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32

Nilsa, Helge y Aren decidieron los pasos a seguir en su plan. Primero, debían esperar a la hora de comida para que hubiera menos vigilancia cerca de las habitaciones, y así poder entrar a la que utilizaba Abel durante sus visitas a Kallioinenmeri. Adentro de esta, buscarían cualquier cosa que pudiera estar relacionada con la hechicera Jezibába. Estaban convencidos de que encontrarían algo que sirviera como evidencia para deshacer el proyecto de los reyes. Al conseguirlo, llevarían las pruebas ante Erik y después ante Engla, con lo que esperaban convencerlos de renunciar a dejar como rey a Aren.

Anémona, asomando hasta sus hombros fuera del agua, escuchó atentamente el plan de los chicos, mientras acariciaba suavemente los cabellos de Ari, quien se había quedado dormido sobre el regazo de su esposa. Delph y sus hermanos jugaban en el agua despreocupadamente.

Al poco rato, el príncipe y los guardias terminaron de idear su plan y acordaron reunirse nuevamente en la cueva dentro de cuatro horas, que era el tiempo que estimaron suficiente para cumplir esa misión. Por lo tanto, Helge y Nilsa se despidieron de todos y salieron de la caverna hacia el castillo de Kallioinenmeri.

Aren se quedó solo, sentado a la orilla del agua, mirando a los hermanos que jugaban juntos. Se aburría un poco, pero no quería interrumpirlos, y decidió intentar hablar con Anémona, por lo que se acercó a ella y preguntó: -¿Cómo fue que se conocieron?

-¿Erik y yo?

-No, su esposo y usted.

-Ah. Me caí en una cueva y allí estaba él, así que me ayudó a salir. Fue lo que entre otras especies llaman amor a primera vista; resulta que es lo normal entre nosotros. Aunque sería más apropiado decir que es “a primera conversación”, pues tan sólo intercambiando pocas palabras nos es suficiente para saber que encontramos a nuestro compañero de vida. La lengua es nuestra herramienta más poderosa.

-¿En serio? - Aren miró hacia Delph. -Eso explica mucho.

Anémona rió suavemente, a lo que Aren se sonrojó levemente y agregó: -Me alegro de que usted no haya elegido quedarse con mi primo. De haberlo hecho, Delph no existiría, y yo... Me hubiera muerto hace veinticinco capítulos.

La sirena contuvo una carcajada, a lo que el príncipe reaccionó sonriendo con timidez. Aunque Anémona no era tan intimidante cuando estaba tranquila, de todas maneras Aren le tenía un poco de temor.

Cuando finalmente se calmó, Anémona pidió: -No te sientas forzado a querer a mi Delphi, pero tampoco seas impertinente si lo rechazas, nos es difícil sobrevivir a un corazón roto.

Aren agachó la cabeza: -No estoy seguro de lo que siento por él, pero jamás me atrevería a romper su corazón.

Guardaron silencio por un rato, mirando cómo los niños jugaban.

De pronto, el muchacho soltó: -Me gusta escuchar su canto, y cuando estoy entre sus brazos me siento a salvo. Y cada vez que hablamos, siento que soy libre. ¿Eso significa que lo amo?

Anémona sonrió de lado: -¿Por qué no mejor se lo preguntas a él?

Nervioso, el príncipe miró hacia todos lados, intentando obtener una excusa para cambiar de tema, pero la sirena fue más rápida y lo jaló para meterlo al agua, ordenando más que sugiriendo: -Anda, ve con Delph. Yo me encargaré de los pequeños.

Viendo que no tenía otra opción, Aren hizo caso y se acercó al joven tritón, quien, al verlo acercarse, lo recibió con una dulce sonrisa. Solveig resopló, un tanto disgustada, pero no protestó, sino que llamó a sus hermanitos para que dejaran tranquilos a los a los muchachos, por lo que ellos sí se quejaron por no poder seguir jugando con su hermano mayor.

Delph se apresuró a disculparse con el príncipe: -Ina y Viggo aún son muy pequeños para querer hacer algo más que jugar todo el tiempo.

