ya que solo nos podíamos dar el lujo de probarlas en ocasiones muy especiales (por no especificar que fue solo dos veces).
Solae aún se debatía entre las dos bolsas, habiendo ahora incorporado un tercer contendiente de aún peor calidad, a su duda existencial sobre qué comer.
—Llevemos estas, yo las invito —le dije pasándole la reluciente bolsa de papas artesanales sazonadas con sangre de unicornio, poniéndole fin a su miseria, en un impulso que sabía me dolería todo el resto del mes.
Sus ojos, mirándome como si acabara de salvarle la vida (o como si ese fuese el mejor regalo que alguien podría darle) eran impagables.
—¿Hablas en serio? ¡Muchas gracias Alex! —dijo saltando a abrazarme efusivamente y no pude evitar sonrojarme ante su reacción, que por primera vez me pillaba totalmente desprevenido. Me costaba admitirlo, pero me di cuenta que sus espontáneas muestras de afecto eran algo que había extrañado y que las famosas papas, en ese momento valían todo el abusivo precio que costaban.
—¿Van a venir o qué? —interrumpió Anton, con voz cortante, apareciendo al inicio del pasillo. Solae automáticamente se descolgó de mí, como sí de pronto se hubiese dado cuenta que abrazaba un bote de basura que chorreaba fluidos desagradables. Nunca antes le había importado abrazarse a mí o a alguien más en presencia de otra persona. ¿Por qué ahora que aparecía Anton, se comportaba de esa manera? ¿Es que sentía algún tipo de compromiso hacia su amistad? ¿O acaso en verdad tenía sentimientos serios hacia él?
Anton me miró de una forma que interpreté como señal de advertencia. Después de todo, me estaba metiendo demasiado en lo que él ahora llamaba su territorio, y probablemente también sabía que sospechaba de él. Pero si era así, entonces ¿Por qué me había permitido acercarme a ellos en primer lugar?
Su objetivo con Solae y su actitud de incluirme y excluirme constantemente, seguía intrigándome de sobremanera, pero, fueran cuales fueran sus intenciones, yo no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente.
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¿Qué irá a pasar en casa de Solae? 😱
La historia sigue ➡➡
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