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Capítulo 11| No te muevas, ahora solo procura gritar.

11

El sol por la tarde es reconfortante. Es como una dulce caricia sobre la piel. No es fuerte, pero tampoco delicado; se encuentra en un punto intermedio que lo hace perfecto. A diferencia de otras tardes, esta parece ser serena y llena de calma.

Como si el mundo estuviera tomándose un descanso.

Como si el mundo hubiera detenido su vuelta al sol.

El suave viento que choca contra mi rostro y hace que los mechones de mi cabello se vayan hacia atrás, solo me hace detener mi marcha para tomar oxigeno y respirar lo más que pueda. Con la respiración agitada me permito ver a las personas que pasean por las calles de parque, cada una ausente de la vidas de otros, solo pretendiendo ser normal, algo que no está para nada mal. A veces es mejor solo pretender que aparentar.

Aunque mi vida se encuentra rodeada de caos e impertinentes eventos de destrucción, me gusta creer que todo lo hago con el único fin de detener la taza de criminales que cada año va en aumento. Todo porque no quiero que la gente sufra.

Todo porque mi único objetivo es encontrarlos.

Las voces en mi cabeza solo me generan querer matarme, de verdad que es insoportable, era como tener habitando una persona en el interior de otra persona. Pero en el mal sentido. Vale, no sé si me puedo explicar y juro que ahora los estoy confundiendo. Pero joder, nada de lo que pasa es real. Si tan solo supiera que hacer.

Relamo mis labios y tomo agua, mientras recuerdo el número que me ha enviado la fotografía. Tengo miedo, mucho miedo, y no estoy soportándolo.

Han sido días intensos de averiguar quien ha sido, pero lo único que he logrado es obtener otro mensaje de otro número desconocido, en donde me dicen que me tienen vigilada. Y por ende eso ya es muy malo.

Solo tengo dos opciones: 1. Descubrir a la persona detrás de los mensajes y eliminarla de la faz de la tierra. 2. Dejar que me atrape y me desaparezca a mí. Y juro que la segunda opción no es válida.

Lleva un punto a su favor, de alguna manera ha conseguido sacarme la navaja. Y yo tan solo sigo como estúpida fingiendo frente a mis amigos que nada malo pasa.

En mente tengo muchas cosas que hacer, la primera es darle su merecido a Joel Hill. El idiota que le metió cocaína a mi prima y que por su culpa terminó en el hospital con una recaída fatal. Para él tengo algo especial. Y eso no puede esperar mucho. Priscila sale conmigo mañana a primera hora en un vuelo directo a Boston, así que es esta noche o nada.

Tomo agua y sigo trotando por las calles del parque, disfrutando de la vista de un cielo anaranjado y perfecto, que se ve opacado cuando la noche cae con su espeso equilibrio y yo me encuentro dentro de mi departamento, ayudando con las maletas de Pri.

—Estas muy seria—ella murmura dejando de empacar.

Le veo de reojo, y sigo ayudando.

—No lo estoy, ¿vale?—también murmuro en su mismo tono. —Solo me encuentro triste porque no te veré por un gran tiempo.

La veo sonreír y sin pensarlo me abraza, con una sonrisa igual de sincera le devuelvo su muestra de afecto. Acariciando su cabellera, sintiendo el agradable aroma a flores que este desprende.

—Me puedes ir a visitar cuando te apetezca.

—Siempre voy a ir, no te dejaré sola.

Pri nos separa y sus ojos de la nada se le ponen húmedos.

—Gracias. —dice en un murmullo y se limpia las pequeñas lagrimas que se le han escapado.

—No quiero que vuelvas a fugarte de la clínica, si lo haces te juro que me pondré del lado de Hellen—mis palabras la hacen bajar la mirada. Tomo su mentón y hago que me encare—Escucha Priscila, te vas a quedar ahí—ella asiente y yo lo hago de igual manera. Entonces me toca recordarle lo de siempre, algo que es meramente importante para mí—: Nadie puede saber lo que hago, si llegas a delatarme me van a matar, y no es una broma.

Ella asiente muy firme, nuevamente, y a mí me toca confiar en sus palabras.

—Nunca lo haría—me dice.

—Te quiero mucho. —Murmuro con una sonrisa y beso su frente—Y por cierto, te tengo una sorpresa—le digo con mas ánimos, ella igual cambia su semblante triste por uno más alegre—Ven, te lo voy a mostrar.

—¿Qué es?—pregunta con emoción mientras bajamos del edificio y nos montamos en el auto.

Sin pensarlo arranco y le doy con todo al acelerador. Eso la pone alerta.

—Te va a encantar, eso te lo aseguro—una sonrisa ladina se forma en mis labios. —Es mi forma de decirte adiós.

Pri no perdía su sonrisa, estaba consciente de que aquello la llenaría de satisfacción.

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Mi sonrisa no se perdió ningún instante. Pero para mi mala suerte, la emoción de Priscila se transformó en completa perplejidad.

—Ya sabes que hacer—le digo. Pero claro que no se lo decía a mi preciosa primita, sino al sujeto que teníamos enfrente. Sus ojos verdes irradiaban terror, pero yo solo me limitaba en tratarlo bien—Anda que no tenemos toda la bendita noche.

—Estas jodidamente zafada de la cabeza, Morris—dijo con la voz temblorosa.

Pri solo se mantuvo estática, viendo al chico rubio bonito. Me gustaría saber que pasa por su cabeza, que piensa justamente ahora, pero claro, ella era una jodida sentimental que no le gusta ver sufrir a los demás. La luz amarilla que cuelga sobre nosotros hace que tenga una perspectiva complicada del rostro de Joel Hill.

Y como no tienen nada que decirse, yo empiezo con mi charla de siempre.

—Joel Hill de 23 años, eres el típico nene de papis que lo ha tenido todo en su patética vida, al igual que tu hermana menor llamada Sophie—este al escuchar mis palabras se queda quieto, bueno, si trata de atentar contra mi haré que le vuelen la cabeza—Estás en tu tercer año de medicina, felicidades, casi nadie llega tan lejos dentro de la carrera, pero bueno, volviendo al tema central, creciste y naciste en Miami Beach, teniendo un historial algo sucio—abro mi libreta en donde tengo escrito toda su biografía—A lo largo de tu juventud se te ha acusado de violación, intento de homicidio, violencia agravada a un menor de edad, también de participar en la venta de droga, ¿sabes que tienes un hijo de seis meses el cual no lleva tu apellido?...—eso parece sorprenderlo, pero no mucho, quizás lo sepa, pero le ha sorprendido que me sepa toda su vida tan al detalle. Pri por su parte se le queda viendo con rencor, eso, no le tengas lastima—La vida de los ricos es tan sencilla, haces delitos y no te pasa nada, les gusta tapar el solo con un dedo, pero eso no está bien.

—¿Quién mierda eres Morris?—pregunta con la respiración acelerada, ya llegando a la fase de enojarse.

—Una chica simple a la que le encanta hacer justicia por su propia cuenta—le respondo con simpleza—Quizás ahora no estuvieras aquí, pero te metiste con ella y te jodiste—sin que lo vean venir saco una pistola y le apunto directo a la cabeza—Arrodíllate, le pides perdón y le besas los malditos pies.

Joel se sobresalta en su lugar, Priscila solo se mantiene quieta, se ve asustada pero no tanto, porque claro que a ella no la puedo tocar. Mis ojos pasan desde los de ella a los de él.

—Apuesto a que no eres capaz de apretar el gatill...—ni siquiera acaba porque le propino un disparo en la pierna, lo que lo hace caer—¡Maldita loca!

—No me subestimes, porque soy capaz de comerme tu propia carne y poner tu sangre en mi copa de vino.

Una risa que sé de dónde ha salido me sale cuando lo veo poner una cara de espanto, pero sabe que mi risa no es para hacerle saber que bromeo, sino que lo estoy disfrutando.

—Podría matarte ahora mismo, pero agradécele a ella—señalo a Pri, que no hace otra cosa que regular su respiración. —Ahora haz lo que te he dicho.

Joel me ve y luego a mi prima. Ellos se mantienen la mirada.

—Pídeme perdón—Pri dice al cabo de unos segundos, llena de seriedad—Hazlo.

Creo que se ha dado cuenta de lo basura que es este sujeto.

Joel se arrastra, pero Pri es más rápida y avanza y le pisa una mano, poniendo su pie ahí. Su lindo pie blanco y delgado, con las uñas pintadas de un color rosa.

—Lo siento, por favor, perdóname—Hill dice con lagrimas de dolor, porque joder, le debe doler hasta en el culo la herida de la bala—Vale, he hecho cosas malas, pero juro que voy a cambiar.

—Agh, no digas tonterías, la gente no cambia—le digo sin dejar de reírme.

Pero no me presta atención, porque sus ojos se encuentran perdidos en los de Priscila. Toda su concentración y palabras van dirigidas precisamente a ella. Entonces hace lo que le he ordenado desde el principio y besa el pie de ella, lo besa de una manera que hasta se me eriza la piel.

—Lo siento mucho—vuelve a repetir, pero su voz es sincera.

Ella lo escudriña con la mirada y es entonces cuando una sonrisa aparece en su rostro. Una que dios, podría matar del corazón a cualquiera. Sin duda Pri es la chica con la sonrisa más tierna del planeta. Ella sonríe como si le hubieran cumplido un maldito capricho, y por ende eso me pone feliz.

—Hanna, él me gusta mucho—y justo entonces mi sonrisa decae. Es que hasta el propio Joel Hill ha quedado con la boca abierta—Es bien lindo, ¿no?, quiero que sea mi novio.

Joel y yo nos vemos entre sí, queriendo captar la semejante estupidez que ha soltado Priscila, puedo jurar que se trata de una broma, pero su emoción es tan real. Ella se pone de rodillas y aparta los mechones rubios del chico, para poder ver mejor su rostro.

—Ahora vas a ser mío, solo mío—ella le murmura con una sonrisa y mierda, solo quise pegarme un tiro en la cabeza.

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—No, es que no estoy entendiendo nada—digo confundida.

—Morris, estas fuera. —la presidenta del salón dice con hastío.

—No me jodas, no pueden echarme del periódico así por así—ella solo se encoje de hombros y a mí me dan ganas de golpearla—He estado aquí desde que...

—No puedo hacer nada, fueron órdenes del coordinador de la carrera, ya no te quieren dentro—Leo sigue diciendo harta de mi impaciencia—De seguro has hecho algo mal, pero mejor ve y pregúntale a Lori, a lo mejor ella sabe con certeza lo que pasa.

Asiento con la cabeza y voy rápido hasta donde sé que puedo encontrarla. La editorial de MUS. Abro la puerta de golpe y entro, ahí se encuentra Lori tras la computadora, al frente una chica de semblante sombrío que se encarga de revisar un manuscrito.

—Lori, ¿dime que mierda está pasando?—juro que mi corazón va a mil por ciento—¿Cómo es eso de que me han dejado fuera del periódico?

Ella se levanta, me toma del brazo y me sumerge en lo profundo de la oficina.

—Tampoco lo entiendo, pero tienes que calmarte—ella dice relajada.

—¡No puedo calmarme!—le grito casi llorando—Yo amo estar aquí, no puedo solo pretender que todo va bien.

Ella se pasa una mano por el rostro y suelta aire.

—Hanna, la orden de que te sacáramos fue dada por la propia directora—eso hace que mi entrecejo se hunda en total confusión—No hubo una justificación tal cual como para comprender del porque de la decisión.

—Es que joder, no entiendo una mierda.

Revuelvo mi cabello y trato de respirar mejor.

—Por ahora te encuentras fuera, pero puedes tratar de hablar con la directora, quizás sepas la razón por la que ha decidido sacarte.

—Es lo que voy hacer ahora mismo.

Giro sobre mis talones y salgo rápidamente. Avanzo por los pasillos de las facultades, chocando con los que se me van atravesando. Llegar a la oficina de la directora me lleva cinco minutos.

Cuando toco a la puerta, pero esta se abre por sí sola, lo que hace que mi ira se transforme en confusión.

Adentro no hay absolutamente nadie, y la oficina es un desorden total. Hay papeles por doquier y cosas rotas, el monitor partido a la mitad y unas manchas rojas sobre el escritorio.

¿Pero qué carajos?

—¿Señora Mure?—pregunto en voz alta, para asesorarme de que se encuentre en lo profundo del lugar.

Veo por encima de mi hombro que nadie venga y cierro la puerta, entrando por completo. La luz del foco que cuelga en el techo parpadea y tintinea en un movimiento algo turbio. La piel de la nuca se me eriza cuando soy consciente de que las manchas sobre el escritorio es sangre, puedo sentir el olor a hierro perforarme las fosas nasales con crueldad. Retrocedo y rodeo el escritorio, entonces me doy cuenta de que hay un papel pegado a la pantalla, este escrito con marcador rojo.

No toco la hoja, ni nada. Solo leo lo que tiene por decir:

Lobo con piel de oveja.

Si das otro paso caerás, porque se tu secreto.

No te muevas, ahora procura solo gritar.

El corazón se me detuvo por un efímero momento, estaba segura que era la misma persona que me ha estado enviando mensajes anónimos por números diferentes, que luego son eliminados. Solo que lo hayan dejado en la oficina de la directora ya me resulta muy raro, ¿acaso sabía que vendría aquí? Esto es ridículo y en parte atemorizante.

Releo la nota una y otra vez hasta que el silencio de la universidad es perturbado con gritos y sonidos de disparos.

Con los pelos de punta empiezo a maquinar en mi cabeza de demente, hasta que solo logro formular una sola oración:

—Es una trampa.

Mis alarmas se prenden y el recuerdo de lo que sucedió en Watson me invade, todo como si fuera una maldita película dentro de mi cabeza y de nuevo siento temor.

No, tú no sientes miedo.

Los monstruos no tienen miedo.

Los monstruos generan miedo.

Y tú eres un jodido monstruo.

Me apresuro en salir de la oficina, pero mi pecho choca contra el de alguien. Al principio me pongo alerta, pero se van cuando me doy cuenta de que se trata de Neyzer.

Este al verme me toma de la mano y con rapidez nos mete nuevamente en la oficina de la directora, cerrando la puerta y haciendo que nos acostemos en el suelo. Sus ojos azules magnéticos se encuentran con los míos, en ellos hay un poco de miedo, algo que a toda costa no quiere transmitirme.

—Tenemos que quedarnos aquí, si salimos alguna bala puede alcanzarnos—me dice en un susurro, se relame los labios y con mucha presión me dedica una sonrisa—Hola, Han.

Los gritos siguen ahí.

Los disparos de igual manera.

Pero la sonrisa de Neyzer por primera vez me pareció linda.

—Hola, Ney—le respondí de igual manera.

Por un instante el ruido se detuvo, y ambos nos pusimos alerta cuando escuchamos cuando cada puerta del pasillo iba siendo abierta con suma fuerza.

Cerré los ojos y solo pude pedir muy en el fondo que el mundo se acabara. 

*****

Nota de autora: Me he tardado, vale. Pero es que majes, tengo muchaaaas cosas pendientes. Pero ahora sí prometo acabar esta historia. Lo prometo por la vida de mi Mishi Nelson 😔☝🏼

Voy a tratar de publicar capítulos más seguido. Así que nos vemos en esta otra semana, si Dios quiere.

*Dios: No, no quiero.

Jahdjahdvah

Nos vemos, chateles.

Besotes en la pata 😘

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