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6. Jardín de Freyja, locación desconocida, hora desconocida, esa misma mañana



Los pasos de Freyja seguían con deleite el margen de su riachuelo, flanqueado por plantas y flores que no existían en ningún otro sitio del mundo porque nacían en cuanto su imaginación, vívida y sagrada, las concebía. Llevaba entre las manos una de esas flores que habían alertado de su presencia a Garth, una Polygala vulgaris, según él; para ella todavía se llamaba Cabello de Freyja y seguía siendo su favorita al paso de los milenios.

A pesar de que la vegetación no era del todo lo suyo, sino más bien de su hermano Freyr, su jardín era incomparable en belleza y exquisitez a cualquiera otro sobre la faz de la Tierra. Lo empleaba como punto de encuentro con los sacerdotes y las sacerdotisas que resultaban más cercanos a su corazón. Durante generaciones, esta categoría la ostentó la familia de Garth, hasta que le fue negada la devoción del hermoso jovencito por la insidiosa abuela. Era cierto que en un principio la llegada de Garth al mundo no le había hecho gracia, pero tuvo la oportunidad de recapacitar: el muchacho era un prodigio, y era suyo. ¿De qué derecho se había sentido investida la vieja seithkona para negarle al que habría sido el más poderoso de sus seithmenn? Esa era una pregunta a la que jamás le escucharía respuesta, porque cuando tomó la vida de la mujer no le interesó preguntar por sus motivos. Aunque Garth había tenido la gentileza de explicárselos. Al menos en parte.

Por supuesto que se había atravesado en el camino del joven del cabello de plata, el sacerdote de la muerte, porque estaba segura de que, caído él, sería sencillo obtener el favor de Garth a cambio de una cura a la dolencia de su amante. No esperaba en absoluto el revés que la voluntad adversa de su oficiante fallido significaba.

En verdad, quería amnistía para su madre. Por muchas que fueran las ofensas que alegaban aquellos extraños dioses y sus insignificantes humanos haber recibido de la Dama del Invierno, no constituían en absoluto un motivo para llevarla a juicio. Ella entendía en qué consistía la ofensa principal. Sabía que las acciones de su madre no eran para celebrar. Sabía que un Tribunal de dioses, incluso uno compuesto exclusivamente por los Ases, los Vanes y los Jotnar, la encontraría culpable. Pero era una sentencia que, si bien hacía pagar la ofensa, resultaba injusta. Porque su madre no entendía a cabalidad la gravedad de sus acciones. No estaba capacitada para ello. Por eso necesitaba que Garth fuera su emisario y calmara los ánimos de aquellos dioses extranjeros.

Aunque ahora dudaba que Garth la ayudara. No se había mostrado nada abierto a sus motivos. Y le había dejado claro que su exiguo apoyo dependía de que el joven oficiante de la muerte sobreviviera a su influencia.

Ni siquiera aceptó la eficaz ayuda que ella pudo ofrecerle para su amigo.

Freyja agradeció a su fiel riachuelo que la condujera al destino que deseaba visitar. Notó que había llegado cuando las susurrantes aguas y las vivaces flores se trocaron en rocas heladas y mantos de nieve. Levantó la vista y vio las altas montañas de hielo que su madre amaba más allá de toda razón. Suspiró, pues le parecían aterradoras y desoladas.

―Prymheimr... ―murmuró la siempre joven diosa sin mucho entusiasmo. ―Que tu ánimo sea favorable, madre. Ya que nunca te alegras de verme... ―dijo apesadumbrada, con la bella faz entristecida. El rutilante cabello rubio, claro como rayos de sol, era azotado con crueldad, al igual que los vuelos de su vestido, por las ráfagas de viento helado. Freyja, con las manos colgando en los costados, encaminó sus pasos hacia donde sentía la presencia de su madre.



La Dama del Invierno permanecía con los ojos cerrados, contenida en un señorial trono que no era tal, sino la roca viva de una caverna profunda en la montaña. Su asiento se ajustaba a sus formas como si en el momento de la creación del Universo hubiera recibido la orden de ser el receptáculo de ese ser, la matriz que diera vida a aquella mujer alta, bellísima y etérea. No era piedra ríspida, sino al contrario, suave como la seda, fría como la fina pátina de hielo que la revestía. La Dama mantenía los ojos velados por los párpados: tejía en su mente la forma única de infinitos copos de nieve que, así como los imaginaba, caían en la caverna, y al posarse sobre su propia piel blanquísima y desnuda formaban un manto delicado que la cubría. Ese era el modo en que la Señora del Prymheimr se procuraba sus hermosos vestidos, que siempre tenían la misma forma, pero no el mismo encantador entramado: aquello que para los ojos de un mortal cualquiera parecía la tenue urdimbre del encaje, era en realidad el patrón irrepetible de millones de copos de nieve evocados por su divina dueña.

