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CAPÍTULO 8: RECUERDOS CARGANDO...

Despierto en medio de la oscuridad debido a un ruido muy fuerte y a la vez cercano que me sobresalta. Es como el choque de algo metálico. Me levanto de la cama un poco desorientada, tanteando. Enciendo la lámpara y me asomo a través del cristal para ver qué sucede afuera. Veo a Rubí y a Julieth corriendo a la habitación de Elliot. Abren con esa tarjeta electrónica. Por lo que aprovecho la oportunidad para escabullirme de mi habitación y entrar con ellas. Lo que ven mis ojos...

Tardo un poco en procesarlo.

Está golpeando el vidrio frenético con la silla metálica. Algo perturbador, debido a su aspecto. Luce desesperado. Está sudado y despeinado. Rubí está petrificada al igual que yo, mientras que Julieth presiona el botón rojo al lado de la cama de Elliot, insistentemente. En ese momento reacciono, seguramente le inyectaran calmantes. Eso es realmente desagradable. Recuerdo que unas tres veces me lo tuvieron que hacer debido a que no había forma de dominar mis pesadillas. Es lo peor que le pueden hacer a alguien.

Así que no puedo permitir que Elliot pase por lo mismo.

Cierro rápido la puerta, advirtiendo que ninguna de ellas había notado mi presencia, aunque ya es tarde para ello. Me acerco hasta Elliot quien sin darse cuenta arremete contra mí aventando la silla.

Sé que ha sido sin querer.

Logro agacharme lo más rápido que puedo, la silla golpea directo a mi pie derecho. El dolor es fuerte, pero lo puedo ignorar. Supongo que debido a la adrenalina del momento. Me levanto del suelo y me acerco hasta él, lo sujeto como puedo, por la espalda. Y éste rápido se inmuta. Siento rigidez en su cuerpo y de inmediato se da vuelta, me observa con lágrimas en los ojos.

—Yo solo quería escapar, es posible que me dé un ataque y aquí encerrado nadie me escucharía...—su respiración está acelerada.

—De acuerdo, estás a salvo ahora. Siempre que permanezcas en tú habitación y calmado estarás bien.

Le indico con la mayor seguridad posible en mi voz. Julieth nos separa y dos enfermeros lo sujetan, veo que uno de ellos saca de su bata una jeringa, no puedo tolerarlo, ya está calmado.

—¡BASTA! Ya está bien —Rubí me sujeta, ahora sí empiezo a sentir dolor excesivo en mi pierna.

—Cariño, ven. Hay que revisarte ese golpe.

—¡NO! Rubí, ya se calmó.

—Alena, tienes que salir —escucho con un tono de voz muy serio a Julieth. Sus ojos manifiestan dolor.

—Bien.

Aparece un tercer enfermero con una silla de ruedas, me sienta en ella, y me lleva directo al servicio médico. No entiendo por qué no a mí habitación. Intento parar la oreja a ver si logro escuchar algo más de lo que ocurrió en la habitación de Elliot, pero obviamente es un intento fallido.

Una vez en el servicio médico, Rubí se encarga de limpiar mi herida y vendarla. Me deja un rato en la camilla, así que me dedico a observar. Justo en éste instante entra en una camilla amarrado y completamente sedado Elliot. Intento acercarme a él, pero es imposible. Uno de los enfermeros cerró la cortina de mi cubículo para que no pueda verle. Maravilloso. Pongo mis ojos en blanco. El tiempo de espera se me hace eterno, así que me recuesto de la camilla y me quedo dormida.

···

Auto vinotinto...

Un gran estruendo...

Un joven con capucha negra...

 ¡ALENA! ¿ALENA?

—Alena... ¿Alena? —me despierta Rubí.

Abro los ojos aún aturdida. Pero me incorporo. Tengo frío, mi piel está de gallina. Pronto puedo deducir que no es por el aire acondicionado es por el sueño que acabo de tener.

—¿Qué sucede? ¿Rubí? —aclara mi visión— Tuve otro sueño. Muy confuso.

—Vamos—, ignora mi comentario —ya puedes ir a tú habitación.

—¿Por qué antes no podía?

—Por Elliot, debes estar lejos de él.

—¿Por qué?

—Tienes el pie como un jamón.

—No me importa, quiero verlo.

—Hoy no cariño, ya es suficiente Elliot por hoy.

Pongo mis ojos en blanco.

Me ayuda a sentarme en esa silla de ruedas, otra vez. Y me lleva en dirección a mi habitación. En el trayecto echo un vistazo por todos lados por si Elliot está cerca. Pero por supuesto que no es así. Una vez dentro de mi cuarto, Rubí me ayuda a subir a la cama. Y me coloca la cobija.

—¿Les dirán a mis padres?

—Es lo más probable.

—No fue su intención.

—Lo sé querida, yo estuve ahí. Pero todo lo que te suceda, por muy grande o muy pequeño que sea se debe notificar.

—¿Podrías obviarlo?

—Aunque yo lo haga, los otros enfermeros seguramente no lo pasarán desapercibido. Inclusive tienen que hacer un reporte y un informe acerca de la conducta de Elliot.

Pongo mis ojos en blanco, no entiendo, se supone que saben la condición de Elliot. Aunque no me dio miedo haberlo ayudado, en otro momento de mi vida hubiese huido. Pero verlo así, qué frágil se veía, el que tenía miedo era él y sin embargo cuando me acerqué cedió.

—De acuerdo, buenas noches— digo seria.

—Lo lamento Alena, mañana haré que lo visites.

—Pero tú no vienes los sábados...

—Le dejaré un encargo a la enfermera que hace mi suplencia. Ella sabrá qué hacer —me guiña un ojo, camina directo hasta la puerta— ahora descansa, lo necesitas. No sentirás dolor, apliqué anestesia local en tú pierna.

—Gracias.

Cuando salió de la habitación, me incliné con toda la agilidad posible hasta el escritorio y tome el block y el lapicero. Escribí en una hoja:

GAEL

AUTO VINOTINTO

CHOQUE

ENCAPUCHADO

Es lo que tengo hasta ahora. Empiezo a sospechar que el comportamiento agresivo de Elliot fue lo que hizo reanudar esos recuerdos. Porque no creo que sea solo un sueño, no hubiera despertado con la piel de gallina. Además ese auto lo he visto en otro sitio, seguro que sí. Arranco la hoja del block, no dejaré que los doctores la vean. La doblo muy bien y la guardo en la funda de la almohada, junto con la nota que recibí de ese anónimo.

Aún no he podido averiguar de dónde proviene, o sea, de qué persona. Pero es que no tengo cómo, aunque confieso que he perdido práctica, la antigua Alena ya lo supiera todo. O tal vez tuviera un adelanto. Debo hacer lo posible por volver a ser esa antigua Alena, no es que ésta yo sea mala. Pero no está nada mal querer recuperar antiguas costumbres. Me relajo en la cama y me dejo llevar por el sueño que aún permanece en mi organismo desde la enfermería.

Rubí tenía razón no siento nada en la pierna, apenas y puedo moverla. Literalmente está anestesiada. Será mañana entonces que veré a Elliot...

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