2 - Soy un hombre heterosexual
No logro ni siquiera procesar lo que escuché cuando Rodolfo ya está encima de mí, abrazándome fuerte y con sus labios pegados a mi cachete. Su peso me empuja y no tengo idea de cómo no me caigo, cómo aún mantengo el equilibrio.
Intento volver a tomar aire mientras empujo al hombre, que se separa apenas hago presión en sus brazos; respeta el límite que aún no le he comunicado bien.
Me mira. Yo lo miro de vuelta. Creo que ninguno de los dos sabe qué debería pasar a continuación; qué deberíamos hacer.
Respiro profundo mientras intento encontrar las palabras correctas. No las encuentro antes de hablar, una frase corta que espero que pueda ser entendida:
—No... No creo que seas mi novio perfecto.
Rodolfo alza una ceja; definitivamente no me entendió; o está apenas intentando procesar mi rechazo, algo que tal vez nunca antes en la vida haya conocido. No me sorprendería que literalmente haya nacido ayer. A mí me sabe amarga la familiaridad que tengo con esta acción, con rechazar a la gente; con rechazar, específicamente, a potenciales parejas, a gente que parece en serio gustar de mí.
Me distraigo de esa sensación en la lengua —en realidad en el alma, en el corazón, en las emociones— cuando veo a Rodolfo sonreír con un brillo en los ojos, con una expresión de "ya sé a qué te refieres" que a mí me hace entender que en realidad no tiene ni puta idea de a qué me refiero.
—¿Soy muy perfecto? ¿Crees que soy muy perfecto para ser real? ¡Te juro que soy real! Puedes... eh... No sé, ¿tallarte los ojos y ver que no desaparezco? ¿Pellizcarte para saber que no sueñas? —habla rápido al poner su teoría sobre la mesa.
—No, no; no me refiero a eso, Rodolfo, me refiero a que... no creo que seas para mí. Digo, si de verdad eres el novio de alguien y no un ladrón o asesino con formas muy creativas de meterse a las casas.
Rodolfo se ríe a carcajadas, con las manos apoyadas sobre el abdomen. Por alguna razón, me alegra que no se ofendiera de que yo pueda creer que es un criminal.
—Créeme que si hubiera venido con malas intenciones ya te habría lastimado —dice, todavía sonriendo ampliamente, todavía pensando en la gracia que le hacen mis palabras—. Y soy para tí, lo juro; ¡sube esa autoestima, mi amor! —exclama de forma alegre mientras se vuelve a acercar a mí, tomando las comisuras de mis labios para forzar una sonrisa en mi rostro. Me resulta incómoda la confianza que tiene para llamarme "amor" cuando apenas me conoce.
—No, no es por autoestima —pronuncio torpemente mientras tomo sus manos y las quito de mi cara—. Es que en serio creo que yo no soy el destinatario con el que debían entregarte. Debieron llevarte a otra casa, con otra persona.
La sonrisa de mi supuesto novio perfecto se borra, aunque no se ve triste; su nueva expresión es, más bien, una de sorpresa y de cierta vergüenza.
—De acuerdo, entiendo... —habla en una voz más baja mientras saca un papelito del bolsillo de su pantalón. Respira ruidosamente y se queda quieto mientras lo lee—. ¿Entonces no eres Ignacio Sánchez? —Me pasa la hojita y la leo también; el texto en ésta dice "Has sido asignado a Ignacio Sánchez".
Trago saliva. Empiezo a temer. Empiezo a pensar que tal vez este tipo sí es para mí, que no podré deshacerme de él aunque quiera.
—Pues sí, soy Ignacio Sánchez, pero... ¡Tiene que haber más Ignacios Sánchez en el mundo! No es un nombre tan raro.
Rodolfo me quita el papel de las manos. Lo desdobla y me lo muestra: Acompañando a mi nombre, una impresión de lo que es, indudablemente, mi cara.
Chingada madre.
—¿No eres este Ignacio Sánchez? —cuestiona, de pronto pareciendo enojado; pareciendo que me reta por haberle mentido, aún cuando no lo hice.
