Capítulo 1
Capítulo 1
Los rayos de sol se colaban a través de mi ventana en una leve acaricia, el sonido de los pájaros era música para mis oídos y con una amplia sonrisa en mis labios me levanté de mi suave cama y fui a por un café para comenzar un día maravilloso que se avecinaba.
Esperen un minuto.
¿Desde cuando mis días comenzaban así?
Lo primero es que la cortina de mi ventana impedía el paso de la luz del sol, lo segundo es que odiaba el café y tercero comenzar un nuevo año escolar no era maravilloso, era espantoso.
Lo que realmente sucedió fue lo siguiente: el ruidoso reloj despertador de mi madre me despertó de un sobresalto, enojada la estampé contra la pared para que luego se hiciera añicos y se esparciera por todo el suelo de la habitación.
¡Enhorabuena! Una nueva integrante se une a la lista de despertadores rotos.
No era mi culpa que mi madre comprara una nueva cada día, más ruidosa y fácil de romper, pero aun así lo seguía haciendo.
Arrastré mis pies obligándolos a dirigirse al baño con todas las ganas de regresar a la cama y dormir el resto del día, mamá me mataría si lo hiciera. Tal vez si fingiera estar enferma... no, prefería ir a clases a tenerla metida todo el día en mi habitación. Decidida completamente a ir, fui por mi uniforme que mamá preparó el día anterior y dejé mi cabello en un moño desordenado escapándose un par de mechones castaños a lo que no le tomé gran relevancia. No quería perder el tiempo arreglando mi cabello, solo me maquillé un poco para no parecer un zombie andante y ya pude darme por satisfecha. Pasé las correas de mi mochila por mis hombros y miré por última vez mi reflejo en el espejo.
No soy perfecta.
Y eso está bien.
Me repetía cada días.
Descendí por las escaleras y me dirigí a la cocina para tomar mi desayuno antes de partir a mi preparatoria. Un instituto lleno de chicos y chicas cabezas huecas, rubias oxigenadas e imbéciles con trastorno de superioridad. Un lugar en donde chiquillos como yo, hijos de personas importante y adineradas asistían a estudiar en una "prestigiosa" preparatoria de la ciudad de Denver, Colorado.
Odiaba ese lugar, como la misma adolescencia. Todos decían que es la mejor etapa de tu vida, yo creía que es la más difícil y horrible de todas.
—Mañana será la cena con los nuevos vecinos, ¡Estoy tan emocionada! —exclamó mi madre eufórica al llegar a mi lado. Dio unas palmaditas en mi hombro y se acercó a la encimera para tomar una manzana del cuenco de frutas —¿Estas emocionada, Ellenor?
Rodé los ojos tras un bufido, ¿emocionada? Todo lo contrario, no me interesaba que se hubieran mudado a la casa de al lado. Solo que no me gustaba la idea de tener personas extrañas merodeando por mi casa, mi lugar personal y sagrado.
—Me importa una mierda cenar con gente extraña.
—¡Ellenor Abigail! —me reprendió mi madre. Estaba acostumbrada a esto, solo me molestaba que tuviera que usar mi horrible segundo nombre —¡Nada de palabrotas en esta casa, jovencita!
Suspiré luego de sacar la leche del refrigerador para girar sobre mis talones y forzar una amplia sonrisa. Fingir se me daba de maravilla.
La práctica hace al maestro.
—Lo lamento, madre ¡estoy súper emocionada por recibir a los nuevos vecinos! —fingí alegría.
—Así está mejor. —Asintió. Su mirada se desvió a todo mi cuerpo en un escaneo rápido, arqueé una ceja a la espera de un comentario mordaz ante mi aspecto —¿no pudiste peinarte y arreglarte un poco mejor? Pareces una chiquilla de una escuela publica.
Me molestó su comentario, odiaba cuando descalificaban a las personas por su posición social. Eran tan ciegos, no podía creer que la gente aún en el siglo XXI, continuaran con esa mierda, ¿no podían comprender que el dinero no te define como persona?
Eran unos ignorantes.
—Creo que sería feliz en una y no en esa estupida escuela. —Mascullé. Solo un año, me repetía constantemente para no perder la cabeza — Solo quiero graduarme y ya, sabes que no me interesa lo que piensen de mi.
Suspiró llevando sus manos a su cara, negó con la cabeza y fijó su vista en el techo. Se lo que pasaba por su cabeza y no era muy difícil adivinarlo, yo era todo lo contrario a la hija perfecta, odiaba no poder alardear sobre mí con sus amigas, detestaba mi comportamiento borde, mi forma de vestir e incluso de hablar.
Le molestaba que yo fuera su hija.
—Has lo que quieras.
Y sin decir más, giró sobre sus talones para abandonar la cocina con sus tacones rechinando sobre el piso de madera. Me parecía ridícula la idea de lucir impecable cada día, sola en una inmensa y solitaria casa para simplemente pasear por ella, limpiar y mantener obsesivamente impecable cada minúsculo rincón, charlar con sus amigas, atender a mi padre cuando está en casa y luego volver a la cama, ¿para qué?
Es su manera de ahogar sus penas. Pensé.
Tarareaba never say never de the fray mientras transitaba por la acera de mi vecindario cuando un deportivo rojo pasó a toda velocidad empapándome casi por completo. Enojada maldije por lo bajo y pateé una piedra en mi camino. De seguro era un imbécil queriendo lucir su juguete nuevo ¡y suerte la mía! Era la única en la calle, teniendo como resultado a una chica con su uniforme mojado.
Seguí mi camino, enojada, y me deshice de mis auriculares al llegar a la escuela. Observé la hora en mi móvil para regresarlo a los pocos segundos al bolsillo de la falda negra de mi uniforme. Resoplé sin saber qué hacer en la media hora restantes para mi primera clase, mamá tenía razón, no debí haber salido tan temprano de casa.
Mi mejor amiga Morgan agitaba sus brazos desde un banco a unos metros de mi para llamar mi atencion, por primera vez en el día sonreí y me acerqué hacia ella.
Conocía a Morgan desde los cinco años. En el jardín de niños, para ser exactos, cuando aún no lograbamos comprender los cuentos infantiles con más ilustraciones que letras. La adorable chiquilla se acercó a mí y no pude evitar contagiarme de su alegría, vive cerca de mi casa y si fuera poco su papá y el mío estudiaron en la misma universidad.
—¡Mi querida Ellen! ¡Mi hermana del alma! ¡Mi comadre! ¡Mi compañera de crimen!
Rodé los ojos.
Había olvidado que mi amiga estaba loca.
—¿Acaso estas borracha el primer día de clases? ¿Es enserio? —la acusé.
—¡No! —se quejó con sus manos sobre su pecho, dramáticamente —. No soy tan idiota como para tomar un domingo en la noche. Solo estoy feliz de verte ¡extrañaba mucho a mi mejor amiga!
Me reí por su dramatismo. Había hablado con la chica por videollamada todos los días que estuvo fuera del país e incluso sentí como si hubiera viajado junto a ella.
—Te recuerdo que me llamabas cada hora para decirme que habías encontrado la tienda de ropa de tus sueños o cada vez que encontrabas un chico lindo.
—Ya lo sé, pero no significa que te haya contado todo sobre mis vacaciones —volcó los ojos y luego sonrío de oreja a oreja, comenzando a hablar: —Lleve en mi maleta tres trajes de baño, pero ninguno combinaba con mis sandalias. Así que...
Asentí con cada una de sus palabras sin prestarle atención, se que estaba mal, soy su amiga y debía escucharla, pero hablamos todos los días, sé cada detalle de sus vacaciones y no me interesaba escuchar todo de nuevo. Mi mente se desconectó y me fijé en un chico que nos observaba a unos metros de nosotras, hicimos contacto visual, sonrío de medio lado y se fue. Abrí mis ojos como platos al reconocerlo, la sangre drenó mi rostro y mis manos temblaron bajo las mangas de mi chaqueta. ¿Qué hacía él aquí? Se suponía que estaba en Seattle con su padre, lejos de mi, no aquí a sólo unos metros de distancia.