Aren rió y contestó: -Yo estoy bastante grande y pienso lo mismo que ellos dos.

Esto causó que Delph también riera y abrazara a su compañero, quien se lo permitió aunque se incomodó un poco, y desvió rápidamente la conversación: -No me he disculpado por lo de ayer, en serio lamento no haberte hecho caso y además tratar de alejarte.

-Ah... Eso... Me dolió bastante que te portaras así, pero como dije antes, no puedo forzarte a que cambies tu opinión, tú tienes tu propia voluntad. Y viendo el lado bueno, me dejaste claro que me quieres.

Aren se sonrojó: -¿Lo dices por el beso?

Delph sonrió: -Lo digo porque querías protegerme. No me gustó tu beso, te lo devolveré - y enseguida tocó suavemente la mejilla del chico rubio con sus labios.

El príncipe ocultó su cara entre sus manos; si el tritón volvía a coquetearle con tanto descaro, se sonrojaría al grado de causar que el agua que tocaba su rostro comenzara a hervir. Por suerte, Delph no era tan despiadado, y solamente le preguntó: -Ya que estamos en paz, ¿qué te parecería si salimos de esta cueva por un rato?

-¿Salir? ¿Así y ya?

-Sí, no pasará nada si no nos alejamos mucho.

-Hmm... Bien, pero bájale un poco a tu dulzura, ¿de acuerdo?

-Intentaré.

Aren tomó la mano de Delph y se dejó guiar a la salida de la cueva.

Afuera, el mar estaba picado, pues el viento corría rápidamente, juntando las nubes para que la lluvia cayera más tarde. La fuerza del agua era menor a más profundidad, por lo que el joven tritón prefirió evitar acercarse demasiado a la superficie.

Por fortuna, el príncipe encontró muy interesante la profundidad. Aunque por la cercanía con la orilla no había muchos animales grandes, los peces pequeños, los cangrejos y los moluscos eran seres que Aren no había visto vivos, sino solamente en su versión cocinada, y por eso se sorprendió mucho al observarlos.

Persiguiendo a algunos y tirándose a la arena para ver a otros, preguntando por los nombres o por otros detalles de esos pequeños seres, el joven híbrido perdió la noción del tiempo. Quería ver más, adentrándose al mar abierto poco a poco sin notarlo, hasta que estuvo cerca de ser atropellado por algunos belugas. Delph reaccionó rápido, tomándolo por los hombros y atrayéndolo hacia sí para evitar que Aren fuera golpeado por los cetáceos de color blanco, quienes también pusieron de su parte para evitar el choque y cambiaron su ruta.

Sorprendido, el príncipe inquirió: -¿Qué son esos animales? Nunca los había visto.

-Son belugas. No suelen acercarse mucho a la orilla del mar - explicó Delph.

Aren miró hacia atrás. No podía distinguir qué tan lejos se encontraban, pero estaba seguro de que no era tanto.

-Todavía tenemos tiempo, vayamos un poco más lejos - pidió.

El tritón dudó por unos segundos, pero estuvo de acuerdo: -Vamos, hay mucho para ver aún.

Continuaron nadando a lo profundo; vieron muchos peces más grandes que los de la costa, también otras especies de cetáceos, sepias, anguilas, incluso un tiburón de Groenlandia, bastante difícil de encontrar para los humanos, pero común para las sirenas.

Entre tantas novedades, Aren parecía un niño pequeño en una tienda, mirando a todos lados y señalando cada cosa que le llamaba la atención. Delph, aunque acostumbrado a explicar las mismas cosas a sus hermanitos, sentía una alegría diferente al mirar las reacciones de su compañero. Verlo riéndose y jugando, finalmente relajado y descuidando las apariencias, le daba paz. Esa capacidad de asombro que el príncipe aún conservaba, era lo que había atrapado al tritón, la cualidad que había iniciado su enamoramiento, que se reforzaba con cada momento que pasaban juntos y podía ver más aspectos de su personalidad.

