CAPÍTULO 2: IT'S ALIVE
—Hola, mí nombre es Alena Taylor. Tengo veinte años. Estoy viva, según mis padres y los doctores, soy un milagro...— He perdido la cuenta de las veces que he dicho esto.
—Bien, Alena. ¿Hay alguna novedad qué quieras compartir el día de hoy?— dice el Doctor Richardson.
—Ehm, pues... Anoche tuve un sueño. Uno real. No me desperté gritando, ni llorando.
Todos en el círculo aplauden. Es tétrico. Me encuentro recluida en un centro de salud mental. No quiere decir que esté loca, pero sí he perdido la memoria. La mayor parte de ella. Tuve un accidente. Me dispararon en el cráneo.
Flashback:
•°•
Desperté en una... ¿Cama? Muevo las manos para tocar mi rostro y siento como mí boca está siendo ocupada por tubos extraños que no me permiten articular palabra, que a su vez están siendo sujetos por una especie de cables extraños para que no sean removidos tan fácilmente. Me cuesta abrir los párpados. Sin embargo y a pesar del esfuerzo, logro hacerlo. Mi visión es borrosa, pero a medida que cierro y abro los ojos puedo notar como todo vuelve a ser claro. Ahora sí puedo identificar dónde estoy, es la camilla de un hospital. Visto una bata de paciente, con una cobija que cubre la mitad de mi cuerpo, hasta los pies. Mi cabello está sujeto a una coleta. Y alrededor observo una cantidad de máquinas. La puerta parece de máxima seguridad, solo hay un pequeño cuadro en la parte superior de ésta. Y a mi lado derecho hay una bandeja sobre una mesa, en ella hay una jarra de agua, una jeringa y un pañuelo. Veo en mi brazo derecho una vía, sigo su dirección con la vista y en la parte superior hay un largo tubo de metal, con una bolsa de suero y otra de sangre.
Mi respiración se empieza acelerar, pues entiendo como eso que soñé apenas ayer sí fue cierto. Tuve un accidente de auto y supongo que no estoy muerta, a menos que éste sea mi limbo. O cielo... ¿Infierno tal vez? Lo que sea, solo sé que se siente muy real. Pero más que nada, lo que no entiendo es porqué mi cuerpo no se puede levantar de ésta cama. Tanteo a mí alrededor hasta sentir una especie de caja pequeña, la tomo entre mis manos y la coloco en mi visión. Es un control que dispone de un único botón, de color rojo. Lo presiono. No sucede nada. Lo coloco nuevamente en su posición. Intento levantarme nuevamente de la cama, pero como la primera vez es un intento completamente fallido.
Justo cuando pruebo con retirar ese tubo de mi boca para poder pedir ayuda, hacen acto de presencia dos enfermeras y una doctora en mi habitación. Las observo fijo, para no perder detalles de nada. Las enfermeras sonríen ampliamente al verme, la doctora por su parte tiene en su mano una tabla sujeta papeles, y con un bolígrafo hace anotaciones sin cesar. Cuando termina, coloca la tabla en la mesa dónde se encuentra la bandeja. Y por primera vez le escucho hablar:
—Señoritas, necesito que desconecten las máquinas y que retiren todos los aparatos que le proporcionan respiración artificial a la paciente, regreso en unos minutos.
Salió de la habitación y ambas enfermeras siguieron su orden. Desconectaron todas esas máquinas que hacen extraños ruidos, y las fueron apagando. Hasta llegar al tubo incómodo que se encuentra en mi boca.
—Linda, debes mantener la respiración... Relajarte y si gustas, solo si gustas. Sostén la mano de mi compañera, esto no es algo que los pacientes disfruten. Sentirás ardor en la garganta...
