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Capítulo 4

PRESENTE 4

Acto seguido, mi jefe saca su celular del bolsillo porque ni que esto fuera el año 2000 justo después de la guebonada del Y2K.

—¿Seguridad? Habemos tres personas atrapadas en el elevador norte. —Carter asiente a lo que sea que le dicen del otro lado de la línea, y yo lo único que oigo es una voz que suena como la maestra de Charlie Brown—. Perfecto, muchas gracias.

—¿Cuánto se van a tardar? —pregunta Josh una vez que la llamada ha terminado.

—Eso de media hora.

—Entonces, ¿qué te parece si tenemos una pequeña reunión? —Josh hurga en su maletín hasta sacar su laptop.

Los ojos de Carter saetean hacia los míos en plan «¿y ahora qué?». Yo no tengo la culpa de que le haya hecho como siete recordatorios y siguiera posponiendo la propuesta de tecnología hasta este momento.

—No tienes nada en el calendario en este momento —explico con dulzura. Me sé su calendario como la palma de mi mano y también estoy harta de que Josh ande detrás de mí con este tema.

Con parsimonia sin precedentes, Carter deposita su bolso deportivo sobre el suelo y lo abre para extraer una sudadera. Le abre el cierre y se la pone en silencio hasta reincorporarse de nuevo.

—Ah. Pues supongo que ha llegado la hora de admitir que aún no la he leído.

—¡Carter! —Pero después de esa exclamación, Josh se torna hacia mí con el ceño fruncido.

—¿Valentina?

—Se lo recordé como mil veces —espeto con las manos levantadas en el aire en gesto de inocencia.

—Acuérdate de quién es tu jefecito, güerita —susurra Carter en español detrás de mí, para que Josh no oiga.

A veces hay momentos como estos. Donde la voz de Carter hace un algo... una inflexión, no sé, que me transporta a ese momento en el que Gustavo dijo algo solo para mi oído que me puso la piel de gallina. Creo que tienen el mismo timbre, o sino que estoy empezando a olvidar la voz del amor de mi vida.

De golpe me estremezco y con eso el cerebro se me alinea otra vez.

—Un segundo para alistarme a tomar las notas —murmuro mientras busco mi Apple Pen. Mucho más cómodo anotar en el iPad que tener que sentarme en el suelo para poder usar mi laptop.

Esquivo la mirada asesina de Carter.

Solo pasan diez minutos de esta reunión y cualquiera creería que estos dos son enemigos entrañables en vez de mejores amigos de la universidad. Yo hago lo mejor posible para fusionarme con la pared del ascensor, pero tampoco es tan grande como para que se puedan olvidar que sigo aquí.

—¿Así que por esto era que me estabas ignorando? ¿Porque crees que la propuesta es una estupidez?

—Yo no dije eso. —Carter tiene la misma expresión que pone cuando su hijo está armando una clase de berrinche—. Lo que dije es que es tonto desviarnos tanto de nuestro mercado.

—Pero si nosotros ofrecemos servicios a compañías y todas las compañías necesitan softwares de comunicaciones.

—Sí, pero si ya existen programas como Teams, Zoom y Slack, ¿cómo crees que vamos a competir entrando tan tarde en ese juego?

Arrugo mi nariz. No sé cómo tomar notas de esto aparte de decir que están en desacuerdo. Esto no hubiera sido tan dramático si Carter hubiera leído la pajúa propuesta y preparado un argumento más profesional que «tu idea es tonta». Cualquiera se ofende con eso.

—Más vale tarde que nunca.

—Tráeme una idea que nos haga ganar dinero, no que nos defalque.

—Ésta es una idea millonaria. ¿No sabes la cantidad de dinero que pagan las compañías por licencias de programas de mensajería?

—Sí, básicamente lo mismo que ganamos con nuestra app actual.

—¡Exacto! Y si...

—Y si nada. Estamos ganando este dinero porque nuestra app entró al mercado temprano cuando ya era necesaria. —Carter da un mega paso adelante que lo pone casi pecho con pecho con Josh—. ¿Cuál es la necesidad actual de nuestros clientes que debemos satisfacer? Crea una solución para eso.

Uy, esto se pone peor. Porque mientras habla, Carter le encaja un dedo a Josh en el pectoral, y Josh aprieta tanto los dientes que le salta un músculo de la quijada.

—Ésta es una necesidad, sobretodo si sacamos una aplicación más económica que la competencia.

—¿Y cómo diantres ganamos dinero así?

Justo antes de que se empiecen a agarrar, yo deslizo mis brazos entre ellos e intento alejarlos. El problema es que mientras Carter hace crossfit, Josh practica judo y no hay forma de mover a ninguno. Termino atravesándome de cuerpo completo.

—Ya está bueno, cuerda de neandertales. A ver si...

El resto de la frase se cae en un abismo porque justo en este momento es cuando se abren las puertas del ascensor. Y del otro lado está, por supuesto, prácticamente toda la oficina.

Y como dice Martina, la hija de mi amiga Bárbara, obvio microbio que las que están al frente de la paca son Lauren y Amy.

Las dos le ponen atención a mis manos, una en el pecho del CEO y la otra en el del CTO. Acto seguido, bajan sus miradas para capturar la pose de lleno.

Ah. No me había dado cuenta de esto.

Resulta que estoy fusionada a los dos. ¿Por qué no me había dado cuenta de que siento tantas... cosas? De esas que uno normalmente no se hace mapa mental sobre sus compañeros de trabajo. Como por ejemplo, de que los dos deben tener cuadritos porque mi barriga no es ni la mitad de dura que la de ellos.

