17
Aren no comprendía la reacción de Delph, y no supo qué hacer para que se tranquilizara, así que prefirió guardar silencio hasta que fuera necesario. Mientras tanto, observó los alrededores, encontrándose con que el interior de la muralla de piedra era mucho menos escarpado que el lado que siempre había visto. No era tan gruesa ni tan delgada; probablemente se había formado hacía muchísimo tiempo. Las cuevas, también formadas con materia volcánica, le llamaron la atención al descubrir que estaban iluminadas interiormente con una luz diferente a la del fuego. Y los dos castillos, notablemente construidos en épocas diferentes, le causaron muchas dudas, principalmente la de si podrían derrumbarse en un tiempo no muy lejano.
Tras unos minutos más de observación, regresó su vista hacia Delph, quien, ya más tranquilo, se había vuelto a acercar y miraba al príncipe atentamente. Aren no estaba seguro de qué decirle, así que el joven tritón fue quien habló: -¿Estás seguro de que quieres quedarte aquí?
Aren asintió: -Lo estoy. ¿Te parece una mala idea?
-No sé si está bien o no. Tú debes decidirlo, así que si te sientes seguro, entonces no puedo protestar.
El príncipe se sorprendió: -Eres el primero que no me discute lo que decido.
Delph rió suavemente: -¿Por qué tendría que hacerlo? Tú tienes tu propia voluntad, lo que puedo hacer es darte sugerencias, pero no tratar de cambiar tu opinión.
Aren se sonrojó un poco, y contestó: -Creo que confías demasiado en mí.
Delph estaba por responder, pero en ese momento, el guardia regresó, junto con el rey Einar. Al ver a Aren, el monarca suspiró de alivio y se agachó para abrazarlo.
-Temí lo peor, pasé muchas horas buscándote en el bosque y las costas - farfulló Einar.
Aren le hubiera correspondido el abrazo si no fuera porque sus brazos quedaron apretados, así que sólo respondió: -Tengo suerte, mi amigo me ayudó.
Einar se volvió hacia Delph, quien sonrió tímidamente y saludó con la mano. El rey habló: -Gracias por haber ayudado a mi nieto. ¿De qué manera podemos retribuirte esto?
-No puede darme nada más valioso que la tranquilidad reflejada en sus rostros - contestó el muchacho, con voz firme y dulce a la vez.
Aunque al principio Aren tuvo un extraño pero agradable sentimiento que no consiguió definir, pasaron unos segundos para que su cerebro reaccionara de una manera más común, pensando: "Ay, Delph, estás a punto de perder la oportunidad para que tu trabajo de mensajero no tenga obstáculos mientras estoy en este reino", y por ello, intervino diciendo en voz alta: -Abue, necesito que él pueda venir a verme libremente. Sabes que tiendo a meterme en problemas, y mi amigo es bueno para ayudarme a salir de ellos, así que te pido que le permitan entrar al reino sin ningún inconveniente.
El soberano, algo desconcertado, titubeó, pero aceptó la petición: -Está bien, así será desde hoy hasta que regreses a Kallioinenmeri.
El príncipe sonrió ampliamente: -Muchas gracias.
El tritón también sonrió, aunque mucho más discretamente: -Aprecio su consideración.
-No hay de qué agradecer - respondió el selkie, y luego se dirigió a Aren: -Será mejor que entremos al castillo, ya es de noche y debes descansar apropiadamente.
El joven asintió, y se dirigió a su compañero: -¿Nos vemos mañana en la tarde?
-Sí, sin falta - contestó Delph rápidamente.
-Bien. Entonces, hasta mañana - se despidió Aren, y se dio media vuelta para dirigirse al castillo... pero recordó que no sabía cómo llegar, por lo que miró al rey, esperando que le dijera algo al respecto.
Einar se rió, y después de despedirse de Delph con una reverencia y ordenar a los guardias que regresaran a sus puestos, indicó al príncipe: -Te mostraré el castillo, aunque mañana podrás verlo mejor y también conocer el resto del reino.
-De acuerdo - respondió el joven, mientras iniciaban su camino.
Como sabemos, la puerta principal del castillo se encuentra cerca de la plaza mayor, en la salida del túnel más amplio de la cadena de cuevas, así que debían atravesar el lado con más habitantes, donde estamos ahora nosotros, para llegar hasta allí.
La iluminación que Aren había visto antes al interior de las cuevas era producida por la bioluminiscencia de ciertos microorganismos marinos, los cuales son atrapados en frascos, y estos recipientes se colocan en las estructuras de metal instaladas para tal propósito, o sobre los resquicios de las paredes. Este sistema había sustituido desde muchos años atrás el uso de antorchas, ya que el fuego es peligroso de usar dentro de las cuevas, tanto por correr el riesgo de provocar un incendio al mezclarse con algunos minerales, como por el dióxido de carbono emitido por el combustible para mantenerlo encendido, pues afecta a la salud de los habitantes. Actualmente, todavía conservamos esta forma de alumbrado, pues la generación de electricidad con energía renovable no nos es posible y resultaría poco eficiente.
