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CAPÍTULO 5: ¿MÉXICO?

Gael. Sigo con ese nombre en mí cabeza. Pero la vida sigue y yo me tengo que dedicar a mis asuntos, por ejemplo: Mis terapias.

La Doctora Darrell creó una serie de ejercicios mentales para mí, dice que con ellos podré ir recuperando poco a poco la memoria. Y supongo que funcionan. Me encuentro en un salón con paredes y suelo acolchado. Tengo al frente un espejo, que como todos sabemos, es un espejo falso. Me llama mucho la atención el saber quiénes me observan. Hoy más que nunca. Así que continúo rellenando mis planillas de ejercicios en la Tablet, pero no puedo evitar echar un vistazo a ese vidrio de vez en cuándo. No se porqué hoy y justo hoy ha crecido esa curiosidad en mí. Por lo que termino lo más pronto posible y presiono el botón de la mesita, para indicar que ya culminé.

Ahora sí aprecio el espejo, solo se ve mi reflejo. Pero sé que hay algo más detrás del vidrio. Algo que me pone inquieta. La Doctora Darrell hace acto de presencia en la sala. Y se sienta justo en la silla de al frente, dándole la espalda al espejo.

—Señorita Taylor, está usted completamente preparada para salir al mundo exterior.

Me distrae de mis pensamientos, por lo que retiro la mirada del espejo.

—¿Qué yo qué?

—¿Se encuentra bien?— dice mientras gira en dirección al espejo.

—¿Quiénes están del otro lado?

—Es información clasificada.

—Tengo derechos...

—Desde el primer momento en el que sus padres decidieron internarla, sus derechos pasaron a ser los que nosotros consideremos acordes para usted.

Pongo mis ojos en blanco.

Y claro que no obtuve respuesta.

—Como le decía, debemos agilizar su preparación para que pueda continuar con su estilo de vida, tengo entendido que continuó con sus estudios a través del internet—, asiento —y que su graduación es en un par de meses.

—Puedo recibir mi diploma y medalla por correo.

—¡Vaya! No es lo que se quiere.

—¡Oh, no! Sí, sí es lo que yo quiero, créame.

—¿Cuál es su temor?

—Perder la poca parte de la memoria que me queda...—respondo con franqueza.

Suelta una carcajada.

—Eso no va a suceder.

—¿Ya sabemos quién me hizo daño?

Puedo apreciar como se tensa su espalda y su rostro.

Traga saliva y luego intenta responder con toda la naturalidad posible.

—De eso se están encargando las autoridades competentes.

—¿Competentes? Han pasado casi dos años...

—Su caso es algo completamente complicado. No hay ni una sola pista de nada, de no ser porque el Señor Nicoll la persiguió mientras conducía...

—Yo no sé manejar.

—Calma, respire—. Lo hago —Le he dicho, que su memoria bloquea lo que considera que la pone en peligro. Tal vez usted a raíz del impacto, olvidó que sabía manejar.

Pongo mis ojos en blanco

¡Eso es absurdo!

—¿Ya me puedo retirar? Se acerca el horario de visitas y quisiera ducharme antes.

—Bien, nos vemos en un par de días. Piense lo que le dije.

—Mi respuesta sigue siendo la misma.

Salgo de esa sala.

No se porqué el afán con que me vaya de aquí.

<< Aquí estoy bien. >> — Digo en voz alta.

—Pero no eres libre —esa voz tan familiar. Tan cálida. Que me hace sentir tan segura.

—¡PAPÁ! —doy la vuelta y salto hasta él, ofreciéndole un abrazo.

Él me lo regresa.

Al separarnos, coloca su brazo sobre mis hombros y caminamos en dirección a mí habitación. Una vez aquí, me siento en la cama y él en la silla metálica.

—Me han contado de tú avance, éste par de días que no he podido visitarte.

—¡He soñado papá! Para el resto de los seres humanos es algún común, pero mí sí que es una gran noticia.

—Eso me alegra mi niña —estrecha mi mano con las suyas.

—¿Estás bien? —pregunto al notar algo extraño en su mirada.

—Ha sucedido algo, pero no sé si lo aceptes. No quisiera recargar el peso de todo esto sobre tus hombros...

—Cuéntame.

—La última vez que tú mamá y yo nos fuimos, a Paris —asiento — fue cuando te sucedió todo esto...

—Pero no fue voluntariamente, estaban trabajando por AFE. Y les sirvió, gracias a aquella sucursal hoy en día somos reconocidos a nivel mundial.

—Sí, cariño. Es solo... Nos llegó una oferta.

Frunzo el ceño.

—¿Y por qué no estás contento?

—Porque no queremos alejarnos de ti, nuevamente.

—Pero... Yo... No pienso salir de aquí.

—Alena...

—¡No!

