4. Höös, Escania. Día siguiente, 9:00 am
Afrodita registraba sus notas de la mañana en su cuaderno y tomaba algunas fotografías de ciertas plantas silvestres que llevaba observando una semana. Había estado documentando con el celo de un verdadero científico el proceso de la floración, polinización y desarrollo del fruto. Sus labios pintaron una suave sonrisa cuando el zumbido de una abeja llegó sus oídos y de inmediato la torció cuando el rumor de la discusión entre Shura y Angelo le distrajo.
En verdad, no entendía a sus amantes.
En la cama, los tres se entendían con una espontaneidad y sabiduría impresionantes. Lo mismo que en la batalla. Podía decir otro tanto de sus interacciones con el Patriarca en el pasado... y en el presente. Pero cuando se veían inmersos en la cotidianeidad, en el tiempo, por decirlo de alguna forma, destinado a la convivencia "familiar"... eran un par de perros tirándose tarascadas. Y eso lo fastidiaba, le echaba un peso enorme sobre los hombros, porque cada uno de ellos era amoroso y amable cuando le dirigían sus atenciones y se tornaban patanes insufribles cuando tenían que tratar el uno con el otro.
Sin ir más lejos, en ese mismo instante estaban trenzados por una estupidez. Llevaban así tres días, desde que Angelo había conseguido el permiso del doctor Katsaros para dejar por breve tiempo la escuela y las guardias, y lo que debería haber sido una relajante escapada de la rutina, se había convertido en una riña campal.
Por esa razón, según le había dicho Angelo constantemente en el pasado remoto e inmediato, procuraba no importunarlos con su presencia cuando salían de Santuario y prefería dejarlos descansar a sus anchas: ya sabía que él y la cabra se trabarían en discusiones tontas y sin final por cualquier minucia. Ahora mismo discutían por la cena: Angelo quería llevar a Afrodita a la ciudad, a disfrutar de una cena informal en algún restaurante de moda, mientras Shura deseaba una velada hogareña, con comida casera preparada por ellos para terminar en un fogoso encuentro sexual. Solamente coincidían en lo último, era el interludio lo que los tenía en pugna.
―¡Que no, cangrejo estúpido! ¡Es una complicación innecesaria! Si tantas ganas tienes de ir a cenar, vayamos a Hässleholm, ¡está más cerca!
―Pero bueno, Shura, te habrás dado cuenta de que Hässleholm es otra pequeña ciudad rural. Que no está mal, pero es justo lo que tenemos aquí en Höös, y nos vendría bien algo de entretenimiento más... refinado. Si nos vamos a Lund en una hora o dos, tendremos tiempo de visitar con Afrodita algún museo, pasear en los parques y luego ir a cenar. No es que quede demasiado lejos, ¿sabes? Bien podemos ir en coche y nos tomará media hora. O en bici y nos tomará 50 minutos. O irnos corriendo y estaremos allí en... ¿qué? ¿3 minutos? Y si te da pereza volver, nos quedamos en un hotel y retozamos toda la noche. Ya está, es un plan fantástico.
―¡Anda, Angelo! ¡Es mucho movimiento para algo tan trivial como una cena fuera de casa! No seas imprudente, Afrodita está trabajando en su tesis. ¿No te parece egoísta pedirle que pare en sus estudios para algo que bien podemos hacer aquí, en casa? ¡No lo incomodes, caray! Siempre eres así, te importa tu bienestar, tu capricho...
―Retira lo dicho, cabra, porque no es cierto. No soy egoísta, al menos no con ustedes, y no veo únicamente por mi bienestar. Lo sabes muy bien y me molesta que digas eso.
―Ahora mismo estás siendo egoísta. Sólo porque tú paraste en tus estudios no significa que Afro tenga que parar en los suyos...
―¡Por todas las almas condenadas del Yomotsu! ¡Me estás llamando haragán!
―Pues mira, lo has dicho tú. Pero ahora que lo mencionas... ¿qué no te pasaron ya a clínica? ¿Qué demonios haces aquí entonces, en plan de turista? Yo, en tu lugar, estaría defendiendo mis intereses...
Angelo puso cara de fastidio. Miró a Shura con más indignación que ira y se levantó del suelo donde estaba sentado.
