12
En Kallioinenmeri, al día siguiente, Aren se despertó un poco aplastado por sus amigos, ya que al haberse dormido los tres juntos, lo habían golpeado un poco al moverse durante el sueño.
Afortunadamente no era algo que le causara molestias, así que los tres se dispusieron a enfrentar este día con ánimos renovados. Y por parte del príncipe, lo primero que debía hacer era hablar con el rey Erik.
Éste se encontraba en el despacho, revisando algunos documentos mientras comía su desayuno. Al ver llegar a Aren, le hizo seña de que tomara asiento, a lo que el muchacho obedeció y sonrió para aparentar tranquilidad.
El rey de Heland lo miró seriamente, y cerrando el pergamino que leía, habló: -Debí esperarme que escaparas con un truco tan sencillo como hiciste ayer. Pero no creí que fueras a intentar algo peligroso como escalar la muralla en el delta del río.
Aren dejó de sonreír y asintió despacio, consciente de que su primo tenía razón, pero no dijo nada.
Erik continuó: -Tuviste suerte de que te salvaran. ¿Qué le habría dicho a tu mamá si volvía y tú...?
El príncipe pasó saliva y respondió: -Está bien, ya entendí. No lo intentaré de nuevo.
-Ni yo lo permitiré, ya te dejé hacer tu voluntad por mucho tiempo, pero has crecido y no podremos seguir cuidándote para siempre, tienes que dejar de hacer lo que quieras sin pensar antes las posibles consecuencias - afirmó Erik.
Aren agachó un poco la cabeza, asustado. De todas las veces que había hecho enojar, no había llegado a tanto. Probablemente le daría un castigo más fuerte. Sin embargo, el rey aún no terminaba de hablar: -Tampoco puedo omitir el que hayas salido de tu habitación cuando te ordené que no lo hicieras. Aunque eso fue menos peligroso, ¿qué habrías hecho si ese chico intentaba dañarte? Tus amigos guardias estaban muy lejos para defenderte.
-Pero él me rescató antes. Además, tú fuiste el que lo encerró arbitrariamente, de eso sí no me puedes reclamar - protestó el muchacho.
-¡No me cambies el tema! El punto aquí es que no me hiciste caso - rebatió Erik.
Aren resopló y se mantuvo callado mientras el mayor seguía hablando: -Sé que no te gusta esto, pero un día tendrás que liderar Kallioinenmeri, y no puedes escaparte de las responsabilidades que conlleva. Así que tendrás que acostumbrarte a permanecer quieto y centrado en los asuntos del reino.
El rey acomodó una cantidad importante de papeles frente a Aren y dijo: -Tenemos tres días más para que aprendas algo. Ya que ayer no llegamos ni a la mitad de lo que debíamos hacer, hoy te vigilaré más de cerca. Empieza a revisar estos informes.
El joven tomó el primer documento y comenzó a leerlo, mirando de soslayo a Erik de cuando en cuando. Apenas terminó de leer, Aren se quejó: -No he desayunado, y tengo hambre.
-Pues te traeré algo, tú sigue leyendo - respondió el rey.
-Yo iré, esta vez no me voy a escapar - aseguró Aren, y se movió para levantarse de la silla, pero descubrió que estaba pegado a ella.
Erik soltó una risa malévola y explicó: -No me gusta la magia, pero encontré un hechizo con runas y pensé que podría ser útil. Vas a quedarte pegado a esa silla hasta que termines de leer todos esos documentos.
-¡No puede ser! - exclamó el chico, golpeando la mesa con las palmas. Luego, respiró hondo y dijo: -Está bien, lo haré.
El rey le dio unas palmaditas en la cabeza y contestó: -Me parece la mejor decisión. Ahora ponte a leer, te traeré algo para que comas - y salió del despacho".
El fósforo se había quemado por completo, y el narrador sacó uno nuevo para encenderlo y continuar la historia, lo que una muchacha aprovechó para preguntar: -¿De dónde había sacado el rey Erik ese hechizo?
-Pues los detalles se los daré a conocer más adelante, pero fue obra del príncipe Abel, que le dio algo de información acerca de la magia tiempo atrás.
-Es un poco extraño que Erik usara magia siendo que no le gustaba, pero debe haber una buena razón por la que lo hizo, además de darle una lección a Aren - comentó un chico.
El narrador asintió y dijo: "Lo sabrán pronto, no se desesperen. Mientras, les voy a aclarar otro misterio.
Efectivamente, Erik le llevó comida a su pequeño primo para que desayunara mientras revisaba los informes que le había dejado, pero a diferencia del día anterior, no le ayudó con esta tarea. El príncipe estaba aún un poco molesto por tener que hacer este trabajo, pero como no le quedaba de otra, siguió leyendo y revisando los documentos mientras el mayor lo vigilaba.
Sin embargo, después de un tiempo, el rey se quedó mirando por la ventana con fijeza. Aren se dio cuenta de esto y lo quedó viendo, analizando su expresión.
