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16

Aren, Helge y Nilsa llegaron nuevamente a la costa, donde Delph y Solveig los esperaban, ya un poco impacientes.

En cuanto el joven tritón, que sólo asomaba fuera del agua hasta sus ojos, vió llegar al príncipe acompañado por los guardias, se acercó más a la orilla, sacando su cuerpo hasta que apenas sus aletas tocaban el mar. En cambio, su hermanita nada más asomó hasta sus hombros, mirando con atención a los humanos.

Los guardias quedaron sorprendidos nuevamente al reconocerlo, y más al ver a la sirenita, pero dejaron que Aren les explicara: –Ya conocían a Delph porque es el que me rescató antes, y ella es su hermanita, Solveig. Y... la cuestión es que me volvieron a ayudar hoy –. Se volvió hacia los hermanos y dijo: –Ellos dos son mis amigos, Nilsa y Helge. Nos conocemos desde hace mucho tiempo.

Helge saludó agitando la mano, mientras Nilsa se acercó un poco más para observar a los hermanos, y luego de unos segundos, dijo: –Son muy lindos, ¿nos los podemos quedar?

Solveig gruñó como un lobezno y jaló las aletas de su hermano, intentando regresarlo al agua, pero él simplemente respondió: –Mejor nosotros nos los llevamos a ustedes, creo que les agradará más que permanecer aquí.

La joven guardia abrió un poco más sus ojos y miró al príncipe: –Es listo además.

Aren rió un poco, nervioso, y se sentó en una piedra para explicar algo más: –Mi mamá me dijo en secreto que vaya al reino de los selkies, porque no es seguro que esté aquí, aunque no me explicó la razón, pero supongo que tiene relación con la visita que hizo a Kylmä maa.

Helge pensó un poco y dijo: –Ahora que lo mencionas, desde que la reina nos informó que viajaría allá, todos se han comportado un poco más extraño de lo normal.

–Es verdad. ¿Pero, no será más riesgoso que te vayas al reino de los selkies? – dudó Nilsa.

Aren suspiró: –Por ahora es la mejor opción, mi abue podría protegerme. Sin embargo, si descubro que allá tampoco es seguro,  escaparé a otra parte.

Delph iba a decir algo, pero se arrepintió y dejó que Aren siguiera hablando con los guardias: –Tal vez deberían venir conmigo, ustedes son mejores para darse cuenta del peligro que yo.

Nilsa y Helge se miraron uno al otro, y luego a Delph y Solveig. El joven guardia se dirigió a los hermanos: –¿Ayudarían a nuestro amigo a escapar del reino selkie en caso de ser necesario?

Solveig dudó: –Hmmm...

Delph asintió rápidamente: –Lo protegeré con mi vida.

Los humanos se quedaron un poco sorprendidos, pero conformes. Nilsa explicó al príncipe: –No podemos ir contigo, pero podemos investigar qué está sucediendo entre los reinos humanos y así saber si es seguro que regreses.

Aren palideció, y con un leve temblor en la voz, preguntó: –¿Y si les hacen algo a ustedes?

–Nos volvimos guardias para protegerte, ¿recuerdas? Además, tenemos nuestras mañas ocultas – respondió Helge, haciendo un movimiento con sus dedos para indicar misterio.

–Además, no creo que les guste a los selkies ver a humanos en su territorio. En cambio, tú eres parte de ellos – opinó Nilsa.

Esta vez, Delph se animó a hablar: –Necesitarán un mensajero; yo me apunto para ese rol.

Los guardias asintieron con entusiasmo, mas el príncipe sentía que estaba a punto de quebrarse. Abrazó a sus amigos humanos fuertemente, y dijo: –Está bien. Cuídense mucho, aún tenemos aventuras por vivir juntos.

–También ten cuidado – pidió Helge.

–No te escapes sin nosotros – agregó Nilsa.

–De acuerdo – dijo Aren antes de soltarlos.
Helge y Nilsa le sonrieron una última vez antes de marchar de regreso al castillo.
Aren los miró alejarse por unos minutos. Luego, se sentó junto a Delph y dijo: –Vamos, al reino de los selkies.

Solveig les indicó que se cruzaran de brazos nuevamente, transportándolos mágicamente, apareciendo frente a la muralla de piedra, lo que sorprendió al príncipe: –¿Por qué estamos aquí?

–Hay una entrada al reino de los selkies oculta bajo el agua. Bueno, eso parece, el otro día estábamos investigando y vimos la boca de una cueva, y cerca de ella hallamos objetos que parecen hechos por selkies – explicó la niña.

Aren dudó por un momento, pero se decidió: –Bueno... Hay que intentar entrar por esa cueva entonces.

Delph miró a Aren y a Solveig antes de hablar: –Hermanita, será mejor que regreses con mamá y papá. Yo llevaré a Aren y regresaré con ustedes después. No sabemos cómo reaccionarán los selkies, y tal vez no pueda defender a los dos, así que es mejor que estés en un sitio seguro.

Ella hizo un pucherito, molesta, pero no protestó, consciente de que su hermano tenía razón: –Está bien, ten cuidado y no dejes que te coman.

