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9. Residencia Wybert, Pimlico. 12:32 pm

Dedicado a @Chantry-Sama

Minos y Aiacos estaban de pie ante la bonita puerta de madera lacada en azul de la casa de Rhys Wybert. Es decir, Rhadamanthys. A Aiacos le encantaban las sobrias rejas negras que custodiaban las ventanas del sótano y las bonitas flores en los balconcillos de piso principal: no se imaginaba a Rhadamanthys cuidando de una planta, así que resultaría divertido verlo ocupado en esa clase de menesteres domésticos.

Al cabo del sexto timbrazo y con Minos planteándose seriamente volver al hotel que acababan de abandonar en favor de la invitación de Rhadamanthys, éste último abrió en medio de un bostezo descomunal. Los miró somnoliento y tallándose los ojos, con el cabello rubio revueltísimo, y luego de un momento de hesitación, se apartó para que sus hermanos pudieran pasar.

―Perdón por la tardanza... ahum ―bostezó Rhys abriendo la boca como cocodrilo. Minos y Aiacos lo observaron divertidos: llevaba puesto únicamente el pantalón del pijama y el torso, musculoso y desnudo, mostraba aquí y allá ligeras... marcas purpúreas―, anoche estuve ocupado.

―Sí, se nota ―dijo Aiacos tratando de sofocar, en vano, una risita cínica que Minos secundó.

―¿De qué hablas? ―preguntó Rhys con muina―. ¿Ya desayunaron? Ahora mismo les preparo algo. Pueden dejar sus maletas en el closet y en un rato más los acomodaré en su habitación. ¿O prefieren dormir separados? ―preguntó con suspicacia, entrecerrando los ojos.

―No, gracias. Qué incordio tener que buscarnos luego entre la noche ―respondió Minos ecuánime.

―Ya me lo parecía ―replicó Rhys con una sonrisa de oreja a oreja― siempre fueron muy afines. Quizá demasiado...

―No era como que lo escondiéramos, ¿sabes? ―agregó Aiacos alegremente―. ¿Con quién estuviste ocupado? ¿Aún está aquí? Me encantaría conocer a la pareja de mi hermano...

―No tengo pareja ―aclaró de inmediato Rhys―. Prepararé té. ¿Quieren desayuno completo o solo porridge? Puedo preparar cualquiera de las dos cosas.

Rhys se dirigió a paso veloz hacia la cocina y sus hermanos, ante lo intempestivo de su marcha, lo siguieron, observando de paso los bonitos detalles de la casa. 

―Comimos algo ligero temprano, por la mañana, pero me apetece tu desayuno completo. Quiero apreciar tu cocina ―dijo Minos.

―Igual yo. ¿Qué es el porridge? ¿Puedo probarlo también?

―Claro, ¿por qué no? ―dijo Rhys que con una agilidad tremenda colocó la tetera con agua en la estufa y sacó del refrigerador huevos, tocino, salchichas y tomates―. Creo que no tengo judías. Se las debo. En seguida te preparo tu porridge, Aiacos.

Los recién llegados se sentaron a la mesa y contemplaron a Rhys haciendo preparativos culinarios. Estaba muy concentrado y era en serio hábil: un anfitrión en verdad excelente. Pronto el té estuvo listo; puso las tazas frente a sus comensales y lo sirvió. Rhys volvió a bostezar de manera ostensible mientras se rascaba la cabeza, cosa que le hizo mucha gracia a Minos, mientras Aiacos paseaba divertido la vista de la espalda desnuda llena de marcas de su hermano a los vasos de whisky que le habían regalado la tarde anterior: faltaban dos y no se veían por ningún lado.

―¿Te divertiste anoche? ―preguntó socarrón Aiacos.

―¿Quieren los huevos bien fritos o los prefieren tiernos? ―cuestionó Rhys ignorando por completo a su interlocutor.

―Yo los quiero bien cocidos, gracias ―respondió Minos paladeando su té y dándole el visto bueno―. ¿Con quién estuviste?

