CAPÍTULO 15: ESTOY AFUERA
Es sábado. El día de la inauguración del Restaurant, hoy tendré que enfrentarme a dos cosas: Mi temor a los autos, y el temor al mundo exterior. Quizás también tengo Agorafobia.
¿Quién sabe?
Vanessa ha traído una cantidad exorbitante de ropa de la cual, sinceramente, ninguna es para mí. Es más... su estilo. Elián está afuera esperando por nosotras con su novia Larissa.
—Ni loca me pondré eso —la reprendo.
—¿Por qué no? Combina con tus ojos.
—Claro, si fuera a trabajar en la esquina de Portland, a las once de la noche y mi nombre fuera Chantal.
Suelta una carcajada.
—Extrañaba a mí chica.
—¿En serio no trajiste algo normal?
—Podemos pasar por una tienda...
Lo pienso, quizás sí. Tal vez podría pasar por una tienda como una chica normal de mi edad, escoger algo e irme a la inauguración.
—De acuerdo, pero ve saliendo. Debo despedirme de Elliot.
—¿No me lo vas a presentar?
—No está listo todavía—, agrego —para que lo acoses.
Pone los ojos en blanco.
—Bien, te espero en recepción.
Se va de la habitación. Me quedo con mi ropa casual. Y salgo de la habitación también. Camino directo a la de Elliot, está sentado observando en dirección a la ventana. Está tenso. Sostiene un libro en su mano, se encuentra abierto, pero lógicamente no lo está leyendo.
Aclaro mi garganta para que note mi presencia y no se sobresalte. Al verme me ofrece una sonrisa:
—No he ido a muchos eventos, pero creo que no es tú mejor outfit—. Esbozo una sonrisa.
—No, sinceramente no lo es. Pero, hoy iré de compras.
—¡Vaya! Me alegra bastante.
—Gracias.
—¿Te puedo pedir algo?
—Por supuesto, lo que gustes.
—Hay... Unas donas... Yo, no sé si...
—Te las traeré. Mis favoritas son las de nu...
—Nutella —completa la palabra.
Frunzo el ceño.
—¿Cómo lo supiste?
—Porque son las mías también. ¿A quién no le gustan?
—De acuerdo, donas de nutella para Elliot. ¿Algo más?
—Sí, disfruta bastante y no temas —estira su mano y la tomo.
Nos estrechamos las manos, en un simple y dulce acto de apoyo.
—Solo si tú lo haces también, no estés nervioso. Podrás salir, tú solo.
—Eso espero...
—Puedes. Creo en ti.
—Gracias, nos vemos en la noche.
—Igual. Adiós.
Salgo de su habitación muy positiva. Todo nos saldrá bien hoy. Elliot enfrentará solo su temor y yo también. Me subo al ascensor y me dirijo a la recepción, una enfermera archiva mi nombre y huella en un folio. Ya la orden de salida, por hoy, del Doctor Richardson está anexada en los archivos. Vanessa me está esperando. Con esa blanca y amplia sonrisa. Me dan las instrucciones, son breves:
—Cero bebidas alcohólicas.
Y colocan alrededor de mi muñeca un brazalete con mis datos:
♦
ALENA GELLEN TAYLOR
22 AÑOS. PACIENTE DEL SANATORIO DE PORTLAND. Tratada desde hace un año y siete meses. PADECE DE: AMNESIA TEMPORAL. En caso de desorientación llamar al: 0123456789, comuníquese con el Doctor Richardson, extensión: 123.
♦
Genial, soy un perro.
¿No me habrán implantado un microchip mientras dormía?
Me preguntaron si quería ir con un enfermero de compañía, pero no. La idea de todo esto es actuar como una chica normal. Suficiente con mi collar de perros, que no es un collar, es una pulsera. Pero siento como si eso fuera. En fin...
Camino directo a Vanessa, ésta sostiene mi brazo izquierdo y comenzamos a salir del Sanatorio. Por primera vez, en dos años estoy fuera de aquí. Estoy literalmente pisando la calle.
Mi corazón se acelera un poco luego de cruzar las puertas de cristal. Son mecánicas así que apenas nos pusimos de pie frente a ellas, éstas se abrieron y salimos de ése lugar. Tardo un poco en volverme a orientar y Vanessa lo nota, por lo que se detiene para darme mi espacio. Debí haberme traído esos lentes de sol. Los necesito justo ahora, Portland tiene un clima un tanto confuso. Soleado pero lluvioso. La brisa salada choca en mis mejillas. Sonrío. Esto es libertad.