Cuando Freyja entró al hogar de su madre la encontró así, absorta en la creación de su ropaje sagrado, ajena a la presencia de su hija, indiferente al sonido de sus pasos repitiéndose en las entrañas de la vasta bóveda de roca. Freyja nunca tenía claro si la Dama Skade en verdad no notaba su presencia o si fingía no sentirla. Ese era uno de los comportamientos que más lastimaban a aquella divina joven, Señora de Vida y Muerte, cuando trataba de interactuar con la Señora del Invierno: que la tratara con la misma inclemencia que la estación mostraba con el mundo entero.

―Que el día te encuentre propicia, Móðir ―musitó la muchacha―, y la noche dichosa.

Skade permaneció muda e inalterable ante el saludo de Freyja, cuyos ojos se impregnaron de inmediato con el dolor del rechazo. La joven aún continuó con su discurso, esperando captar la atención de su esquiva progenitora.

―He venido a verte, Móðir, porque anhelo tu voz en mis oídos y el toque de tus manos gentiles en mi frente. Tu hija que te ama te añora. ¿Querrías verme unos momentos, elsku mamma? Quiero hablar contigo, si es posible.

La Señora del Invierno abrió los ojos y miró con apatía a Freyja, quien observó con dolor que uno de ellos había perdido para siempre la luz. Se acercó con paso ligero y silencioso hasta quedar frente a la dama, y con un gesto trémulo de su mano acarició el párpado del ojo cegado, congelado para siempre.

―¿Qué te ha pasado, elsku mamma min? ¿Quién te ha hecho un daño tan espantoso? ¿Quién se ha atrevido a cegarte? ¡Dímelo, para arrancarle el espíritu y no dejar rastro de él! ¡Cuando lo escarmiente será como si jamás hubiera existido!

Skade dedicó a su hija tanta indiferencia con su único ojo funcional que la joven se sintió herida en lo más profundo de su corazón, como siempre que se reunía con ella. Freyja sabía que no despertaba ninguna emoción en el espíritu de su progenitora, pero su naturaleza la obligaba a guardar con esperanza el día en que eso cambiara, sin que pareciera destinado a llegar jamás.

―No siento dolor alguno, lítil stúlka, si es que eso es lo que te preocupa. Y aun cuando perdiera la vista del todo, el viento me susurra al oído lo que necesito saber del mundo; la nieve también me lo cuenta al posarse sobre mi piel. Entiende esto: el mundo me habla de todas las formas posibles, y en todas las formas posibles le doy respuesta. ¿A qué has venido? Tu presencia es redundante...

Móðir... ―musitó Freyja, dolida por el insulto gratuito― esa dama griega a la que atacaste... está preparando un tribunal de dioses para juzgarte por haber tomado al jovencito de quien te prendaste. Me preocupa lo que puedan hacerte.

―¿Hacerme? ¿A mí? ¿Qué dices, criatura infortunada? ¿Crees que existe algo sobre la faz de la Tierra capaz de lastimarme?

―Sí, Móðir. Eso creo. Quien quiera que haya dañado tus ojos puede herirte en otro momento. ¿Quién fue? Freyr, padre y yo le haremos pagar...

La Dama del Invierno miró desapasionada a su hija. Meditó un momento lo que le respondería.

―Fue el niño del cabello de fuego ―replicó al fin―, pero no puedes tocarlo. No puede tocarlo nadie, excepto yo. Juré que me lo quedaría o asolaría su vida y eso es justo lo que haré. Además, lleva sangre divina, de un familiar... es el hijo de Norðri.

―¿Hijo de Norðri? ¡Móðir! ¡Norðri siempre ha respetado nuestros caminos! ¿Por qué entonces has atentado contra él? Norðri tiene la fuerza para enfrentarte y quizá vencerte. ¿Por qué no esperaste a que el niño fuera mayor? ―reprochó, dolida, la muchacha―. ¿Te das cuenta de que las cosas serían distintas ahora, que tal vez el muchacho habría accedido a acompañarte por su voluntad?

―Antes o después, ¿qué diferencia habría?

―¡Móðir! ¿Cómo puedes preguntar eso? ¡Es un crimen odioso desflorar a un niño...!