Erik respiró profundo y habló, más para sí mismo que para Aren: -El porte y los rasgos eran iguales, pero los ojos... esos los sacó de él. Con razón lo protegía tanto, si lo amaba. Yo no tenía oportunidad alguna.
-¿Contexto? Por favor - replicó el joven, sin comprender de qué hablaba el mayor.
Éste suspiró y respondió, volviendo a sentarse frente al príncipe: -Cuando viajé a Toivonpaikka, conocí a una muchacha muy hermosa. Cabello negro largo, ojos verdes azulados, parecía un ángel. Pero su personalidad, era tan firme como una montaña, y me despreciaba por mi actitud hacia la naturaleza y los seres mágicos. Aun así, quise cortejarla, incluso después de descubrir que era una sílfide. Por supuesto, me rechazó, así que no hay mucho qué decir al respecto. En cambio, ella protegió de mí a muchos seres mágicos, entre los que más recuerdo había un tritón pelirrojo, que tenía los ojos de color magenta. No llegué a comprender por qué lo cuidaba tanto si ni siquiera vivía en la isla. Hasta ahora.
Aren entendió: -Entonces, el muchacho que me rescató es el hijo de esa muchacha y el tritón.
Erik asintió: -Lo traje porque creí que podría decirme qué sucedió con ella. Nunca supe si Anémona había vuelto a vivir como humana, si siguió como sílfide. ¿Cómo es que tuvo un bebé tritón? Este chico debe ser también un híbrido, pero por algo no puede sobrevivir sin agua a pesar de ello. Quizá su mutismo esté relacionado con eso...
El príncipe estuvo a punto de responder, pero se arrepintió de inmediato, pues Delph no quiso que Erik supiera las respuestas por algo, y no era adecuado que Aren las revelara tan fácilmente. Preguntó para interrumpir: -¿Todavía estás enamorado de la muchacha?
El rey suspiró y contestó: -Sí, aún no la olvido.
-¿Aunque ahora tengas a alguien más?
-¿A ti quién te dijo eso?
-No me dijeron, yo lo vi.
-Tú sigue leyendo, o te vas a quedar ahí pegado todo el día.
Aren resopló y siguió revisando los informes por un largo rato, hasta que al fin terminó. Entonces pudo levantarse de la silla, tal como había dicho Erik.
Viéndose libre de nuevo, rápidamente se dirigió a la puerta, pero el rey lo atrapó por el cuello de la camiseta y dijo: -¿A dónde crees que vas? Todavía tienes trabajo.
El joven gruñó y preguntó: -¿Qué tengo que hacer ahora?
-Si leíste con atención los papeles, deberías saber que tienes que hablar con los consejeros y ministros acerca de la información que te dieron en esos documentos. Corregir errores, ordenar cambios, felicitar logros, castigar o perdonar ofensas; el reino no se organiza solo, es tu trabajo hacer todo eso - explicó el mayor.
Aren se contuvo para no protestar otra vez. Ya estaba cansado por tanta quietud, pero aún faltaba mucho por hacer, y no era precisamente emocionante para él.
Lamentablemente, no le quedaba otra opción más que hacer todas esas tareas, así que ocupó el resto del día en ello, vigilado de cerca por Erik. Ni siquiera tuvo tiempo para hablar con sus amigos, quienes por su parte, también tuvieron mucho trabajo como penitencia por ayudar al príncipe.
Así pasaron los tres días hasta el regreso de Engla. Llegó al mediodía, cuando Aren aún estaba ocupado con los informes y bajo la atenta vigilancia del rey, por lo que no pudo salir a recibirla, lo que le pareció algo extraño a la reina, y se dirigió a buscarlo, acompañada por Abel, quien había viajado con Engla para poder hablar con Erik y Aren acerca de algunos asuntos importantes.
Cuando Engla entró al despacho, se sorprendió de ver a su pequeño tan quieto, leyendo los informes de ese día. Como ni Aren ni Erik se habían dado cuenta de su presencia, se quedó mirándolos desde la puerta, deteniendo al príncipe de Kylmä maa para que no interrumpiera.
Pasó un rato más hasta que el príncipe Aren terminó de leer, y se levantó para marcharse del despacho e ir con el rey a continuar con las siguientes tareas, pero al darse vuelta, vió a su mamá frente a la puerta, y rápidamente se lanzó a abrazarla: -¡Mamá, ya volviste! Te extrañé mucho.
-Yo también te extrañé, bebé - La reina sonrió feliz y correspondió al abrazo. Después, se dirigió a su sobrino: -Erik, veo que lograste hacer que Aren se pusiera a trabajar.
-Hmm, no estoy seguro de poder llevarme todo el crédito, pero algo así - respondió el rey de Heland.
Abel le sonrió tranquilamente: —Ya nos lo explicarás con más calma — y mirando a Aren, saludó: —Tiempo sin verte, pequeño.
Aren respondió con una leve sonrisa, pero se mantuvo pegado a Engla, ya que en breve, Erik contaría lo que había pasado el primer día, y no estaba seguro de que la reina de Kallioinenmeri tuviera una buena reacción al conocer esa historia.
Ya regresó Engla...
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