―Atendí asuntos de trabajo ―comentó Rhys restándole importancia a la información y removiendo el tocino y las salchichas en una sartén. Puso agua a hervir en una pequeña cacerola y buscó un contenedor con avena integral: midió cuatro raciones y las añadió al agua hirviendo junto con una pizquita de sal. Luego rebanó algunos tomates por la mitad―. ¿Quieren sus tomates fritos o a la parrilla?

―Como te gusten a ti, no tengo predilección por uno u otro modo ―replicó Aiacos con voz agradable contemplando cómo su hermano sacaba cuatro platos de la alacena―. Ayer creí entenderte que habías renunciado a tu trabajo. ¿Me he engañado entonces?

―No. No te has engañado. Ambos quieren salchichas y tocino, ¿verdad? 

―Sí, suena fabuloso. ¿Estás tostando pan? ¿Te ayudo? ¿Qué asunto de trabajo estuviste atendiendo? ―dijo Minos, solícito.

―Un caso extraordinario ―contestó con gran seguridad Rhys. Metió las rebanadas de pan en la tostadora y sacó del refrigerador un recipiente que anunciaba mantequilla untable en la etiqueta y un tarro con mermelada de cítricos. Colocó dos huevos en cada plato y buscó en la alacena otros tantos bowls para el porridge―. He estado pensando en lo que me contaron ayer y creo que debemos iniciar la documentación del juicio de inmediato. 

―¿Tú crees? No me parecía que tuvieras tanta prisa ―mencionó Aiacos levantándose y tomando de un carrito auxiliar los manteles individuales: dudó un poco y tomó cuatro―. ¿Dónde tienes los cubiertos, Rhadamanthys? ¿No te parece que has preparado demasiada comida?

―Así son los desayunos ingleses ―replicó Rhys señalándole a Aiacos un cajón, de donde éste sacó cuatro juegos de cubiertos―. Creo que cuanto antes nos preparemos para el juicio será mejor. 

―Bueno ―reflexionó Minos quitándole los cubiertos de las manos a Aiacos para ayudarlo a distribuirlos―. Lo cierto es que no dañará a nadie que empecemos las pesquisas. Podemos iniciar por entrevistar a los interesados para aclarar la naturaleza de los cargos. Solicitar apoyo de los dioses justicieros de los dos panteones involucrados para buscar y encontrar a la Dama del Invierno. ¿Ya rompiste dos de los vasos que te regalamos? Veo que el juego está incompleto...

―Los vasos están en perfecto estado, los estrené ayer con una botella de Lagavulin. Puedo ofrecerles un poco en la sobremesa o esta tarde, como ustedes prefieran. ¿A qué dioses justicieros debemos convocar? Tengo interés en dar a la brevedad con la Dama del Invierno y vincularla a proceso. ¿Nuestro Señor Hades está listo para iniciar el juicio en los próximos días? ―dijo al tiempo que colocaba una generosa porción de salchichas y tocino en cada plato, así como medio tomate. Distribuyó los platos entre sus hermanos, colocó la canasta con las tostadas en el centro de la mesa y procedió a verificar el estado del porridge.

―Insisto, Rhadamanthys. ¿Para quién es ese plato extra? ―cuestionó con algo de impaciencia Aiacos.

―Supongo que debemos iniciar por entrevistar a Acuario y a los santos involucrados en su rescate. También a la Dama Athena ―dijo Rhys mientras se encargaba de servir una porción de porridge en cada bowl y acercarlos a sus comensales. Luego abrió el refrigerador y sacó un recipiente con blueberries y fresas: lo colocó sobre la mesa junto a una botella de miel―. Sería prudente solicitar a nuestro Señor Hades un salvoconducto que nos permita entrar al Santuario en calidad de magistrados, un documento que señale con claridad nuestra misión pacífica. Ya estoy viendo a Leo y Escorpio en pie de guerra. Aries y Virgo serán sin duda mucho más razonables, pero los otros dos cabezas huecas me ponen de los nervios. Tengo un invitado incómodo en la casa, espero que no les moleste. Tampoco es como que deban preocuparse, se largará pronto.