Pasó un rato cuando Aren miró hacia todos lados, un poco desorientado, y preguntó: -¿Hacia dónde es arriba y dónde está el fondo? Necesito respirar.

Delph no respondió, sino que rápidamente lo abrazó y nadó con él a la superficie. Si antes Aren ya estaba algo mareado, con el movimiento tan brusco quedó más confundido. Afortunadamente al respirar aire de nuevo, se sintió mucho mejor en pocos minutos y no perdió tiempo para protestar: -Con que me dijeras para dónde ir habría sido suficiente.

Estaba lloviendo ya, y el mar continuaba agitado, por lo que el joven tritón no lo soltó, y alzando un poco la voz para que lo escuchara bien, replicó: -Estabas desorientado; te debilitaste mucho por la falta de aire, no te alcanzaría la fuerza para llegar aquí. ¿Cuánto tiempo estuviste forzándote para aguantar la respiración?

Aren dudó antes de decidirse a confesar: -Diez minutos. Pero antes de que me regañes, déjame decirte que si pudiera, no saldría jamás.

-¿En serio?

-Absolutamente. No hay nada que me limite y sí hay mucho por explorar. Y además aquí estás tú para rescatarme. Sé que debería tratar de causar menos problemas, pero me siento muy bien contigo cerca... ¿Seguro de que me quieres?

Delph suspiró: -Creo que nunca te voy a sacar esa duda.

Aren suspiró también y contestó: -En realidad sé que sí me amas. Soy yo quien no sabe lo que siente hacia ti.

El más pequeño juntó su frente con la de su compañero. El agua dulce de la lluvia los limpiaba momentáneamente de la sal que volvía a ellos cuando los salpicaban las olas.

Estuvieron en esa postura unos minutos, hasta que Delph habló:-Regresemos a la cueva, Helge y Nilsa no deben tardar en volver allá también - y acomodando los brazos de Aren alrededor de sus hombros, nadó hacia la costa.

El príncipe no se quejó, dejándose llevar. A mitad del camino, se atrevió a preguntar: -¿Cuánto tiempo viven ustedes? Me lo he preguntado desde que me dijiste tu edad.

Delph explicó: -Lo más común son trescientos años, aunque hay quienes llegaron a 400 y quienes no pasaron de los ciento cincuenta.

El muchacho rubio quedó asombrado: -Los humanos apenas llegan a los cincuenta, y los selkies a ochenta. Es muy poco para que estemos juntos.

-Podrías vivir más si quieres - contestó Delph, -aunque también podrías preferir respirar en el agua. O volver a ser normal como antes del hechizo...

-¿Es otra de las magias que Solveig está por aprender? - inquirió con algo de desgano el príncipe.

-Una historia muy antigua dice que puedes pedir un deseo cuando des tu primer beso y que se hará realidad con efecto inmediato. No sé si cuente algo así, pero si nos besáramos pediría alguna de esas opciones para ti.

-Podrías haberlo dicho antes, no cuando ya te besé - protestó el mayor.

-La historia especifica que sea el primer beso en los labios, así que no has perdido la oportunidad - explicó el otro, riendo suavemente.

Aren dudó: -¿Y si no fuera cierta esa historia?

Delph rió: -Entonces no la cantaré nunca más.

Estaban ya frente a la cueva. Antes de entrar, Delph agregó: -Mi papá me contó que cuando conoció a mi mamá, estuvo a punto de besarla y pedir que se quedara con él, pero mi tía Coral no lo dejó.

Aren lo abrazó más fuerte: -Si es cierto, entonces yo pediré ser realmente digno de ti, y ya no solo estorbar a cada rato.

El tritón sonrió levemente y dijo: -Lo eres, aunque no lo puedes ver.

Volvieron al interior de la caverna sin decir más. La familia de Delph seguía allí, pero los guardias no habían regresado todavía.

Intentaré retomar el ritmo de actualización 😅

Mientras, dejo un dibujito:

(Con spoiler que sólo se entiende si vienen de la primera historia).

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