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El tiempo pasó. Aren creció en el castillo de Kaillionenmeri, siendo un niño bastante consentido por Erik, que lo visitaba seguido, por lo que fue lo más cercano que tuvo a un papá. El pequeño también fue preparado cuidadosamente por Engla para que en un futuro pudiera ser un buen gobernante. Aunque, para ser sinceros, Aren no tenía muchas cualidades de líder, excepto porque era muy carismático. Le gustaba escaparse del castillo para jugar en el reino, y había hecho dos amigos: un niño de nombre Helge, y una niña llamada Nilsa. A pesar de que ellos dos eran más sensatos, el entusiasmo del pequeño príncipe los contagiaba en la mayoría de las ocasiones, por lo que los tres se metían en problemas constantemente. Aun así, Engla trataba bien a su hijo, y procuraba ser buen ejemplo para él.
Todo permaneció bastante tranquilo por veinte años, hasta que llegó abril del 825 d.C.
Aren había crecido bien; era un apuesto muchacho rubio y de ojos grises, alto y fuerte, pero todavía tenía un carácter infantil y a veces descuidado. Se pasaba mucho tiempo recorriendo el reino con Helge y Nilsa, quienes eligieron prepararse para ser guardias, ya que de esa manera podrían ayudar a su amigo, aunque de todos modos, el príncipe terminaba metiéndose en problemas. Sin embargo, en el fondo era una persona responsable. Estaba consciente de que no podía ser así para siempre, si quería gobernar bien, debía ser menos descuidado. Pero confiaba en que todavía tenía tiempo para vivir sin preocupaciones.
Una tarde, Engla y Erik, que estaba de visita, se encontraban listos para comer, y conversaban mientras esperaban a que Aren se uniera. No tardó mucho en llegar, acompañado por sus amigos, quienes se sentían un poco incómodos por llegar así, pero el príncipe estaba muy contento: -Hola mamá, hola Erik. Invité a mis amigos a comer - anunció, sentándose de inmediato e indicando a los chicos que también lo hicieran.
-Es la tercera vez esta semana. Discúlpenos majestad - habló Nilsa. La muchacha de cabello anaranjado y firme postura agachó la cabeza hacia la reina.
Engla le sonrió tranquilamente: - No te preocupes, hay espacio para todos, y me gusta que nos acompañen.
-Gracias majestad - respondieron ambos, haciéndole una reverencia antes de sentarse.
Erik trató de sonreír, pero estaba preocupado por lo que habían hablado antes, ya que era algo que debían decirle a Aren.
Éste se dio cuenta y preguntó: -¿Qué ocurre? ¿Hay algo malo?
-Antes de que llegaras, tu mamá y yo hablábamos de la situación de nuestro país respecto a los otros reinos.
La reina Engla respiró hondo y asintió: -La reina Afhilhd, de Kylmä maa, nos ha solicitado ayuda, así que debo viajar a su reino por unos días. Pensamos que deberías ser quien gobierne mientras no estoy. Después de todo, un día yo ya no estaré, y nuestro país será tu responsabilidad. Debes comenzar a practicar.
Como recordarán, Afhilhd era la hermana mayor del príncipe Abel, por lo que era ya conocida por la familia real de Heland, así que esa no fue la razón por la que Aren tiró la cuchara que acababa de tomar para empezar a comer: -Pero... má, tú estás muy bien, vivirás por muchos años más. ¿Por qué tengo que hacerlo ahora? ¿No puede hacerlo Erik como las veces anteriores?
-Aren, ya eres grande, no puedes pasar tanto tiempo sin ocuparte del reino. Además, yo te ayudaré - respondió Erik.
El joven volteó hacia sus amigos, buscando que le ayudaran a rebatir a sus mayores, pero en cambio, Helge respondió: -Creo que es buena idea, además antes jugábamos a que eras el rey, sólo que ahora es un poco más parecido a que sí lo fueras.
-Sí, ¿qué tan difícil puede ser? - agregó Nilsa, apoyando al joven guardia de tez y cabello oscuros.
Aren frunció la boca, aún no convencido: -Pero yo no estoy listo para ser rey. Ni siquiera para ser príncipe he sido muy profesional que digamos.
-Pues por eso debes practicar. Entre más pronto aprendas, mejor será el futuro - respondió Engla.
-¿Ustedes a qué edad comenzaron a hacer cosas así? - preguntó Aren, seriamente.
-Pues, la primera vez que participé en el gobierno, tenía 15 años. Tu abue me dejó revisar la redacción de algunas leyes. Recuerdo que había un par con errores de sintaxis, y las corregimos. - explicó Engla.
Erik apretó los puños al recordar lo primero que hizo como parte del gobierno de Heland: -Yo viajé para buscar reinos que tuvieran yacimientos de ruburum. Salió mal, pero confío en que tú harás un buen trabajo.
-Ah... ¿Entonces fue en ese viaje que...? - preguntó Aren, pero se interrumpió a sí mismo, para no delatar a su primo.
Erik, sin embargo, entendió la pregunta y guardó silencio afirmativamente.
Helge se aclaró la garganta: -Sin embargo, tú tienes ventajas para salir bien librado, ya que entre todos te ayudaremos, Aren.
El joven príncipe suspiró y dijo: -Está bien, lo intentaré.