Pero, volviendo a la historia que nos atañe, el rey y el príncipe, quien miraba todo con curiosidad, avanzaron a través de la aún despierta población, que en su mayoría estaba llevando las cosas que habían recogido durante el día a sus casas y preparando redes de pesca para colocarlas en el agua y así al día siguiente sacarlas con suficientes mariscos y peces con los cuales alimentarse, reservando el tener que transformarse para cazar cuando la pesca debiera efectuarse en mar abierto.
Aren hubiera preferido seguir mirando a la gente trabajando, pero todavía tendría muchas oportunidades de hacerlo durante su estadía en nuestro reino.
Llegaron a la plaza mayor, en ese momento ya sin ningún transeúnte en ella, y por fin se toparon con la entrada al castillo, la cual era mucho máspequeña de lo que el príncipe imaginaba.
Antes de abrir la puerta, Einar habló: -Aren, aunque esta no es tu tierra, espero que te sea agradable vivir aquí. Lo primero que debes saber es que no tenemos siervos, como acostumbran los humanos. Todos quienes habitan y trabajan en el castillo somos familiares consanguíneos, y al ser muchos, probablemente te cueste trabajo recordar quién es cada uno, pero no importará siempre y cuando los trates respetuosamente, ¿comprendes?
-Eso creo. Intentaré llevarme bien con todos - respondió el muchacho, sonriendo ligeramente. El rey asintió con la cabeza en aprobación, y abrió la puerta.
Ambos entraron, quedando frente a una escalera, que le recordó al joven la que había en la salida de su castillo para dirigirse a las cuadras. Subieron los escalones hasta llegar a una sala amplia, en la que había muchas mesas y sillas. Aren no tenía idea de qué uso podría tener ni preguntó tampoco, limitándose a seguir a su abuelo, cruzando otra puerta y llegando a un pasillo amplio. Al final de este pasillo, un salón amplio, con una escalera más alta y ancha por un lado, y una puerta grande y decorada por el otro, causó que el muchacho se diera cuenta de la situación: En la época de la cual databa esta construcción, el uso del castillo era exactamente como el de Kallioinenmeri, pero ahora las funciones originales de los espacios del edificio habían sido cambiadas. Parecía una versión ampliada de las casas donde vivían Nilsa y Helge, dándole un ambiente más cálido, menos formal que en el castillo donde Aren vivía.
Subiendo esta otra escalera, por fin se detuvieron, ante otra puerta para variar, y el rey informó: -Aren, éste es el lugar donde te quedarás mientras estés en el reino. En esta habitación están también tus primos, y aunque competirán contra ti en unos días, no deberán causarte problemas ni tú a ellos mientras estén juntos.
-Comprendo, pondré de mi parte para que nos llevemos bien - afirmó el joven.
Einar tocó a la puerta, y en cuanto escuchó el "puedes pasar" de una voz en el interior, la abrió, entrando después del joven.
Al interior, una docena de chicos los miraron atentamente, dejando de lado los libros que estaban leyendo, y a los pocos segundos se acercaron, reflejando curiosidad en sus miradas hacia Aren.
El rey Einar les sonrió y explicó: -Ya deben haber deducido que este es Aren. Hemos hablado mucho de él, pero él no sabe mucho de nosotros, así que sean corteses y ayúdenlo cuando sea necesario.
Todos asintieron a esta petición. El que parecía ser el mayor del grupo se acercó más para dirigirse al príncipe de Kallioinenmeri: -Mucho gusto de conocerte por fin. Mi nombre es Ossian.
-Mucho gusto igualmente, espero no molestarlos con mi presencia.
Ossian sonrió y se hizo a un lado para dejar que los demás primos se presentaran.
No voy a decir los nombres de todos porque ya ni me acuerdo de cuál era cada uno, pero no importa, porque los que más participaron en los hechos posteriores fueron sólo dos. El primero, el ya mencionado Ossian, y el segundo, se presentó al último ante Aren: -Yo soy Gunnar, soy el hijo de Eero. Supongo que te hablaron de mi papá.
-Sí, lo sé... En eso tuve algo de culpa.
Gunnar abrió más los ojos: -Oye, tú apenas eras una bola de células sin funciones definidas, ¿cómo va a ser tu culpa?
Aren se encogió de hombros: -Mi mamá me dice lo mismo, pero si no existiera yo, probablemente mi papá y mi tío Eero seguirían vivos.
El rey Einar intervino: -El que tiene mayor parte de la culpa soy yo, pero en ese entonces creí hacer lo correcto para protegernos a todos.
Ossian habló: -Era difícil confiar en los humanos, causaron mucho daño a nuestra gente tiempo atrás. Por eso, fue más sorpresivo que la traición viniera de uno de los nuestros.
Einar cerró los ojos por unos segundos, y al abrirlos de nuevo, continuó: -Tienes razón. Lo último que pensé es que ese impresentable de Cearbhall volviera a aparecer.
Aren entendió que se referían al guerrero que los había atacado ese mismo día, y dijo: -¿Ese es el mismo Cearbhall que ...? Me dijo que tenía una misión que yo le ayudaría a cumplir. ¿A qué se refiere?
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