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Ya todo estaba mucho más tranquilo en el salón principal, así que muchas personas habían vuelto a comer y bailar.
Engla fue por algo de comida, pero Erik no supo qué hacer. Varias personas lo miraban con algo de temor, lo que no le molestaba en realidad, pero la situación ya estaba bastante mal como para empeorarla con otro pleito. Sin embargo, mientras cavilaba qué le convendría hacer para salir del paso, alguien se acercó a él por un lado y lo llamó suavemente: -Usted es el príncipe Erik, ¿cierto?
Volteó a ver quién lo llamaba, encontrándose con Abel. El príncipe de Kylmä maa esta vez parecía feliz, y llevaba en sus manos la espada que Erik había dejado caer.
-Lo buscaba para devolverle su espada. Y, me sorprendió su reacción ante tal situación, pero en parte, no sé por qué, me alegra que haya sucedido. Sé que suena loco, pero es así.
Erik parpadeó sorprendido y respondió: -No sé qué decir. Bueno, gracias por la espada.
Abel sonrió: -Espero que no sea necesario que la use así de nuevo, pero no me molestaría.
-De verdad está loco - pensó Erik mientras tomaba la espada y la guardaba de nuevo en su vaina.
Después de eso, ambos se quedaron en silencio, sin saber qué hacer. Ya habían pasado algunos minutos así, cuando Abel de pronto dijo: -Si yo fuera princesa, le sugeriría que me invite a bailar.
Erik se rió y respondió: -Y si yo fuera princesa, en vez de mi espada habría extraviado un zapato.
-Ah. Maravillosa jugada - afirmó el otro joven, riendo también.
Ambos voltearon a ver a Engla, pues ella era la única que en la realidad era princesa. Erik preguntó: -¿Qué piensa de mi tía?
Abel se sorprendió: -¿Es su tía? Creí que eran primos.
-Suelen confundirnos por tener la misma edad.
-Oh. Bien, aclarado ese punto, no sé qué pensar de ella. Es sin duda muy capaz y astuta, pero me falta ahondar en su personalidad. Por el momento, sólo la he visto siendo formal, no me ha mostrado sus verdaderas emociones.
Erik lo miró de reojo antes de contestar: -Usualmente nos mantenemos así, diplomáticos y fríos. A menos que suceda algo muy impactante.
Ante esto, Abel se preguntó interiormente qué podría considerarse impactante, viendo que una muerte no era lo suficiente para alterar a la princesa.
El resto de la fiesta transcurrió sin más incidentes, y al día siguiente, Erik se dispuso a regresar a Heland, pues aún faltaba un mes para que se celebrara la boda, por lo que el príncipe se ocuparía de ayudar a su padre con los asuntos de gobierno, ya que en esa ocasión sí deberían estar ambos presentes, al igual que los otros hermanos del rey.
Sin embargo, quince días después, llegó a sus oídos el rumor de que la princesa Engla se había enfermado repentinamente. Pensando que en realidad esto podría tratarse de otro ataque contra ella, Erik volvió a Kallioinenmeri para verificar el estado de su tía".
En este momento, el niño interrumpió: -¿Y cuánto falta para que aparezca Aren?
El narrador se rió y dijo: -Ya falta poco, no te impacientes, que esto que les estoy contando también es importante para entender lo que sucedió con él.
-Bueno, siga contándonos entonces - pidió el pequeño.
El señor, aprovechando la pausa, cambió el fósforo por uno nuevo y siguió relatando: "En fin. Erik llegó nuevamente al reino, y visitó a Engla muy preocupado, pero parecía que ella no estaba tan mal, pues seguía haciendo sus actividades como si nada.
Algo desconcertado, el príncipe se preguntó si habría caído en una noticia falsa, mas, poco rato después también llegó Abel, movido por la misma información, y entonces Engla llamó a ambos a hablar en una habitación secreta y explicó: -Ya que ambos vinieron por la misma causa y son las únicas dos personas que conocen que antes de este compromiso tenía otros planes, voy a revelarles la verdad detrás de este rumor, pero si le cuentan a alguien más y me entero, supongo que pueden imaginar las consecuencias.
Lo último lo dijo mirando de reojo a una esquina, haciendo que los príncipes voltearan en aquella dirección, encontrándose con un mueble en el que se encontraban al menos diez armas diferentes. Por tanto, ambos asintieron: -Entendemos, de nosotros no saldrá ni una sílaba que revele algo de lo que dirás.
Engla los observó una vez más antes de hablar: -Voy a tener un bebé. Los síntomas que tuve fueron por eso.