Elián se baja del auto, tiene uno nuevo. Es negro, a leguas se nota que está recién salido del autolavado. Él luce fabuloso. Hasta su peinado hacia atrás lo hace ver coqueto. Larissa, su novia se baja del auto también meneando su larga y roja cabellera, sus ojos resaltan bastante con el sol. Lo cual me hace recordar a ese enmascarado. Aunque no sé ya sí sea un sueño...
Una vez ubicada en espacio y tiempo avanzo en dirección a mi amigo y le doy un fuerte abrazo. Éste por supuesto lo devuelve. Cuando nos separamos Larissa me saluda con un corto abrazo. Ahora es momento de una de las difíciles decisiones: subirme al auto. Ojalá pudiera teletransportarme a todos lados. Pero, seamos honestos, entre más jodida es la vida mejor para ella.
Elián abre la puerta trasera para que suba, sin pensarlo mucho lo hago. En cuestión de segundos me acompaña Vanessa. Se suben nuevamente al auto Elián y Larissa.
Respiro profundamente.
—El tráfico de Portland no es tan tedioso como el de W.H. así que exijo que conduzcas despacio —bromeo un poco.
Pero todos sabemos que hay mucha verdad en cada broma. Vanessa sostiene mi mano, yo estrecho demasiado fuerte la suya. Y observo en dirección a la ventana. Miro a todos lados. Estoy muy nerviosa, es la primera vez después de ese día que me subo a un auto, claro está que sin efectos de los analgésicos y esas cosas. Porque obviamente me trasladaron en auto cuando salí del hospital hasta acá pero estaba tan drogada que apenas y recuerdo algo.
—Estaremos bien—, anuncia Elián —tú padre contrató guardaespaldas. ¿Ves ese auto de atrás color gris? Son ellos...
—Genial —es lo que me sale decir. No más.
Como si esos dichosos guardaespaldas fueran Iron Man, ahí sí estaría tranquila...
—Debemos pasar por un centro comercial—. Advierte Vanessa —Alena no tiene nada, pero literalmente, nada acorde para ésta ocasión.
—De acuerdo, abrochen sus cinturones, iremos al centro comercial.
Fue bastante el trayecto, aunque no sé si haya sido porque pedí que manejaran despacio. Hace mucho que no estaba en Portland. Desde aquella vez que visité la tumba de Kevin.
Me pongo un poco nerviosa e incómoda.
—¿Falta mucho Elián? —pregunto desesperada. Lo sé porque mi voz se encargó de demostrarlo.
Larissa se gira en mi dirección un poco preocupada.
—¿Estás bien?
—Ya me quiero bajar. Creo que soy claustrofóbica y mil fobias más —bromeo. Otra vez.
Es lo que me queda para poder dominar mi situación, hacer de todo un chiste.
—Listo, llegamos. Bájense, yo aparcaré y las busco cuando termine.
Nos dejó en la entrada principal del Centro Comercial. Rápido observo como dos hombres se acercan a nosotras.
—Hola, Señorita Taylor. Yo soy Fausto—, se presenta uno de ellos —y él es mi hijo Frederick.
Ambos extienden su mano y les devuelvo el saludo estrechándolas, okey demasiados apretones de mano por hoy.
—Es un placer. ¿Estarán con nosotros las veinticuatro horas?
—Sí.
—Bien, si necesitan algo no duden en pedirlo. Agua, ir al baño, un café... Lo que sea.
Estos intercambian miradas.
—Bien —responde Frederick.
—Nuestro compañero, Paul, está acompañando a su amigo a aparcar el auto en unos minutos se unirá a nosotros.
—¿Paul? ¿El jefe de seguridad de AFE?
—Él mismo —añade Vanessa.
Mi rostro se ilumina, al fin otro rostro conocido. Papá sí que confía en él.
—Bien, entremos —anuncia Vanessa.
Aquí estamos, viendo vitrinas, y más vitrinas. No hay nada que llame mi atención.
—¿No te gusta nada? —escucho a Larissa detrás de mí.
—No. Presiento que nada de esto es mi estilo.
—Sí me permites, aunque no me recuerdes, yo no he olvidado nada de ti y honestamente he visto muchos outfits que son definitivamente tú estilo...
—Es que... Yo... Ya no soy lo que era, esa Alena que todos dicen recordar. Ya no está.
Traga saliva.
—Entonces, ¿eres una nueva persona?