Por si acaso, vuelvo a echar un vistazo a la foto. Sigo viéndome a mí. Soy yo. No hay duda de que soy yo. Hasta donde sé, no me han clonado ni tengo un hermano gemelo que se llame Ignacio, así que... soy yo.
—Sí soy ese Ignacio Sánchez —acepto, y espero que Rodolfo me confronte, pero no lo hace, así que sigo hablando, me explico—: ¡Pero tiene que ser un error, yo no te pedí! ¡No pedí un twink para Navidad! ¡Ni siquiera soy gay!
—Ah, ¿bisexual? —pronuncia de inmediato y logra callarme. No puedo creer que en serio no me entienda. O que sea tan terco con esto de malinterpretarme.
—No, tampoco —Intento ser paciente al negar.
—¿Pansexual, omnisexual, polisexual, aquileano...? —Pareciera que tiene un diccionario de identidades en la cabeza; muchas de las que dice ni las había escuchado antes.
—¡No, nada de eso! —Lo interrumpo con un grito. Espero a que se forme el silencio para continuar, lentamente, esperando que pueda notar la seriedad y verdad en mis siguientes palabras—: Soy un hombre heterosexual.
Se mantiene callado un rato, asumiendo lo que dije... Y luego se echa a reír incluso más fuerte que cuando propuse que era un ladrón o asesino.
—¿En serio? —cuestiona en medio de su carcajada.
—En serio.
Se sigue riendo por un rato, aunque intenta respirar hondo. Lo hace hasta por fin calmarse.
—De acuerdo... Entonces no te gustan los hombres —Intenta confirmar de nuevo.
—No.
—Entonces yo no tengo nada que hacer aquí.
—Exacto —asiento, y quiero hacer una pregunta, pero siento que se escuchará grosero si la hago. Me toma un tiempo volver a hablar—: ¿Sabes cómo regresarte con Santa?
Camina hacia la caja, tal vez buscando información de contacto en la guía tal como yo lo hice. Veo decepción en su cara cuando nota lo mismo que yo: No hay nada, ni dentro ni fuera de la caja; tampoco en el papel de regalo que hay tirado por el piso. Revisa también el papel que tiene, pero la única información que logra leer es la mía.
—Creo que no puedes regresarme —confirma lo que temía.
Me siento en el sofá mientras suspiro y me masajeo las sienes. No me relaja.
—De acuerdo... Pues... No te quiero, pero tienes que vivir en algún lado.
—La calle suena a un buen lugar —dice Rodolfo muy alegremente mientras alza los pulgares.
—No, no lo es; te vas a morir ahí —hablo rápida y agitadamente, pensando que Rodolfo habla en serio, que es mucho más inocente de lo que uno querría que fuera—. Es mejor que vivas aquí; ya luego veremos a dónde más puedes irte, ¿te parece? Por ahora... No te voy a dejar pasando frío y hambre. Vivirás aquí.
Él se encoge de hombros. Parece que en serio le da igual si duerme aquí o en la calle.
—Pero hay algunas reglas, ¿sí? Siéntate —pronuncio, dando palmadas al espacio a mi lado. Sigo cuando Rodolfo ya se ha puesto cómodo—: Primero que nada, si alguien pregunta, eres mi amigo; nada de andar diciendo que te enviaron para ser mi novio.
Rodolfo asiente levemente y logro verlo decepcionado otra vez. Por alguna razón, logra darme lástima; pero no cambio de opinión.
—Segundo, como ya habrás visto, tengo una hija y vivo solo con ella. Quiero que la cuides bien mientras voy a trabajar —Espero a ver otro asentimiento antes de continuar—: Y tercero... Sé que suena cruel, pero ¿puedes no estar en la cena de Navidad? Mis padres vienen y no se tomarán bien que viva con otro hombre; no te creerán que eres mi amigo. Ya me pasó antes y... no me trataron nada bien. Me aplicaron la ley del hielo por unos dos años. Creo que aún no me creen que mi roomie no era mi novio.