—¿Qué le ha sucedido a tu ropa? —La voz de Morgan penetró mis oídos conectando mi cerebro nuevamente —. Luces como si regresaras de la amazona.
—Un idiota paso en su coche sobre un charco —me encogí de hombros, ocultando mi nerviosismo perfectamente. Era un alivio que fuera tan buena ocultando mis emociones, aunque mi corazón amenazaba con salirse de mi caja torácica en cualquier momento —, tenía un deportivo rojo, sé que lo hizo a posta.
—O simplemente no te vió —dijo. Puedo medir un metro sesenta, pero estaba muy segura que me había visto y quiso jugarme una broma—. Voy a los casilleros y luego te acompaño al servicio para que te limpies un poco, ¿vale?
—¡No! —Retuve su brazo impidiendo que se fuera de mi lado. Frunció el ceño e intenté arreglar las cosas rápidamente —. Q-quería decir que puedes ir por tus cosas luego. No quiero quedarme sola.
Sonrío de nuevo y negó con la cabeza, restándole importancia. Pudo haber asociado mi reacción al pensar en estar sola rodeada de tantas personas, pero aquello estaba muy lejos de la realidad. No podia decirle la verdad, no puedo preocuparla a ella ni a Matthew. Debía aprender a verlo entre pasillos, pero no estaba preparada para que Dorian se acercara aun así haya pasado tanto tiempo.
Sabes que no puede acercarte a ti. Pensó mi subconsciente.
—Creo que te has enterado ya —contraje mi entrecejo y miré a la chica a mi lado, confundida —, o quizás aún no lo sabes.
Mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad y lo único que se me vino a la cabeza era Dorian. Abrí mi boca como un pez al darme cuenta de lo que hablaba Morgan, a la chica nada se le escapa. Por supuesto que lo sabía.
—Ya lo sé, es terrible. No puedo creer que la escuela permitiera algo así.
Morgan volvió a fruncir el ceño.
—¿Ah? De que hablas, Ellen Parker.
—Del regreso de Dorian —respondí lo obvio.
—¡¿Qué?! —Chilló —. Estaba hablando sobre el nuevo director, el otro renunció hace un mes y ahora trabaja para mi padre —negó con la cabeza mordiendo sus uñas, verdaderamente preocupada —. No puedo creer que el muy desgraciado haya vuelto ¿por eso tu reacción de hace un momento? —asentí escondiendo mi rostro con mis manos.
—Acabo de verlo frente a nosotras. —Abrió la boca, pero la interrumpo antes de que pronunciara cualquier palabra —y no, no es mi mente jugándome una mala pasada. Era él, lo juro.
—Está bien, todo está bien —tomó mi mano y dio un suave apretón —. Mathew y yo estamos para ti, no te dejaremos sola ni dejaremos que algo te suceda
—Eres una gran amiga, ¿lo sabes?
—Yo siempre voy a estar para ti y lo sabes.
Nos abrazamos y al separarnos nos sumergimos en un profundo silencio sin más que decir. Era difícil creer que Morgan podía permanecer callada por más de cinco minuto. Era un record sin duda alguna y me alegró no escucharla hablar sobre un millón de cosas a la vez, pero al final, se tornó extraño.
Creo que nos acostumbramos a la manera de ser de cada persona.
—Agradezco que se fuera, lo odiaba —dije rompiendo el silencio. La pelinegra me miró sin entender, al cabo de unos segundos abrió ligeramente su boca percatándose de mi cambio de conversación.
—Como al resto del mundo, Ellen, como al resto del mundo.
—Sí, —chasqueé la lengua —tienes razón, pero realmente debes aceptar que el director era un cotilla que le contaba siempre a mi padre cada vez que hacía algo y contigo era igual ¿Recuerdas cuando le contó a tu padre que te estabas besando con un chico mayor en el estacionamiento?
—Ni que lo digas, espero que el nuevo director no conozca a nuestros padres.
Un estruendoso ruido nos interrumpió y nos obligó a tapar nuestros oídos, los pasos se detuvieron casi que automáticamente al igual que los murmullos de los adolescentes que comenzaban a llegar por culpa de los altavoces que estaban repartidos por toda la escuela. Mi oído comenzó a doler al tener uno de los aparatos justo a nuestro lado, luego escuchamos unos golpes en el micrófono y después la voz de la asistente del director.
—Lamento aquello —se disculpó la mujer —. Les pedimos a todos los estudiantes de MacDurten dirigirse al auditorio inmediatamente. Repito. Les pedimos a todos los estudiantes...
Resoplé y me di cuenta que no era la única que lo hacía, unos bufaban se quejaban e incluso murmuraban de hacernos perder el tiempo. El conserje junto a los maestros supervisaban de que ningún estudiante quedara atrás y evitara la charla de bienvenida de cada año, y aún más importante, la presentación del nuevo director.
¡Fantástico!
—No deberían obligarnos a asistir. —Chilló Morgan arrastrando sus pies —. ¡Es tan aburrido!
—Solo serán quince minutos —me encogí de hombros. Morgan hizo una mueca al golpearse con un chico del equipo de rugby al entrar al auditorio, el chico se disculpó y siguió su camino, mientras nosotras seguimos el nuestro como si nada hubiese sucedido —. Podemos con ello.
—Es raro que seas positiva, me gusta eso.
Tomamos asiento al final del auditorio, muy lejos del escenario y con poca luz. Todos los puestos se ocuparon rápidamente y tras pasar unos minutos dieron inicio con la llegada de un hombre alto, robusto y con un traje a la medida, desde nuestra distancia era solo una hormiga, pero su imagen era proyectada en una pantalla detrás de el para quienes estaban atrás pudieran visualizar mejor.
Lucía más como un hombre de negocio que el director de una escuela.
—Soy Taylor Brown y seré su nuevo director —comenzó a decir con sus manos entrelazadas sobre su abdomen. Continuó con su presentación formal, nos dio la bienvenida a un nuevo año escolar y finalizó con una larga lista de normas de MacDurten, especificando cada una de ellas —. Las inscripciones al equipo de futbol americano será toda la semana de ocho a dos de la tarde, la cafetería cuenta con un nuevo menú y la biblioteca ha sido equipada con nuevas computadoras. Es todo por hoy, que tengan un agradable año escolar.
Los gritos de alegría no tardaron en escucharse, golpeé el brazo de Morgan luego de haber permanecido los últimos minutos con sus ojos cerrados, se sobresaltó y somnolienta tomó sus cosas para adentrarse a la multitud de estudiantes. En solo unos minutos perdí de vista a la pelinegra.
—¿Dónde ha quedado el no dejarte sola? —murmuré para mí misma.
Volví a resoplar y salí al pasillo. Me dirigí a mi casillero caminando en sentido contrario a las demás personas que se dirigían a sus clases, dejé unos libros que no necesitaba y saqué mi horario de la mochila.
Entrecerré mis ojos al intentar leer lo escrito en la arrugada hoja, ¿por qué no pude haberla dejado dentro de una libreta? Sería más sencillo de no estar echa un asco y llena de garabatos con bolígrafo azul y peor aun que la imprimí justo cuando la fotocopiadora se quedaba sin tinta. Di un paso al frente y choqué con un cuerpo dos veces más grande que el mío, para luego tropezar torpemente con mis propios pies y caer al suelo sobre mi trasero.
Las palabras del director resonaron en mi cabeza: "que tengan un agradable año escolar".
Estar en el suelo en medio de un pasillo repleto de estudiantes no era agradable y mucho menos con un chico frente a ti fulminándote con la mirada.
Algo si era seguro.
Y es que mi último año de preparatoria iba a ser una total locura.
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Nota de autor: ¡Hola! Les doy la bienvenida al mundo de Ellen, espero que les guste mi novela. Estuvo publicada un tiempo y luego la eliminé porque no me sentía completamente satisfecha, espero que les guste ;)
Besos.
A.
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