11. Algún lugar de Yakutia, Siberia, poco después de las 00:00
"We'll meet again
Don't know where, don't know when
But I know we'll meet again some sunny day..."
La voz profunda y suave de Johnny Cash, melancólica, de anciano que lo ha vivido todo, resonaba en los audífonos de Camus, reproducida en el viejo MP3 que tanta historia dichosa y amarga representaba para él y Milo.
Había tomado el aparatito con desesperación en cuanto pudo liberarse de la pesadilla en la que había estado atrapado: en los últimos tiempos, cuando Skade quería torturarlo, lo hacía soñar a Milo... en las dolorosas situaciones que habían vivido desde la Guerra Santa hasta el impasse de Asgard y sus consecuencias.
Esa noche, habían sido las manos de Milo estrangulándolo las que lo habían atado al dolor. Pero más allá del juicio demoledor de su amado cuando lo había asumido traidor a Athena y todos sus ideales, estaba la propia sensación de indignidad, de inmundicia que, en aquella época, a veces no tan lejana, sentía pesar sobre su espíritu. No eran tan solo los dedos constrictores de Milo cercando y obstruyendo su garganta lo que lo atormentaban, sino su propia voluntad de dejarse ajusticiar, de dejarse matar y pasar inicuamente al olvido.
A Camus lo atormentaba el recuerdo de su deseo de morir... que desde hacía unos meses Skade hacía resurgir una noche sí y otra también. Él, disciplinado, se obligaba a recordar que ya había dejado ese deseo mórbido atrás y que tenía motivos más que poderosos para tener una vida plena y feliz.
A veces podía liberarse por su cuenta, haciendo acopio de voluntad o convenciéndose de que aquello que Skade le enviaba ya no era real. Sin embargo, Skade casi siempre lo vencía y no conseguía zafarse de su influencia, y entonces recibía ayuda externa: son père o ses enfants. Esta noche, una cabellera de fuego y una voz dulce lo habían liberado del recuerdo de la noche de la invasión a Santuario, la noche en que la sangre de Athena fue derramada.
"Mon petit bébé, il est temps de se réveiller..." (1)
Y aquella voz como campana de cristal, esa que evocaba en sus momentos dulces y desdichados de soledad, la de su madre, lo había sacado del martirio al que cíclicamente regresaba.
Era más de medianoche ―bastante más, de hecho― y no paraba de dar vueltas en la cama y entre sus cobijas.
En la habitación de junto, hacía horas que Hyoga e Isaac dormían como lirones.
Maître no dormía nunca: no lo necesitaba, así que no le apuraba ni mucho ni poco lo que el viejo insoportable, pero cada día más querido, hacía o dejaba de hacer.
Ya quisiera estar en la misma situación que ses enfants: dormido y perdido para el mundo.
Pero no podía. Esta era su tercera noche en vela, cortesía de la querida cousine folle de son père. (2)
No hacía muchas semanas había pasado hasta cinco noches sin dormir. Y no había sido bueno. Para nadie. No se había atrevido a decírselo a Milo. Incluso Maître había estado de acuerdo en que se lo ocultara a Escorpio, al menos hasta que le hallaran una solución. ¿Cómo iba a decirle a son époux que casi había enloquecido, que casi se había puesto psicótico?
Aquella ocasión, cuando sintió que ya no podía más y que tal vez se convertiría en un peligro para sí mismo y los chicos, había decidido irse a las profundidades de la tundra, esperando que pasara el mal momento.
Por supuesto, sabía que era una trampa de Skade, pero, ¿qué podía hacer? ¿Quedarse y terminar matando a Hyoga o Isaac en un arrebato de locura producido por el insomnio, por las horribles pesadillas que lo aquejaban y no le permitían conciliar un sueño reparador? Maître lo había acompañado en ese incidente, se había quedado con él, cuidándolo y ahuyentando un posible acercamiento de la Dama del Hielo.
No se permitiría sucumbir a la desesperación. Dejó la cama, se vistió y con los audífonos bien calados en los oídos, salió a la pequeña habitación que servía de sala.