—De acuerdo, ni siquiera escuchaste el país, y pensaba que tal vez si te lo pedía yo accederías, pero entiendo.

Me tomo mí tiempo para responder. No quiero apresurarme, pero tampoco quiero dañar algo tan grande y magnífico para mi familia. Suspiro:

—¿En qué país?

—Es, en Latinoamérica.

— ¿Venezuela? ¿Ecuador? ¿Chile? ¿Colombia?

—México, hija.

Mi rostro se ilumina. México. Desde muy pequeña siempre he querido ir allí. Su gastronomía, su cultura.

—¿Cuándo irían?

—En un par de meses, cuando tus amigos salgan de la Uni.

—¿Mis amigos? —asiente— ¿Elián y Vanessa?

—Sí.

—¿Por qué ellos?

—Eso es algo que te deberían decir ellos de su misma boca.

—¿Están aquí? —pregunto emocionada. Niega con la cabeza.

Se levanta de la silla metálica y abre la puerta de la habitación. En el umbral se encuentran de pie nada más y nada menos que: Alicia y Nicoll.

A ellos se refería papá.

Saltó de la emoción y los abrazo, a ambos. Éstos me corresponden, también muy felices. Entran y aquí nos encontramos, reunidos. Solo falta mamá. Pero antes de que pueda preguntar, Alicia se adelanta.

—Mamá está con la abuela, sabes que a raíz de tú accidente ha tenido problemas con los nervios, y últimamente ha estado muy alterada...

—Entiendo, ¿qué es lo que tienen que ver Elián y Vanessa con ustedes dos?

Estos años, les han servido a Alicia y a Nicoll para reconciliarse. Ahora nuevamente son novios y son muy felices. Supongo que lo único bueno de ese accidente ha sido eso.

—Alena—, empieza a hablar Nicoll —yo... Le he pedido la mano de Alicia a tú padre... Y bueno, nos casaremos en un par de meses.

Eso me toma por sorpresa, pero no de mala forma. De la mejor posible. Me da alegría. Así que nuevamente los abrazo.

—Casualmente, en dos meses sales de la Uni —continúa mi hermana— entonces, hemos decidido unir todo.

—¿Unir qué?

—Tú graduación, mí luna de miel, y aprovechar la oportunidad para que papá haga sus negocios de AFE.

—Por eso invitaran a Vanessa y Elián —asienten.

Me quedo en silencio.

Siento sus angustiosas miradas sobre mí. No quiero dañarles el grato momento, y sé que de negarme a esa oferta arruinaré los planes de todos. Pero también está ese miedo. No puedo salir de aquí, sé que hay alguien que me quiere hacer daño. 

—Muy bien, hagamos algo. Lo pensaré, una noche. Mañana, les doy la respuesta a todos. ¿Les parece?

—De acuerdo hija, recuerda no sentirte presionada. Entenderemos lo que te haga sentir más cómoda.

—Bien, por cierto... ¿Alguno de ustedes me trajo mis donas de nutella?

Todos sueltan una carcajada.

Conversamos un largo rato, papá y Alicia se retiraron antes porque debían coordinar ciertas cosas con el Doctor Richardson y la Doctora Darrell. Mientras Nicoll y yo seguimos en la habitación. Es muy agradable verlo.

—¿Por qué tienes miedo de salir?

—Porque no sé quién me hizo esto —bajo un poco la manga de mi camisa y le enseño la apenas visible cicatriz de bala.

—Lo siento...

— No debes sentirlo tonto, tú no hiciste nada. Más bien deberían entenderme, Nicoll. Por cierto, La Doctora Darrell esa noche cuando pensaba que tú eras mí hermano... Dijo que me encontraste, que me llevaste allá... ¿Qué viste?

—Yo solo... Te encontré tirada en el suelo, había mucha sangre. Eso fue todo, yo estaba trotando por el lugar... Recuerda que te conseguimos muy cerca de Portland.

—¿Por qué dice que confesaste verme conduciendo?

—Ya te expliqué, debía cambiar los hechos o nadie me creería que te encontré tirada por casualidad.

—¿Ninguna pista? ¿Alguien qué desconozcas?

Niega con la cabeza.

Se pone de pie, lo imito. Camina hasta la puerta. Me da un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.

—Hay algo más —insisto.

—¿Qué será?

—¿En qué parte de West Haven o de Portland hay un pub llamado GAEL?

—¿Gael?

—Sí, Gael. Tuve un sueño. Hace un par de días y desperté con ese nombre en la mente. Luego anoche, volví a soñar y ese nombre se encontraba en la puerta de un pub, las luces, la gente... No logro descifrar si es de West Haven o de Portland.

—Bien, averiguaré. No te angusties. Estarás bien.

—Eso creo. Adiós.

—Adiós, Alena. 

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