
II
No me atrevo a admitir frente al espejo lo que eres para mí.
Te pediré que te quedes callada cuando te pegue a mi pecho para que oigas como late.
No tienes idea de lo bonito que suena.
Cuando duermes no puedo creer lo que estoy viendo.
No quiero levantarme,
mover las sábanas, moverte a ti.
¿Es un absurdo tan grande que me den ganas de estar solamente a tu lado sea donde sea, sin moverme, sin hacer nada, todo el tiempo?
Me gustaría pasar el dedo índice por el contorno de tu boca
y darte un beso suave en el cuello,
tan suave que apenas lo sientas.
Me gustaría que pudieras oír la canción que tengo en mi cabeza.
Te ves tan linda con los ojos cerrados.
Despeinada te ves mejor,
enmarañada ni qué decir.
Te ves tan bella que tengo miedo de estropearte.
¿Por qué no nos podemos quedar aquí todo el día?
Creo que por acá hay una puerta que nos lleve al fondo del océano.
Son tantas las veces que he intentado hacer esto.
Es una inundación de sentimientos
que ahogan cada fibra de mi ser.
Nadie podrá evitar que nos ahoguemos.
Tal vez sea solo efecto de lo que sentimos.
Tal vez sea solo efecto de lo que no está cobijando.
Tal vez sea simplemente yo y todo lo que estoy compartiendo contigo:
un simple y vulgar abrazo
que estuve esperando toda mi existencia.
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