Después de eso, la comida transcurrió pacíficamente.
En la noche, Aren esperaba en su cama a que llegara el sueño, pero mientras, fantaseaba con lo que realmente quería hacer: escalar la muralla de piedra gigante que se encontraba a poca distancia de la desembocadura del río, y ver qué había tras ella, pues debido a su altura de más de cincuenta metros, nadie se había atrevido a escalarla, pero sí se había intentado llegar al otro lado por entre los árboles que hacían una barrera entre la costa y ese muro natural, sin resultados satisfactorios. Por lo tanto, se especulaba que detrás de ella podía estar la ubicación del reino de los selkies, causando que el joven tuviera más ganas de averiguarlo, sintiendo curiosidad por ver con sus propios ojos el lugar donde estaba la otra mitad de su familia.
Sin embargo, sus fantasías se vieron interrumpidas por la llegada de su mamá, que se asomó por la puerta, y al ver que seguía despierto, le habló: -¿En qué piensas, bebé?
-Soñaba despierto. Todavía hay lugares de Kaillionienmeri que no conozco, y quiero ir a ellos.
-Ah, ya. Jajaja, yo también quería viajar por todos lados cuando tenía tu edad. Tal vez cuando regrese podamos ir los dos juntos a recorrer el reino.
-¿De verdad?
-Claro, dejaremos a tu primo a cargo unos días.
-¿Y por qué tengo que ser yo quien esté a cargo mientras no estás?
-Ya te dijimos, debes comenzar a acostumbrarte para cuando seas rey. Sólo será por cuatro días, después volverás a hacer lo que quieras.
Aren suspiró y se reacomodó en la cama. Algo que tanto su mamá como él tenían en común era que difícilmente podían hacerlos cambiar de opinión. Sin embargo, Engla tenía una ventaja que él no, y es que como reina, todos debían acatar sus órdenes, incluso el príncipe.
-Está bien, trataré de ser buen regente.
-Lo serás, bebé, estoy segura.
-¿Puedes dormir junto a mí hoy?
-Claro.
Aren se movió hacia un lado de la cama para hacerle espacio a su mamá, y se quedó dormido rápidamente cuando ella lo abrazó.
A la mañana siguiente, Engla se marchó a Kylmä maa. El viaje en caballo sería rápido, pues la distancia era aproximadamente de 4 horas, pero debido a que había muchos temas qué tratar con la reina Afhilhd, su estancia allí sería de cuatro días.
Erik y Aren se despidieron de ella a las puertas del castillo. El joven príncipe estaba bastante nervioso por tener que encargarse de dirigir el reino durante ese tiempo, y miró a su primo con desasosiego.
Erik le dio unas palmaditas en la cabeza y dijo: -Deja de preocuparte y empecemos a trabajar.
-¿Y por dónde empezamos? - interrogó Aren.
-Primero, regresemos adentro y veamos qué información nos han enviado. Debe haber informes de los ministros y demás funcionarios ya en el despacho de la reina.
Así lo hicieron, y en efecto, los ministros, consejeros, y otros personajes importantes habían llevado ya muchos reportes de sus trabajos, por lo que primero se ocuparon de los más cortos. Sin embargo, aunque los largos no eran tan abundantes, sí sería algo cansado leerlos de inmediato, así que Erik dijo: -Sería buena idea descansar un rato antes de continuar.
-Estoy de acuerdo. ¿Puedo ir por algo de comer? - preguntó Aren.
-Sí, yo también tengo hambre - contestó el mayor.
Aren sonrió y afirmó: -Bien, yo me encargo -, y salió corriendo del despacho.
Erik esperó a que volviera mientras miraba a la ventana, pensando en el asunto por el cual Afhilhd había solicitado la ayuda de Engla. A decir verdad, antes ya había intentado hablar de eso con Abel, pero por ciertas distracciones no hubo mucho avance por su parte.
Al pasar algunos años de haber sido nombrado rey de Heland, finalmente permitió la vuelta de seres mágicos a los territorios del país, pero pocos lo habían hecho, ya que aún no confiaban en que los males que les habían causado no se repetirían al poco tiempo. No había revelado que él era un silfo, y no estaba seguro de que fuera conveniente darlo a conocer. Esto, entre otros secretos que no sabía si debían permanecer guardados. Pensó que, por desgracia, no había podido aprender del rey Haakon Arneson de Toivonpaikka, pues le habría servido de mucho conocer cómo había llegado a ser tan querido y respetado por todas las especies de aquella isla.
Mientras estaba sumido en estas reflexiones, un siervo apareció en la puerta del despacho con una bandeja de comida, y le habló: -Majestad, el príncipe Aren nos encargó que le trajéramos alimentos.
Erik volteó y asintió: -Muchas gracias. Pero, ¿Aren dónde está?
-Hmm, su alteza tomó algunas frutas y salió de la cocina después de solicitarnos atender a usted. Me parece que se dirigió a las cuadras - explicó el siervo.
-Ya veo, con que sólo haya ido a ver a su caballo, no lo regañaré. Pero ya verá si se intenta escapar.
Lástima que Aren no lo escuchó, y sí se escapó del castillo en su caballo, yendo hacia el bosque que estaba cerca de la costa. Ese fue el momento en que nada volvió a ser tan tranquilo en su vida.
Este es Aren:
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