—Con permiso. —Me aclaro la garganta mientras me estrujo otra vez entre ellos, esta vez para retroceder.

—Qué bueno que están sanos y salvos —anuncia el jefe de seguridad desde detrás de Amy. Lamentablemente eso hace que la víbora despierte.

—Claro, muy buena noticia. Sin embargo, ¿qué es esta escena que acabamos de presenciar?

Josh se pasa la mano por su pelo oscuro. Por su lado, Carter recoge su bolsa del gimnasio. Ninguno dice nada, así que yo tampoco. Con toda la dignidad de reina que tengo, agarro mis peroles y soy la primera en pisar tierra firme.

Un cuchicheo me sigue por los pasillos gracias al montón de empleados chismosos que salieron de sus oficinas a ver a quiénes tuvieron que ser rescatados del ascensor. Sin duda esto de que me consiguieron ensaunchada entre los dos colirios pa' los ojos de la compañía va a ser la comidilla de todos por semanas.

Como si eso no fuera suficiente, varios sets de pasos me siguen. Uno tiene que ser mi jefe porque vamos en exactamente la misma dirección. Otros suenan sospechosamente como tacones contra mármol.

—Carter, tienes que saber que la óptica de esa escena es muy mala —dice la voz medio chillona de Amy detrás de mí.

Inhalo profundo, intentando contar hasta diez para no perder la paciencia tan temprano en el día.

—¿Y qué? —espeta él de regreso.

—Que como muy bien sabes, no están permitidas las relaciones entre jefes y empleados que les reportan directamente. Es un abuso de poder.

Sus pasos se detienen pero los míos no. Entre más distancia ponga entre esta conversación y yo, mejor para mí.

—Ya sé, yo fui el que escribió la póliza. —El suspiro que sale de los pulmones de Crater hace eco en toda la zona—. Mi pregunta es, ¿a qué viene esto?

—Que tu secretaria estaba muy juntita a ti y Josh. Y bueno, en teoría ella podría salir con Josh si quiere... aunque yo no le recomendaría eso a nivel profesional. Pero, ¿qué hacía acurrucada contigo?

¿Acurrucada?

Esa palabra me para en seco.

Una voz en mi mente me grita que siga adelante hasta que pare en mi oficina. Que meterme en esto no me va a salir bien. Sin embargo, la que gana es la otra parte. La que quizo ser abogada para que nunca más la trataran como una rubia tonta.

Giro sobre mis talones. Enseguida Carter cambia su atención hacia mí y sus cejas se levantan con la misma expresión que pone Cooper cuando su padre está a punto de decirle cuatro. No entiendo por qué, si a la que voy a rebajar es a su empleada de R.R.H.H.

—Si quieres hablar de mí, ¿por qué no vienes a mí directamente? —Me planto directamente frente a ella.

Amy se aclara la garganta y cruza sus brazos con delicadeza, como si se le pudieran partir.

—Es que siempre te comportas con esta hostilidad.

—Te la ganas.

—Es verdad. —Carter asiente.

Buen chico. Si se le ocurría decir lo contrario lo lanzo de la ventana.

Juzgando por su sonrisa irónica, lo sabe.

—Yo solo hago mi trabajo. —Amy se acomoda el cabello también rubio pero de botella.

Cuando la conocí era trigueña y se veía mucho mejor al natural. Lo que me da lástima es que se lo empezó a pintar después de que oyó a Tristan, otro compañero, mencionar que le gustaba mi pelo. Creo que ese fue el momento en que me agarró arrechera, ¿pero yo qué iba a saber que a Amy le gustaba Tristan?

—Qué curioso, la última vez que chequeé te habías casado con un compañero de trabajo. —Levanto los hombros—. Claro, ahí sí que no importa porque Tristan no era tu jefe ni tú el de él, pero parece que como la gente no para de hablar de la vez que los agarraron metiéndose mano en el clóset del conserje, tienes ganas de conseguir a quién humillar de forma que borre ese acontecimiento de la memoria colectiva.

La piel de su rostro pasa por todo el arco iris de colores, pero termina casi morada de la furia.

—Señoritas. —Carter atraviesa una mano entre las dos y hace una pausa—. Perdón, señorita y señora, por favor modérense.

Yo le clavo mis ojos como rayos láser. ¿Se le olvidó que casi se cae a puños con su CTO?

Es que te digo, esta oficina es un circo.

—Con permiso —atino a decir entre dientes apretados—, me voy porque a diferencia de otros, tengo mucho trabajo qué hacer.

—Pues esta conversación no ha terminado.

—Para mí sí, y necesito hablar con Valentina urgentemente. Que tengas buen día, Amy. —Con eso, Carter me alcanza y continuamos caminando juntos en silencio.

Dos minutos después estamos en su oficina y Amy no nos ha seguido. Del alivio colapso en el sofá.

—Esta vez te pasaste un poco —amonesta Carter.

—¿Me pasé más o menos que tú a punto de darle una trompada a Josh?

Carter se congela en el acto de abrir su bolsa de gimnasio. Levanta la cara y mientras me observa se muerde los labios.

—Qué curioso —musita con voz ligera—, se me ha olvidado todo lo que ha pasado en la última hora por completo.

Este desgraciado. Tengo que apretar la quijada y los labios para no irme en risa.

—Bueno, ahora sí sería bueno que empecemos a trabajar. —Me levanto del sofá con un impulso y marcho hacia mi oficina. Mientras acomodo mi escritorio para finalmente empezar el día, noto movimiento de reojo y es Carter.

Está muerto de la risa él solo en su oficina.

Sacudo la cabeza. No sé cómo hace para ser tan feliz todo el jodido tiempo, pero es una mala junta porque se me está pegando.

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