CAPÍTULO 20: LIBERTAD
—¡¿RONNIE?!
No salgo de mi asombro, Ronnie escoltado de hombres con traje.
¿Qué?
—¿Eres un hombre de negro? —bromea Vanessa. La piso con todas mis fuerzas. No es hora de palabrerías.
—¡AUCH!
Grita mientras se encoge del dolor.
—¡Alena! No creí verte fuera de tu habitación.
—¿Qué es todo esto?
Suelto aún confundida.
¿Qué no me piensa aclarar nada?
—No es nada, te venía a visitar, ahora me pusieron escoltas. Ya sabes, el Restaurant...
¿Debería sentirme calmada?
—¡Bien! Íbamos a dar una vuelta, ¿vienes?
Lo invito.
—¡Claro! —suelta nervioso.
¿O eso me lo estoy imaginando?
Es que ya no confío en nadie.
🌻🌻🌻
Estamos en el jardín. Sentados. Tomando sol. Bueno, yo más, realmente soy quién lo necesita.
—Ronnie...
Digo un poco insegura. Pero debo vencer el miedo y él ha sido excelente persona conmigo.
—Dime.
—Probablemente salga de aquí ésta semana...— Trago saliva, respiro profundo, me armo de valor —¿Irías con nosotros a México?
Él revela una expresión de sorpresa.
—Honestamente, no sé sí pueda, ahora con todo éste enrollo del Restaurant de Portland. No digo que no... Pero sí veremos, quizás los alcance luego. O tal vez, pueda viajar con ustedes y me vaya antes.
Coloco mi mano sobre la suya. Para que sepa que me alegra su compañía. Creo que Ronnie es un chico excelente y me encantaría tenerlo cerca cuando salga de aquí.
—Descuida, entiendo y lo importante es que pases un buen momento con nosotros. Aunque, después lo vaya a olvidar —bromeo, ambos se ríen— ¡Gracias por ser mis amigos!
✴✴✴
Ya es viernes. Estoy muy nerviosa. Mis padres y mi hermana me hacen compañía en las afueras de una sala que utilizan los Doctores. Camino de un lado a otro ensayando lo que debo decir, pues apenas ésta mañana supe que, debo dar un discurso dónde tengo que explicar porqué considero que ya estoy apta para volver a mi antigua vida.
Algo que se me hace un poco ilógico, porque se supone que ellos querían que saliera de aquí...
—Todo saldrá bien, cariño— suelta mamá alentándome —solo di lo que salga de tú corazón.
—Sí, porque de su mente dudo que pueda buscar algo...
Bromea Alicia.
Mis padres la fulminan con la mirada. Pero a mí, me logra sacar una sonrisa. Al menos Alicia me sigue viendo como su hermana, no como la tonta y frágil Alena. Aliso el vestido que me compraron mis padres, en un gesto de nerviosismo, y se abre la puerta.
—Señorita Taylor—, aparece la secretaria—pasé adelante.
Camino hasta la sala, pero al entrar distingo algo extraño.
No es del todo una sala. Es un simple salón con un espejo, sin más. No se necesita ser muy inteligente para saber que hay personas al otro lado del espejo. ¿Pero qué...?
—Señorita Taylor, por favor, cierre la puerta —lo hago— responda las preguntas que se le formularán a continuación...
Trago saliva. Ahora me hablaran a través de una máquina.
Asiento.
—¿Siente usted qué ha logrado algún avance desde que la internaron aquí?
Pues sí, creo.
—Por supuesto los avances han sido un tanto lentos, pero sí he visto frutos.
—¿Recuerda algo del día del crimen?
Niego con la cabeza.
—Por favor, responda con la boca.
—¡NO!
Miento.
—¿Tiene en su mente algún sospechoso? ¿Algo qué le pueda ayudar a la policía?
Me detengo a pensar un minuto.
—No...
Aprecio mi reflejo en el espejo. Qué tonta me siento sin maquillaje. Extraño el maquillaje.
—¿Por qué solicitó salir de la clínica, sí cree que ésta la ha proporcionado avances?
¿Es en serio? ¡HELLO! Ustedes querían que me fuera...
—Porque considero que ya estoy preparada para afrontar la realidad. Mi realidad. Además, los doctores, me insistieron durante bastante tiempo y tal vez debería considerar la opción de salir. De manera que, lo estoy haciendo. Además, me gradúo en unos meses y sí quiero asistir, comportarme y ser una persona normal.
Silencio.
Mis manos están empezando a sudar. ¡¿Dios mío cuánto tiempo más?!
—¡Gracias por sus respuestas! Puede regresar con su familia.
¿Qué?
¿Eso es todo?
Me encojo de hombros y salgo de nuevo con mi familia. Como ellos lo indican.
Mis padres y hermana, me observan nerviosos.
—¿Y bien? —preguntan papá y Alicia, al unísono.
Me encojo de hombros.
—No entiendo muy bien qué pasó ahí—. Me rasco la cabeza —Pero fue extraño.
—¿Qué? ¿Ya diste el discurso? — insiste mamá.
Niego.
—No, me hicieron unas preguntas, como una especie de máquina, no había nadie.
—¿Cómo?
Pero todos nos giramos hasta a la puerta. En ésta ocasión aparece la Doctora Darrell. Está muy arreglada y sonriente.
—Señorita Taylor, buenas noticias, es usted un ciudadano común. ¡Felicidades!
Me extiende la mano. Pero yo no quiero darle la mano, quiero darle un abrazo.
Y lo hago. Ella por supuesto que no se lo esperaba. Pero me lo regresó. Al separarnos me dio un consejo, que jamás pensé que debería ponerlo en práctica:
—¡Mántente a salvó, Taylor! —gira hasta mis padres —Sé que tienen ganas de brincar y saltar, pero necesito que me acompañen a mi oficina, a firmar cierto papeleo.
Ellos, sin dudar, la acompañan así que me quedo sola con Alicia.
—¿Qué te falta por hacer? —pregunta ella.
—Pues, no me he despedido de las enfermeras, ni de las muchachas del comedor.
—¡Bien! ¿Y tú ropa?
—No, yo dejaré esa ropa, y los libros. Pienso que habrán personas que tal vez le den un mejor uso que yo. Además, no quiero nada que me recuerde a esto.
Extiendo mis manos explicando que "esto" es la clínica.
—De acuerdo, vamos —me toma de la mano, como antes, cuando éramos pequeñas. Cuando papá y mamá no nos comparaban. Cuando ella me cuidaba y me defendía de los demás.
Me siento feliz después de tanto tiempo. Y de muchas cosas. Y lo agradezco. De hecho, debí aprovechar éste momento. Porque a partir de ahora sería difícil para mi en mi vida encontrar la felicidad. Y sentirme tan libre como lo siento ahora, esa es la palabra que nos define a los seres humanos, la libertad.
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