Allí vio, echado uno sobre el sofá y otro en un silloncito, a Hyoga e Isaac, dormidos en posiciones extrañas e incómodas. Camus suspiró sin ruido y se dirigió a la salida con todo el sigilo que pudo, pero antes de llegar a ella sintió la mano de Hyoga asir la suya con suavidad.
―¿A dónde vas, maestro? ―preguntó Cisne en medio de un bostezo profundo―. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas ayuda?
―Mon cher, mais que dis-tu ? Quelle est cette question ? (3)
―¿Cómo que qué pregunta es esa? ¿Te la traduzco? ¡Hablas los mismos idiomas que nosotros, maestro! ―rezongó Isaac tallándose los ojos y de mal talante―. ¿A dónde vas, te sientes bien, cómo podemos ayudarte...?
Camus volvió los ojos al techo y apretó los labios en una línea recta, con más ganas de carcajearse del tono de Isaac que de reprochárselo.
―Mais bon, mes chers... voy a buscar a Maître, me siento bien, no es necesario que me ayuden con nada... me preocupa que se preocupen, ¿saben? Los hacía dormidos hace horas... (4)
―Estamos dormidos hace horas ―contestó Isaac con tono desdeñoso.
―Bien sûr. Endormis. J'attendais dans leur lits... (5)
―No te pongas quisquilloso, Camus. Te escuchamos dar vueltas en la cama hace horas. Nos inquietamos y hemos venido para acá a hacer vigilancia. Ahora, por favor, relájate, échate en tu cama y déjanos dormir.
―¡Isaac! ¡No te pases! ―rezongó Hyoga, a lo que Isaac respondió con una mueca de desaprobación.
Camus levantó las manos en señal de paz, para pedir a ambos muchachos que se tranquilizaran.
―Calmez-vous, s'il vous plaît. Perdonen, pero... no puedo dormir. Y así como ustedes en una situación similar, estoy tratando de aprovechar mi insomnio del mejor modo posible. Voy a buscar a Maître para entrenar un poco. (6)
―Bueno, va ―respondió Isaac enderezándose en su asiento y haciendo el amago de levantarse―, vamos contigo. Al fin que ya estamos vestidos.
―Non, merci ―dijo Camus sin dudar y levantando una mano en advertencia. Isaac lo miró ceñudo y se cruzó de brazos―. Ya sé, monsieur Kraken, que no sigues mis órdenes sino las de Monsieur Poséidon. Igual te pido, en honor a nuestros años de mutuo aprendizaje, que te tranquilices y dejes de joderme la voluntad. He dicho que voy a entrenar y eso haré. Ustedes, por otro lado, van a dormir ya que tienen la dicha de poder hacerlo.
―¡Óyeme no, maître! ¡Tú no sales de aquí a esta hora sin nosotros, con la bruja desgraciada esa desmadejándote el cerebro! ¡Ya estamos preparados, nos vamos contigo! ―gritó Isaac cabreado.
Hyoga vio el ceño de Camus fruncirse de modo casi imperceptible y tragó saliva.
―¿En verdad estarás bien, maestro? Por favor, no te enfades con Isaac. Muestra su preocupación del modo que sabe... que no es el mejor... ni el más amable...
―¡Cállate, Cisne! ¡No necesito que expliques cómo me siento!
―Isaac, te estás portando como un tarado...
―Suffisant ! ―zanjó Camus extendiendo los brazos, enfático: la temperatura en la cabaña descendió con notoriedad y los dos jóvenes temblaron a pesar de estar habituados al frío. Camus suspiró y restableció la temperatura anterior―. Hyoga... Isaac... la diosa y ustedes... el Santuario entero sabe que los adoro, que son mes enfants, mes fils... aprecio de corazón lo que hacen por mí, pero ahora mismo necesito salir por mi cuenta. Por favor, no se preocupen. Les aseguro que estoy en control de mí mismo. Y me lastima que ustedes tengan que sacrificar su bienestar por el mío.
Isaac se cruzó de brazos y bajó la vista, enfadado. Camus estiró una mano y le acarició con mansedumbre el cabello a aquel muchacho bravío que, a pesar de su ex abrupto, no apartó la cabeza y recibió la muestra de cariño con docilidad. Hyoga extendió una sonrisa dulce en su rostro por lo general austero.
―Por favor, les suplico que vayan a dormir a sus camas. Les juro que estaré de vuelta dentro de poco, en cuanto me haya cansado lo suficiente para dormir. ¿Harán eso por mí?
Hyoga se levantó del sofá y se acercó a Camus para estrechar sus hombros en un abrazo efímero. Luego caminó hacia la habitación que compartía con Kraken.
―Anda, Isaac. Camus está bien y nos hará saber si eso cambia. Me muero de sueño ―y remató con un bostezo tremendo.
Isaac se levantó enfurruñado y caminó un par de pasos, pero los desanduvo y se prendió del torso de su maestro en un abrazo apretado. Camus lo correspondió de inmediato.
―¿De verdad nos avisarás si te pasa algo? ―preguntó con voz casi inaudible.
―Por supuesto, mon cher... ahora ve a dormir, ¿quieres? Por la mañana les prepararé café especiado y sopa de avena para desayunar...
Isaac asintió y se retiró sin más; dejó a Camus solo en aquella habitación. Éste, con una sonrisa feliz en los labios, se volvió a calar los audífonos y salió al yermo congelado que los rodeaba.
Mientras se encaminaba por el campo abierto, sonreía al escuchar la canción en turno: le tomó gusto por Milo, por supuesto, y ahora, después de tantas cosas vividas juntos, podía decir que era de sus favoritas por mérito propio.
"I can't stand it, I know you planned it
I'm gonna set it straight, this Watergate
I can't stand rocking when I'm in here
'Cause your crystal ball ain't so crystal clear
So while you sit back and wonder why
I got this fucking thorn in my side
Oh my God, it's a mirage
I'm tellin' y'all, it's a sabotage"
Añoró poder apagarse con un botón, como recitaba la canción que escuchaba, para dormir largo y tendido. Pero como no podía, había que pensar en qué hacer para no perder la cabeza. Su mejor opción era practicar las nuevas técnicas que había estado aprendiendo de su padre hasta desvanecerse de cansancio. Las primeras dos semanas él y los chicos practicaron todo lo que ya conocían sólo para que Bóreas verificara que eran hábiles y eficientes en ello. Luego, el viejo señor del Viento del Norte había decidido enseñarles algunas de las cosas que, como prerrogativas suyas, más bien se le daban a él.
Lo primero que les enseñó fue a mantener vivo y consciente a un enemigo hipotético en un Ataúd de Hielo, lo cual había resultado escalofriante, en el sentido literal y figurado del término, porque habían tenido que practicar entre sí. Lo siguiente fue bajar de golpe y sin escalas intermedias la temperatura desde el punto ambiental hasta el cero absoluto, e incluso a vislumbrar temperaturas aún más bajas. Les estaba enseñando a "conversar" con la nieve y el hielo, a escuchar lo que tuvieran para decirles. Y les había mostrado algo que Camus sospechaba desde hacía tiempo y debido a su propia experiencia personal, aunque su maestro no se lo había dicho nunca de manera explícita: que la danza era una manera de establecer un diálogo con el viento y persuadirlo de hacer lo que se le pedía.
Era la última habilidad que Bóreas había tratado de enseñarles la que entrañaba dificultad real, y en la que Camus había mostrado potencial, al contrario de los chicos: el viejo gruñón había decidido, después de mucho cavilar, enseñarles a dominar el Viento del Norte.
Los muchachos intentaban y podían, con muchas limitaciones, conseguir algunos pequeños favores de la ventisca: que bajara la temperatura, que los ayudara a desplazarse en distancias cortas, que les llevara noticias lejanas...
Camus, en primer lugar, descubrió gracias al poderoso viento por qué su padre parecía hablar todos los idiomas del mundo: el Viento del Norte se los llevaba a los oídos y el viejo dios los aprendía sin dificultad; Camus lo supo luego de hacer contacto inicial con la ventisca, pues se descubrió conociendo palabras de lenguas que antes ignoraba. También había podido viajar con el viento, aunque de manera burda y grosera, sin la gracia y elegancia que imprimía a todo lo que hacía sin ser consciente de ello. Pudo convertirlo en su vehículo de transporte, mandar sobre él. Domeñarlo.
Y aunque había conseguido que lo obedeciera, no lograba que fuera sencillo comunicarse con él, quitarle la bronca que le tenía. Hubiera querido convertirlo en su aliado. Pero eso, obtener complicidad absoluta del poderoso viento, era algo que al parecer sólo conseguía Bóreas.
Esa noche de insomnio había decidido intentar de nuevo un acercamiento real y efectivo con el Viento del Norte.
"Va, pensiero, sull'ali dorate
Va, ti posa sui clivi, sui colli
Ove olezzano tepide e molli
L'aure dolci del suolo natal!"
Las dulces y tristes palabras del "Va pensiero" sonaron en sus oídos mientras continuaba su caminata. Luego de un par de kilómetros vio a lo lejos al viejo, a son père: el amo legítimo del viento sobre el que él, un simple aprendiz, intentaba ejercer un dominio espurio. Bóreas estaba sentado en el suelo congelado, con los hombros hundidos y una apariencia de anciano frágil, y miraba frente a sí la nieve que el aire arrastraba.
Mientras Camus se aproximaba, veía la multitud de copos arremolinados frente a su padre, en un extraño patrón que, por momentos, parecía tomar una forma específica e incluso un tanto familiar. Cuando estaba apenas a 20 metros de distancia se dio cuenta de que sí, la nieve tomaba formas específicas: las de una mujer. Y al darse cuenta de que esa mujer bailaba, sintió su estómago dar un vuelco y su corazón estremecerse.
La nieve tomaba la forma de Hélène, de su madre. Su madre danzando.
Danzando para su padre.
Que justo esa noche ambos hubieran llevado en su corazón a Hélène lo asombraba.
Camus se situó junto a su Maître. Llevó las manos hacia sus orejas y se quitó los audífonos, que dejó caer exiguos sobre sus hombros.
―Mais... mais... comment c'est possible ? ―preguntó en un hilo de voz mientras se dejaba caer a un lado de Bóreas, hipnotizado por aquella visión etérea e inverosímil―. Comment c'est possible que...mamman... qu'elle soit ici ? (7)
Bóreas suspiró con fuerza, con el semblante abatido. Bajó un poco el mentón y permitió que el cabello blanco e hirsuto le cubriera a medias el rostro. Aun con ello, Camus vio que unas lágrimas perdidas se congelaban en las mejillas de su padre. Lágrimas que le estrujaron el alma y que lo conmovieron, que le permitieron dotar al viejo gruñón de un corazón que no sospechaba que tuviese.
―A veces... a veces su ausencia me abruma... y la convoco de esta manera... Je la ramène comme ça, le seul chemin qu'il me reste... (8)
―Pero... ¿cómo es posible? ¿Es ella... o sólo su forma?
―¿Importa? ―preguntó Bóreas en un susurro―, ¿de verdad importa? ―suspiró, cansado―. En ocasiones daría todo porque estuviera aquí. Ni siquiera conmigo, sino aquí, en el mundo. Su existencia... me confortaba, me daba paz... me permitía apreciar al género humano... ¿entiendes? Es que ella era... perfecta...
―Oui. Elle était belle comme aucune autre ―respondió Camus murmurando, con la voz tomada por la emoción―. ¿Puedes enseñarme a hacerlo? (9)
―¿Esto? ¿A convocar la forma de una persona en la ventisca?
―Sí... a veces quisiera... quisiera verla de nuevo... verla de verdad, no sólo en mis sueños...
―Ya. Claro que puedo enseñártelo. Pero debes entender que es sólo un espejismo. Darle vida al hielo, a la nieve... eso es otra cosa...
―Que no es posible ―dijo Camus con tristeza.
―¿Y quién ha dicho que no se puede? ―contestó Bóreas con más fuerza. Camus lo miró sorprendido―. Puede hacerse, pero es difícil y requiere habilidades que no tienes. Y una fuerza y voluntad que no sé si alguna vez puedas o quieras detentar...
―Alguien... ¿alguien alguna vez lo ha hecho? ¿Tú lo has hecho?
―Soy un dios... puedo ordenar al elemento bajo mi control que se anime...
Y con un movimiento de sus manos hizo que la nieve caída a sus pies formara dos cuerpos: uno humano y otro canino; los hizo tomar consistencia y flexibilidad y que dieran algunos pasos alrededor de ellos, mientras Camus observaba con detenimiento. Luego Bóreas contrajo sus manos y la nieve se desparramó, inerte, en el piso.
―Eso ha sido solo un truco barato, ¿entiendes? Tan solo le di forma al hielo y le ordené que se moviera. Tú también puedes hacerlo ahora mismo sin grandes problemas. Sin embargo, dotar al hielo y la nieve de vida verdadera es otra cosa: transmutarlo en carne, huesos, piel, sangre... En cierta forma, cuando Athena los ha hecho volver a la vida con la anuencia de las Moiras, ha hecho algo parecido... solo parecido, porque ha ordenado que la materia y el espíritu que alguna vez fueron se reconstituyeran. Yo no he querido intentarlo nunca, pero puedo hacerlo. Hay quien lo ha hecho y... el resultado me parece discutible.
―¿Por qué? ―preguntó Camus con curiosidad―. Quiero decir... todos estos años, tú pudiste simplemente "crear" a los Santos de Acuario sin tener que buscar a una mujer...
―¿Y por qué querría privarme de la dulce compañía de una mujer, mocoso tonto? ―rio Bóreas con diversión mientras negaba con la cabeza―. He amado de corazón a cada mujer que he tenido el privilegio de cortejar en mi existencia: desde la primera hasta tu madre, aunque ella... ―se detuvo un momento, como buscando palabras que no llegaron a brotar de sus labios―. En fin, estás tan acostumbrado a tu insectito zoquete y vertiginoso que has pasado por alto compañías que pueden ser suaves y dulces...
―Milo puede ser muy dulce y suave ―dijo Camus en medio de una sonrisa torcida―, pero sé a qué te refieres. Mi único antecedente con las mujeres fue Sinmone y... no podría decirte qué pudo ser por razones obvias.
―Sí... supongo que más bien el amor es el suave y dulce, no tanto la mujer o el hombre que lo sienten y prodigan... el caso es que, siendo el solitario que soy, no me privaría de una hermosa mujer que, por increíble que parezca, se sintiera movida hacia mí. ¿Por qué cometería lo que, en mi caso, sería un acto de egocentrismo puro, creando una vida por mi cuenta? Además, me creo capaz de crear un cuerpo vivo a partir del hielo, pero dotarlo de alma, de espíritu... eso no sé si podría lograrlo. Tal vez sí. Pero el antecedente que conozco no salió muy bien.
―Es decir, que lo que crees que obtendrías, sería... ¿algo como un gólem? Un ser imperfecto. Una vida aberrante...
―Eso creo, sí.
―¿Y de qué antecedente hablas?
―Pues... hay casos y casos... por ejemplo Caos y sus hijos, los seres más antiguos... tienen espíritu, pero son terribles... incomprensibles y monstruosos. Los seres humanos, con toda su imperfección, han sido una de las creaciones más estables de los dioses... y también... ―Bóreas suspiró con cansancio, con hastío. Miró la nieve vertiginosa que aún tomaba por momentos la forma de su amada danzante y con un gesto de su mano y la tristeza prendida en su rostro, la despidió―. Está el caso del gran gigante, que al no encontrar mujer que le pareciese digna de él, decidió crear una que le correspondiera en fuerza, poder y jerarquía. Se equivocó. Se equivocó de una manera terrible, porque la mujer que obtuvo no lo igualó, sino que lo superó. En todos los aspectos: poder, fuerza, potencial, belleza. En todo lo rebasó. Le negó un don que él no consideraba importante y eso fue un error. No le dio... tú dirías que no le dio "corazón". No le entregó la capacidad de amar... al menos no en plenitud. Él mismo no entendía qué cosa era amar. Y no puedes dar lo que no tienes, ¿me explico? Así, obtuvo una mujer soberbia, a la que intentó convertir en el receptáculo de su prole. Se dio cuenta de cuán magnífica era, por un lado, y cuán imperfecta, por otro. Se dio cuenta de la clase de monstruo sin alma que había creado. Y eso lo asustó enormemente.