Traga saliva. Hago lo que ella me aconseja, contengo la respiración y cierro los ojos. Tengo esta sensación desagradable entre mi boca y mi garganta mientras remueven ese tubo. Pero cuando terminan de retirarlo, puedo respirar plenamente. Abro nuevamente los ojos y me doy cuenta de que estoy sujetando fuerte la mano de la enfermera. La suelto y le ofrezco una sonrisa, de la cual obtengo otra a cambio. Luego de esto ambas retiran una especie de correas, debajo de mi cobija, las cuales sujetan mi cuerpo. Eso debe explicar porqué no me pude levantar antes. Supongo que mi expresión de extrañeza les hizo contestar la pregunta que no salió de mis labios.
—Es por si despertabas y no presionabas el botón, no podemos tener pacientes por ahí deambulando en el hospital. Y menos sin saber tú estado. Muchas veces tienden a caer en desesperación, ya sabes, al despertar.
Asiento.
En ese instante regresó la doctora con un fonendoscopio colgado en su cuello.
—De acuerdo, Señorita Taylor. Soy la doctora Clove Darrell. Médico Internista del Hospital Alas del cielo. Ellas—, dice señalando a las enfermeras —son Rubí y Dayan. Enfermeras de turno y encargadas en el seguimiento de su recuperación.
Ambas sonríen y levantan la mano, en un gesto de saludo. Rubí tiene su cofia pero resalta a simple vista la tonalidad de su cabello, sus pecas y su tez pálida. Es pelirroja. Mientras que Dayan, es un poco más pequeña que ésta y de tez morena. Ambas son delgadas y cuentan con unas ojeras enormes. Supongo que debidas a su labor.
—A continuación espero que se tome el tiempo necesario para respondernos las siguientes preguntas. Asienta si se encuentra en condiciones de responder, de lo contrario regresaremos más tarde—. Asiento —Muy bien, primero, Dayan por favor sírvele un vaso con agua para que aclare su garganta lleva meses sin articular algo.
—¡¿MESES!? —suelta mi voz, está extremadamente ronca.
Debo admitir que solo decir esa palabra me causó un dolor terrible en la mandíbula. Deduzco que por tener ese tubo en mi boca. Dayan me extiende un vaso con agua, lo tomo y la dejo caer por mi garganta.
Refresca.
Se lo entrego de vuelta. Respiro profundo e intento hablar.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí exactamente?
—Dos meses, ¿podrías indicarme tú nombre?
—Alena, Alena Taylor.
—Muy bien, edad.
—Veinte años.
—Correcto, ¿Sabes porqué llegaste aquí?
Dudo un poco en contestar. Aún no tengo muy claro porqué estoy aquí.
—Sé que tuve un accidente de auto, pero aún no sé cómo sucedió.
—¿Eso es lo que recuerdas? —asiento—. Lamento mucho informarte que estás equivocada en eso.
—¿Me podrían decir qué sucedió?
—Llegaste aquí hace dos meses, en la madrugada. Tú hermano Nicoll te trajo a nosotros, estabas gravemente herida por un arma de fuego.
Frunzo el ceño.
<< ¡¿Arma de Fuego?! >> —repito en mi mente.
— m¡No!, Creo que está usted en un error. Porque mi último recuerdo es el de un auto, yo era él copiloto.
—¿Recuerdas quién conduce?
Me tomo mi tiempo para pensarlo, pero no puedo recordar nada.
—No.
—De acuerdo, iremos más despacio. ¿Tienes hermanos?
—Sí, una. Alicia.
—¿Y Nicoll? ¿Recuerdas a Nicoll?
—¡Oh! Sí, claro Nicoll —Mentí. Nicoll no es mi hermano...
—¿Recuerdas el nombre de tus padres?
—Paul y Alba.
—Bien. Creo que es suficiente, ya tengo un diagnóstico. Pero quería corroborar mis sospechas para cuando despertaras.
—¿Sospechas?
—Sí, Alena. Actualmente padeces de un Síndrome amnésico. Muy común en casos como el tuyo, de hecho debes estar muy agradecida con Dios. Eres un milagro andante.
—¿Casos como el mío?
—Alena recibiste dos impactos de bala, pero el más alarmante ha sido el que recibiste en el cráneo. Estás viva, e incluso hablando, respirando y con movilidad total, o ¿me equivoco?
