—Solo somos una mota en medio del inmenso universo.

—¿En serio? — y sus pequeños ojos negros se posaron sobre los de su padre. Eran tan sabio.

—Yo llevo muchos años sobreviviendo a todas las horribles consecuencias de salir al mundo. He visto morir muchos compañeros, que digo muchos... cientos. Hemos tenido que volver a reconstruir nuestra comunidad tantas veces, que ya he perdido la cuenta y sí... creo que no le importamos a nadie.

—Pero eso es muy duro, ¿cómo sobreviviré?

—Eres más fuerte de lo que piensas y aunque muchos no lo sepan más inteligente. Confía en ti misma y ve siempre con los de tu escuadrón ...no te separes de tu grupo.

—Así lo haré.

En ese momento sobre la fila de laboriosas hormiguitas se posó una sombra inmensa. Una losa se aproximaba sin compasión y se podía prever que las consecuencias no iban a ser buenas.

—Mamá miraa...he tapado el hormiguero. ¡Ya no podrán salir!

Y el niño siguió jugando a chafar hormiguitas mientras estas intentaban encontrar una salida.

Efectivamente, no somos nada, pensó la pequeña hormiguita antes de morir aplastada por el zapato del muchacho.