Camus miraba a su padre con curiosidad, queriendo dar con el referente de su cuento. La sola idea de a quién podía referirse lo asustaba.
―Así que... ―continuó Bóreas― con mucho gusto te enseñaré a manipular la nieve y el hielo para que convoques a quienes extrañas. Y creo que, con lo listo que eres, le has agarrado el truco a formar cuerpos a partir del hielo y dotarlos de movimiento sólo con mirarme hacerlo. Sin embargo, si lo que deseas es crear... crear vida de verdad... puedo explicarte, pero tendrás que adquirir las habilidades necesarias para ello, lo cual no será fácil. Y tomar responsabilidad de tus actos, que pueden derivar en resultados terribles y monstruosos.
―¿En verdad... podría?
―Eres mi hijo... el hijo de un dios... así que puedes hacer cosas que un mortal común y corriente no se atreve ni a soñar. Y llevas la sangre de un hombre mitológico en las venas. Eso también te hace especial. Sin embargo, al ser un semidiós, no sé si en realidad puedes crear vida. Podrías intentar, si lo deseas... Tal vez si...
Pero Bóreas cerró los ojos y, bajando la cabeza, hizo un gesto de negación.
―En verdad, mon fils ―continuó el viejo señor del viento― si pudiera evitártelo, quisiera que no tuvieras ese destino para ti. El sino del mortal, su fugacidad, es terrible y al mismo tiempo es el culmen de su gloria: brilla un momento nada más, pero lo hace con una intensidad abrumadora. Quisiera que vivieras para siempre, compartir la eternidad contigo, pero la inmortalidad te arrebataría la belleza y el potencial que sólo un mortal posee. Por favor, aleja de tu mente la idea de crear vida. No necesitas eso para ser feliz y poderoso. Justo ahora tienes todo lo que necesitas.
―Sí... tengo lo que necesito... excepto sueño ―añadió Camus bostezando y haciendo una mueca de fastidio. Bóreas lo miró con intensidad―. Quisiera evitar ponerme psicótico otra vez. Quiero seguir intentando con el Viento del Norte hasta que esté tan cansado, que desfallezca sin importar cuántas pesadillas me envíe esa desgraciada.
―Ah, eso... bueno, mon fils... no es que te "envíe" las pesadillas: esas ya las llevas contigo ―Camus lo miró sorprendido―. Creo que lo que sucede es que al paso del tiempo ha tomado tanto conocimiento de ti, de tu alma, que potencia aquello que te hace daño de ti mismo. De por sí, el invierno suele sacar a flote la tristeza inmanente en el espíritu de las personas. Pero tú, que has tenido un contacto directo con ella, que por desgracia has sido "conocido" por ella, eres más susceptible a esa capacidad suya de sacar a flote lo desgarrador que hay en cada vida. Creo que has sobrevivido todos estos años porque eres mi hijo. Otro mortal sin tus ventajas habría enloquecido al tener un encuentro directo con una deidad en estado puro. Y de no enloquecer, ya se habría suicidado por la capacidad que ella tiene de remover la desolación de cada ser vivo.
―Entonces... tal vez pueda controlar de mí mismo eso que ella manipula a su antojo y que usa para torturarme. Ahora mismo las técnicas de meditación de Mu y Shaka me están pareciendo algo más que un mero apoyo para acotar la influencia que Skade tiene sobre mí. Ahora entiendo por qué se han esmerado tanto en enseñarme a meditar.
Bóreas, que escuchaba con atención a Camus, frunció la frente poblada de cejas hirsutas y de cabello desprolijo un momento y suspiró, cansino. Chistó con la lengua, en un gesto que era puro fastidio y miró con seriedad a su hijo.
―¿Qué tan cansado estás, mon fils? ¿Qué tan estable te sientes en este momento?
―¿Estable como para qué? ―respondió Camus poniéndose alerta.
―Como para responder a un llamado imprevisto. Un llamado que aún no es tal...
Camus observó alarmado a su padre y puso su diestra, que lucía diminuta, en el brazo forzudo y enorme de Bóreas.
―¿Qué pasa?
―To Korítsi... dice que es posible que la Dama del Invierno está activa, aunque no se atreve a asegurarlo ―Camus arrugó el rostro en señal de desagrado, pero contuvo cualquier palabra al ver que su padre no había terminado de hablar―. Escucha. No está pidiendo que vayamos: me solicita que esté en guardia por la eventualidad de que nuestra amiga loca quiera venir aquí y atacar. Pero... me dice que un amigo tuyo está en riesgo de muerte. Y me pregunto si deseas ir a verlo... (10)
―Mais que dis-tu ? Qui est en train de mourir ? (11)
―Tu amigo, el de los cabellos de nieve... ¿Tienes interés en verlo antes de que entregue el espíritu?
Aclaración
¡Hola a tod@s! Bienvenid@s a la primera actualización de la semana. Bueno, tal vez la única, pues es probable que el trabajo se ponga más grosero que de costumbre XD
En este capítulo tenemos la situación de Camus y su familia. Porque sí, ya actúan como familia consolidada, qué chistoso, ¿no? Con todo y los niños contestones y berrinchudos, el papá cascarrabias y el abuelo necio. ¡Y ya por fin le llama a Milo époux! Hell, yeah! Siempre me ha parecido que Camus terminará así XD
La historia que Bóreas cuenta sobre el gigante y su creación adquirirá importancia más adelante, lo mismo que el luto que Bóreas sigue guardando por la madre de Camus. Y por supuesto, es también el prólogo para el modo en que Camus procesará el asunto del campo de batalla con Skade.
Espero que la lectura haya resultado bonita y sin contratiempos. Este es otro capítulo que me costó trabajo. En realidad todo en este fic me ha representado dificultades inesperadas. Aspiro a que haya quedado coherente e interesante. Mi coma, como siempre, me echó muchas porras; gracias comadrita :D
Y ahora, las aclaraciones, que son un montón. A la vieja usanza, van sin numerar las más sencillas y con número las más difíciles:
Maître: Maestro
Son époux: su esposo
Suffisant !: ¡Suficiente! ¡Basta!
Son père: su padre
Ses enfants: Sus hijos, sus niños.
Monsieur Kraken: Señor Kraken
Monsieur Poséidon: Señor Poseidón
1. Mon petit bébé, il est temps de se réveiller: Mi bebé (mi bebito, mi bebecito, mi pequeño bebé), es hora de despertar (francés)
2. La cousine folle de son père: La prima loca de su padre.
3. Mon cher, mais que dis-tu ? Quelle est cette question ?: Mi querido, ¿pero qué dices? ¿Qué pregunta es esa?
4. Mais bon, mes chers: Pero bueno, queridos míos.
5. Bien sûr. Endormis. J'attendais dans leur lits: Por supuesto. Dormidos, Yo esperaba que en sus camas.
6. Calmez-vous, s'il vous plaît: Cálmense, por favor.
7. Mais... mais... comment c'est possible ? Comment c'est possible que...mamman... qu'elle soit ici ?: Pero... pero... ¿cómo es posible? ¿Cómo es posible que... mamá... que esté aquí?
8. Je la ramène comme ça, le seul chemin qu'il me reste: La convoco de este modo, el único que me queda.
9. Oui. Elle était belle comme aucune autre: Sí. Era bella como ninguna otra.
10. To Korítsi: La muchacha, la joven (griego moderno)
11. Mais que dis-tu ? Qui est Qui est en train de mourir ?: ¿Qué dices? ¿Quién está muriendo?
Respecto a la música que escucha Camus, va la aclaración general. La primera canción, la de Jonnhy Cash, es "We'll meet again", del maravilloso American IV. La siguiente rola es "Sabotage", de Beasty Boys. Finalmente, el "Va pensiero", del Nabucco de Giuseppe Verdi. Las tres son maravillosas y se las recomiendo ampliamente, si es que no las conocen.
El crédito de la imagen de portada es para su increíble autor o autora: ni siquiera voy a echarle piropos a Camusito, porque es como que una actividad tautológica. El chico es bellohermoso no importa cómo o dónde lo veamos, sisi.
Como siempre, agradezco su gentileza al seguir leyendo este cuento. Sus lecturas, votos, comentarios, sugerencias son enormemente valorados. Amor con amor se paga: gracias por acompañarme en esta aventura.
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