—No tanto nueva, pero definitivamente he cambiado.
—De acuerdo, ¿te gusta mi estilo? —asiento— Busquemos algo similar y si te parece, lo usas. Mientras terminas de definir lo que te gusta.
Es muy amable de su parte, no sé por qué Vanessa me mencionó que la odiábamos. Ella es estupenda, es linda, es humilde, es noble. Y muy sencilla. Tal vez la juzgamos antes de conocerla. Típico en los seres humanos. Y más en las mujeres.
No me fui por el estilo de Larissa, porque cuando comenzamos a caminar descubrí una vitrina de ropa completamente fabulosa, al menos para mí. Entramos, mientras Elián se quedó afuera, según porque estaba cansado de ver tiendas y tiendas. Así que caminamos entre todos los vestidos y hay uno particularmente que me llama la atención, me pide a gritos.
Es negro y muy acorde para la ocasión.
Me lo llevo al probador, y al salir todos me esperan. Me siento guapa, hace mucho que no me fijaba en mí. Es lindo, y de vez en cuando hay que hacerlo. Por la expresión del rostro de Frederick sé que estoy linda, incluso se sonrojó. Y por supuesto, al notarlo, yo también.
—¿Y bien?
—Me parece, que la Señorita Taylor ha crecido —escucho una voz completamente familiar. Paul.
—¡PAUL! —me arrojo directo a él y lo abrazo— Es un placer verte.
—El placer es todo mío ¡Estás bien!
Me ofrece una amplia y contagiosa sonrisa.
—Sí, gracias a Dios lo estoy. Entonces—, bromeo —mí vestido es el mejor, ¿Inclusive mejor qué el de Larissa y Vanessa?
Todos ríen.
Pagamos el vestido y coloco mi vieja ropa en la bolsa del vestido nuevo. Salimos de esa tienda directo a la salida del Centro Comercial, a esperar el auto de Elián.
Ya la luz del sol está desapareciendo, lo que quiere decir que Elliot hace mucho debió haber salido al jardín del Sanatorio. Desde el fondo deseo que le haya ido muy bien, un chico como él no debería estar recluido allí.
—Ronnie nos está esperando. Aún no puedo creer que hayamos logrado sacarte del hospital— dice emocionada Vanessa.
Yo solo le doy una sonrisa, estoy muy nerviosa. Tengo miedo de estar rodeada de tanta gente y eso no es nuevo. Es algo de antes de que me pasara el accidente. Ahora por supuesto está multiplicado por todos los números que se pueda imaginar. Respiro profundo y subo al auto de Elián, de nuevo. Y conduce directo a ese Restaurant. Para mi sorpresa no tardamos tanto, así que me bajo del auto, aliso el vestido y camino directo a la entrada con mis amigos. Y ahora, con guardaespaldas, el Señor de seguridad pide nuestros nombres y nos da entrada.
Hay bastante gente, inclusive está la prensa, hay fotos y demás. Éste es un detalle que he pasado desapercibido. Muy desapercibido.
—No dijeron nada de la prensa.
—Lo sé, estoy igual de sorprendido que tú— dice Elián, quien me lleva del brazo.
Mi rostro ha cambiado completamente. No me esperaba esto, ellos son imprudentes.
—Busquemos a Ronnie y terminemos con esto— digo un tanto irritada.
Caminamos entre la gente y aún no lo logro encontrar. No me suelto de Elián, mientras que Vanessa y Larissa nos siguen, por supuesto que Paul y el otro par nos persigue. Nos ubicamos cerca de una mesa alta, la cual tiene unos taburetes a su alrededor, la mesa tiene un letrero con mi nombre. Así que supongo que es la mía.
—Esperen aquí, iré a ver si logro hablar con Ronnie— dice Elián.
—Te acompaño —secunda Larissa.
Así que quedamos, Vanessa y yo de pie en ésta mesa y claro está que Frederick y Fausto, Paul se fue con Elián y Larissa. No creo que estar aquí sea peligroso, ¿estarán armados?
—¿Quieres algo de tomar?
—Un jugo de piña vendría bien —pido a Vanessa.
—O una piña cola...
—¿Ves esto? —subo mi muñeca izquierda moviendo el brazalete del Sanatorio— No estoy en condiciones para tomar alcohol, se supone que debo mantener vivas mis neuronas, no asesinarlas.
Pone los ojos en blanco.
