7. Templo de Poseidón, Cabo Sunion, 11:42 am
Saori permanecía sentada en apacible contemplación del mar en lo que quedaba de una columna caída. A cien metros de distancia, veía a Julian conversando con un alto funcionario del gobierno griego, acompañado de Sorrento y Krishna. Julian y Sorrento portaban correctos trajes sastre, que Julian llevaba con el saco desabotonado al desgaire, cosa que le inspiraba profunda ternura a la joven. Krishna, por su parte, iba informal, portando pantalones caqui y camisa blanca. El antiguo marina de Chrysaor se mantenía ligeramente alejado de Solo, que no dejaba de deambular de un lado a otro en compañía del funcionario, y miraba discreto hacia el horizonte.
Una sombra se extendió sobre Saori: la joven se volvió, risueña, hacia Aiolos, quien llevaba un parasol en las manos. El Santo de Sagitario, vestido de jeans, camiseta clara y mocasines, le dedicó una sonrisa dulce y cariñosa. Saga se encontraba de pie, enfundado en pantalones casuales y una camisa clara arremangada, haciendo guardia para ellos a una distancia prudencial.
―¿Por qué no lo llamas? ―dijo Saori refiriéndose a Saga, que los observaba desde lejos con una sonrisa discreta en los labios―. Podemos compartir la sombra los tres.
―No, gracias ―respondió Aiolos rascándose la punta de la nariz y echando una mirada evocadora a Géminis―. Ya me estoy arriesgando a sus burlas por procurarme comodidad en tu compañía. Si quiere acercarse lo hará, sin ningún tipo de invitación.
Saori asintió, divertida, sin apartar los ojos de Saga, quien de inmediato supo que hablaban de él. Fingió mirar a otro lado para esconder su incomodidad y caminó unos pasos, alejándose.
―¿Ya decidiste qué hacer?
―¿Con qué, Saori?
―Dirás con quién. Con Saga, ¿quién más?
―¿Qué quieres que haga con él? ―preguntó con desfachatez y coquetería el arquero. Saori soltó una risa alegre y lo miró entrecerrando los ojos, pícara.
―Oh, no. Yo no te diré qué hacer con él. Ustedes tienen muy clara la índole de sus actividades ―Aiolos se carcajeó jovial al escuchar aquello y Saori lo acompañó con una risa algo más discreta―. Quiero decir, ¿ya tienes claro qué decirle para formalizar? ¿O acaso pretendes llevártelo a todos los congresos de astrofísica del mundo?
Aiolos achicó los ojos y se frotó apenas la barbilla, en un gesto que pretendía ser meditabundo. Luego sonrió con esa expresión alegre y seductora que ponía a todo el mundo a sus pies, incluida Saori, y se encogió de hombros.
―No suena mal lo de los congresos, ¿sabes? Saga no está dispuesto a admitir que siente por mí algo más que... amistad... camaradería... ―Sagitario conservó la sonrisa, pero sus ojos se velaron con una expresión melancólica―. Y pues... vas a decir que soy un cobarde, pero si este es el modo en que lo tendré conmigo, estoy bien con ello. Es mejor que no tenerlo de ninguna forma.
Saori asintió con una expresión comprensiva, pero triste, en el rostro.
―Hablaré con él si tú me lo permites.
―Preferiría que no lo hicieras. No lo quiero a mi lado porque tenga la impresión de que tú se lo ordenaste. Quiero que me elija con libertad, porque él lo desee así.
―Ya te ha elegido. Sólo que no lo sabe.
―Entonces respetemos sus tiempos: ya se dará cuenta. Habrá oportunidad de decirle lo que siento por él y con suerte, él me dirá lo que siente por mí.
En el lindero del templo, Julian y el funcionario se dieron un efusivo apretón de manos y se separaron. El funcionario se alejó mientras Solo se acercaba a sus acompañantes y sostenían una breve conversación.
