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Capítulo 66: No eres tú...

Pov. Normal

Estar en ese lugar ponía de nervios al pelirrojo, jamás había estado en un hospital y por esa razón tenía tanto miedo. Además, ¿quién se sentiría a gusto sabiendo que su padre no está bien?

A lo lejos de ese enorme pasillo de color blanco que guardaba el dolor de cada persona estaba su madre caminando en su dirección.

— ¿Cómo está?— preguntó nervioso y a la vez con miedo por la respuesta que pudiera darle.

— No sé, aún no me dan una respuesta— la madre inconsolable abrazó con fuerza a su hijo y su llanto no se hizo esperar. Nathaniel lo único que podía hacer era estar para ella.

Su corazón también dolía, tenía ganas de gritar, de aventar todo, de llorar hasta que no quedara una lágrima más en sus ojos. Pero tenía que ser fuerte para la mujer que estuvo ahí con él cuando todo se torno oscuro, su madre no podía verlo en ese estado.

Por ahora para el chico lo más importante era su mamá, Adrien Agreste podía irse a la mierda.

Ninguno de los dos supieron cuánto tiempo estuvieron esperando en aquella sala aterradora por una noticia, el sueño comenzaba a invadirlos. Pero cada vez que cerraban sus ojos los llantos de los pacientes e incluso de los familiares los despertaban.

Hasta que por fin un doctor salió y preguntó por los familiares del señor Kurtzberg, al escuchar el apellido ambos se levantaron rápidamente y el doctor se acercó a ellos.

— Esto fue más difícil de lo que pensé...— fue lo primero que dijo, su mamá no sabía a qué se refería con esa respuesta.— Pero pudimos estabilizarlo, está muy débil.

— ¿Podemos pasar a verlo...?— el doctor negó.

— Desgraciadamente lo que hicimos fue casi un milagro, ni siquiera nosotros supimos cómo fue que se logró estabilizar. Ahorita está dormido, necesita descansar... No puede volver a recaer porque esta vez no tendrá la misma suerte, su corazón está frágil. Les sugiero que vayan a casa a descansar y mañana vengan a verlo.

El pelirrojo agradeció al hombre.

— Vamos a casa...— le dijo suavemente a su mamá.

— ¡No! No puedo dejar a tu padre aquí solo—.

— Mamá, ya escuchaste al doctor... Sé que lo amas mucho y por eso debemos irnos, para que él se recupere y pronto esté de nuevo en la casa.

— P-pero...

— Por favor, necesitas descansar. Yo necesito ir a dejar mis cosas— la madre volteó a ver las maletas que el chico traía, ni siquiera había pasado a la casa.

Al final la señora aceptó y ambos se fueron a descansar o mínimo intentarlo. Cuando llegaron a la casa Nathaniel se sentó en el sillón, estaba cansado. Si bien el recorrido de su departamento a su casa no era tan largo todas las noticias de esa noche lo habían hecho pesado.

— ¿Quieres algo de cenar, amor?— preguntó su madre dirigiéndose a la cocina.

— Yo me lo preparo, tú ve a dormir.

— Bien...— se acercó a su hijo y lo abrazó.— Gracias por venir.

— Mamá, siempre estaré para ti cuando lo necesites. No te dejaría pasar este dolor sola, tú y papá son lo mejor de mi vida y dejaría todo para venir con ustedes— se separó de su madre para darle un beso en la frente no sin antes desearle las buenas noches.

Una vez que su madre subió fue directo a la cocina, tenía demasiada hambre. No había comido nada allá.

Cuando estaba preparando la cena su celular sonó sacándole un pequeño brinco.

Adrien A. ♥️

Era él, pero no estaba seguro de querer hablar con él. En este momento a quien más odiaba era a ese tonto rubio, no quería ni siquiera escuchar su voz.

— Jodete...— dijo antes de quitarle a su celular el sonido y dejarlo en la mesa. Se llevó su plato a la sala y comió, una vez que estuvo lleno y que el sueño empezaba a acabar con él decidió recoger su plato para irse a la cama.

Al regresar a la cocina le ganó la curiosidad y revisó el teléfono, las llamadas perdidas eran demasiadas. Una tras otra, tal vez Adrien ya sabía que él los había visto.

— Eres un estúpido si crees que te voy a contestar Agreste— decía mientras una nueva llamada entraba. Salió de ahí dejando el celular en dónde estaba, le importaba muy poco si Adrien lo llamaba toda la noche.

Se dirigió a su cuarto con las dos maletas que había traído, cuando llegó abrió una para sacar su pijama. Se la puso y se acostó en la cama dispuesto a descansar, pero su mente no se lo iba a permitir.

Esa imagen que tanto odiaba aparecía cada que cerraba los ojos; Marinette besando los lugares que él algún día besó; Marinette disfrutando el cuerpo de Adrien como él lo hacía y Adrien amando las caricias que él alguna vez también le había hecho.

— ¿Por qué...?— fue lo único que pudo pronunciar antes de que su voz se quebrara y las lágrimas salieran. Se escondió bajo su almohada, no quería despertar a su madre con sus llantos. No quería que supiera que Adrien lo había engañado porque eso significaba que jamás aceptaría al rubio de nuevo en su casa.

¿Le faltaba algo o por qué el rubio buscaba a Marinette...? ¿Por qué Marinette? ¿Por qué no otra? ¿Adrien lo seguía amando o ahora la amaba a ella?

Se levantó de la cama cansado de los pensamientos que tenía, de las imágenes que no paraban de repetirse. Salió del cuarto y volvió a la cocina.

En un mueble que se encontraba muy bien escondido sacó una botella, desde pequeño observaba como su padre guardaba el licor ahí, sacó una botella y la abrió. Comenzó a beberla en el camino y se encerró en su cuarto.

Se tiró al piso y empezó a beber sin control alguno, mientras sus lágrimas seguían cayendo.

— Imbécil, eres un imbécil Nathaniel. ¿Creíste estar a la altura de un modelo?— comenzó a reír.— Por favor, eres un mediocre pintor si es que te puedes llamar así y ese estúpido rubio es todo lo opuesto a ti, todas mueren por él, ni siquiera sabes si Marinette es con lo única que te engaña. Y yo llamándolo el amor de mi vida— volvió a reír.— Escúchame bien Adrien Agreste...— se levantó con la poca fuerza que tenía, como había bebido tan rápido el licor estaba haciendo efecto, se tambaleó pero alcanzó a sostenerse.— puedes quedarte con la zorra de Marinette, puedes quedarte con quien quieras. Te haré un gran favor y terminaré contigo...— se tiró a la cama.— Tú y yo no nos volveremos a ver, juro que no diré que estuve contigo para no arruinar tu reputación. Juro desaparecer de tu vida y jamás volverte a buscar— cerró los ojos y las últimas lágrimas salieron.— Aunque me esté muriendo por tenerte a mi lado...

Su cabeza comenzó a dolerle como el infierno, abrió los ojos y solo hizo que el dolor aumentara. A lado de él aún se encontraba la botella vacía, se sorprendió pues él jamás había tomado de esa manera. No le gustaba tomar, cuando lo hacía solo era por compromiso pero jamás lo hizo porque él quería. Su madre siempre le advirtió del alcohol, le repetía que era malo para él, que solo traía problemas.

Los pasos de su madre se escucharon fuera de la habitación y como pudo escondió la botella debajo de la cama.

— ¿Nath?— abrió la puerta, pero no entró.

— ¿Qué pasa?—.

— Voy a desayunar, si ya tienes hambre baja y te vuelves a dormir un rato. Yo me iré con tu padre.

— Eh... Bajaré enseguida mamá—.

Solo se puso sus tenis y bajó para acompañar a su mamá, ella ya estaba desayunando. Nathaniel la observó por un momento, su madre no dejaba de mirar el asiento de su padre. Su mirada estaba vacía, ese brillo que la caracterizaba no estaba. Una lágrima bajó por su mejilla hasta llegar a la mesa, el chico decidió entrar y la mujer limpió su rostro.

— Te dejé el desayuno ahí, yo me cambiaré y me iré al hospital— se dirigió a la barra a dejar los platos cuando vió el celular de su hijo.— ¿Qué hora es?— al encenderlo vio todas las llamadas perdidas que tenía de Adrien y volteó a verlo.— ¿Por qué no le contestas a Adrien?

— Oh... No sabía que estaba marcando, no te preocupes ahorita que termine de desayunar le marco.

— Bien, ese chico es muy bueno no merece que lo preocupes así— salió de la cocina.

Nath se levantó para tomar su celular, vió todas las llamadas perdidas y le extrañó que las últimas fueran de un número desconocido. ¿Tal vez Chloe? No, ella no cambiaría de número de la noche a la mañana. De seguro era Adrien tratando de buscarlo por dónde sea.

Al acabar de desayunar decidió ayudarle a su mamá a lavar los trastes que se habían quedado de la noche anterior, su madre ya se había ido hace unos minutos. Él solo se bañaría y se iría rápido a ver a su papá, pero antes de salir de la cocina volvió al mueble donde había más botellas, tomó tres más y las llevó a su cuarto.

Salió de su casa no sin antes llevar un poco de alcohol muy bien escondido en una mochila que llevaba. Tomó un taxi y le dió el nombre del hospital.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se dió cuenta cuando ya había llegado.

— De seguro ella está despertando a su lado...—.

— ¿Qué?— la voz del conductor lo distrajo.— ¿Se va a bajar o no?— apenado pidió disculpas y le dió el dinero al señor.

Antes de entrar al hospital sacó de su mochila la pequeña botella que traía y le dió un trago, después se metió.

Cuando llegó a la misma sala de ayer no vió a su mamá, así que decidió preguntarle a una enfermera que merodeaba por ahí.

— ¿Cómo dices que se llama tu papá?— preguntó la chica amablemente.

— Su apellido es Kurtzberg— la enfermera buscó en la lista que sostenía.

— Ah sí, tiene visitas. Tu madre y tu hermano están con él.

— ¿Mi qué...?— preguntó extrañado.

— Hay dos personas con tu padre justo ahora, un chico de tu edad supongo que es tu hermano— no pudo preguntarle más a la chica porque estaba ocupada y se fue, pero él creía que solo era una confusión de ella.

Se dirigió a la habitación que le habían dicho y cuando abrió la puerta vio a su padre dormido en esa cama, su mamá estaba a lado de él y del otro lado de la habitación estaba el rubio que esperaba a Nathaniel.

— Nath, mira quién está aquí— dijo su mamá señalando a Adrien, el pelirrojo solo asintió.— Te dije que no lo preocuparas, cariño. Mira lo hiciste venir hasta acá.

Nathaniel no podía articular ni una palabra.

— No se preocupe señora Kurtzberg, no es ninguna molestia estar aquí.

— Eres un chico tan bueno, Nath...— volteó a ver a su madre.— ¿Por qué no saludas a Adrien?

— Está emocionado por verme— sonrió el rubio.

— Demasiado...— dijo entre dientes el otro.

— Anda, ¿Qué esperas?— Nathaniel tembló, pero recordó que no quería que su madre se enterara de eso así que hizo lo que le ordenó.

Cuando llegó con él Adrien quería darle un beso en la boca, pero el pelirrojo se quitó y le dió un fugaz beso en la mejilla.

— ¿Qué pasa Nath?— preguntó y eso hizo enojar a Nathaniel. ¿En verdad era tan imbécil para preguntar semejante tontería?

— Mis padres están aquí Adrien, no lo haré enfrente de ellos— dijo indiferente.

Se acercó a su mamá para preguntarle sobre su papá.

— Los doctores dijeron que sigue débil, cuando regresemos a casa lo tendré que cuidar demasiado— soltó una pequeña risa.— no lo dejaré cambiar más los focos, tampoco lo dejaré trabajar, sé que se pondrá de mal humor pero será por su bien.

Una enfermera entró al cuarto preguntando por la mamá de Nathaniel.

— ¿Qué pasa...?

— Necesito que baje a recepción, le daremos las instrucciones para cuando su marido sea dado de alta—.

— Iré contigo— dijo Nathaniel apresurado, si su madre se iba eso significaba que se iba a quedar solo con Adrien y era lo que menos quería.

— No, quédate con tu papá. Yo iré rápido.

No le quedó de otra que esperarla ahí, se sentó en el lugar que su madre ocupaba y solo miró a su padre.

Una vez que en la habitación solo quedaron los tres Adrien decidió hablar.

— Si no quieres estar solo conmigo dímelo.

— Bien...— lo miró.— No quiero estar contigo— Adrien no se esperó esa respuesta, pensó que al venir acá se encontraría con un Nathaniel destrozado.

— Vine porque creí que me necesitabas— dijo para hacer plática.

— Pues ya viste que no te necesito. Así que vete...

— Nath, ¿Qué tienes?— quería acercarse a él, pero el pelirrojo lo miró furioso.

— ¿Qué voy a tener Adrien? Mi padre está muriendo... ¿Cómo quieres que esté? ¿Feliz?

— Escucha...

— No tengo porqué hacerlo, en verdad lo que menos quiero hacer es escucharte hablar.

— Nath, por favor... Tú si me importas, sé que tienes algo.

— Lo que tengo no te interesa— contestó a la defensiva.

— Claro que me interesa, soy tu novio Nathaniel— el pelirrojo comenzó a reír.

— No, tú no eres nada mío. Tú dejaste de ser mi novio desde que te acostaste con Marinette, no tienes razón alguna para estar aquí. Así que agarra tus estúpidas cosas y lárgate de aquí Agreste.

— Por favor, déjame explicarte...

— ¡¿Qué?! No me mientas, no soy estúpido Adrien— los ojos turquesa de Nathaniel comenzaron a cristalizarse.— Sé lo que mis ojos vieron, lo ví... Te ví con ella ¿Qué quieres explicarme?

— Sé que me viste con ella, pero no lo quería hacer— el pelirrojo se paró estrepitosamente de la silla.

— ¡¿No lo querías hacer?!

La puerta se abrió y la mamá de Nathaniel había regresado.

— Chicos, ¿Qué es lo que pasa? Sus gritos se escuchan hasta allá— ninguno de los dos respondió.— Bien, no me digan. Pero tu padre no puede estar escuchando como pelean, así que los dos se salen de aquí a arreglar lo que tengan que arreglar.

— Yo no tengo nada que arreglar— dijo Nathaniel.

— Nathaniel Kurtzberg, dije los dos salen de aquí y discuten afuera.

Enojado el pelirrojo tomó su mochila y salió de ahí bastante molesto. Adrien iba detrás de él.

Salieron del hospital y Nathaniel seguía caminando sin voltear a su espalda, colocó su mochila enfrente de él y sacó la botella.

— ¡Nathaniel, espérame!— dió un trago a la botella y siguió.

— ¡No, imbécil!— Adrien corrió y a la fuerza lo hizo voltear.

— ¡ESCÚCHAME!

— ¿Qué quieres que escuche? ¿Me vas a contar cómo estuvo con Marinette? Bien, adelante soy todo oídos. Cuéntame qué tal te lo hizo, ¿Es buena? Yo creo que sí porque me cambiaste por ella, dime... ¿Cuánto tiempo llevas viéndome la cara de idiota? Al menos espero que ella sea la única, solo de imaginarte que estuviste con ella y conmigo me da asco.

— Mierda... ¡Cállate! Vas a armar un escándalo aquí.

— Se me olvidaba que no te gusta que te vean conmigo— Adrien enfureció, tomó a Nathaniel de la mano y no lo soltó hasta llevarlo a un lugar apartado de todos, dónde nadie pudiera verlos.

— Vaya, ocultandome otra vez Agreste. ¿Quieres que lo hagamos aquí? Acepto— se lanzó al rubio para besarlo, Adrien se sorprendió pero aún así le correspondió el beso.

No era un beso agradable, para ninguno de los dos. Adrien notaba algo diferente, el sabor de los labios de Nathaniel no era el mismo. Cuando el pelirrojo se separó le sonrió.

— ¿Quieres que te diga que me pareció?— el rubio no respondió.— Me dió A S C O

Se recargó en la pared que estaba enfrente del rubio, sacó la botella y le dió un gran trago. Ahí Adrien supo la razón por la que actuaba así.

— ¿Estás bebiendo...?

— Sí, algo— Adrien le arrebató la botella.— ¡Dame eso!

— ¡No! Nathaniel no puedes beber.

— ¿Y por qué no? Mi padre está entre la vida y la muerte; y la persona que más amaba me traicionó con alguien que consideraba mi amiga.

— Te vas a calmar y me vas a escuchar.

— Vete al diablo— el pelirrojo quería salir de ahí, pero Adrien lo detuvo.

— Cálmate por favor, no puedes andar así por la calle. No te van a dejar entrar al hospital en ese estado, solo espera a que se te pase aquí.

El pelirrojo cayó sentado al suelo, tenía que aceptar que su ex novio tenía razón.

Adrien se sentó a lado de él sin dejar de mirarlo. ¿Dónde estaba Nathaniel...? Ese no era su Nathaniel, no era el pelirrojo del que estaba profundamente enamorado, más bien eran solo pedazos de aquel chico risueño con el anhelo de llegar a ser un pintor famoso. Ese Nathaniel solo era el resultado de sus acciones y se sentía culpable, había orillado a Nathaniel a hacer esto, todo era su culpa.

Este capítulo si es demasiado largo y quería seguirle, pero decidí dejarlo hasta ahí. Para que en el siguiente capítulo esté aún mejor que este o eso espero, jaja.

Pues ojalá y sí les transmita todo el sentimiento que le puse a este capítulo, el siguiente cap viene más fuerte. Así que preparense para ver a un Nathaniel diferente al de los primeros capítulos e incluso diferente a este.

Ahora iré a dormir, jaja. Los amo, besitooos ♥️

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