Levanto mis piernas, muevo mis pies y los dedos de los pies. Mis brazos. Todo en orden, la doctora sonríe.
—De acuerdo, Señorita Ribas— dice refiriéndose a Dayan, ésta da un salto y queda de pie justo a su lado –necesito que le hagamos un serie de estudios, entre éstos se encuentra una Angiografía cerebral; para descartar algún coágulo que pueda haber causado el accidente y que hayamos ignorado. Una tomografía, una punción lumbar, por supuesto que una electroencefalografía y una resonancia magnética en el cerebro. Todo esto mañana mismo, necesitamos tener resultados cuanto antes. Tenga—, le entrega un papel —solicite en las áreas necesarias.
Dayan toma el papel y sale veloz de la habitación.
—Esos exámenes, ¿son por mi amnesia? —la doctora asiente– Pero, es que yo me siento bien.
—Y no lo pondré en duda, pero el cuerpo humano es traicionero Alena. Muchas veces podrás sentirte bien, cuando realmente no es así. Quiero descartar cualquier daño cerebral, evaluar tus arterías, descartar creación de coágulos en tú cerebro, y estudiar el flujo sanguíneo de tu cerebro. No es nada del otro mundo y ninguno de estos exámenes dolerá. ¿De acuerdo? —asiento— Bien, continuemos. ¿Tienes algún mejor amigo o mejor amiga?
—¡Oh vaya que sí! Vanessa y Nicoll. Los conozco desde hace poco que me mudé a West Haven. Por cierto, ¿estamos en West Haven?
La doctora toma nota de algo en una hoja de su tabla. Le indica a Rubí que coloque mi cama en una posición en la que quedo sentada.
—No estamos en West Haven. Estamos en Portland. ¿Recuerdas Portland?
—Por supuesto que recuerdo Portland, pero ¿cómo llegué aquí?
—Nicoll, tú hermano. Te consiguió en medio de la vía. Te asaltaron, te quitaron el auto, y te dispararon. Te trajo aquí desesperado y porque es el único hospital cercano del lugar dónde te encontraron esa noche, ¿Recuerdas algo de todo lo que te estoy diciendo?
Pero nada de lo que la doctora me dice pasa siquiera por mi mente. Algo debe andar realmente mal en mí, tal vez esos exámenes que me harán no son tan mala idea después de todo. Así sabré por lo menos qué tiene mi cerebro.
—¿Recuerdas dónde estudiaste primaria y secundaria?
—En la escuela de Portland.
—Bien. ¿Estudias actualmente en qué universidad?
—En West Haven, no recuerdo su nombre. Pero estudio ahí, lo sé.
—Tranquila, necesito que recuerdes estás tres cosas: agua, fuego y silla. ¿Puedes hacerlo?
Asiento, no es tan difícil.
<< Agua, fuego y silla >> —repito en mi mente varias veces.
—¿Te gustaría escribirme tú nombre en ésta hoja? —extiende su tabla hasta mí. En ella hay una hoja en blanco. La coloco en mi regazo y tomo el lapicero con mi mano derecha. Empiezo a escribir...
✒
ALENA GELLEN TAYLOR.
✒
—Correcto, eres diestra. Escribiste tú nombre completo. ¿Entiendes por qué te hago toda esta serie de preguntas? —niego con la cabeza— Necesito evaluar tú nivel cognitivo. Es importante.
—De acuerdo, ¿vamos bien? —asiente—¿Cuándo podré ver a Nicoll o a mis padres?
—¡Oh! Mañana Alena, no te apresures. Luego de tus exámenes podrás verlos y si gustas llamar a tus amigos de West Haven, pero seré sincera contigo. Me preocupa tú amnesia temporal.
—Pero usted dice, que es temporal. Tiene cura, ¿no es así?