Me rasco la nuca. Es incómodo estar contando —aunque sea superficialmente, sin detalle alguno— una historia tan personal. Rodolfo no puede ni mirarme a los ojos; pero me toma la mano y la acaricia suavemente. El contacto es, al principio, indeseado y raro, pero se vuelve relajante antes de que siquiera pueda pensar en separarme de mi supuesto novio perfecto.
—Está bien. Quiero que estés bien —expresa estar de acuerdo con mi última regla, con la única que me dolió pensar y explicar, y por fin me mira de nuevo. No a los ojos, pero sí a la cara. Se enfoca un poco por debajo de mi nariz.
—Pues... Dicho esto, podemos irnos a dormir —digo, separando mi mano de la suya solo para sentir algo extraño después, como si me sintiera mal sin ese contacto.
Intento ignorar esa emoción mientras me acerco a las escaleras. Luego algo me acelera el corazón, el renacimiento de una idea: Aún no estoy completamente seguro de que Rodolfo no sea un criminal. No puedo dejarlo durmiendo en nuestra sala.
—Ven a mi cuarto —pido entonces.
—¿No que eres heterosexual? —pregunta, se burla, con una sonrisa pícara y una ceja bien alzada.
—¡No a eso, pendejo! ¡A dormir! —exclamo, sin saber si debería enojarme o reírme junto a Rodolfo.
—Ah —Continúa con su broma, y luego me sigue escaleras arriba, por el pasillo, por el cuarto... hasta llegar a mi lado en la cama.
Me acuesto también y me doy cuenta de que, si antes no tenía sueño, ahora tengo todavía menos. Miro al techo mientras repaso en mi cabeza los mil trucos y remedios caseros que hay para combatir el insomnio, mientras elijo cuál usar aunque sé que mi primera opción es siempre la técnica militar.
Rodolfo llama mi atención al abrazarme, poniéndome un brazo y una pierna encima en un acto que considero más cariñoso de lo que puedo soportar.
—Quítate, wey —Intento usar un tono juguetón al hablar, y ser suave al darle el codazo que hace que se separe.
—Lo siento —murmura él, y parece genuinamente avergonzado. Tal vez aún le cuesta entender que no es mi novio perfecto.
Siento cómo se mueve, dándose media vuelta sobre el colchón. Yo doy un cuarto para poder también dormir de lado. Respiro profundo, cuento cada respiración. Espero no perder la cuenta al empezar a pensar en lo raro que es dormir con alguien al lado. No había vivido eso en años. No sé cómo me siento al respecto.
¡Hola, personitas! ¡Feliz día de Reyes!
Terminé este cap el día cinco por allá de las siete de la tarde y, viendo que esta fecha ya estaba cerca, decidí publicar a medianoche y tener esto como un regalo de Reyes :)
Me gusta que esta historia fluye bastante bien y me hace reír en el proceso. Todo este capítulo se escribió en un solo día y amé todo el tiempo que estuve trabajando en él. No creo ser muy buena para el humor, pero siento que en esta obra está funcionando bien y me hace bastante feliz. De todas formas, espero saber sus opiniones; me ayudarán bastante <3
Llevo planeados unos cuantos capítulos por ahora, así que tal vez pueda traer el siguiente dentro de poco. Ya hay varias ideas para el tres e incluyen cosas tan tiernas como Rodolfo relacionándose con Camila por primera vez (porque AMO a esa niña y quiero darle la importancia que debería tener). Ando muy impaciente con escribirlo. Por suerte ya estoy por terminar El Tiempo Perdido y eso me dará tiempo para seguir con esta obra y con cierto proyecto secreto que espero poder estar trayendo en febrero; lo más probable es que sí porque ha avanzado bastante bien.
Y bueno... Creo que he terminado la nota. Espero que disfruten su rosca hoy, si comen (yo creo que no voy a comer *carita triste*). Nos leemos en el siguiente capítulo, ¡que espero que les guste!
Hasta entonces :D
Mari.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro