12. Santuario, 5:00 pm / Höös, 4:00 pm / Londres, 3:00 pm
Hacía tan solo unos momentos que Saori había autorizado a Saga y Milo traer de vuelta a Afrodita y Aiolos: los había visto investidos de las armaduras luego de llamarlas y entrar en el túnel de la Another Dimension de Géminis.
Julián la tomaba con dulzura de la mano y se proponía preguntarle qué acciones pensaba efectuar a la llegada de los santos ausentes cuando una ventisca helada los hizo protegerse la cara y les alborotó los cabellos de una manera salvaje. Al cesar el viento, Camus, Bóreas y los chicos estaban de pie en medio de la sala, cubiertos de esquirlas de hielo.
―¡Bóreas! ―gritó Saori enfurecida y sacudiéndose copos de nieve del cabello―. ¿Qué rayos haces aquí? ¿Por qué entras de esta manera? ¡Qué imprudente!
―Bueno, mon fils, fue una técnica ejecutada con eficacia, pero no con eficiencia. Habría sido mejor llegar al jardín.
―¡Te dije claramente que no era necesario que vinieras, Bóreas! ¡Sólo que estuvieras alerta!
―No me hables así, Korítsi ―dijo Bóreas frunciendo el ceño ―, me ha quedado bien claro que no era necesario venir, pero mon fils se ha vuelto loco de remate cuando le dije que su amigo canosito estaba en mal estado. ¿Qué hago? ¡No puedo negarle que lo vea antes de que se muera!
―Pero quién te ha dicho que se va a morir ―dijo Julián fastidiado, sacudiéndose la solapa del traje―; concuerdo en que está muy mal, pero el doctor Katsaros lo está atendiendo y no creo que lo deje irse así sin más.
―Où est notre frère ? Je veux le voir tout de suite ! ―vociferó Camus con mal talante, se acercó a Mu y lo zarandeó un poco―. Où est ? (1)
―¡Sí, claro, Camus! ¡Qué gusto verte! ¡A ver si te vas calmando o te quito los sentidos! ―le recriminó Shaka mientras se lo quitaba de encima a Mu, que lo miraba desorientado, con el cabello hecho un desastre y pequeñas partículas de hielo adheridas al rostro.
―¿Dónde está Angelo? ¡Carajo! ―dijo Acuario alejándose un poco.
―Maestro, cálmate... ―dijo Hyoga tomándolo de un brazo.
―¡Se lo llevaron a Cuidados Intensivos hace unos minutos! ¡Nadie tiene permitido verlo aún, idiota! ―concluyó Virgo enfadado―. ¡Y hablo en serio, ya te vas tranquilizando!
Camus, que hasta ese momento había estado dominado tan solo por la necesidad de saber qué era de Angelo, notó de pronto que en aquella sala de hospital había muy pocas personas y ni siquiera todas las interesadas en la salud de Cáncer. ¿Dónde estaba Afrodita, que era, como bien sabían todos, su compañero sentimental junto con Shura? ¿Dónde Saga, que luego de su tortuoso tránsito como Patriarca y de su intensa relación con sus tres santos incondicionales, solía estar siempre al pendiente de ellos? ¿Dónde Aiolos, que era inseparable de Saga? ¿Dónde Kanon, que también era su inseparable, pero por otros motivos...? ¿Y Alde...? ¿Shion y Dohko...? ¿Dónde... dónde...?
―Mademoiselle... ¿dónde está Milo? ―preguntó al final en voz alta y clara el pelirrojo.
Saori hizo un mohín de hastío y se sentó en uno de los silloncitos de la sala de espera. Descansó su mejilla en el hueco de la palma de su mano y, nerviosa, se mordió los labios. Respiró profundo y empezó a hablar.
―Angelo fue atacado mientras permanecía con Afrodita y Shura en un retiro de estudios: Afrodita se ofuscó por lo que le sucedió a Angelo y se quedó allá para buscar a la responsable. Aiolos está acompañándolo, con Krishna. Dado lo grave que Angelo se encuentra, autoricé a Saga y Milo para ir a Escania y traer de vuelta a los tres...
―¿Escania? ¿Suecia? Pero, Mademoiselle... es territorio de los dioses del norte, Skade lo transita... ¿La Dama Blanca le hizo daño a Angelo?
―No, Camus. No ha sido ella.
―¿Quién entonces?
Saori entrecerró los ojos sopesando si debía darle o no esa información a Camus. Ya se iba imaginando cómo terminaría aquello si se lo explicaba. Sin embargo, ¿era ético negarle la verdad? ¿Hacía honor a la confianza que el joven depositaba en ella?
―Fue Freyja, la hija de Skade. Tengo entendido que intentó ganarse el favor de Afrodita y chantajearlo a través del estado de salud de Angelo le pareció buena idea.
―Mademoiselle, ni siquiera debería mencionártelo, pero si la hija de Skade ya metió las manos en este asunto, significa que estamos en guerra de manera oficial... ¿no es así? ―aventuró Camus.
Julián iba a añadir una observación para responder a Camus, pero él y Saori se quedaron callados y con la vista ausente por un momento y luego se miraron el uno al otro. Julián cerró los ojos y suspiró, como implorando paciencia.
―¿Es en serio? ¿Los jueces? ¡Yo no los solicité! ―dijo la muchacha con disgusto―. A nadie en Santuario le caerá en gracia tener a los tres soldados mayores de Hades de visita... Y a todo esto, ¿tú le pediste que interviniera? ―preguntó Saori, acusadora, a Julián―. Si es así, déjame decirte que te tomaste muchas libertades...
―¿Cómo crees? ―respondió entre divertido y ofendido―. Yo sé cómo se las gasta mi hermano, ¿por qué querría involucrarlo? Pensé que pretendías resolver este asunto por tu cuenta... ¿No ibas a convocar a Las Benevolentes para que le hicieran la vida pesada a Skade?
―Eso hice, pero la inefable Alecto me lo desaconsejó de modo extraoficial. Dice que si las convoco su rango de acción será limitado... igual acudirían a mi llamado, pero no serían todo lo eficaces que yo quisiera...
―¿De qué jueces hablas, Kyría? No serán los que estoy pensando, ¿verdad? ―cuestionó Aiolia con mala expresión.
―Me temo que no hay otros en nuestro mundo de experiencia, querido. Así es: los tres Jueces del Inframundo han sido comisionados por el Señor Hades para una misión diplomática en Santuario, así que prepárense para verlos a la brevedad...
Habría querido seguir reflexionando sobre el caso con sus acompañantes, pero el ambiente se enrareció con el silencio pesado y repentino de todos. Había cosas sucediendo en lugares lejanos, y quisieran o no, les afectaba de manera directa. Saori crispó las manos y el rostro en un rictus de dolor que pronto compartió Julián y que poco a poco se esparció entre los santos dorados: a Aiolia los ojos se le aguaron sin que fuera capaz de notarlo o impedirlo. Y unos momentos después, algo similar le ocurrió a Camus, con la diferencia de que sus lágrimas eran de ira.
―Mais que diable se passe-t-il en Suède ? Qu'est-ce qu'ils font à Milo et nos frères ? ―masculló Camus con la rabia burbujéandole en las entrañas y subiendo, amarga, por su garganta. (2)
―No puede ser... ¡no puede ser! ―gritó iracunda Saori―. ¿Qué clase de injuria es esta? ¿Qué le pasa a esa mujer estúpida? ¡A pesar de todo, no hay una declaración de guerra oficial entre nosotras!
―¿Por qué sigues esperando un comportamiento racional de esa mujer, mi amor? Ya mostró hace años que las formas y el protocolo le importan un rábano ―respondió Julián en voz baja―. ¡Isaac, ven acá! Krishna ha sido atacado a traición y ha caído, vayamos a auxiliarlo...
―Usted no tiene por qué ir al peligro, mi señor Poseidón. Sorrento y yo nos haremos cargo si nos lo permite... ―dijo con firmeza el Kraken.
―Lo permitiría si no fuera necesario ponerle un alto a la señora. Además, Saori también quiere ir, ¿no es cierto, querida?
Saori no respondió media palabra porque estaba atragantada de cólera. Para cuando Julián le hubo dirigido la vista, la muchacha, que le había indicado con una enérgica señal a Shura y Shaka que se quedaran donde estaban, se dirigía, Nike en mano, a la salida de La Fuente seguida de Mu y Aiolia. Camus también iba rumbo al exterior presa del furor, con Hyoga y Bóreas pisándole los talones.
―¡Te me vas deteniendo, idiot téméraire, que ya bastantes problemas tenemos como para que tú también te lances de cabeza sobre la loca del norte! ¡No estás preparado para enfrentarla por tu cuenta! (3)
―Tu te tais, monsieur le Maître ! Ne pense même pas que je te demande ton avis ! Cette maudite garce a blessé mon époux ! Je la tuerai ! (4)
Y una vez afuera, fue el primero en irse en medio de una ventisca que dejó azorada a Saori, los santos dorados y al mismísimo Aquilón.
―¿Qué diablos has estado haciendo, Bóreas? ¿Qué rayos le estás enseñando?
―¿Por qué me preguntas cuando tienes tu respuesta a la vista, Korítsi? ¿De verdad necesitas que te diga lo evidente?
Saori lo miró incrédula, mientras sacudía la cabeza de un lado a otro, en una enfática negación.
―¡Estás loco! ¡Creí que afinarían las técnicas que ya conocían! ¡Que les enseñarías quizás técnicas de antaño! ¡Pero le has enseñado a Camus a dominar el Viento del Norte!
―¡A los tres! Pero sólo mon fils parece estar tomándole el truco...
―¡Claro que sólo él le tomará la medida, grandísimo imprudente! ¿Tienes idea del riesgo que corres, que haces correr a Camus? ¿Al menos lo sabe? ¿Sabe a qué se atiene?
―¿A qué debería atenerse? ―preguntó Cisne con voz clara― ¿Cuál es el problema de que Bóreas nos enseñe a hacer eso?
―¡No, no lo sabe! ¡No necesita saberlo en este momento porque no pienso pasar a mayores con este asunto! ¡Si después Camus decide que quiere aprovechar mejor el hecho de que es mi hijo, entonces lo hablaremos largo y tendido! ¡Ven acá, muchacho! ―gritó tomando a Cisne de un brazo.
Y desapareció junto con Cisne en medio de una vorágine, un caos de hielo y nieve. Julián, que había sido testigo de los gritos entre Bóreas y Athena, guardó silencio ante el tremendo enfado que se iba acumulando en el corazón de su pareja. Se acercó cauto y le tomó la mano.
―Querida, más tarde aclararemos este asunto con Bóreas. Vayamos ahora a donde somos necesarios y tratemos de poner orden, ¿de acuerdo? No sabemos lo que vamos a encontrar. Mu, ¿nos haces el honor?
En la práctica llegaron juntos. El primero fue Camus, que tuvo la oportunidad de contemplar el desolado campo de batalla los escasos tres minutos que permaneció sin la compañía de su padre, su señora y sus hermanos.
Había nieve, hielo y tierra dispersos por todo el terreno; el florido jardín de Freyja, aún a la vista pues su dueña seguía allí, lucía con plantas y árboles dañados. Vio a unos metros de distancia a una hermosísima mujer llorosa y a sus hermanos caídos.
El corazón le zozobró cuando vio a Milo, muerto en apariencia, entre los brazos de Afrodita. No se enteró de cómo sucedió, pero antes de que lo razonara ya estaba a un lado de Piscis y se arrodillaba para abrazar a Escorpio con desesperación. Primero lo sostuvo medio incorporado, mientras contemplaba horrorizado su palidez y sus ojos abiertos, con las pupilas perdidas en el interior de las cuencas. Luego lo recostó en el piso, tratando de localizarle el pulso en el cuello: estaba tan nervioso y errático que era incapaz de encontrarlo. Lo empezó a revisar, frenético, buscándole las heridas que pudieran habérselo arrebatado, y al no encontrar ninguna visible, empezó a quitarle la coraza para verificar a detalle qué lesiones aquejaban a su amado.
―Milo... Milo... mon coeur... mon soleil... s'il te plaît... je t'en prie... réveille-toi... montre moi tes yeux... tes beux yeux... mon coeur... mon amour... je t'en prie, je t'en prie... (5)
Sintió cómo a su alrededor iba arribando su familia. Vio a Isaac y Sorrento arrodillarse junto a Krishna para valorarlo y al mismísimo Poseidón elevar su cosmos para intentar ayudar de alguna manera a su soldado. Escuchó a Aiolia gritar, mitad con terror y mitad con furia, al ver a su hermano caído entre los brazos de Saga. Cuando vio las astas de los venablos sobresaliendo del pecho de Aiolos, Camus entendió de inmediato de quién había sido la mano ejecutora de aquel desatino y la temperatura en aquel lugar empezó a descender de modo abrupto, al tiempo que los dientes le rechinaban de ira.
―Camus, cálmate ―pidió Afrodita, cansado y asustado―; ya han ocurrido suficientes desgracias hoy para que tú también pierdas la cabeza...
―Mais... mais... Que s'est-il passé ici ? Pourquoi la Dame Blanche a-t-elle osé leur faire du mal ? Pourquoi eux ? Si je n'étais pas là pour justifier cette attaque ! (6)
―Camus... por favor...
―Pour quoi ? Pour quoi ? ―gritó rabioso y derramando lágrimas―. Je la hais. Je ne lui pardonnerai jamais ça ! Elle a osé faire du mal à mon époux ! À mes frères ! Je m'en fous si elle pense qu'elle a le droit de me faire ça ! Je vais la tuer ! (7)
―Mon fils, c'est suffisant ―dijo el gran Bóreas, apostado a un lado de su retoño―. Sabes por qué se ha atrevido. Cálmate y ocúpate de Milo. Necesita atención en este momento, igual que tu amigo arquero y el muchacho de Poseidón.
―Cierto ―dijo Saori, arrodillada junto a Saga y Aiolos, quien respiraba apenas y con dificultad. Elevó su cosmos para conservar la vida de su guardián―. Vámonos, por favor.
Julián dejó a Krishna en brazos de Isaac y Sorrento y se acercó amenazante a la joven mujer que se mantenía aovillada a unos pasos de todos ellos. Se detuvo frente a ella y la miró con severidad.
―No sé qué le ha pasado a mi soldado, pero es evidente que tu madre no lo tocó, sino tú. Parece encontrarse en un estado similar al de Deathmask. Te advierto que tus acciones y las de tu madre significan guerra, no sólo con Athena, sino conmigo. No toleraré que toquen a mi gente sin represalias de por medio. Nos retiraremos ahora para atender a nuestros familiares heridos, pero debes saber que pediré tu cabeza y la de tu madre al alto consejo de tus dioses y que no descansaré hasta tener una retribución digna por el mal que nos han hecho.
―No esperen paz ―dijo Athena mientras apresaba a Saga en un abrazo consolador―. Con todo y que nos consideren derrotados en este momento, deben estar preparadas para una respuesta frontal y fulminante. Y nosotros, a diferencia de ustedes, les estamos haciendo saber en este momento que estamos en guerra. Pide piedad a los dioses de tus tierras, porque de nosotros no la obtendrás...
Y antes de que Freyja, asustada, pudiera protestar o defenderse, se vio sola en el campo, abandonada de todos los extranjeros, excepto uno. El gran Bóreas la miraba serio, con una tranquilidad que movía al espanto.
―Freyja, espero que estés preparada; que tu hermano y tu papito estén dispuestos a dar la cara por tu madre y por ti. Te advierto que no hay persona en Santuario y en Atlántida dispuesta a escuchar en este momento lo que tengan que decir. Y puedes contarme a mí también en el paquete. Con toda sinceridad, no esperaba que tú intervinieras de una manera tan torpe y funesta en este asunto. Esperaba respeto de tu parte porque eso es lo que siempre has obtenido de la mía...
―Norðri, espera... yo... no he querido ofenderte. Ni a ti ni a Athena, mucho menos a Poseidón, que comparte tantas características con mi amado padre. No sabía que el joven era familiar suyo...
―No sabes muchas cosas, agapité mou. Por eso deberías abstenerte de acciones precipitadas. Pero no fue así: atentaste contra el cangrejo y luego, por alguna razón, facilitaste que Vetr fuera sobre el arquero y el escorpión. Lo que a él le suceda me lo tomaré como ofensa personal, ¿entiendes? Escorpio es el amor de mi hijo, es mi yerno. Es mi familia, ¿entiendes? Y así como tú pretendes no tener piedad de quien toque a tu madre, yo tampoco la tendré de quien toque a mi hijo y a los suyos. Y recuerda: fue tu madre quien se atrevió a ponerle encima la mano asquerosa a mi niño cuando era justamente eso, un niño... Si alguien es capaz de darle una paliza a tu mamita, ese soy yo, el Viento del Norte. Considérate perdida...
Freyja se quedó sola y cabizbaja en medio del campo desierto. El viento removió sus cabellos cuando el Aquilón desapareció entre ráfagas crueles y erráticas con rumbo a las tierras mediterráneas, a las tierras cálidas que eran tan distintas a las suyas. Las bellas lágrimas doradas se deslizaban por sus mejillas pálidas. Suspiró y se limpió el rastro de humedad. Una vez que se puso de pie, se internó en su jardín sin volver la vista atrás. Al entrar, el coto desapareció como si jamás hubiera estado allí. Sólo quedaron, como recuerdo de la inútil batalla que ocurrió en ese sitio, el hielo, la nieve a medio derretir y las ramas rotas por la Galaxian Explotion de Saga. Un rastro del dolor infligido, una muestra del dolor por venir.
―¡Médico! ¡Ahora! ―gritó Saori, autoritaria, en cuanto Mu los hizo aparecer en La Fuente.
Shion y Dohko, que habían sentido en la distancia el disturbio en el cosmos de Géminis al perder el control, ya estaban acompañando a Shura, Shaka y Marín cuando el resto de la tropa caída llegó. Shion palideció al ver a Aiolos desangrándose y a Saga aquejado por la locura que, tal como mostraba su cabello, aún se le aferraba insistente. Marín, con la boca abierta de estupor, corrió hacia Aiolia para tratar de contener su estado emocional. Shura, a su vez, se acercó sigiloso a Afrodita y sin apenas decir palabra lo apresó en un abrazo intenso.
―Estás herido ―murmuró Capricornio acariciando el cabello azul, que dejaba ver tenues destellos rubios―, estás herido...
―Dama... ―musitó el Patriarca acercándose de inmediato a Aiolia, que lucía al borde del colapso― sólo nos fuimos unos días... ¿cómo diablos...?
―Luego, Shion. ¡Médico, ahora mismo, ahora mismo! ―volvió a gritar y un par de médicos salió del interior de urgencias, para de inmediato levantar a los caídos. ―No me importa lo que tengan qué hacer, quiero a estos hombres vivos, ¡aprisa, por favor!
El doctor Katsaros, que salía con expresión lúgubre de la sección de Cuidados Intensivos, ensombreció todavía más su mirada al ver a los tres hombres sin sentido en el suelo y a sus acompañantes heridos. Suspiró y se acercó para organizar los equipos de atención.
―Al arquero llévenlo a cirugía, sin dilación. Los otros dos son pacientes en estado crítico sin traumatismos aparentes. Apliquen los protocolos necesarios. Mikrí Kyría ―se dirigió finalmente a Saori―, no quiero ofenderte, pero en este momento tú y tus soldados estorban. Por favor, váyanse a la sala de espera. Te juro por mi espíritu que haremos todo lo posible por ayudar a tus hermanitos.
Dohko, que permanecía de pie junto a Camus, tocó su hombro con ligereza, casi con timidez, para indicarle que debían irse. El pelirrojo, sin embargo, no parecía tener intenciones de soltar a Milo, a quien abrazaba con una intensidad abrumadora. El doctor Katsaros se le acercó, se puso en cuclillas para estar a su altura y lo miró con indulgencia.
―Árchontas... para mí es claro que eres mucho más razonable que tu sýzygos. Si lo hubieras visto cuando hace años te trajeron a ti, destrozado, sabrías a qué me refiero. Por favor, no entorpezcas nuestro trabajo. Entrégame a tu amor. Y retírate.
Camus se estremeció por los sollozos contenidos y dirigió los ojos enrojecidos al viejo médico.
―Dígame a dónde llevarlo y lo haré. Permítame hacerlo, porque no sé si lo veré vivo de nuevo. Después de eso, le juro que me iré sin dar un solo problema.
―Deposítalo en aquella camilla ―respondió el médico suspirando con pesadez― y por última vez, vete.
Por mucho que lo intentaron, nadie sacó una palabra de Saga. En la sala de espera se fue despojando de la armadura, dejando caer las piezas una a una. Se sentó en un rincón, en el piso, con las rodillas pegadas al pecho y cerró los ojos, con los mechones bicolores cubriéndole el rostro. Estaba volcado por completo en Aiolos, concentrado en sentir su cosmos. No hubo ruego o conminación que lo convenciera de abrir la boca para explicar lo que había sucedido.
Afrodita, ignorando las peticiones de Shura, se arrebujó en un sillón y se negó a recibir atención médica hasta saber qué era de Angelo. Fue de él de quien obtuvieron el relato de lo sucedido y, a partir de ello, Saori y Julián reconstruyeron los hechos de manera aproximada. Deliberaban sentados en un sillón de tres plazas, apartados del resto, sobre sus próximas acciones de guerra y la conveniencia de involucrar o no a algún otro de sus familiares en la querella.
Camus, por su parte, se mantenía de pie y estático, haciendo esfuerzos sobrehumanos para controlar su ira y evitar correr hacia donde pudiera estar la Dama Blanca. Su padre, que había llegado con unos minutos de retraso en relación con todos los demás, estaba cerca de él, observándolo circunspecto y con expresión vigilante. Había escuchado el relato de Afrodita y ataba cabos sobre la posible dolencia que aquejaba a Milo.
―Te lo ruego, Afro. Déjame llevarte con un médico para que te atienda las heridas. O al menos déjame hacerlo a mí ―solicitaba Shura en voz baja, tomando la mano de su compañero―. Ayúdame a convencer también a Saga de que alguien lo valore, es evidente que se encuentra muy mal.
―Nadie conseguirá cosa alguna de Saga en este momento, déjenlo en paz ―suspiró Afrodita, cansado―; y yo no me moveré de este sitio hasta saber de Angelo. ¿Qué es lo que sabes de él?
―Nada. Sólo que lucha por su vida y que el doctor Katsaros se lo llevó a Cuidados Intensivos. No se veía bien ―la voz de Shura se quebró y los ojos de Afrodita, que se negaba a mirarlo, se llenaron de lágrimas―. Se lo llevaron intubado... No lo va a conseguir, Afro. No lo va a conseguir. Su cosmos va y viene y está cada vez más débil. No sé qué le hizo aquella mujer, pero lo jodió en grande. Ojalá lo hubiera escuchado. Ahora mismo estaríamos de paseo en una galería, merendando rollos de canela calientes o follando como enajenados en un hotel de paso...
El llanto quedo y lastimero de Shura se dejó oír en la sala. Aiolia, que a su vez lloraba en silencio entre los brazos de Marín, volvió la vista hacia ellos y se le anegó aún más. Camus, con el corazón apretado por Milo y sus hermanos, abandonó su posición lejana y su mutismo en favor de Shura y se apostó junto a él: lo abrazó con fuerza y dejó que se deshiciera en llanto sobre su hombro.
―Lo siento, lo siento ―se lamentó el español prendido de la espalda de Camus―. Perdóname por distraerte, Camus: tú también estás angustiado por Milo. Es que lo último que crucé con Angelo fue una sarta de estupideces...
―No es cierto, Shura ―intervino Afro limpiándose las lágrimas―; te disculpaste y le dijiste que lo amabas. Te conozco demasiado bien para que haya sido de otra forma.
―Pero antes de eso peleamos por una estupidez... yo peleé por una estupidez... si se encontró con esa mujer fue porque lo ofusqué y prefirió irse que romperme la nariz... es mi culpa, es mi...
―No digas necedades: no es tu culpa ―interrumpió Camus―. Tuvieron una discusión estúpida: le sucede a cada persona envuelta en una relación amorosa. Me sucede con Milo todo el tiempo. El azar jugó en su contra, eso es todo. Me ha costado una enormidad entender eso. Ahora entiéndelo tú y enfócate en lo que Angelo necesita de ti en este momento.
―A ti nunca te ha jugado el azar en contra, Camus ―dijo Aiolia con veneno en la voz―. Tu azar tiene nombre. Y cuando sepamos qué será de los nuestros, iremos a sacarle el alma... por lo que te hizo y lo que les ha hecho a ellos.
Camus aspiró profundo mientras cerraba los ojos, buscando una serenidad que no sentía desde que sufría el insomnio al que la Dama Blanca lo había condenado. Ahora, además de su propio cansancio acumulado y de la congoja que le destrozaba el corazón, debía preocuparse de que Aiolia pudiera cometer una tontería en represalia por su hermano.
―No. Cualquier asunto referente a la Dama del Invierno lo arreglaré por mi cuenta. Y si intentas intervenir te mataré yo mismo.
―A callar ―intervino Mu, hastiado―. Los pondré a correr ahora mismo para que orienten sus energías a algo útil en lugar de amenazarse el uno al otro. No sean imbéciles: nuestros hermanos se mueren mientras ustedes intercambian insultos. Qué vergüenza.
Aiolia se masajeó las sienes, presa de un visceral asalto que le conminaba a moler a Camus a golpes por su intransigencia. ¿Acaso no entendía que la maldita loca estaba dañando al Santuario entero y no sólo a él? No le cabía en la cabeza por qué estaba tan reacio a compartir su dolor y ansias de justicia con todos ellos. Ya todos estaban perdiendo a alguien por intervención de esa mujer.
Camus, por su parte, revistió su rostro de una inexpresividad tan impenetrable que alarmó a todos sus hermanos por un momento. No lo comprendían, eso Camus lo tenía claro. No los subestimaba. Pero si él, siendo el Mago del agua y del hielo era insuficiente para enfrentar a esa diosa, ¿qué harían ellos, cuya naturaleza era tan lejana a los fríos eternos?
―Lo lamento, Aiolia. No he querido insultarte. Pero me atemoriza que otro de ustedes sufra a manos de esa desgraciada. Ya no lo permitiré. No diré más al respecto.
―Entiendo ―musitó el León―, perdóname por hablar a la ligera. No sucederá de nuevo.
Las siluetas dispares y al mismo tiempo compenetradas de Aldebarán y Shaina se recortaron en la entrada de la sala de espera: las miradas de todos se posaron en ellos. Nadie los había convocado para no interrumpir su primer viaje como pareja, pero igual estaban allí. Tauro, que llevaba la preocupación impresa en sus rasgos morenos y amables, miró a Camus y le puso una mano en el hombro.
―Por un momento temimos verte de nuevo postrado. Nos alegra que no sea así, pero es triste que alguien más esté en mala situación. ¿Quién nos pone al día, por favor?
Mu y Shaka, intimidados de pronto por no haber tenido la gentileza de informar los hechos a su hermano y su novia, los apartaron y empezaron a relatarles en voz baja lo que sabían. Camus, que mantenía a Shura cercado con un brazo sobre sus hombros, dirigió la vista a Afrodita.
―¿Cómo te hiciste esas heridas?
Afrodita miró por primera vez las laceraciones, profundas a veces, que tenía visibles en los brazos y que apenas sentía escocerle en el cuello, el torso y las piernas.
―Freyja me apresó con una zarza llena de espinas: entre ellas y el veneno se me ha llagado la piel.
―¿Veneno? ―preguntó aterrado Capricornio― ¿Y estás tan tranquilo? ¿Acaso no ves el lamentable estado de Angelo? ¿Serás tan irresponsable que te me morirás tú también? ¿Y yo que haré? ¿Matarme para no estar sin ustedes?
―¡No seas bestia, cabra idiota! ¿Cómo te atreves a decir que te matarás? ¿Cómo te atreves a pensar que moriré por un estúpido veneno de Freyja? ¡Puedo anular en automático cualquier toxina que esa jävel, esa hija de perra me eche encima!
Primero, Shura y Camus se le quedaron viendo a Afrodita, estupefactos. Luego, cada uno de los presentes le dirigió una mirada interrogante, mientras el santo de las rosas echaba dagas por los ojos dirigidas a Capricornio. Al cabo de unos segundos, éste le preguntó:
―¿Cómo has dicho?
―¿Estás sordo? ¡Que puedo anular cualquier vene...! ―se interrumpió de pronto, abriendo los ojos como platos y palideciendo. Empezó a balbucear, desesperado― Por la diosa... ¡Por la diosa! ¡Soy un completo imbécil! ¡Angelo podría haber mejorado desde el principio! ¿Dónde está? ¿Dónde carajo lo tienen?
Shura se soltó de los brazos de Camus y jaló a Afrodita de una mano. Se lo llevó corriendo por un pasillo.
―¡Dime qué necesitas para curar a Angelo y te lo conseguiré de inmediato! ―exclamó Shura, apresurando a Afro―. ¡Recuerda que Krishna también está intoxicado, también te necesita!
Athena abandonó su aislamiento temporal con Poseidón para acercarse a sus santos y observar en dirección a donde se habían ido Piscis y Capricornio. Una sonrisa de gratitud se dibujó en su rostro.
―Al menos algo empieza a salir bien. Esperemos que Aiolos y Milo encuentren también una recuperación pronta.
―Esto no tiene buena pinta, Rhadamanthys ―declaró Aiacos mientras, por enésima ocasión, pasaba un lienzo húmedo por la frente de Kanon. Su cabello rubio ceniciento se había vuelto grisáceo y su faz había palidecido. Perdió el sentido en brazos de Rhadamanthys y no habían conseguido traerlo de nuevo a la conciencia―. Lo que sea que le pase, está relacionado con Saga y es autoinducido. Tu novio considera preferible mantenerse desconectado que entre los vivos...
―No es mi novio ―dijo Rhys por inercia―. Y tienes razón, es autoinducido. Ya debería haber despertado con todo lo que hemos intentado. Dijo que Saga enloqueció. Se está obligando a mantenerse inconsciente para no seguir a su hermano por ese camino. Se protege a sí mismo.
―Tal vez protege a todos a su alrededor ―reflexionó Minos―. Los registros del Inframundo narran con detalle hasta qué extremos puede llegar Saga de Géminis sumido en la locura. Kanon no querrá arriesgarse a caer en esa situación, si es capaz de las mismas barbaridades que su hermano... estando cuerdo.
―Sí, bueno sí. Igual es un problema que permanezca de este modo. Tenemos que llevarlo con los suyos, para ver si ellos pueden despertarlo ―intervino Rhys con tono exasperado. Se sentó en el sofá donde mantenían a Kanon: levantó un poco su cabeza y la depositó en su muslo, para servirle de almohada. La realidad era que se preocupaba por el estado de su amante ocasional, pero no quería admitirlo de manera tan evidente ante sus hermanos, quienes lo miraban con suspicacia―. ¿Qué? ¡Es inhumano que lo mantengamos así, sin saber qué hacer para que mejore! ¡Hay que llevarlo con sus hermanos!
―Sus hermanos querrán arrancarnos los testículos, Rhadamanthys ―dijo Minos con voz meliflua―. Y será divertido que lo intenten ―añadió con expresión torva en las pupilas como ópalo de fuego.
Aiacos rodó los ojos con fastidio. Entre la inquietud mal disfrazada de su hermano el Wyvern y la socarronería de su pareja estaba impacientándose a pasos agigantados. Se separó de ellos un momento y se sentó en un sillón próximo, meditando en las posibles soluciones. Se masajeó las sienes, cansado, y Minos lo notó al paso de los segundos.
―¿Estás bien, min kjærlighet? ―deslizó Gryphon con preocupación―. Por favor no te agobies. Si bien Kanon no despierta, la verdad es que en lo físico está en perfectas condiciones. Lo que le sucede es transitorio, ya despertará cuando se sienta seguro, fuera del rango de acción en que la locura de su hermano pueda afectarlo.
―Lo sé, priya... pero igual es un problema por resolver... no tengo interés personal en este asunto, pero me inquieta que estos hechos estén teniendo lugar... El Santuario sigue albergando a 88 de las personas más poderosas de este mundo. Y un dios extraño los está atosigando. La paz que hemos conseguido después de milenios de guerra está en riesgo por un elemento que no debería estar allí...No me simpatizan en lo particular los Santos de Athena y no tengo interés en amistar con ellos, pero lo que está sucediendo no es correcto ni justo. Quiero detener a esa diosa del norte. Ya.
―Pues ya puedes sentirte satisfecho ―musitó Rhys en voz tan baja que casi no se le escuchó. Tenía los párpados tendidos sobre los ojos y una expresión abstraída―. Nuestro Señor Hades está ordenando que vayamos al Santuario... ahora mismo...
Garuda y Gryphon cerraron los ojos también. Replicaron la expresión de Wyvern en sus propias caras. Aiacos, quien declaraba no tener interés en los habitantes del Santuario ―y era, sin embargo, el más empático de todos―, deslizó un dejo de dolor en su frente: estaba afligido por lo que Hades le comunicaba.
―La Dama del Norte ha extendido sus acciones perniciosas a otros santos. Está decidida a dañar a Acuario a través de quien sea... Lo está orillando a tomar decisiones suicidas... Y Bóreas... Bóreas...
Los tres abrieron los ojos de pronto, asustados.
―Bóreas está alterando el orden natural de este mundo... ―dijo Minos con voz trémula.
―No podemos esperar más... ―intervino Rhys―. Tenemos que intervenir o las acciones de Bóreas se nos saldrán de las manos...
Aclaraciones
¡Sí se pudo! ¡Segunda actualización de la semana! ¡Mega yey!
Bueno, mi semana horrorosa de trabajo no se ha terminado, pero se pudo subir la última actualización. La dejo aquí, a su consideración, y espero que les haya resultado interesante.
Este ha sido un capítulo en el que vemos cómo se están configurando los distintos grupos en pugna y también el modo en que pueden o no enlazarse. Veamos si un acuerdo entre todos ellos es posible. Y más aún: si un esfuerzo conjunto puede llegar a darse en el futuro.
Por lo pronto, tenemos ya a los caídos recibiendo el debido cuidado y a sus seres queridos rumiando una venganza a la altura. Afrodita al fin se ha dado cuenta de que él puede ayudar a Angelo y Krishna de modo directo. Saga está procesando como puede lo sucedido. Rhadamanthys, aunque no lo reconozca, se muere de ansiedad por Kanon. Y más adelante veremos cómo se las gastará Camus para cobrarse esta gracia de Skade y Freyja.
Ahora van las aclaraciones. Las que resultan más o menos transparentes van sin numerar, al contrario de las que resultan más extensas y complicadas:
Korítsi: Muchacha, damita (griego contemporáneo).
Mademoiselle: Damita (francés).
Mon fils, c'est suffisant: Hijo mío, suficiente (francés).
Agapité mou (Αγαπητέ μου): querida mía (griego contemporáneo).
Vetr: Invierno (islandés antiguo).
Mikrí Kyría: Damita (griego contemporáneo).
Árchontas: caballero (griego contemporáneo).
Sýzygos: esposo (griego contemporáneo).
Jävel: hija de puta (sueco).
Min kjærlighet: mi amor (noruego).
Priya: querido (nepalí).
Las siguientes acotaciones, casi todas de Camus, están en francés.
1. Où est notre frère ? Je veux le voir tout de suite ! Où est ?: ¿Dónde está nuestro hermano? ¡Quiero verlo ya mismo! ¿Dónde está?
2. Mais que diable se passe-t-il en Suède ? Qu'est-ce qu'ils font à Milo et nos frères ?: ¿Qué demonios está sucediendo en Suecia? ¿Qué les han hecho a Milo y nuestros hermanos?
3. Idiot téméraire: Idiota imprudente.
4. Tu te tais, monsieur le Maître ! Ne pense même pas que je te demande ton avis ! Cette maudite garce a blessé mon époux ! Je la tuerai !: ¡Te callas, señor Maestro! ¡Ni creas que te estoy pidiendo opinión! ¡Esa perra maldita le ha hecho daño a mi esposo! ¡La mataré!
5. Milo... Milo... mon coeur... mon soleil... s'il te plaît... je t'en prie... réveille-toi... montre moi tes yeux... tes beux yeux... mon coeur... mon amour... je t'en prie, je t'en prie: Milo... Milo... corazón mío... sol mío... por favor... te lo ruego... despierta... déjame ver tus ojos... tus hermosos ojos... corazón mío... amor mío... te lo ruego, te lo ruego.
6. Mais... mais... Que s'est-il passé ici ? Pourquoi la Dame Blanche a-t-elle osé leur faire du mal ? Pourquoi eux ? Si je n'étais pas là pour justifier cette attaque !: Pero... pero... ¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué la Dama Blanca ha osado hacerles daño? ¿Por qué a ellos? ¡Si yo no estaba aquí para justificar este ataque!
7. Pour quoi ? Pour quoi ? Je la hais. Je ne lui pardonnerai jamais ça ! Elle a osé faire du mal à mon époux ! À mes frères ! Je m'en fous si elle pense qu'elle a le droit de me faire ça ! Je vais la tuer pour ça !: ¿Por qué? ¿Por qué? La detesto. ¡No le perdonaré esto jamás! ¡Se ha atrevido a hacerle daño a mi esposo! ¡A mis hermanos! ¡No me importa si ella cree que tiene derecho a hacerme esto! ¡La mataré por esto!
Y listo.
La próxima semana es más que probable que únicamente actualice una ocasión, porque estaré en actividades extraordinarias. Igual, espero que lo que sigue la próxima semana sea de su agrado.
La bonita greca de motivos griegos (me parece que se trata de hojas de acanto) es cortesía de Freepic.
El crédito de la imagen de portada, que es absolutamente bella, es para su autor o autora: siempre me ha parecido un fanart muy hermoso y que espero les guste tanto como a mí.
Pido disculpas anticipadas si se me ha ido un dedazo o barbaridad. Ya noté uno en el capítulo pasado, pero corregirlo significa perder un comentario y pues eso nope, no va a pasar. Mi TOC tendrá que aprender a callarse ;)
@Chantry-Sama: gracias, coma ❤
Agradezco de corazón el tiempo que emplean en esta lectura. Todos sus comentarios, observaciones y votos son un regalo generoso departe de tod@s ustedes. Son geniales y estoy muy feliz de compartir este espacio con ustedes. Les mando besos y abrazos amorosos, como siempre. Byecito ❤
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