—Digo temporal, porque eso es lo más común en estos casos. El impacto que has recibido es tan fuerte que tal vez tú cerebro ha decidido bloquear ciertos detalles y momentos para protegerte. Para evitar ese sentimiento de estar mal, enojada, triste o con miedo. Pero, como dije es lo más común en estos casos, debo estar muy segura de lo que te sucede antes de poder establecer un diagnóstico certero.
—Está bien.
—Debo irme, nos veremos mañana —se levanta de la silla y se dirige a Rubí— Señorita Stanford, necesito que por favor rellene los datos de la paciente, dictados por ella misma. Y me los haga llegar, ayúdela a asearse y soliciten el cambio de hidratación por comida sólida, debes estar muy hambrienta— dice en dirección a mí ya de pie en el umbral de la puerta —¡Oh! Por cierto, ¿qué te pedí que recordarás Alena?
—Agua, fuego y silla. Que en mi opinión particular, agua, fuego y aire sería más sencillo de recordar.
Suelta una sonrisa.
—Hasta mañana, Taylor.
Y salió de la habitación dejando a una sonriente Rubí y a una angustiada Alena.
°•°
A la semana de haber salido del hospital, me ingresaron aquí. Dijeron que unos cuántos días ayudarían. Aunque llevo un año y medio internada en éste sitio. Y los doctores no ven mejorías. Me preocupa en ocasiones, pero me parece bien a veces estar aquí. Quiero decir, sin responsabilidades. Mis amigos de West Haven me visitan: Elián y Vanessa. Ronnie, aunque no recuerdo mucho de él, se ha encargado de incluirse en mí vida, de nuevo. Él dice que me conoce desde West Haven y le creo, no veo porqué habría de mentir. Nicoll viene a diario, al igual que mis padres y Alicia. Pero yo misma les he pedido que me dejen estar aquí. Es mejor. Conozco varios pacientes con lo mismo que yo, incluso peores. Y son muy lindas personas.
He mejorado bastante este año aquí, aunque los doctores digan lo contrario, pero aún no logro descifrar lo que ocurrió aquella noche. Eso sí, cada vez que lo intento lo único que logro es alterarme. Y por ende me tienen que subir los calmantes, así que por los momentos lo he dejado. Y me ha funcionado, quiero decir, anoche pude soñar. Soñar de verdad.
Al terminar la reunión grupal, el Doctor Richardson se despide de todos con un efusivo abrazo. Como es de costumbre en él. Pero en ésta ocasión hace algo diferente, me llama aparte de todos mis compañeros. Así que espero que terminen de salir para hablarle.
—¿En qué puedo ser útil? —pregunto ansiosa.
—Pues, quería felicitarte nuevamente por tú sueño de anoche —esbozo una amplia sonrisa— Alena, he estado pensando... Yo... Te sugeriré algo y tú lo pensarás, no tienes que darme una respuesta pronta.
—De acuerdo...
—¿No piensas qué ya es momento de salir al mundo exterior? De intentar indagar y saber si la vida de allá afuera—, dice señalando una ventana —te proporciona esa parte de memoria que te falta...
Frunzo el ceño. Pero no por no haberle entendido. Es porque es muy obvio lo que me dice, quiere que me vaya.
—¿Hay algún problema con que yo esté aquí?
—No, no, no. Para nada, es solo que he estado analizando y estudiando tú caso, en compañía de la Doctora Darrell y pensamos que tal vez, en el mundo exterior tú cerebro consiga aquello a lo que huyes al quedarte internada aquí.
—Yo no estoy huyendo de nada. Estoy aquí porque es más seguro.
—Tú misma te respondiste, estás huyendo de algo... Y no sabes qué es.
—Lo pensaré—, digo secamente, no quiero discutir con él —¿Algo más?
—Por los momentos nada.
—De acuerdo, que tenga un feliz viaje. Adiós.
Salí de esa sala directo a mí habitación, ese Doctor no me quiere aquí. Pero no me pienso ir. No puedo permitir que ahora que puedo soñar tranquilamente me arrebaten eso, no.
N/A
¡Aquí vamos de nuevo! 🌚🌚🌚🌚💖💖💖
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro