El tren que me llevaría a mi futuro destino ya estaba parado en las vías, antes de subir me despedí de mi madre y mi hermano Javier. Estarán preguntándose dónde está mi padre, pues les cuento que hace dos años murió por culpa de un cáncer de pulmón, fue todo muy triste pero la vida continua, él siempre estará en nuestros corazones.

-Cuídate mucho y no olvides llamarnos.

Mi madre estaba preocupada porque cursaría mi último año de arquitectura en la otra punta del país. Así lo decidí cuando pasaron dos meses y no conseguí olvidarme del chico que me había roto el corazón, verlo todos los días en el pueblo no se me hacía fácil.

-¡Enana! – gritó mi hermano cuando estaba por subir al tren – Recuerda que no quiero tener que partirle la boca a ningún chico.

Javier no llevaba bien que los chicos estuvieran cerca de mí, mucho menos después de mi desengaño amoroso tan presente. Él es un año mayor que yo, aunque a veces se comporta como un chulo delante de las chicas, les puedo asegurar que es todo un sentimental.

Me coloqué al lado de la ventanilla e hice gestos con los labios para mandarles besos. Ahora comenzaba una nueva etapa en mi vida.

Nada más bajar del tren, leí mi nombre en el cartel que sujetaba una chica morena de pelo rizado, piel blanca, delgada y 1.80 de altura aproximadamente. Ella era Lucía, sobrina de una vecina del pueblo y mi futura compañera de piso.

-¡Raquel Palacios! – cogió mi mano, la levantó y me hizo girar sobre mí misma – Estás estupenda, mucho mejor que cuando te conocí aquel verano en el pueblo.

Después de agradecerle, subimos las maletas en su coche y pusimos rumbo a la que sería mi casa por un tiempo. Durante el trayecto me comentó que trabajaba en una joyería y en ocasiones modelaba para pequeñas marcas.

Una semana después...

Mi despertador comenzó a sonar, tocaba levantarse para el primer día en mi nueva universidad. Levanté mi cuerpo de la cama, me duche y vestí con unos vaqueros oscuros, polo turquesa y converse del mismo color.

Después de desayunar me fui para la parada y esperé el autobús que me llevaría a mi destino. Nada más llegar recogí el horario, la lista de libros que necesitaría y me puse a buscar como loca desesperada el aula donde tendría mi primera clase.

Entré por la puerta y los sitios delanteros estaban ocupados, vi una mesa doble en uno de los extremos traseros y me fui a sentar en ella. La clase había comenzado con las presentaciones de los alumnos, la puerta se abrió y apareció un chico alto y muy guapo, bien bronceado, pelo castaño, ojos marrones y con unas grandes ojeras marcadas. Se quedó mirando en mi dirección ya que era el único hueco libre que quedaba, llegó y se sentó a mi lado sin ni siquiera decir un simple hola.

-Le pido de favor que no se repita lo del año anterior. –le dijo que profesor – Preséntese ante sus compañeros.

- Me llamo Rubén Martínez, tengo veinticuatro años. Por motivos familiares, el año anterior tuve que dejar el curso a la mitad y este año estoy repitiendo curso.

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