―¿Cuándo te casas con él? ―preguntó Aiolos. Saori extendió sus labios sonrosados en una sonrisa ancha y feliz―. Porque vas a casarte con él, ¿verdad? ¿Qué caso tiene que se comporten como tórtolos cursis si no piensan en dar ese paso?
―¡Aiolos! ¡Qué grosero! ―se carcajeó la jovencita tomando el brazo de su guardián y posando su cabeza en su hombro―. Te creía más discreto. Ahora me doy cuenta de que he vivido engañada ―dirigió una mirada dulce hacia el joven gallardo que señalaba el templo a sus dos acompañantes, como dándoles indicaciones y sonrió feliz―. No sé si vamos a casarnos. Supongo que sí, si no entramos en guerra de nuevo. Pero no lo hemos hablado. Estamos en una etapa de... ¿cómo decirlo? ¿Cortejo?
―Pues este cortejo ya lleva muchos meses. Si no te propone un compromiso, ya no lo dejaré entrar a Santuario. ¿Qué se ha creído? Empezaré a darle la razón a Milo, que dice que el tipo solo está jugando contigo ―aseguró el arquero con expresión de falsa molestia, para picar el orgullo de la muchacha, que no quiso caer y siguió sonriendo con alegría―. Que diga rápido sus intenciones contigo. Y también que diga qué pretende con Kanon.
―Ah, Kanon. Pues pretende llevárselo, claro está. Sigue siendo su Dragón Marino. Pero también es mi Santo de Géminis. Bueno, mi Santo de Géminis extra. Así que tendremos que hablar seriamente, es posible que hasta firmar un tratado. Mi opinión es que Kanon debe decidir a quién o bajo qué condiciones servir, por supuesto. O si acaso quiere servir a alguien... Ya se lo he sugerido a Julian y está de acuerdo. Además, nuestros gemelos no parecen procesar la idea de separarse. Por fin han conseguido llevarse bien, aunque aparenten echarse rayos por los ojos...
―Ya sé. Son un par de ridículos.
―Tú también. Tienes que decirle a Saga cómo te sientes. Crees que te considero un cobarde y tienes razón, por supuesto ―Aiolos se le quedó mirando con seriedad―; eres el héroe supremo de tu generación y no puedo aceptar que no enfrentes a ese necio como has enfrentado todo en tu vida: de frente y sin dar un paso atrás. ¿Va a hacerme creer que no se muere por ti? ¡Por favor!
Sagitario inclinó el rostro sobre su pecho, pensativo, y suspiró profundo.
―Yo sé que me quiere. No necesito que me lo diga. Y yo lo quiero. Pero no desea escucharlo. Tiene miedo. Por supuesto que asume el pasado, pero le asusta reconocer un amor que estuvo dispuesto a destruir en su primera juventud. No me importa que no quiera decirme que me ama, ni que se niegue a escuchármelo decir. No me importa porque me deja demostrárselo. Y ahora mismo eso es suficiente para mí. Y para él.
Saori escuchó con atención a su guardián y asintió. Le acarició brevemente una mejilla y se acurrucó en su brazo. Habían pasado largos años y Aiolos seguía siendo una de las personas con quien más cómoda y segura se sentía. Deseaba con todas sus fuerzas que su lealtad y amor se vieran recompensados con una vida plena y feliz. Y que Saga se hiciera el difícil la fastidiaba un montón.
―Prométeme que si necesitas mi ayuda, me la pedirás ―dijo al fin Saori―. No me meteré entre ustedes: ya aprendí mi lección con Milo y Camus. Pretendía hacer un bien y acabé precipitando un desastre. Sé que el caso de ustedes es distinto: ambos son más centrados, más maduros. Y mucho más capaces de reírse de sí mismos. Pero igual tienen un temperamento de cuidado. ¿Acudirás a mí en caso de necesidad?
―Claro que sí, Kyría ―dijo Sagitario con dulzura.
―No me gusta que me llames Kyría. Tú no. Al menos no cuando estamos a solas. Ese es nuestro trato...