―No sé de qué hablas. Y no lo he desflorado...

―Pero esa era tu intención. Lo dañaste...

―No lo percibo así.

―Ya sé que no eres capaz de percibirlo. No eres capaz de comprender que le infligiste la misma ofensa que tú recibiste...

Skade dedicó a su hija una mirada de sorpresa que le removió las entrañas. Casi nunca le había dirigido una mirada expresiva y recibirla le proporcionaba una extraña sensación de agridulce bienestar.

―¿De qué hablas, lítil stúlka? Yo no recibí ninguna ofensa...

―Vaya que sí la recibiste ―dijo Freyja con vehemencia―. Tu padre quiso que fueras el receptáculo de sus propios hijos.

Skade frunció el ceño con levedad, como sopesando la idea expresada por la muchacha. Cualquier atisbo de emoción había pasado tan rápido como se había producido y eso le causó malestar a la diosa de la belleza.

―No sé de qué hablas. Minn herra faðir siempre me respetó y amó. Además, cualquier atentado que pretendas adjudicarle, no ocurrió en mi infancia. Yo no fui niña jamás, como tú sí lo fuiste. Yo nací adulta.

―No, Móðir. No naciste. Padre nos lo contó. Thjazi te creó adulta para que fueras su mujer. Pero no le satisficiste. El maldito no se sintió satisfecho contigo, con lo que fuiste. Esperaba haber creado a una mujer a su medida y la mujer que obtuvo lo rebasó y lo asustó. De otro modo, no habría secuestrado a Idunn. ¡Y los Ases no lo habrían matado en venganza...!

―Lo de Idunn fue un capricho desafortunado...

―¡Igual que tu encaprichamiento por el hijo de Norðri! ¿Cómo puedes no darte cuenta? ¡Discúlpate, reconoce que ha sido un hecho infortunado, ofrece reparación y retírate de esta contienda! ¡No tienes la razón! ¡He pedido a Garth que interceda por ti ante Athena, que es ahora su Señora, y se ha negado! ¡La ofensa que causaste a su hermano la considera propia, como si la hubiera recibido él en su carne!

―¿Cómo te has atrevido a pedir misericordia para mí? ―gritó la Dama del Invierno. Su voz reverberó en las entrañas de roca y se extendió en ecos infinitos que estremecieron a Freyja, quien se encogió de temor al tiempo que su madre se alzaba, espigada y terrible, clavándole la mirada inmisericorde como lanza afilada―. ¿Quién crees que soy? ¿Una miserable mortal? ¡Soy Skade! ¡Mi nombre y mi existencia significan daño, significan oscuridad, significan dureza, significan fuerza! ¿Pides compasión para mí? ¡Soy el vendaval, soy el frío eterno, soy el invierno cruel! ¡Soy la ruina! ¡No necesito la lástima de nadie, menos de seres débiles que han crecido al amparo del sol y el calor! ¡No necesito tu piedad, niña débil! ¡Sólstelpa! ¡Niña de la primavera, niña del verano! ¡Cómo he añorado tu compañía y sentirme tu madre, pero no es posible! ¡No es posible! ¡Eres tan distinta y lejana a mí! ¡Incomprensible! ¡Hasta ese punto me resultas ajena! ¡No te das cuenta de quién es tu madre, te atreves a pedir amparo para mí a un mortal despreciable que debió ser tuyo! ¡Ni siquiera entiendes quién fue su padre! ¡Ni siquiera entiendes por qué pudo abandonarte! ¡Debiste matarlo, como a la madre y a la abuela! ¡Es una aberración que siga respirando! ¡Vete ahora mismo! ¡No vuelvas a presentarte ante mí! ¡Y di a tu padre y a tu hermano que los helaré hasta los huesos, hasta el alma, si se atreven a buscarme!

Un fino hilillo de oro brotaba de los ojos azulísimos de la joven rubia: Freyja lloraba en silencio al término de las palabras increpantes de su madre, encogida y trémula en el mismo sitio donde permanecía de pie.

―¿Tanto te avergüenzo, elsku mamma? El invierno es sólo una muerte aparente y es el paso obligado para la primavera, para la vida. Tú me desprecias, pero yo te necesito. Y tú a mí, aunque no te des cuenta... Yo te amo, Móðir... ¿no puedes tú amarme un poco...?

Skade permaneció en un silencio frío y ausente. Así como en los instantes previos hirvió de ira, ahora destilaba indiferencia.