Él se río y la abrazó, a lo que la sirenita correspondió, aunque se apartó pronto y cruzó sus brazos para transportarse mágicamente.

Ya solos, Delph tomó las manos de Aren y lo acomodó para que se agarrara de sus hombros, diciendo: –Respira profundo, vamos a sumergirnos y no sé a qué distancia puedas tomar aire nuevamente, así que guarda todo lo que quepa en tus pulmones.

El muchacho preguntó: –Está bien, pero antes explícame: si el cielo ya está oscuro, ¿cómo vamos a ver que ya llegamos del otro lado?

El tritón respondió: –No necesitamos luz cuando tenemos eco. Anda, toma aire.

–Hm, de acuerdo.

Aren inhaló todo el aire que pudo y se agarró con más fuerza de su compañero, quien entonces se sumergió y nadó hacia la ya mencionada cueva.

Adentro de esta, Delph cantó algunos sonidos y guardó silencio para escuchar el eco que volvía a él, determinando que no tardarían más de quince minutos en encontrar la salida hacia el territorio selkie, y se lo dijo al príncipe, aunque él sólo asintió con la cabeza, pues no sabía si podía hablar bajo el agua sin tener problemas con su respiración. Después de esto, el tritón nadó sin detenerse, cantando en algunos momentos para asegurarse de que no había obstáculos adelante y sin soltar las manos del muchacho híbrido, quien a pesar de no poder decir nada e ir con los ojos cerrados, se sentía asombrado por lo que sucedía.
Llegaron en poco menos del tiempo calculado hasta el otro extremo del túnel, encontrándose con tres guardias, que, en su apariencia de focas, vigilaban la entrada, y se sorprendieron al ver llegar a los muchachos, por lo que los rodearon amenazadoramente.

El más grande de los tres interrogó: –¿Quiénes son y qué hacen aquí?

Delph contestó: –Él es el príncipe Aren, y yo... sólo su amigo, no pidan detalles.

Los guardias se miraron entre ellos, y el mayor afirmó: –Informaremos al rey Einar de su llegada, pero ustedes dos se quedarán aquí hasta que recibamos orden de su majestad.

–De acuerdo, pero sólo si puedo llevar a Aren a la superficie para que respire – respondió Delph.

El guardia asintió: –No veo por qué no –, y dirigiéndose a sus compañeros, ordenó: –Vigílenlos, yo iré a informar de su presencia.

Los otros estuvieron de acuerdo, y salieron del agua.

Como ya habrán deducido, se encontraban en la parte de la laguna que está cerca de las columnas del castillo más antiguo..."

En este punto, el niño volvió a interrumpir: –¿Eso dónde queda?

–Por allá– respondió el narrador, señalando hacia su izquierda, y explicó: – Como ya sabes, sobre la cadena de cuevas donde vivimos, hay un castillo antiguo, que en aquél entonces ya existía, y aún se usa, sobre todo en los pisos bajos, pero en ese tiempo aún podía accederse a los niveles superiores, donde vivían las familias de la realeza. Sin embargo, como todavía eres muy pequeño, probablemente no has visto que, hundido en el lago, hay partes de otro castillo más antiguo aún, que ahora ya casi no se utiliza, pero en esa época se usaba incluso más que el castillo sobre las cuevas. Y entre las columnas de ese castillo allí es donde se encuentra la cueva por la que Delph y Aren entraron a nuestro territorio.

–Ooooh, no sabía que esas piedras eran parte de otro castillo. Bueno, ¿y entonces qué pasó? – preguntó el pequeño.

El narrador retomó su historia: "Pues, los guardias salieron a la superficie, seguidos por los jóvenes, subiendo a las piedras del castillo más nuevo. El guardia mayor retornó a su apariencia antropomórfica, y tras cubrirse con una túnica, se marchó para informar al rey Einar, quien había vuelto alreino poco tiempo antes, acerca de la situación. Los otros dos permanecieron como focas, y se quedaron cerca de Aren y Delph.

El tritón sacó del agua a su compañero, quien había permanecido con los ojos cerrados y sin decir nada, pues no estaba seguro de si podría acostumbrarse al agua salada, ya que su parte de humano no era tan resistente a estas condiciones. Por lo tanto, cuando Aren sintió que estaba de nuevo fuera del mar, abrió con cuidado los ojos, encontrándose con la mirada de Delph.

Lo primero que el príncipe pudo decirle fue: –Cantas muy bien. Tu voz suena incluso más agradable que cuando hablas.

Delph se sonrojó intensamente, cubriendo su cara con ambas manos. Aunque no era la primera vez que se lo decían, esta ocasión era especial, Aren era quien lo había elogiado, y sin saber cómo ocultar su emoción, y retrocedió un poco. Aun así, el príncipe no supo por qué el tritón había reaccionado de tal forma.

Los guardias también quedaron desconcertados y un poco incomodados, por lo que se alejaron un poco y miraron en otras direcciones. Que esos dos hicieran lo que quisieran, pero no ante sus ojos.

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