CAPÍTULO 9: LARISSA
Despierto mientras algo punza insistentemente mi pierna derecha. Como tanteando en ella. Abro los ojos y me consigo con una pálida y pecosa mano intentando averiguar qué tan grave es mi dolor. Y ahora que lo considero, el dolor ha vuelto. Solo me funcionó la anestesia toda la noche mientras dormía, pero ahora que aparecen los rayos del sol entrar por la ventana me doy cuenta de que el efecto ya cesó. La pálida y pecosa mano pertenece nada más y nada menos que a: Vanessa.
Me incorporo en la cama y ésta se encuentra sentada en la orilla. De pie junto a la puerta está Elián, ambos lucen alegres. Por supuesto es sábado, intentarán sacarme a pasear, de nuevo.
—¿Sabes qué día es hoy? —pregunta Vanessa con euforia en su voz. Pongo mis ojos en blanco.
—¿Día de obligar a Alena a salir al mundo destructor?
—Exterior, mundo exterior —Elián la observa recriminatoriamente —¿Qué? Ella me hubiera corregido.
Suelto una carcajada, me inclino para colocarme de pie. Elián rápido corre hasta mí. Me carga y me sienta en esa silla de ruedas, que si me permiten anunciar, ya odio.
—Debo ir al baño —suelto un poco incómoda.
—Ven, es mi turno —indica Vanessa. Lleva la silla en dirección al baño, y me ayuda a asearme.
···
Una vez, limpia. Me encuentro sentada en la cama, con una ropa que escogió Vanessa. Un short de pijama demasiado corto, si me preguntan. Y una camisa de tiras. Al menos el conjunto es de Hello Kitty. Me hago una cola de caballo en el cabello. Y observo la hora en el reloj de pared. Son las 09:00am.
—De acuerdo, suéltenlo —rompo el silencio.
—¿Soltar qué? —actúa Elián como si nada.
Rodeo mis ojos.
Suspiro.
E intento no perder la calma.
—¿A dónde quieren qué vaya hoy?
—A ninguna parte.
—Ajá, y yo soy Selena Gómez.
—¿Por qué Selena? —interviene Vanessa— Me gusta más Ashley Benson.
—¡BIEN! —me altero— ¿Qué quieren que haga? ¿A dónde vamos?
—¡Hey! —Elián se acerca hasta mí, toma mi mano— Está todo bien, no estamos aquí para obligarte a nada. Solo, vinimos a verte. Como todos los sábados.
Suspiro.
Sé que estoy actuando mal, así que me tomo mí tiempo para disculparme:
—Lo siento.
—No tienes que disculparte cariño.
—Salgamos—. Cedo un poco —Aunque sea a dar un paseo por el jardín, creo que desde que me trajeron acá no lo he caminado.
—Bien, pero ni loca dejaré que mi mejor amiga salga en esas fachas. Tenemos que cambiarte, de nuevo.
—De acuerdo, yo saldré... Por cierto, hay alguien allá afuera que quiere verte. Estaremos abajo.
Elián sale de la habitación y Vanessa otra vez me ayuda a cambiarme, me voy por un vestido corto. Y una pantufla en mi pie izquierdo, en vista de que el derecho está ocupado por esa venda. Me coloca unas gafas de sol, que ni sabía que había traído hasta acá. Y rueda la silla directo a la salida. Tuvimos que bajar tres pisos por el ascensor mientras que un enfermero nos acompaña, a una distancia prudente pero igual vela por mí.
El sol hace un choque intenso en mi rostro, en toda mi piel. Qué pálida estoy. Hace mucho, pero mucho que no salía. Fue una excelente idea colocarse éstas gafas de sol. De igual forma estiro mi brazo derecho para cubrirme del sol, apenas y vamos por el pasillo que da con los jardines y ya estoy perturbada. El enfermero hace un cambio con Vanessa y le da el mando de mi silla. Ésta me guía directo a un banquito dónde puedo distinguir la espalda de Elián y una chica, a su lado sentada de cabello largo y rojo. Cuando por fin estoy de frente puedo apreciar esos penetrantes y dominantes ojos azules, o ¿verdes? No lo sé, lo que sé es que ella es muy linda.
Al verme sus lindos ojos se llenan de lágrimas y se levanta de su puesto ofreciéndome un abrazo. El cual correspondí, solo por educación. No es que me agraden los abrazos, los odio. En mi nariz impacta su perfume...
〰
AUTO VINOTINTO
ENCAPUCHADO
PISTOLA APUNTÁNDOME...
〰
—Hola, Alena— dice al separarse de mi —¿me recuerdas?
¿Está nerviosa?
—Yo... —No sé qué decir estoy realmente aturdida— N-No... Sssé... ¿Eres la novia de Elián?
Asiente.
Trago saliva. No sé si es el sol. O ella, ésta chica me hizo recordar también. Si estaba aturdida hace unos segundos puedo certificar que ahora estoy completamente ofuscada.
Cierro los ojos por un rato.
Intento calmar mi respiración y siento como el enfermero se acerca hasta nosotros para corroborar cómo me encuentro. Como pude le dije que estaba bien, que solo era un poco de calor. Y se volvió a alejar de nosotros, cuando abrí los ojos noté el rostro de mis amigos, están muy preocupados.
—Es solo el sol.
—¿Segura? —pregunta Vanessa.
—Segura. Lo siento, ¿Larissa? —asiente de nuevo— No te recuerdo mucho, pero es normal.
—Sí, Elián me ha contado todo lo que te sucedió.
—¿Nosotras éramos íntimas?
—No como Vanessa y tú, pero sí entablamos cierta amistad.
—Bien, espero que podamos mantenerla. Mientras recuerdo todo.
—¿Sí existe posibilidad de que recuerdes? —la escucho un tanto nerviosa.
—Pues, se supone que sí.
—¡Vaya! Me alegra...
—Bien, ¿qué quieres hacer? —interviene Elián.
—Me hubiera gustado poder caminar, pero ya me ven.
—Por cierto, ¿Qué te sucedió? —espeta Larissa un poco extrañada— ¿No se supone qué aquí estás a salvo?
—¡Estoy a salvo! Solo fue una confusión, un paciente. Mejor dicho, un amigo. Se complicó anoche y pues intervine él no me vio y sin querer me aventó una silla.
—Espera— dice Vanessa, quien se encuentra en el banquito con Larissa y Elián —¿Hablas de esa silla metálica que está en todas las habitaciones?
Asiento.
—¡Oh! Creo que ese tipo tiene una demencia complet...
Elián se aclara la garganta, obviamente para que Vanessa se calle y lo hace. Solo esbozo una sonrisa y como puedo posiciono la silla al lado de su banquito, para apreciar la vista.
Es un jardín completamente extenso, veo unos cuantos pacientes, por supuesto que en compañía de enfermeros y enfermeras. Algunos hablando solos, y otros tan solo sentados viendo a la nada. Uno que otro leyendo, y aquí estoy yo, de visita con mis amigos. La más normal, como me dice Rubí. No me considero más normal que ellos, al contrario, aquellos que juran y creen que están más cuerdos, son los más locos. Es más, ni siquiera sé si normal sea una palabra que se pueda aplicar a nivel mundial.
Lo que para muchos es normal, para mi puede no serlo.
En fin. Retiro con cuidado los lentes de sol, los dejo en mi regazo y me dedico a apreciar el panorama. Creo que tienen razón, dentro de la clínica estoy a salvo, pero no estoy libre. La libertad es esto. Los árboles, el pasto verde, los pájaros, los insectos. Aunque no me gusten, denotan libertad. El aire puro y limpio, no de un ducto de ventilación.
¿Por qué he pasado casi dos años sin esto?
¿A qué le temo tanto que no soy capaz de gozar de esto cada día?
Siento la mano de Vanessa sobre la mía, y la estrecho. Es su forma de decirme que está conmigo. Que me entiende. Debo disculparme con ella y Elián, porque desde hace tiempo han querido solo hacer esto, algo tan simple como verme sentada en el jardín de la clínica y yo me he negado. Qué egoísta he sido conmigo misma al negarme éste placer.
—¿Alicia les dijo lo de México? —interrumpo el silencio.
—Sí, pero lógicamente nadie irá si tú no quieres —responde Elián.
—No quiero eso —los tres me observan un poco decaídos– ¡NO! No me refiero al viaje, me refiero a que no quiero que ninguno de ustedes, ni de mi familia se pase la vida haciendo planes en base a lo que yo quiera o a cómo me sienta.
—Cariño, eres importante para nosotros. De modo que tomar decisiones en base a tú bienestar siempre será nuestra prioridad —Vanessa esboza una dulce sonrisa.
—Le dije a mi padre que lo pensaría, aún nos quedan dos meses.
—¿Crees qué te podría pasar algo con nosotros? ¿Tú familia? —pregunta Elián un poco exasperado.
Yo no sé qué responderle. Ni siquiera sé sí quién me disparó fue un extraño, o alguien de confianza. Porque obviamente no lo recuerdo. Empiezo a hiperventilar, es que no sé qué respuesta darle.
—Ella tiene razón al no confiar en nadie—, para mi sorpresa Larissa habla —lo que le pasó... No es para menos.
—Entiendo, lo siento.
—Yo también, lo siento.
Se disculpan Elián y Vanessa. Así que las cosas no salieron como las pensé, la que debe unas disculpas soy yo. No ellos.
—Pues todos los sentimos, porque yo también me quiero disculpar. He sido egoísta y me he guardado aquí, cuando ustedes solo querían compartir conmigo. Afuera.
—En fin, dejémonos de cursilerías y disculpas. ¿Qué sabes de Ronnie?
—¡Nessa!— le regaño, Elián y Larissa sueltan una carcajada.
—Justo como en los viejos tiempos, tú me regañas, yo hago caso omiso... En fin, es en serio, háblanos de Ronnie.
—Tiene todos los días de ésta semana que no me visita.
—¿Qué le dijiste?
—¡Oh, no!, yo nada. Es solo que anda trabajando, por el Restaurant nuevo, el de aquí de Portland.
—Cierto, ¿Cuándo es la inauguración?
—En un par de semanas.
—¿Te invitó? —asiento— ¿Piensas ir? Te podemos acompañar.
—¡Hey! El hecho de que esté aquí en el jardín no significa que ya pueda subirme a un auto, lo más cercano que he estado a unas llantas estos dos años, ha sido ésta silla de ruedas.
Todos ríen.
No puedo negar que he considerado ir a la inauguración del Restaurant, pero aún no quiero pensar en ello. Tomaré la decisión de manera impulsiva.
¡Sí! Es lo mejor.
Estuvimos juntos hasta mediodía, luego se despidieron porque querían ir a almorzar. Obviamente, aprovecharon la oportunidad para invitarme, pero en vano. Les ofrecí un abrazo a cada uno, y cuando Larissa me dio el suyo sentí como casi su corazón emergía de su pecho. Por lo visto está más nerviosa por conocerme que yo.
Vanessa y Elián me dejaron de vuelta en la habitación. Justo cuando están parados en el umbral de la puerta, listos para salir se me ocurre aclarar una duda...
—Elián, esperen...—se detienen y me observan fijo— La-Larissa, ¿tiene un auto vinotinto?
—Hace un año y medio que ya no lo usa, mi madre se lo regaló cuando cumplimos ocho meses de noviazgo, ¿por qué?
—¡Uhg! No, por nada. Creo que al verla a ella me vino a la mente eso.
—Eso es genial —interviene Vanessa— entonces, Larissa vendrá más seguido.
—Eso creo...
—Bien, dejémosla descansar. Adiós cariño.
Salieron de la habitación.
Entonces esa Larissa si tiene, o bueno, tenía un auto color vinotinto.
¿Habrá sido su auto el qué chocó contra mí?
¿Por qué recordar esto justo ahora?
Espero que entre Arcadia con el carrito de la comida, toma asiento a mi lado, en la silla metálica. Destapa la bandeja y aprecio mi almuerzo: puré de patatas, con vegetales y un bistec. Jugo de naranja y doble ración de gelatina. No es algo malo. Bueno, en realidad la comida de aquí no es mala.
Siento un poco de tensión en la habitación, seguramente Arcadia se encuentra apenada por lo sucedido con Elliot.
—¡Estoy bien! —informo.
—Lo sé, de todas formas... Lo siento, Julieth me contó como manejaste toda la situación, y de verdad te lo agradezco. Pero no vuelvas a hacerlo. Él es ese tipo de personas huracán.
—¿Personas huracán? —repito confusa.
¿Acaso no es al revés? Que las personas llevan el nombre del huracán.
—Sí, una vez que se desata, lleva consigo todo lo que encuentre a su paso.
—Él no es así, lo pude percibir. Es solo su condición, que si me permites deberían ponerse a tratar inmediatamente, no sedarlo.
—El Doctor Richardson está trabajando en ello—. Hace una pausa —Come, en veinte minutos vendrán por ti.
—¿Quién?
—Una enfermera, Rubí dejó la orden de que te revisarán la pierna en servicios médicos.
—¡Oh! Claro.
Y como no imaginarlo, esa era la seña. Rubí sí que hizo de todo para que pueda hablar con Elliot. Así que comí veloz. Dejando en la bandeja las gelatinas. No me gusta la gelatina. Y con la ayuda de Arcadia me subí a la silla de ruedas.
💉
Me dejó en servicio médico. Allí me atendieron. Al terminar la enfermera, ignoro su nombre. Me susurra que solo tengo seis minutos mientras hacen el cambio de guardia para ver a Elliot. Llevo la silla hasta su habitación y observo como lo tienen anestesiado, con una mascarilla ayudándolo a respirar. Qué escena tan triste.
Coloco mi mano sobre la suya y éste la estrecha...
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