― Yo juraba que estaba justo en eso, atendiendo mis intereses ―dijo el joven albino mientras su mirada grisácea se fijaba dolida en su interlocutor―. Pero ya ves, tenemos una percepción diferente de las cosas.
Cáncer se dio la vuelta y empezó a caminar con prisa, alejándose de Shura. Capricornio se quedó en su sitio, con la pequeña semilla de la molestia arraigando en su pecho: vio con un poco de remordimiento cómo Angelo se retiraba hacia donde estaba Afrodita y pasaba junto a él sin detenerse.
―¿A dónde vas, Death? ―preguntó Afrodita deteniéndose un momento en su observación.
―A dar la vuelta. Regreso más tarde.
―No tardes. Me gustaría ir a Lund un rato.
―Olvídalo. No interrumpiré tus estudios ni tus intereses.
―¡Oye, espera! ¡No interrumpes nada! ¡Y tú eres uno de mis intereses!
Pero Angelo ya lo había dejado atrás por diez metros. Que luego se convirtieron en quince y pronto se duplicaron. Para cuando quiso detenerlo, Angelo ya iba cien metros adelante y avanzaba con rapidez y evidente disgusto. Suspiró cansado, dejó de tomar notas y se dirigió hacia donde estaba Shura sentado. Lo acompañó un momento en el piso, en la verde alfombra de hierba que poblaba aquel delicioso prado.
―¿Ahora qué le hiciste? ―preguntó Afrodita con tono neutro.
―Nada. No le he hecho nada ―respondió Shura con algo de hastío―. Sólo le hice ver que es una necedad salir a cenar cuando es evidente que te encuentras ocupado con tus observaciones. Además, tienes que vaciar tus notas del día en tus archivos electrónicos. Es tan egoísta... sólo porque dejó botados sus deberes se cree que tú tienes que dejar los tuyos...
―Shura... ¿te has dado cuenta de que el doctor Katsaros es un poco... tiránico con Sebastián? ¿Que lo tiene acaparado todo el tiempo? ¿Que rara vez lo deja descansar?
―Claro, con lo vago que es...
―Shura... no seas imbécil. Angelo es el alumno más aventajado de su generación en la escuela de medicina. Y el doctor Katsaros lo sabe. Lo aprecia tanto que de seguro está considerando prepararlo para que sea su sucesor en La Fuente. Por eso exige tanto de él. Y por eso condescendió a darle unos días libres cuando Angelo se los pidió, para disfrutarlos con su familia. Que, por pura casualidad, somos tú y yo. ¿Qué hay de egoísta en eso?
Un tenue, casi inexistente aguijonazo de culpa se hizo sentir en el pecho de Capricornio.
―Pero...
―Pero ¿qué? Te estás comportando como un patán. Con él y conmigo, que después de una semana de trabajo ininterrumpido tomaría con gusto una noche de descanso en Lund. O en Malmö. O en Helsingborg. ¡Donde sea, pues!
―Oh... no pensé que quisieras salir de casa... ―dijo Shura un tanto compungido―. Creí que querrías concentrarte en la tesis... Lo siento...
―A veces, cabrita, eres muy miope. Párate de una vez y ayúdame a dar con don Cangrejo, que está encaprichado. Ahora no nos dejará sentir su cosmos. ¡Malditos bobos! ¡No hay quien los aguante, ambos son unos idiotas! ¡Si no los quisiera tanto ya los habría mandado al demonio, son insufribles!
Afrodita metió su cuaderno y su cámara en la sencilla mochila que llevaba para sus observaciones de campo. También llevaba una notebook con un cargador portátil, pues a veces transcribía al momento sus observaciones. Shura suspiró algo avergonzado, no le sorprendió que Afrodita rechazara su ayuda para levantarse. El santo de las rosas avanzó en la dirección que siguió Cáncer y dejó al arbitrio de Shura seguirlo o quedarse. Por supuesto, Capricornio optó por acompañarlo.
