Yo decido sonreír. ¿Y tú?
—¿Por qué estás siempre sonriendo Luis?
—¿Por qué no? Somos de lo más afortunados. Estamos vivos Carlos, sanos, tenemos una madre y un padre que nos quiere y todos los días tenemos un plato de comida. ¿Has visto como brilla el sol? ¿No te parece una maravilla? Hay mucha gente que no puede disfrutar del calor que produce. Y tío, te tengo a ti. Le doy muchas gracias a Dios por tener tu amistad. Eres un gran amigo y no todos pueden decir lo mismo.
—Me gustaría poder ver la vida como lo haces tú. Yo solo veo basura por todas partes y estoy cansado. Todos los días igual Luis, nos levantamos con los primeros rayos de sol y no paramos de hurgar por el basurero para buscar algún objeto útil, por el que nos den algo para poder comprar comida. El sol me quema. Y las ratas son nuestras compañeras de tarea, ya nos han mordido varias veces. Sinceramente es una mierda de vida. Preferiría no haber nacido.
—No digas eso. Yo siempre voy a estar a tu lado. Ya verás como todo cambiará y no voy a dejar que nada malo te suceda. Voy a cuidar de ti.
Y los niños siguieron rebuscando entre las bolsas de basura, como todos los días desde que tenían uso de razón. Si tenían suerte hoy podrían comprar algo de comida para ellos y su familia.
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