―Eres tú el que se preocupa demasiado. El Señor Hades no tiene que darnos ningún salvoconducto. Puede hablar sin ambages con la Dama Athena y asunto solucionado. Deberías llamar a tu visitante, incómodo o no, para que venga a comer con nosotros ―afirmó Minos dando un mordisco a su tocino y expresando su conformidad cerrando los ojos con complacencia―. Oye, sí que cocinas bien. Deberías emparejarte, es un crimen tener tan buena sazón y no compartir tu talento...

―¿Ustedes comparten sus... talentos? ―preguntó Rhys con una sonrisa socarrona en el rostro.

―Compartimos todo ―contestó Aiacos con toda la naturalidad del mundo―. En serio quiero conocer a tu acompañante. ¿Fue quien te dejó todo lleno de chupetones?  

Unos pasos arrastrados se escucharon a espaldas de los jueces y, luego de unos instantes, un amasijo de cabellos rubio ceniciento se dejó ver. Kanon, vestido con sus desarrapados jeans, descalzo y con el torso desnudo lleno de marcas purpúreas similares a las de Rhys, hizo su aparición. Bostezó con tal intensidad que, por un momento, Minos y Aiacos evocaron la imagen de un hipopótamo tomando el sol y bostezando con pereza. El menor de los Géminis se rascó la cabeza con indolencia, más dormido que despierto y se acercó al refrigerador, de donde sacó una cerveza que destapó con la mano desnuda y se prendió de ella como si la vida le fuera en ello. Rhys observó la escena con profundo desagrado y graznó:

―¿Es en serio, Kanon? ¿Lo primero que consumes por las mañanas es cerveza? ¡Hasta acá escucho los gritos de auxilio de tu hígado!

Kanon estuvo a punto de dislocarse la mandíbula con un bostezo profundo y sentido: le lagrimearon los ojos, que se apresuró a limpiar. Minos y Aiacos observaban a su hermano y al gemelo menor, alternando la vista de uno a otro y con expresiones que variaban de la sorpresa a la incredulidad y la diversión.

―Con toda sinceridad ―empezó Aiacos―, no sé quién de los dos quedó en peor estado luego de... lo que a todas luces hicieron anoche.

―¿Anoche? ―masculló Kanon en medio de otro bostezo y estirando los músculos de sus hombros y cuello, que dejaron escuchar un crujido―. Era de mañana cuando cesamos las hostilidades. ¿Eso es para mí? ―preguntó señalando el plato con el desayuno extra, a lo que Rhys rodó los ojos.

―No veo a nadie más aquí... ¡Claro que es para ti, imbécil! Me educaron para ser un buen anfitrión, incluso con aquellos que se invitan solos. Siéntate de una vez y come. Y deja la cerveza fuera del menú, que preparé té ―dijo Rhys con pretendida indiferencia mientras daba un buen bocado a sus huevos fritos―. ¿A propósito, cómo tomas el té?

―Ahhh, no lo sé... ¿con la boca?

Minos y Aiacos soltaron sin pensarlo una sonora carcajada mientras Rhys se debatía entre también reírse o partirle la cabeza a Kanon con el palo de la escoba. Optó por ignorarlo y se levantó para servirle una taza a aquel individuo que todavía no sabía si bromeaba o hablaba en serio.

―No, no, no... ¿en serio, Rhadamanthys? ¿Kanon es tu pareja? ―preguntó Minos aún atacado por la risa―. No cuestionaré tu buen gusto porque... no niego que es guapo... creo. Pero, ¿qué no se mataron el uno al otro?

―Yo lo maté a él ―respondió Kanon tallándose los ojos mientras Rhys resoplaba en respuesta.

―No somos pareja. Ni de chiste. Anoche vino a dar aquí por un asunto... oficial. Y luego de hablarlo... nos apetecieron otras actividades... Fue sólo... sólo... un refocilamiento ―aclaró Rhys con toda la circunspección que le fue posible reunir.

―¿De verdad? ―preguntó Kanon con una sonrisa torcida en el rostro―. Pues fuiste muy... efusivo en esa refocilación, ¿eh?

―Lo mismo digo ―respondió Rhys con una gran seriedad rayana en la indiferencia―. Parecías muy... necesitado.

―Igual que tú, mi amigo, igual que tú... no te voy a preguntar cuánto hacía que no te refocilabas, porque en un descuido es el mismo tiempo que yo...