―¿Como los chicos de bronce? ―preguntó entre risas alegres Aiolos.
―Sí, como mis hermanitos de bronce. Aunque a ellos les importa un pepino el protocolo y me llaman siempre por mi nombre. Así tendría que ser contigo. Con todos ustedes. Puedo exigirlo.
―Puedes. Pero les causarás una embolia a Milo y a mi hermano. Tal vez también a Saga. Sé una buena diosa, Saori, y déjate adorar del modo en que tus santos lo necesitan, ¿vale? A mí me basta con ser tu hermano mayor. Milo, Aiolia y Saga necesitan ser tus hermanos celosos. En cuanto a los demás... tú sabes lo que cada uno necesita.
Escucharon los pasos de Saga acercándose y entonces pudieron ver que Julian y su guardia se acercaba también. Saga dedicó a ambos una sonrisa circunspecta y se apostó junto a ellos. Unos segundos después, Poseidón estuvo presente.
―Ha sido una conversación muy provechosa, querida Athena ―dijo el joven con una sonrisa franca en los labios y besando, suave, la mano de la jovencita―. Se me ha permitido colaborar en el cuidado y restauración del Templo de Cabo Sunion. Por supuesto que no hay permiso de intervenirlo, pero será buena cosa tener injerencia directa en el destino de mi hogar.
―Y encontrarás el modo de emplearlo otra vez como lugar de adoración, supongo ―añadió la joven con expresión pícara.
―Ya se emplea de ese modo sin que nadie se entere ―respondió Julian con una sonrisa petulante―. Mis generales acuden cuando su corazón los inclina a ello. Y algunas otras personas del pueblo. Por increíble que parezca, hay quienes aún nos toman en serio en estos tiempos faltos de fe.
Saori afirmó con una suave cabezada y una sonrisa amable en los labios. Por mucho que pretendiera mantener sus sentimientos a raya, la realidad era que al estar con Julian la mirada se le volvía brillante y soñadora y algo similar sucedía con Solo, que había dejado de lado aquella actitud impositiva y prepotente que le había mostrado a la muchacha años antes, en su primer encuentro. Ahora ambos eran jóvenes adultos con responsabilidades en la vida pública, mientras ejercían funciones más discretas, pero trascendentales, en el aspecto más hermético de sus vidas. Aquel acercamiento, visto con buenos ojos por los guardianes de ambos dioses y hasta donde alcanzaban a saber por los familiares olímpicos, ponía fin a una disputa eterna entre los protectores de la tierra y el mar y daba buen cierre a una atracción que uno y otro habían sentido desde la era del mito.
―Te invito a comer ―dijo Julian ―. Hay un lugar rústico y discretísimo donde preparan un salmón en tomate delicioso. Me encantaría que lo probaras. Además, el establecimiento está fuera del mapa turístico, así que creo que te gustará.
―Ah, ya veo. Me interesa. ¿Sirven spanakopita y gemistá? El salmón suena delicioso, pero también me apetece algo más ligero ―comentó Saori mientras tomaba el brazo que Julian le ofrecía y lo estrechaba con devoción.
―Sí, sirven todo el menú de comida típica. También hay portokalopita... ―mencionó como no queriendo lo que sabía era el postre griego favorito de Saori, quien de inmediato lo miró con expresión infantil en el rostro. Julian soltó una risita taimada―. Sabía que encontraría el modo de interesarte. Entonces, ¿vamos?
―Vamos ahora mismo y desde ya te digo que podemos prescindir de todo el menú y pasar directo a la portokalopita. Saga, Aiolos, Krishna y Sorrento pueden comerse todo lo demás. A mí consígueme mi pastel y un buen café ―respondió la muchacha en medio de una risa cristalina que le alegró los oídos a Julian. Y mientras caminaban hacia los autos con Sorrento y Krishna abriendo la marcha y Saga y Aiolos cerrándola, Saori se detuvo en seco con el ceño crispado, lo cual hizo que su acompañante se detuviera de inmediato y la tomara de los brazos, solícito.
―¿Saori...? ¿Athena? ¿Qué te pasa?
Saori fijó sus ojos, angustiados primero y severos después, en el rostro anhelante de Julian y pareció como si un entendimiento lo iluminara de pronto. De un tiempo a la fecha hacían eso: se compartían los pensamientos y mantenían "conversaciones" de las que nadie más era testigo. Julian tomó un largo respiro mientras la muchacha encaraba a Saga y Aiolos y les soltaba la noticia que le alteraba los ánimos.
―Deathmask está muriéndose ―dijo a sus guardianes, quienes de inmediato mostraron sorpresa y alarma en sus rostros―. Está en Suecia con Afrodita y Shura. Quiero que vayan a auxiliarlo ahora mismo y traten de salvarlo. Tráiganlo a La Fuente. Informaré al doctor Katsaros que hay una emergencia que debe atender de inmediato. Váyanse ya.
―Sorrento y Krishna irán con ustedes ―añadió Poseidón, autoritario. Y antes de que sus dos guardianes pudieran añadir cualquier cosa, zanjó la cuestión de golpe―. Es una orden y no acepto discusión.
Aclaraciones
¡Hola! Bienvenid@s a la primera actualización de esta, que es la cuarta semana de trabajo con esta historia.
Perdón por ir lenta. Ya me conocen y saben que primero pongo el contexto y luego los trancazos. Como ya se han dado cuenta, este capítulo ha sido breve y justamente para contextualizar, en esta ocasión a Saga y Aiolos, así como a Saori y Julian.
En este capítulo sólo se ha explorado un poco en la calidad de la relación de estas dos parejas, ambas sólidas a su manera y con una dinámica propia. Ya en Las mañanas frías había dejado las pistas (más que claras) del tipo de relación que llevan Géminis y Sagitario; así mismo se dejaron las bases de lo que está resultando en el "cortejo" de Saori y Julian, que van moviéndose sin prisa y, dados sus conflictos en el pasado, con mucho cuidado. Finalmente, lo de ellos tiene mucho de calidad diplomática y son conscientes de ello.
A partir del próximo capítulo los acontecimientos se van a suscitar con más rapidez. Y espero, con mayor interés.
La única aclaración de este capítulo es sobre Cabo Sunion, aunque creo que todo fan de Saint Seiya sabe qué onda con dicho templo: se trata de un paraje cercano a Athenas que sirvió como sede del templo de Poseidón en la antigüedad. Es decir, el templo realmente existe y en efecto está protegido por el gobierno griego como patrimonio cultural.
Por otro lado, dejo aquí una especie de fe de erratas, declaración de intenciones o constancia de TOC. Como se han dado cuenta tengo compulsión por transcribir los nombres griegos con la mayor fidelidad posible, pero a veces se me cruzan los cables y cometo algún descuido. En Las mañanas frías escribí Crisaor en lugar de Chrysaor, que es de hecho la transcripción correcta (si no lo he corregido es porque Wattpad no solo borra los comentarios, sino que a veces hace cosas raras con el formato del texto). Esa es también la razón por la que escribo Rhadamanthys y no Radamanthys; la letra Rho (Ρ ρ) de Rhadamanthys (Ῥαδάμανθυς) tendría que transcribirse como "rh". La verdad es que estas cosas no afectan en absoluto los nombres, simplemente no quiero atentar contra mi TOC (por favor, TOC bonito, déjame dormir tranquila esta noche, ¿va?).
Y pues ya. El crédito de la imagen de portada, con sus aires arcaicos, es para su super autor o autora (Βίκτωρ, según creo): es estupenda y hermosa.
Gracias a tod@s por su gentileza al seguir el desarrollo de este cuento. Aprecio un montón que dediquen su tiempo a esta lectura, así como sus comentarios y apoyo. Les envío saludos y cariños, abrazos y amor. Besos y más besos.
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