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No muy lejos de aquí, en el reino humano denominado Heland, (no Holanda, Heland es diferente), en el año 800 d.C., una situación insólita se presentó: Un mes antes del solsticio de verano, cuando los días eran mucho más largos que las noches, el príncipe Erik Christiansen, hijo único del rey, buscó ayudar a los objetivos de la familia real y expandir los dominios de su nación, y por tal motivo, viajó a Toivonpaikka, una isla ubicada a varios días al norte, con el propósito de comenzar un acuerdo que tiempo después pudiera usar para doblegar a la gente de aquella isla y volverla parte de Heland.

El príncipe partió con la completa aprobación del rey y acompañado por el consejero real, en un barco drakkar de gran calidad, y con gente muy bien entrenada tanto en la diplomacia como el combate. Sin embargo, a su vuelta, claramente habían fallado: el barco en que regresaron era un knarr, faltaban los remeros del anterior navío, tampoco se encontraba el consejero, y Erik parecía... no se veía como alguien vivo.

Aunque la mayor parte de la población helanesa no estaba de acuerdo con las decisiones de su gobierno, aún hubo quienes se aprestaron a recibirlo, mas al ver al príncipe volver de esta manera a su nación, hubo preocupación general.

Desde luego, quien quedó más impactado por esto, fue el rey Christian. Aun con la frialdad y elegancia que debía mantener debido a la tradición de los monarcas de su nación, al llegar su hijo junto a él, lo abrazó con fuerza y preguntó: -¿Qué pasó? ¿Estás herido, te enfermaste de algo?

Correspondiendo al abrazo, el príncipe respondió: -No estoy para nada bien. Debo explicártelo en privado.

El soberano asintió, y tras unas cuantas formalidades más, se encerró en su habitación para hablar con Erik.

-Cuéntame, hijo mío, ¿qué es lo que causó que tu plan no funcionara? ¿Y qué es lo que provoca tu semblante tan decaído?

-No sólo mi plan no funcionó, sino que no nos será posible tomar venganza - explicó el joven, y dejó caer su capa, desplegando al mismo tiempo cuatro brillantes alas, similares a las de las libélulas. Respiró profundo y continuó: -Toivonpaikka no es un reino; son cuatro reinos, que al igual que los jinetes del apocalipsis, precederán a la caída de cualquier imperio de este mundo, pues hombres y seres mágicos combinan fuerzas para defender esa pequeña isla. Aun si los atacáramos con todo nuestro poder, el resultado no nos sería favorable. Y respecto a mi situación, como puedes ver, me maldijeron a tener esta forma de silfo. Morí al pelear, pero tengo una vida sintética, que, si bien me permite estar a tu lado, no es realmente vida.

El rey escuchó atento, y con cada palabra se acumulaba más furia en él. Cuando Erik calló, Christian temblaba de ira, pero logró contestar: -Heland aún es una nación en expansión, sin importar que tengamos que buscar los cristales de ruburum en todo el mundo, tenemos el suficiente poder para conquistar muchos países y aumentar nuestras probabilidades de conseguir venganza.

El príncipe pensó por un momento, indeciso de cómo debía explicar que sólo se había salvado de ser castigado por las leyes de Toivonpaikka por haber prometido que ningún helanés volvería a la isla nunca."

-Óóóórale, ¿tanto miedo le daba? De seguro las personas de Toivo... Toivonpaia... Toivonpaikka, se habían enojado mucho con él- exclamó el niño, aunque costándole trabajo pronunciar el nombre de la isla.

-Así fue, pequeño. Y la verdad es que tenían razón, ¿quién no se enojaría si de pronto llegan personas que no conoces y a quienes no has hecho nada, para tratar de conquistar tu país? - contestó el narrador.

-Bueno, yo sí me enojaría. ¿Y entonces qué pasó? - interrogó el chiquito.

El señor retomó la palabra: "El monarca estaba muy enojado, pero era consciente de que no debía dar una orden dejándose llevar por sus emociones, por lo que decidió llamar a su consejero; sin embargo, pronto recordó que este también había viajado a la isla, y no parecía haber vuelto en el knarr. Intrigado, preguntó al príncipe: -¿Qué pasó con Soren? No lo vi bajar del barco.

Erik pasó saliva y contestó: -Es que... se murió.

-¿Qué? ¡¿Por qué?!

-Pues, hm, estaba convencido de que debíamos dejar que las especies mágicas volvieran a nuestros territorios, y entonces... - finalizó haciendo la seña de decapitar.

-Oh... Ya veo. Ni modo.

-Papá, quizá Soren tenía razón, deberíamos dejar que algunas especies volvieran a nuestras tierras. De esa manera, volverían a surgir ruburums en las minas. ¿No habrá alguna especie que sea fácil de controlar?

-No, eso no. Ninguna especie puede ser completamente controlada. Por lo tanto, sólo volveríamos a arriesgarnos al dejar que volvieran.

Tras estas palabras, el rey Christian se sentó en la cama, e indicó a su hijo que también tomara asiento, por lo que Erik se acomodó en una silla, quedando frente a frente.

Luego de unos momentos de silencio, el rey se quitó un collar que llevaba oculto, del cual pendía uno de los cristales rojos que escaseaban en su nación. Tales joyas provenían de los subsuelos de sitios donde el uso de magia fuera constante, y tenían el poder de anular cualquier hechizo, por lo que los helaneses los portaban como si fuesen repelentes de magia.

Cuando el príncipe salió del reino, tenía su propio collar con un ruburum, pero ahora ya no lo llevaba, por lo que su papá decidió darle el suyo: -Tómalo como promesa de venganza hacia Toivonpaikka. Aunque lleve tiempo, esto no se va a quedar así. Heland es uno de los países que más territorio ha logrado dominar, podríamos considerarnos ya un imperio; una isla solitaria no nos va a impedir que la conquistemos.

El joven no tuvo ánimos para insistir en que no sería posible, así que tomó el collar con el cristal. Si bien al usarlo tendría de nuevo su humanidad, estaba seguro de que no volvería a serlo".

El fósforo que el narrador sostenía se apagó, pero antes de encender otro, vió que algunas personas más se habían reunido alrededor, aparentemente interesados por la historia. Sonriendo, apareció mágicamente algunos bancos para que su público tomara asiento y disfrutara del chisme con mayor comodidad. Enseguida, prendió fuego al segundo fósforo y continuó hablando:

"Pasaron cuatro años, sin que fuera posible para el gobierno de Heland tomar represalias hacia los cuatro reinos de Toivonpaikka. El príncipe Erik no había vuelto a intentar conquistar territorios nuevos, enfocándose sólo en asuntos internos de la nación. Sin embargo, le esperaba una interesante novedad.

Una mañana otoñal, llegó al castillo una invitación, en la cual se requería de la presencia del rey en una importante fiesta, la cual se llevaría a cabo en uno de los reinos que Heland había conquistado: Kallioinenmeri.

Sin embargo, el monarca tenía que atender otro asunto mucho más urgente en su territorio, por lo que llamó al príncipe y le dijo:

-Hijo, he recibido una invitación para asistir a una fiesta, pero como sabes, no me es posible salir del reino por ahora. ¿Tomarías mi lugar para representar a Heland en la celebración?

-Desde luego. Pero, por la manera que lo dices, parece más un asunto de estado que una fiesta auténtica. ¿Qué ocurre en verdad?

Christian le entregó la invitación y contestó: -Vélo tú mismo.

Erik leyó: -"Baile de compromiso", vaya, esta nueva moda sigue creciendo. "Se invita cordialmente", blah, blah, "a la celebración del compromiso entre la señorita Engla, princesa de Kallioinenmeri, y el joven señor Abel, segundo príncipe de Kylmä maa", etcétera, etcétera. ¿Segundo? ¿Por qué Engla no agarró al primero?

-Porque no hay "primero", sino "primera".

-Ah, sí, tiene sentido.

Engla era en realidad la última de cinco hermanos, de los cuales el primero era el propio rey Christian, pero tenía la misma edad que Erik. Durante los primeros años de sus vidas, el príncipe había convivido (y jugado) con ella, pero cuando tuvieron que comenzar a prepararse para gobernar, se habían alejado gradualmente. Sin embargo, aún se llevaban bien. La única discrepancia que una vez hubo entre ambos fue cuando Engla afirmó que era imposible que todos los seres mágicos fueran malignos y por tanto era incorrecto erradicarlos de Heland y los países que conquistaran. En aquél entonces, Erik no estuvo de acuerdo, pero ahora creía que era posible que su tía tuviera razón.

-En fin, al menos consiguió otra importante alianza para ampliar nuestros dominios. Aunque, aún es joven, podría haber esperado y cazado un país más grande - comentó descuidadamente Erik

Su papá respondió: -veintidos años ya es bastante, tú también deberías estar casado ya, aunque dado tu caso, es algo... difícil.

Erik entrecerró los ojos: -¿Se supone que me estás animando?

Christian suspiró: -Lo siento, no quise ofenderte.

Ambos guardaron silencio por unos minutos. Finalmente, el príncipe interrogó: -¿Qué sería buen regalo? Debo llevar uno en tu nombre y uno en el mío.

El monarca sonrió, y pasaron un largo rato hablando de opciones.

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