Mientras avanzaban en silencio, Afrodita reflexionaba en los motivos por los que Shura y Angelo tenían esos arranques de rivalidad. En realidad, era Shura quien mostraba más ese ánimo combativo. Hacía mucho tiempo que Angelo lo había dejado atrás y se concentraba en armonizar con ambos. Capricornio, que de costumbre solía ser tan centrado y objetivo en todas las cosas que hacía y con toda la gente que trataba, se ponía tonto cuando Deathmask se atravesaba. Si bien en su infancia Angelo fue travieso, en su adolescencia socarrón y en su primera juventud cruel hasta decir ya no, en los últimos años, los que correspondían a su nueva oportunidad de vivir, se había caracterizado por sacar lo mejor de sí: considerado, hogareño, responsable y amoroso... con ambos, no sólo con el Santo de Piscis. Afrodita recordaba cómo en su juventud Capricornio se quejaba del camino que Cáncer había tomado y ahora que mostraba buenas intenciones, la cabra se ponía reluctante... en fin.
Caminaron por espacio de media hora. Tomando en cuenta que ambos de desplazaban a buena velocidad y que Angelo se había adelantado solo unos pocos minutos, tendrían que haberlo encontrado, pero no era así. Shura resopló con desagrado.
―Volvamos. Está haciendo esto solo para molestar. Que regrese cuando se le haya pasado el berrinche.
―Fuiste tú quien hizo berrinche, Shura. ¿Qué te pasa? Creí que todo estaba bien entre nosotros.
―Y así es, todo está bien. No pensé que una simple observación le resultara ofensiva al cangrejo idiota...
―Hace mucho que no le haces simples observaciones. Has tomado ese hábito en los últimos tiempos: lo estás juzgando siempre. Te lo ha soportado porque te quiere bien, porque te ama, pero eso está por acabarse. Ya se cansó.
―Por mí, puede retirarse cuando quiera. No voy a ir detrás de él a rogarle que no se vaya.
―¡Pues qué bien que tengas tan claro que quieres y puedes prescindir de él, pero yo no estoy dispuesto! ¡Yo sí lo necesito en mi vida, en mi cama! ¡Y si tú ya te aburriste de nuestra relación, bien podrías haberlo dicho con todas sus letras para que hiciéramos ajustes, cabra estúpida! No puedo entender, aunque sí aceptar, que ya no quieras a Angelo como tu compañero de vida, ¡pero yo sí lo quiero y lo necesito!
―¡Óyeme! ¡En ningún momento he dicho que ya no lo quiera! ¿Cómo se te ocurre? ¡Por supuesto que lo quiero! ¡Lo adoro, pero es insoportable!
―¡Eres tú el que no se soporta a sí mismo! ¡Deja a Angelo en paz, si decide irse no va a negociar, es tan sencillo como que se apartará y ya! Por alguna razón que no comprendo piensa que tú y yo estamos bien juntos y solos. ¡No sólo te dejará a ti, también a mí, y yo no quiero eso!
―Caray, Afro, no será para tanto. ¿No te parece que exageras?
―No, grandísimo tonto. No estoy exagerando.
El sendero en el espeso bosque de abedules y sauces los llevó a un prado florido. Afro se lo quedó mirando asombrado: había plantas y flores que no había encontrado en sus observaciones previas. Se separó un poco de Shura y trató de situar el paraje, así que sacó el celular y activó la ubicación. Shura observó el paisaje circundante y se acercó a su compañero.
―Oye, sí que luce prometedor este sitio. Apuesto a que podrías tener un capítulo entero de tu tesis nada más sobre este lugar.
―Tal vez ―dijo Afrodita inspeccionando los alrededores. Se acercó a un seto de flores espigadas color violeta que sobresalían de las demás―. Polygala vulgaris... ―musitó el santo de las rosas y tocó tímidamente las corolas de las flores. Al levantar los ojos, vio cómo se acercaba un hermoso lince de curioso pelaje azulino, que avanzaba con paso seguro y las pupilas doradas centelleando. Afrodita se levantó con cuidado y extendió una mano hacia Shura, indicándole que retrocediera―. Tal vez no sea tan buen lugar, después de todo. Vámonos, Shura; no creo que seamos bienvenidos aquí...
―¿Por qué no? Así, sin ser experto, veo que hay plantas que no habíamos encontrado antes. Seguro que estarán bien para incluirlas en tu investigación.
―Shura, en serio tenemos que irnos... no es un buen sitio para nosotros. Sólo espero que Angelo no se haya quedado aquí...
―¿De qué hablas? Si Angelo se ha quedado aquí es para dormir, sin lugar a dudas. ―respondió Shura con un tono que pretendió ser irónico, pero que apenas le salió un poco burlón. Se fijó en que Afro en serio quería irse de allí y eso lo alarmó―. Oye, Afrodita, ¿qué sucede?
―Vámonos, Alejandro, por favor. ―dijo Afrodita con franca inquietud: Shura abrió unos ojos desmesurados al escuchar su nombre real en labios de su amante―. No nos conviene estar aquí...
―Supongo, min kära, que dirás que al hombre de los cabellos de plata tampoco le convenía estar aquí, pero ya ves, aquí está... ―dijo una voz melodiosa a espaldas de ellos. Afrodita se quedó estático por un momento y de inmediato se puso alerta, en guardia. Shura, por pura costumbre, lo imitó preparando a Excálibur para la batalla.
―Perdónanos, Señora. No ha sido nuestra intención molestarte ni deshonrar con nuestra presencia tu recinto. En seguida nos retiramos, y si tienes la bondad de permitirlo, nos llevaremos a nuestro amigo de aquí.
―Oh, no me molestan. Y ese gallardo amigo tuyo de los ojos grises tampoco. De hecho, lo he ayudado: venía muy alterado y lo he puesto a dormir. Tal vez más tarde, luego de que hayamos hablado, te lo entregue. Tal vez despierto.... Tal vez vivo, si nuestra conversación me deja satisfecha...
Por un instante fugaz, Afrodita abrió los ojos, asustado, y tuvo el impulso de pasear la vista por el paraje en búsqueda de Angelo, pero se abstuvo al sentir la mirada azul y profunda de la joven bellísima que se acercaba a paso lento hacia ellos. Al lince que había visto a lo lejos se le sumó otro y ambos se aproximaron a la dama: se le restregaron en las faldas, mimosos.
―Señora... Freyja... te lo pido encarecidamente... te lo suplico... déjame buscar a mi amigo y nos iremos de aquí. De verdad no hemos querido importunarte.
―No, min kära; querido Garth. Conversemos. Como cuando eras pequeño, ¿te acuerdas? Tu abuela te advertía que si salías al campo acabarías encontrándote conmigo, hasta que por fin sucedió así. En aquel entonces me gustaba tanto hablar contigo, Garth: tenías miles de preguntas y yo todas las respuestas... Era interesante tener el amor de un pequeño tan puro como lo fuiste tú... ¿Puedes pedirle a tu Espada que se deje de ridiculeces y guarde de una vez su arma?
Shura no mostró ninguna alteración en su rostro que indicara la extrema alarma que lo invadía. Hacía muchos años que Afrodita les había dicho su verdadero nombre, con la condición de no repetirlo jamás, y escucharlo en labios de aquella mujer le había resultado repulsivo. Le ponía de los nervios el modo en que Afrodita le suplicaba que los dejara ir y, sobre todo, se estremecía de desesperación al saber que Angelo, tan poco dispuesto a jugar el papel de víctima, estaba en manos de esa dama cuyas intenciones desconocían, pero no podían ser buenas.
―Freyja... Señora... te lo suplico... dime dónde está mi amigo y nos retiraremos. No queremos molestarte. Yo no quiero molestarte. Sé muy bien lo que puedes hacer... ¿Cómo piensas que querría importunarte, cuando sé qué clase de represalias eres capaz de tomar?
―Garth querido, ¿qué represalias querría yo tomar contra el que debería ser el más amado y poderoso de mis guardianes? Cuando dices represalias, ¿te refieres a tu abuela? Entenderás que la vieja señora ya tenía los días contados. Y yo no la maté, fue ella la que por desgracia consumió alimentos nocivos...
―Que tú pusiste a su alcance. ―dijo Afrodita con voz gélida. Que la dama hablara de su abuela había hecho que el ánimo del santo de las rosas se enfriara por completo―. ¿Es eso lo que le has hecho a mi amigo? ¿Has puesto veneno en su camino? ¿Lo comió, lo bebió, lo respiró? Dime dónde está para auxiliarlo. Lo atenderemos y cuando lo tengamos seguro, yo volveré para hablar contigo, si es eso lo que deseas. Pero te advierto que no conseguirás nada de mí si algo le sucede a mi compañero...
La rubia dama se quedó viendo con fijeza a Afrodita. Lo evaluó con la mirada, que más que imperiosa o dominante, tenía un dejo de prevención y tristeza. Los linces que se le había acercado tenían un rato quietos, a la expectativa, como si se prepararan a dar un salto de ataque. Freyja se acarició el largo cabello y colocó un mechón detrás de una de sus orejas, en un movimiento fluido y sensual que hizo a Shura perder la concentración por un instante. La dama dibujó una sonrisa tenue, casi inexistente, y se dirigió a Afrodita:
―La Espada puede llevárselo e intentar salvarlo. Prometo que no lo impediré. Pero no puedo saber qué tanto le ha afectado el polen que inhaló... ―Afrodita y Shura se pusieron tensos; éste último empezó a volver los ojos en todas direcciones, buscando a Deathmask―. Tú, sin embargo, te quedarás conmigo. Sólo quiero hablar. Después de que conversemos podrás reunirte con ellos.
―Está bien, pero júrame que no atentarás contra Shura mientras se lleva a nuestro amigo para auxiliarlo...
―¿Cómo dices? ¡Estás loco perdido si te piensas que te dejaré solo con esta... señora! ―rugió Capricornio enfurecido ante la sola posibilidad de dejar atrás a Afrodita.
―No te estoy preguntando si te parece bien o no, Shura. Ve por Angelo, llévalo a casa y atiéndelo. No permitas que le suceda nada malo, ayúdalo a recuperarse. Me reuniré con ustedes en cuanto me sea posible...
Uno de los linces entonces se apartó de Freyja y se aproximó a Shura: lo atravesó un momento con aquellos ojos ambarinos y aguzó las orejas puntiagudas. Luego caminó internándose en el seto, entre los árboles, y Shura se quedó inmóvil sin saber muy bien qué hacer.
―Sigue a mi querido amigo y te llevará a quien anhelas encontrar, Espada. ―dijo la Dama Freyja―. Una vez que lo tengas, llévatelo y no mires atrás. No importa lo que hagas, una vez que salgas de mi jardín no podrás dar con él de nuevo. Tendrás que esperar a que Garth se reúna con ustedes cuando terminemos nuestros asuntos. Si tratas de localizarnos, tu amigo que lleva la Luna en los cabellos lo pagará, ¿entiendes?
Shura dedicó una mirada de ira quemante a la bellísima mujer que le había dirigido la palabra. Iba a seguir al animal que le precedía, pero Afrodita lo tomó del brazo.
―Shura, entre mis frascos y preparados hay uno pequeño y de color púrpura. Vas a tomarlo y verterás diez gotas del líquido que contiene en agua hirviendo. Harás que Angelo respire el vapor hasta que el agua deje de producirlo y lo velarás. Si al cabo de diez minutos no muestra ninguna mejoría, entonces le inyectarás por vía venosa 0.5 ml del líquido, diluido en solución inyectable. En mi maleta de trabajo están las cajas con las hipodérmicas, agujas y soluciones: busca la de 3 ml. Eso es lo que emplearás para inyectarlo. Si eso no lo hace reaccionar, nada lo hará. Cuídalo hasta que yo regrese y pueda atenderlo de mejor manera. Y escúchame bien: cualquiera que sea el asunto pendiente que tengas con él, más te vale arreglarlo mientras tenga aliento, ¿entiendes?
―Por la diosa... ¿Tan malo es lo que le sucede? ―preguntó Shura con lo que creyó era una voz firme, pero que apenas resultó audible. Afrodita asintió, sin apartar la vista de Freyja y Shura suspiró apesadumbrado, con el corazón atacado de malos augurios―. Lo buscaré enseguida y haré todo lo que pueda por él. Por favor, cuídate mientras estemos separados.
―Vete. ―respondió Afrodita con llaneza. Y Shura siguió al enorme gato sin volver la vista atrás.
Afrodita se tomó varios minutos de muda contemplación sobre la dama, bella y rubísima, que lo miraba desde aquella escasa distancia: llevaba los cabellos sueltos, un collar de oro y ámbar caía grácil desde su cuello y descansaba plácido en su pecho. Una capa de plumas de halcón le envolvía los hombros y caía elegante por su espalda y sobre su vestido. La mujer le dedicó una sonrisa cariñosa, y recogiendo delicadamente el vuelo de su falda, se sentó beatífica sobre el pasto verde; señaló con un amplio ademán el espacio a su alrededor, invitando al santo de las rosas a tomar asiento también, y luego empezó a jugar con un mechón de su cabello brillante y pálido.
―Sólo quiero hablar, querido Garth. No tengo malas intenciones contigo.
―¿Por qué, entonces, has atentado contra la vida de mi amigo?
―Porque él es él y tú eres tú. Te quiero y no deseo hacerte daño. Pero necesitaba que vieras qué tan dispuesta estoy a llegar a las últimas consecuencias para que aceptaras charlar. Sé que desde lo de tu abuela estás enfadado conmigo. Tú eres mío, Garth. Deberías ser mi guardián en la Tierra.
―Que yo recuerde, nunca he estado obligado a ello: la abuela me lo dejó bien claro. Mi familia te ha seguido por su voluntad durante generaciones. Y por supuesto que iba a estar cabreado contigo si te llevaste al último familiar que me quedaba vivo. Por eso me fui al Santuario cuando vinieron a buscarme. ¿Por qué iba a quedarme con la diosa que me había ofrecido amistad y que tomó la vida de mi abuela cuando se sintió amenazada?
Freyja guardó silencio e inclinó la barbilla sobre el pecho. Sopesó las palabras de Afrodita y suspiró, cansada.
―Tu abuela quería apartarte de mí. Eras mi amigo. Y ella quería alejarte. Cuando dejó de ser mi sacerdotisa no tuvo problemas en entregarme a su hija para que continuara con su legado. ¿Por qué no iba a permitir que su nieto me siguiera también?
―Porque al principio no me veías con buenos ojos. Porque antes de la vida de mi abuela, tomaste también la de mi madre ―respondió Afrodita con voz monocorde―. A mi abuela le parecía suficiente que hubieras tomado la vida de su hija como para arriesgarse a que tomaras también la de su nieto. Quebraste la fe que mi familia tenía en ti. Por eso fue que la abuela terminó de romper la tradición y se negó a entregarme. ¿Y sabes qué? No me arrepiento. Ahora me estás mostrando sin ambages tus verdaderos colores al hacer daño a Angelo. Eres una diosa: sabes lo que Angelo, y también Shura, significan para mí. Si tuvieras misericordia, no habrías hecho nada en contra de ellos. Eso me muestra lo que mi amistad significa para ti: nada.
―Garth... lo siento. Reconozco que he sido torpe en mi trato con ustedes. Y sobre tu amigo: estoy segura que la Espada conseguirá ayudarlo a recuperarse. En serio, quiero hablar, nada más.
―¿De qué, Freyja? No tenemos asuntos pendientes. Tomaste a mi abuela y me negué a ser tu sacerdote. Fin de la historia.
―De mi madre, Garth. Tenemos que hablar de mi madre. Tu actual Señora pretende hacerle daño.
―En estos momentos, tu madre es el ser más despreciable de la creación para mi familia y para mí. Le hizo daño a mi hermanito cuando era pequeño y luego se ensañó con él mientras estuvo en trance de muerte. Siempre la respeté, Freyja. A tu madre, a tu hermano y a ti. También a tu padre. Incluso después de haber seguido a una diosa de un panteón distinto al mío. No he merecido de ti el trato que recibí, y Camus definitivamente no merecía lo que recibió de tu madre.
―Garth...
―Deja de llamarme así. Soy Afrodita. No sé qué pretendes queriendo hablarme de ese monstruo. Ustedes son diosas: lo que nosotros podamos hacer contra ustedes no igualará jamás el daño que hemos recibido.
―Quiero amnistía, Garth. Amnistía para mi madre. Quiero que hables con tu Señora y le pidas amnistía para mi mamá. Que le digas que siento mucho lo que madre ha hecho, que entiendo la gravedad y la bajeza... Dile que mi padre, mi hermano y yo nos encargaremos de buscarla, controlarla y castigarla. Que los perjuicios que ha provocado no quedarán sin retribución. Pero no puedo aceptar que otros dioses pretendan dañarla...
―Pues vaya contigo. Bien pudo la Dama Blanca abstenerse de hacer lo que hizo. Además, ya no se trata solo del daño infligido a Camus, que es por sí mismo gravísimo, lo que mi Dama desea castigar. Tu madre asedió a Camus a lo largo de toda su vida sin que sospechara la clase de mal que se cernía sobre él. Sin estar posibilitado para defenderse. Mató a su amiga de la infancia con tal de llegar a él. Pretendió cobrarse su vida y lo masacró. Y cuando estuvo ya recuperado y tu madre no soportó más su indiferencia, lo agredió en el Santuario mismo. Atacó a mi Diosa y a su Protector para hacerse de mi hermano. Tu madre inició una Guerra Santa y no se quedará tranquila y sin castigo. Lo siento, pero no hablaré en su favor a mi Dama.
―Garth, por favor...
―He dicho que no...
―Conformarán un tribunal de dioses, Garth. Le harán daño...
―Que lo hagan. Como ella lo ha hecho por tanto tiempo a mi familia...
―Garth, es que no es justo. No lo entiendes. Ya sé que madre hizo mal al cebarse en un pequeño, pero no es su culpa.
―¿Ahora dirás que fue culpa de Camus? Sólo me falta escuchar esa atrocidad en boca tuya, Señora. Mi hermano fue víctima de tu madre...
―Sí, Garth; ya lo sé. Pero mi madre también es una víctima.
―¡Ah, por favor! ―gritó Afrodita enfurecido y fuera de sí. Se levantó del suelo y empezó a deambular de un lado a otro, pasándose las manos por los largos rizos color cielo―. ¿Tu mamita ha sido víctima de Camus? ¡No me digas! ¡Mi hermanito la provocó con su belleza! ¡Estoy esperando a que digas eso para terminar de sentir asco por ti y tu panteón completo!
―No, Garth... No ha sido tu hermano. Claro que no... ―un gesto de tristeza oscureció la frente blanca de Freyja―. Madre fue víctima. De su padre...
Afrodita, azorado, fijó los ojos sobre la figura encogida de la diosa de la belleza y la fertilidad. El enorme lince que antes se había llevado a Shura donde Angelo se aproximó a la dama y se echó por un lado suyo: reposó la cabeza cerúlea en la falda de la diosa y esperó paciente por mimos. Freyja, sin apenas notarlo, empezó a acariciarlo.
―Estás mintiéndome, ¿cierto? ―preguntó Afrodita con una frialdad sobrecogedora.
―No, Garth. No estoy mintiendo. Es la verdad. Y si lo deseas, te la contaré. Si estoy pidiendo amnistía para mamá, es porque, si bien ha hecho atrocidades con tu hermano y tu señora, no es responsable de ellas. Al menos considero que no por completo.
Afrodita se quedó de pie, pensativo. Algunas abejas pasaron zumbando cerca de su cabeza y las vio posarse en las flores color violeta que encontró al adentrarse en ese seto. Respiró hondo y caminó hacia Freyja: se sentó justo en frente de ella.
―Dime todo lo que sepas. Pero debes comprender: que te escuche no es garantía de que te crea o de que mi señora preste oído a tus alegatos.
Freyja hizo el amago de sonreír y tomar la mano de Afrodita para estrecharla con dulzura, pero el joven retiró la diestra, airado. La dama suspiró con tristeza y se llevó una mano a los cabellos, que deslizó con elegancia detrás de una de sus orejas.
―Los dioses, al igual que los seres que viven un día, pasamos grandes tribulaciones. Escucha, hombre de conjuros, sangre de seithkonas, aquellos dolores que aquejan a la Novia de los dioses...
Aclaraciones
Y hemos llegado a la segunda actualización de la semana. Lo que tuvo de breve el capítulo anterior lo tiene de extenso el presente. Aunque tal vez exagero, me parece que en Las mañanas frías llegué a entregar capítulos igual de largos.
Como pueden notar, ya entramos de lleno en la cuestión: la noticia del tribunal de dioses ya se extendió por aquí y por allá y llegó a la familia directa de Skade: esa famiila que la Dama del Invierno añora y mantiene lejos al mismo tiempo. Al menos Freyja está preocupada por las novedades y quiere impedir un trago amargo para su madre.
Si bien este fic sigue las vicisitudes de Milo y Camus ya que en ellos se ha originado esta línea argumental, no son la única pareja o relación en juego. En este capítulo he querido profundizar en la relación que une a Cáncer, Capricornio y Piscis, que en mi mente alborotada y cochambrosa son trío. Como pueden ver las cosas con respecto a Afrodita marchan de maravilla, pero Angelo y Shura se llevan mal con frecuencia a pesar de lo mucho que se quieren. Ya se verá más adelante por qué.
Cuando escribí y publiqué Las mañanas frías alguien me preguntó que si Angelo se llamaba también Sebastián: en realidad es una referencia a Sebastián, el cangrejo, de La sirenita. Es uno de los apodos que sus hermanos le dan, junto con don Cangrejo XD
He intentado introducir algunas expresiones con vocación de kenningar, aunque con magros resultados. Cuando Freyja se refiere al hombre de "los cabellos de plata" o que lleva "la Luna en los cabellos" está hablando de Deathmask y del hecho de que es albino. A Afrodita lo llama "hombre de conjuros, sangre de seithkonas"; es decir, sacerdote, hechicero. Y hasta allí llegan mis oficios de escalda, que son bastante mediocres. La kenning "Novia de los dioses" sí existe y fue empleada desde su origen para referirse a Skade.
Sobre la historia en común que evidentemente comparten Freyja y Afrodita (que apenas se menciona aquí) se hablará a profundidad en capítulos por venir y espero les resulte interesante y satisfactorio.
Y ahora, las aclaraciones, que son más bien pocas y por ello no aparecen numeradas en el capítulo.
1. Höös es una pequeña ciudad rural de la provincia de Escania, en Suecia. También es el lugar donde me he tomado la libertad de hacer nacer a nuestro querido Afrodita. Malmö, Helsingborg, Hässleholm y Lund son otras ciudades cercanas (muy mucho), rurales o semirurales.
2. Polygala vulgaris: flor muy común en Europa, por lo que he podido investigar, y que en la vieja Escandinavia se conoció como Cabello de Freyja. El establecimiento del cristianismo, que ha echado tantas cosas por tierra, le cambió el nombre a Virgen María.
3. Min kära (sueco): Querido mío.
4. Freyja: es una de las tres grandes diosas del panteón nórdico, junto con Frigg y Skade. Es hermana de Freyr e hija de Njord y su hermana Nerthus. Aunque hay unas poquísimas fuentes que hacen a Skade su madre, y son por supuesto las que estoy tomando como base. Freyja y Freyr son dioses de la fertilidad, pero Freyja, además, lo es también de los muertos: cuando hay batalla, ella se queda con la mitad de los caídos (los que luchan por defender a los suyos) y Odín con la otra mitad (la que lucha por la guerra misma). Es por tanto una deidad de la vida y la muerte, una especie de valkiria. Entre los atributos que la representan están el cerdo (símbolo de fertilidad y abundancia) y el lince: el mito dice que tiene un carro jalado por dos linces azules, que son los gatos que la acompañan y se le restriegan en este capítulo. También lleva una capa hecha con plumas de halcón que le permite convertirse en pájaro y un collar que oro y ámbar que la vuelve irresistible. Es tan importante que se le atribuyen en general todas las artes mágicas y adivinatorias del mundo escandinavo, incluyendo la profecía y el seith. Aclaro que todo el culto que le estoy armando en este fic es invención mía, pues no me consta que se la adorara de este modo.
5. Garth: es, en este fic, el verdadero nombre de Afrodita. Es de origen escandinavo y significa jardinero. Investigando por ahí, descubrí que entre los rusos Shura es un apócope de Alexander, es decir, Alejandro, que es el nombre real de Capricornio en esta historia.
Y listo.
El crédito de la imagen de portada es para su autor@, que ha hecho una maravilla con nuestros tres chiflados favoritos, ¿a poco no? Espero que les resulte tan bonita como a mí.
Como siempre, agradezco de todo corazón el tiempo que dedican a leer esta historia: votos, comentarios, pareceres, todo es bien recibido y valorado. Es tremendamente bonito leerl@s en sus impresiones y emociones. El amor tiene vuelta, querid@s, y va en forma de abrazos y besos. Nos vemos pronto.
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