―Para que me avergonzaras, primero debería sentirme unida a ti ―Freyja bajó la vista, triste y derrotada―. Ahora vete. Eres mi hija a pesar de todo: aunque seas tan distinta a mí, no me causa placer increparte ni herirte, ni me gusta que seas lastimada. Vete y no vuelvas más...

La Dama del Invierno levantó una mano e hizo con ella un sutil ademán de rechazo, que convocó una suave brisa helada, apenas una caricia. Antes de que el cierzo la tocara, Freyja se convirtió en pájaro y se encontró de pronto en el exterior, en el linde donde la yerma tundra se convertía en su jardín florido. Allí retomó su forma. Por sus mejillas pálidas y hermosas, pobladas de suave vello de melocotón, corrían dolorosas lágrimas de oro. Miró hacia la montaña en cuyo seno se había internado para hablar a su madre.

―Tu nombre también significa herida, grimm móðir, móðir stormanna. De aquí y hasta Ragnarok, eso es lo que significa para mí.

Dio la vuelta y, sin mirar atrás, entró a su coto, que se desvaneció dejando lugar al blanco inmaculado e infértil del hielo eterno. 



Aclaraciones


Bienvenid@s a la segunda actualización de la semana. 

Espero que estos días hayan sido benévolos para ustedes. Para mí lo fueron, pero también agobiantes, para qué mentir: como que demasiado abundantes de trabajo. Y las próximas semanas pintan para lo mismo. ¡Pido esquina, me quiero bajar! 

En esta ocasión, hemos tenido el punto de vista de Freyja y Skade, con quienes no espero que simpaticen porque está difícil hacerlo. Sin embargo, me parece importante mostrar que estas chicas tienen sus propios asuntos y no son fáciles de tratar. Skade quisiera sentirse más unida a su hija, pero sus naturalezas son tan diferentes que se siente repelida por ella. Y Freyja, pues quisiera que el corazón de su madre fuera accesible para ella, pero no es así.

Vienen las aclaraciones del capítulo, todas del islandés moderno (idioma del que no conozco una sola palabra, me he apoyado en traductores en línea). Como son breves, no están numeradas en el capítulo, sólo en esta sección para organizarlas mejor. Van:

1. Elsku mamma / elsku mamma min: Querida mamá / mi querida mamá (islandés moderno)

2. Norðri (islandés antiguo): Norte. En esta ficción, el nombre con que los dioses nórdicos conocen a Bóreas.

3. Móðir: Madre (islandés moderno).

4. Lítil stúlka: Niñita (islandés moderno).

5. Minn herra faðir: Mi amado padre (islandés moderno).

6. Sólstelpa: Muchacha del sol (islandés moderno).

7. Grimm móðir, móðir stormanna: Madre feroz, madre de las tormentas (islandés moderno).

8. Thjazi (Þjazi): el gigante que, según la mitología escandinava, es el padre de Skade. Por mucho que he buscado, no se le adjudica madre a la dama del invierno. O bien no he dado con ella. Aclaro que todo este asunto en el que Thjazi es un padre abusivo es invención mía. Aunque el rapto de Iddun sí es tratado por los mitólogos, entre ellos Snorri Stúrlusson, el escalda que compiló la Edda Mayor y redactó la Edda Menor

9. El seith o el arte de la adivinación, la brujería, practicado por volvas o seithkonas se le atribuye a Freyja. Se trata de una actividad percibida en las sociedades nórdicas como propia de las mujeres, aunque hubo hombres que la practicaron. Eran los menos, ya que se consideraba vergonzoso. A estos varones practicantes del seith se les conocía como seithmenn. En esta ficción Afrodita estaba destinado a ser uno de ellos, dado su vínculo con Freyja.

10. Prymheimr es el lugar donde, según el mito, habita Skade. Son las montañas que añoraba en sus primeros días de matrimonio con Njord y cuya distancia no pudo soportar. 

El crédito de la hermosa imagen de portada que representa a Freyja, la Señora de las lágrimas de oro, es para su autor o autora, talentosísim@. Tiene un dejo como de Art decó, creo yo.

La imagen de grecas presuntamente rúnicas que separa una sección de este capítulo de la otra es para Freepik. 

Y ya. Pasen un venturoso fin de semana. Deséenme suerte, que pretendo concluir este fic los próximos días.

Gracias por su tiempo y su lectura: comentarios, valoraciones, votos, amor, todo es enormemente apreciado. Les envío cariños y amor: cuídense. Que la vida sea amable para ustedes.

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