―Come ya, insensato; mantén la boca ocupada y cállate ―resopló Rhys coreado por las risitas tontas de Minos y Aiacos, que habían dejado de comer atacados por la hilaridad.

―Sólo si me dejas devorarte, Rhadamanthys... Tú podrías mantener mi boca ocupada... ―musitó Kanon con una sonrisa provocativa en el rostro y un tono seductor, que descolocó por un momento a Rhys antes de que lo atacara la risa al comprender que el otro bromeaba. Un momento después, los cuatro ocupantes de la mesa se reían con distintos niveles de intensidad y se limpiaban las lágrimas, con discresión relativa.

―Come de una vez para que podamos hablar de tu asunto con mis hermanos ―dijo Rhys con una sonrisa que, torcida y todo, le suavizaba las facciones por lo general ríspidas―. Ambos me previnieron de que alguien de tu familia acudiría a clamar justicia, así que lo que me has dicho les interesa a ellos también. 

―Claro. Sólo porque tú lo pides, Wyvern. Sólo porque tú lo pides ―contestó Kanon atacando su plato con deleite.

La soberana desfachatez de Kanon le había permitido convivir sin ningún problema o choque con los jueces, sus antiguos enemigos. Al cabo del irregular desayuno y de poco más de una hora de conversación de sobremesa, Aiacos y Minos tenían claras algunas cosas: que Kanon había acudido subrepticiamente a Rhadamanthys solicitando justicia para su familia y protección para Saga y Aiolos, que al parecer habían tenido un encuentro directo con la Dama del Invierno. Les expuso a grandes rasgos el asunto que enfrentaba al Santuario con la Señora Skade y el modo en que Camus se había convertido en una especie de objeto en disputa, por horrible que sonara el término. Entre líneas se enteraron de que luego de haber hablado un buen rato sobre la petición de Kanon, él y Rhadamanthys habían bebido a conciencia, para después hablar largo y tendido sobre la Guerra Santa. En algún momento de la velada, Kanon lanzó una insinuación nada sutil que dio paso a un franco coqueteo teñido de ironías y burlas más bien ácidas entre los dos. Al final, más curiosos que bebidos, terminaron desfogando años de soledad en la alcoba de Rhys. 

Minos reflexionó sobre la curiosa situación que se había desarrollado de una manera tan inopinada entre su hermano y su viejo enemigo. Tal vez, si las circunstancias hubieran sido propicias, Rhys y Kanon habrían sido buenos amigos y con el tiempo, amantes devotos. El destino veleidoso los había puesto, sin embargo, en la posición de ser enemigos. Y aun cuando ya no era esa su realidad, ambos seguían midiéndose el uno al otro, tratando de prever el posible peligro que entrañaba su mutua cercanía. 

Aiacos simplemente apreciaba una cosa: que ambos hombres eran explosivos, sensuales y guapos a morir. No le resultaba en absoluto extraño que acabaran revolcándose la noche anterior. Y tampoco le resultaría impensable que desarrollaran lazos más estrechos. Recordaba que las cosas habían iniciado más o menos así entre él y Minos y, sin que nadie fuera capaz de notarlo, se habían convertido en amantes sólidos e inseparables. Tal vez, y sólo tal vez, eso era lo que deparaban las Moiras para su hermano y el Géminis renegado.

―Ignoro si ustedes pueden o quieren ayudar ―dijo Kanon con su voz fluida y tono que pretendía ser desinteresado―. No pedí autorización para venir. Creo que no me la habrían negado, al menos no Saori, pero no quise arriesgarme. Lo he pensado con detenimiento y me pareció que la mejor opción eran los Jueces, que ustedes podrían decidir qué clase de castigo merece Skade por haber vejado a Camus y por atacar sin justificación Santuario. Hasta donde alcanzo a saber, Athena no ha tenido nunca conflictos con los Nórdicos... excepto la ridícula disputa que ocurrió antes de la guerra con el Señor Poseidón y en la que tanta responsabilidad tengo...  Estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis malos actos. Sé que ustedes pueden pedirme cuentas y no dudo que lo hagan. Sin embargo, Camus... era tan pequeño cuando se encontró con este monstruo y le hizo tanto daño... y lo que le hizo después, mientras se encontraba entre la vida y la muerte... nadie merece eso. Sin contar que en verdad temo por el bienestar de Saga y de su novio que no es su novio. ¡Diablos! ¡Por fin tienen la oportunidad de estar juntos y Saga se comporta como un idiota! ¡Y no hablemos de Aiolos, que no lo obliga de una vez por todas a asumir sus sentimientos! ¡Esos dos me desesperan, me dan ganas de abofetearlos! ¡Todo el mundo sabe que son amantes, que van a todos lados juntos! ¡Pero si les preguntas, dicen que sólo son amigos!

―Tal vez son amigos con derecho ―dijo Aiacos como si tal cosa―. Son adultos y pueden llevar sus vidas como se les hinche la gana. No deberías tener problema con ello.

―No lo tendría en absoluto si las cosas fueran así de simples. Quiero decir, Rhada y yo somos en este momento amigos con derecho...

―Eso quisieras ―dijo Rhys con indiferencia.

―¡Ja! ¡Tú quisieras que no fuera cierto, pero sabes que lo de anoche se repetirá! ¡Ambos lo disfrutamos bastante! ―lanzó Kanon con una sonrisa de suficiencia que le resultó desquiciante a Rhys―. Pero no estamos hablando de ti y de mí: estamos hablando de mi hermano y del arquero idiota del que ha estado enamorado desde su adolescencia. Ambos eran efebos y ya se miraban con ojitos tiernos... hasta que Shion decidió que sería Aiolos y no Saga quien lo sucedería como Papa. Ahí se fue todo a la mierda... En fin. 

―Digamos que podemos intervenir ―dijo Minos con tono mesurado y profesional―, ¿qué es con exactitud lo que quieres de nosotros, qué clase de protección crees que podemos ofrecer a tu hermano y su pareja? ¿Qué es lo que pides para Camus, para el Santuario, para tu Señora...?

―¿Cómo que qué quiero? ¡Quiero justicia! ―espetó Kanon cabreado―. Todos nos morimos: ustedes, nosotros, nuestros dioses, ¡todos! ¿No merecemos acaso algo de paz? ¿La oportunidad de edificar nuestras vidas? ¡Aun cuando fueran breves, pero que la oportunidad fuera real! ¡Y resulta que esta mujer, esta... diosa... le envenenó la existencia a Camus desde que era niño! 

―Tal como lo veo ―deslizó Aiacos con tacto― todos ustedes... todos nosotros hemos tenido la vida envenenada desde pequeños, Kanon. No veo tu punto.

―¡A Camus lo hostigó una pedófila que le jodió la vida y ni siquiera fue capaz de advertirlo! ―graznó Kanon enfurecido―. Y sí, ya sé que por desgracia no ha sido ni será el único niño que sufre semejante bajeza... ya sé que los dioses tienen apetitos... por lo menos discutibles... pero él... él tuvo que sufrir esta indignidad solo, tuvo que obligarse a olvidar... para encontrar fuerzas y seguir adelante. Además, ustedes no lo vieron en el alud... he visto cosas espantosas en mi vida, pero el modo en que lo encontramos... ―Kanon se detuvo un momento, estremecido― y ella lo provocó. Ella provocó el siniestro que se cobró su vida y su salud. Hubieran visto a Milo, que quería morir con Camus... a Athena... a todos nosotros... no podíamos creer que una cosa así le hubiera sucedido justo a él. Yo aún tengo pesadillas a veces... todos las tenemos. Y luego, hace unos meses, cuando la maldita perra invadió Santuario y confesó como si nada que lo acechó en el derrumbe y que lo poseyó todos los largos meses en que estuvo catatónico... ¡es un monstruo! Y como mi hermano y Aiolos la enfrentaron, como cumplieron con su deber de guardianes de la Diosa y evitaron que Skade la atacara, como le opusieron resistencia y la hirieron, ¡se cebará en ellos! ¡Se cebará en mi hermano! ¡Y me niego, me niego! ¡Más allá de que pueda o no matarlo, me niego a que esa maldita se quede así, libre, sin presiones, sin que retribuya el mal que ha hecho!

Kanon se levantó de su asiento, alterado y temblando de rabia. Rhys, a pesar suyo, lo observó apesadumbrado y con preocupación, lo mismo que Minos y Aiacos; los tres, dispuestos ahora a seguirse los pensamientos, estaban picados por la curiosidad ante los eventos que el menor de los Géminis les había planteado, pero más que nada, estaban sorprendidos por la intensidad de la indignación que Kanon mostraba ante los ataques recibidos por Camus y el peligro que enfrentaban Saga y Aiolos. Tal como un rato antes lo había afirmado Rhys, su conciencia de buen anfitrión lo hizo levantarse, apretar con afecto un hombro de Géminis, moverse luego hacia la cocina para buscar los vasos de whisky y servirle uno al sujeto que aún no era capaz de controlar su respiración ni las rebeldes lágrimas que buscaban descender de sus ojos. Luego ofreció la misma bebida a sus hermanos y se sirvió él mismo una ración. Se quedó en pie, esperando las observaciones de sus hermanos y previendo que Kanon necesitara algún otro soporte emocional.

―Nuestro Señor Hades tiene interés en que las acciones de la Dama del Invierno sean evaluadas y sometidas a juicio ―dijo Aiacos con calma―. Justo porque al fin hemos alcanzado cierto equilibrio, cierto acuerdo, está interesado en que la paz se mantenga. Las acciones de la Señora Skade son un atentado contra esta paz que ahora mismo nos interesa preservar a todos. Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que el Señor Hades estará dispuesto a apoyar que formemos este proceso. En lo que a mí respecta, quiero saber lo que Camus tiene qué decir. También las declaraciones de Milo y la Dama Athena. De tu hermano y su pareja. Deberíamos buscarlos a la brevedad... ¿Dónde están?

Kanon se tranquilizó un poco al escuchar el apoyo evidente que recibía de uno de los jueces, que suponía el acuerdo implícito de los otros dos. Respiró hondo y se pensó un momento su respuesta.

―La mayoría está en Santuario: Kyría debe estar acompañada de Julian Solo. Aiolos estará trabajando en su proyecto de investigación y Saga estará revoloteándolo, como de costumbre. Milo está por concluir sus estudios: prepara su examen de grado. Camus es quien está fuera; desde hace varios meses va y viene de Siberia a Santuario con sus chicos y bajo el mando de Bóreas, quien se ha propuesto reentrenarlos y dejarlos bien preparados para enfrentar a Skade. Si desean verlos, tal vez debamos ir a Santuario primero, ya que casi todos los interesados están allí.

―Pues vamos ―dijo sencillamente Minos.

―Recuerda lo que te he dicho hace un rato: necesitamos un salvoconducto ―rezongó Rhys.

―¡Ay, por favor! ¡Ahí tienes tu salvoconducto! ―replicó Minos señalando a Kanon―. Pero si tanto te preocupa, le pediré al Señor Hades que se contacte con la Dama Athena, ¿contento?

―¿Salvoconducto yo? ―contestó Kanon entre risas sardónicas―. Bueno... supongo que al cabo de estos años han vuelto a confiar en mí. Pero no sé qué pensará Mu si me ve llegar acompañado de los tres Jueces del Inframundo. Creerá que he traicionado al Santuario de nuevo. Así que, previendo las reacciones obvias de Mu... pidan a su Señor que les abra camino ante Athena.

Kanon llevaba una sonrisa petulante en el rostro y sus ojos chispeaban con entusiasmo ante la idea de causar un alboroto en casa: meter en problemas a sus hermanos siempre era una tentación latente que no solía desairar. Parecía querer hacer más observaciones al respecto, pero sus profundos ojos garzos mostraron por un momento una suerte de confusión que demudó en un doloroso agobio. Se dobló sobre sí mismo, como si hubiera recibido un golpe en el estómago y palideció. Sus acompañantes se preocuparon y Rhys, que estaba de pie y cerca, acudió a sostenerlo ante lo que aparentaba ser una próxima caída.

―Hey, ¿qué te pasa? ―preguntó sin delicadezas, pero con genuino interés―. Siéntate antes de que te rompas la boca contra el suelo.

Kanon se llevó las manos a la cabeza, como si le doliera o estuviera mareado, se mesó los cabellos largos y lágrimas inadvertidas se asomaron a sus ojos.

―Saga... Saga sufre... sufre y está furioso... a punto de enloquecer...

Y por unos breves segundos, se dejó sostener por los brazos del antiguo enemigo, del amante ocasional, del presunto ajusticiador que podía protegerles, quizá demasiado tarde. Se dejó ir entre sus brazos a la oscuridad y la calma, en un intento desesperado por no dejarse engullir él también por el dolor vertiginoso del gemelo amado, que sin advertencia lo llamaba en su nueva caída en la demencia. 

Aclaraciones

¡Hey! ¿Qué onda? ¿Cómo les pinta la semana? Espero que muy bien. Yo la inicio de muy buen humor (a pesar de los resultados de mis estudiantes en sus exámenes) porque Kanoncito y Rhada ya se enredaron. ¡Mega yeah!

Bueno, les debo los detalles candentes del encontronazo de amor... didas de estos dos para otra ocasión. Porque ya habrá ocasión. Creo. No me pegues, coma, por favor 😅

Y bien. Que esta es la primera actualización de la semana cinco de este cuento: publico un poco antes de que sea martes porque esta semana será... difícil, por decirlo de alguna manera. Espero que el capítulo les haya gustado; éste en particular está empeñado en explorar la relación naciente de Rhada y Kanon y en visibilizar la de Aiacos y Minos. ¿De qué otra manera habría resultado que se llevaran de una manera tan natural y orgánica cuando se encontraron con Rhys en el Catalyst?

Sobre los motivos por los que Kanon tiene ese quiebre en su estabilidad, ya tendremos oportunidad de revisarlos en el capítulo siguiente, que espero actualizar esta misma semana. De no ser así, sería hasta el martes siguiente.

En esta ocasión, no hay aclaraciones lingüísticas, solamente dos contextuales, que vienen a continuación:

1. El desayuno inglés es tradicionalmente la comida fuerte del día; por esa razón es tan abundante y está compuesto por alimentos tan pesados. Suele llevar huevos fritos o revueltos (o ambos), frijoles (judías), tocino, salchichas, tomates fritos o a la parrilla, pan tostado y café o té. Por otro lado, el porridge es avena cocida en agua o leche hirviendo con una pizca de sal y a la que se puede añadir una cáscara de naranja o vainilla para dar sabor; debe quedar como una papilla grumosa y no propiamente como una sopa (que es el modo en que se come en mi casa, por ejemplo). Se acompaña de modo opcional de frutas frescas de temporada, miel y frutos secos. Por lo que leí, éste es un desayuno todavía más tradicional y de origen celta.

2. Refocilar es una bonita palabra castellana, polisémica y adaptable según la mente cochambrosa de cada quien. Estrictamente hablando, refocilarse es alegrarse o recrearse en algo; también es regodearse en algo grosero. Pero para la RAE (a veces me alegra el día esta linajuda institución) refocilar se define así: "Dicho propiamente de algo que calienta y da vigor". Así que nuestro gemelito y nuestro guiverno pues... se calentaron y prodigaron mutuamente vigor. Ya está. Por si quedaba alguna duda de la naturaleza de sus actividades XD 

Quiero agradecer a @Chantry-Sama, quien fue beta de este capítulo cuando lo escribí... allá por julio. Tuvo la generosidad de prestarme su tiempo para revisarlo y verificar conmigo que resultara coherente. Gracias, comadre chulis ❤😘😋

Sobre el fanart de la portada, que está bien chido de lo genial que es, debo decir que me cansé de buscar imágenes donde Kanon fuera rubio y estuviera con Rhada... y pues no. No hay, no hay. Pero como igual nos gusta Kanoncito con su cabello azulosín, pues no creo que haya problem... Felicidades y gracias a su artista responsable: querid@ , te ha quedado estupendo.

Y pues ya. 

Gracias a tod@s ustedes que tan gentilmente siguen el desarrollo de esta historia: gracias por su lectura, votos y comentarios, les mando abrazos apretadísimos y besos a montones y les deseo una muy provechosa semana.  

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