Erik volteó hacia Abel, quien rápidamente respondió: -¡A mí no me culpe, si yo soy sodomita!
Entonces Erik se tragó el regaño que iba a darle y volvió la mirada a la princesa: - ¿Tu bebé es del selkie?
-Exactamente.
Abel dijo: -Bueno, en realidad no me molestaría cuidar un bebé, aunque no sea mío, ya que además así nuestro compromiso sería más creíble, pero, sin duda habría un momento en que se descubriera la mentira, pues el pequeño no será completamente humano, y un híbrido estará mucho más expuesto a peligros viviendo en la realeza que entre la gente común.
Engla asintió: -También pensé eso. Así que hay dos opciones para mantenerlo fuera de peligro: o fingimos mi muerte lo más pronto posible y así escapo a algún sitio donde podamos estar a salvo, o cuando nazca lo entrego a su papá, y nosotros seguimos como si no hubiera pasado nada.
Abel suspiró y afirmó: -Eso es demasiado cruel. Pero no se me ocurre otra opción, así que, hay que decidir pronto. Primero deberíamos saber si el papá está dispuesto a criarlo solo. De lo contrario, debemos preparar la falsa muerte antes de que se note.
Erik no pudo evitar soltar: -Y por estas cosas es que hay que esperar a casarse - lo que le costó un zape por parte de sus dos compañeros, que lo tacharon de insensible.
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Esa misma tarde, los tres fueron a la costa, cerca de la desembocadura del río, para buscar al príncipe selkie. Aunque normalmente Engla iba sola para verlo, como esta vez necesitaría ayuda de Erik y Abel, cualquiera que fuese la respuesta que obtuviera, ellos la acompañaron a pesar de que les pareció que el camino era bastante difícil.
Tras avanzar un rato por la orilla del mar, Engla indicó a los príncipes detenerse en una zona rocosa, y explicó que, si tenían suerte, probablemente aparecería allí al poco rato, así que los tres se sentaron a esperar pacientemente.
Cuando los muchachos ya estaban pensando que debían intentarlo de nuevo al día siguiente y que ahora había que regresar al castillo, la princesa señaló a una foca que llegó nadando y subió a las piedras. El animalito parecía normal, hasta que mordió su propia piel y la jaló, por lo que esta se abrió, pero del interior surgió una mano, que abrió más rápidamente el resto, revelando a otro joven, el cual, de no ser porque habían presenciado el cambio, lo hubieran creído un humano común".
-¿En verdad somos tan similares? - interrogó una muchacha del público.
-Como si fuéramos la misma especie - respondió el señor.
-¿Y ese era Aren? - preguntó el niño.
"No, pero ya mero aparece. Este era el príncipe Daven. Probablemente no les suene muy conocido su nombre, pues es un personaje injustamente olvidado por nuestros historiadores. Y las razones para eso, pues también las voy a explicar en el transcurso de la historia, así que atentos.
Bueno, mientras Daven, ya en su forma de persona, guardaba su piel de foca y se vestía con algo más normal, Engla se acercó y lo saludó. Erik y Abel se quedaron en su sitio, en parte porque estaban sorprendidos con la transformación del selkie, y también porque debían esperar a que Engla los presentara, esperando causar una buena impresión de tal forma.
Sin embargo, como la conversación entre los futuros padres se alargó más de lo que esperaban, los príncipes se empezaron a aburrir, y por tanto, Abel decidió hacerle plática a Erik: -Me pregunto si Engla ya tiene en mente a dónde huir si es necesario.
-También me lo pregunto - respondió.
-Supe que la situación entre Kallioinenmeri y los selkies no estaba muy bien; supongo que por eso quedarse con el papá del pequeño no estaba entre sus opciones.
-Así es. Pero, a decir verdad, Heland y sus reinos aliados tienen problemas con muchas especies mágicas.
-¿Y eso por qué?
Erik explicó: -Un incidente de hace veintiún años por el que mi papá decidió erradicar de nuestro territorio a todos los seres mágicos. Pero después de un tiempo, un material muy requerido empezó a escasear por la ausencia de magia, y entonces nos vimos en la necesidad de expandir nuestras tierras con alianzas y conquistas. Hace cuatro años intenté colaborar y salió mal.
-Entiendo. A veces las cosas que nos dan miedo resultan sernos necesarias, o cuando menos útiles - suspiró Abel.
Sólo una cosa diré: Erik no es Erik si no dice algo inapropiado al saber de la existencia del prota del libro 😅
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