—Bien, mesero —llama a un chico que pasa cerca de curioso uniforme— un jugo de piña por favor y una piña colada. ¿Qué? ¡Soy mayor de edad!
Empieza a pelear con el mesero. Yo me dedico a guardar cada detalle de éste día, dudo mucho que vuelva a salir al mundo exterior en mucho tiempo.
—Aquí tienen— dice el joven luego de diez minutos y un sermón de Vanessa.
—¡Gracias!— Decimos al unísono.
—¿Por qué tardan tanto?—pregunto a nadie en específico.
—Hay mucha gente aquí, intentaré llamar a Ronnie. Aunque le envié un WhastApp hace poco, ya era para que me contestara.
—Okey —intento lucir lo más calmada posible pero trato de huir de la prensa, espero que ni noten mi presencia.
Después de todo lo que ocurrió, muchos me creen muerta, otros simplemente desaparecida. Papá dijo que se encargó de dar la noticia de mí desaparición, para luego de un año informar que estaba muerta, incluso hasta hicieron un velorio, para que nadie me molestara y para que mí asesino se sintiera confiado. ¡Já! Me parece un poco retorcido. Yo no podría dormir ni con la muerte de un conejo pesando sobre mis hombros, sin embargo ese ser humano debe estarse dando la buena vida. Pero en fin, hay gente despreciable y vil. Así que verme de nuevo en la calle, levantaría sospechas y grandes problemas. Inclusive no dudo que la policía me buscará nuevamente para un interrogatorio.
Y eso sí que será fastidioso. No hay nadie más desesperado por tener detalles de lo que pasó ese día, nadie más que YO: Alena Taylor, sin embargo, los polis creen que pueden averiguar más. Sí, claro. No hubieran pasado dos años y ese asesino, que una vez creí que era mujer, seguiría libre.
<< Actúa normal y no te verán... >>
—Hablando sola no creo que ayude— dice Frederick.
<< ¡Oh no! Lo dijiste en voz alta >> — escucho ahora mi mente.
—¡Demonios! Lo siento, me pasa muy seguido, es que estoy sola todo el día y a mi única compañía no le molesta que hable sola —sonrío inocente.
Ya sé lo que pensará, con razón todo éste operativo para sacar a ésta de paseo de ese Sanatorio, está loca de remate y completamente chiflada. Y tal vez, tenga razón.
—Todos hablamos solos, entiendo —no es lo que esperaba.
—Bien cariño, debemos ir a los fogones, Ronnie nos está esperando ahí.
—Vamos.
Caminamos alrededor de la gente y nos posicionamos en la puerta de la cocina, Vanessa le dice algo a uno de los guardias y nos dejan entrar.
¡Wow! Quedo sin aliento, mi sueño. Mi corazón se empieza a acelerar y puedo recordar aquella vez que fui al Restaurant de West Haven con Ronnie, su familia fue muy receptiva, me hicieron profiteroles, mis favoritos. Ese aroma. Recuerdo también que me senté con él a contar autos, él de un color y yo de otro. Cuando me vinieron a buscar le di un beso en la mejilla, éste se sonrojó.
Quiere decir, que es cierto, yo le gusto. Él no es feo, para nada. Pero no es el mejor momento para mí. Y tampoco sería justo para él estar con alguien como yo, estaré a medias. No estoy completa.
—¡Alena! —salta hasta mí una mujer regordeta, frunzo el ceño pues tardo un poco en identificarla.
Frederick se interpone entre nosotras, sé que está cuidándome y es un lindo gesto.
—Madre, te he dicho que no la asustes, está un poco aturdida —veo a Ronnie, bien vestido y peinado muy guapo.
—Ronnie —sonrío— y usted debe ser su madre —me dirijo a la Señora.
Me acerco y la abrazo.
—Es una placer, una bendición que estés aquí.
—Gracias, el placer es para mí. No podía perderme algo así.
—Bien, Alena. Debes esperar unos cinco minutos, saldremos pronto a dar una palabras y cortaremos el cordón rojo.
Señala Ronnie.
De acuerdo, puedo esperar. Lo que me tiene impaciente es saber dónde estarán Elián y Larissa.
—¿Elián y Larissa han dado señales?
—No cariño, pero seguramente están peleando.
—¿Peleando?
—Sí, desde hace un par de semanas solo se dedican a eso.
—¡Oh! ¿Y tú no sales con alguien?
—Salía —me mira extrañada— por supuesto, tú no recuerdas nada...
Niego con la cabeza, y me siento un poco inútil.
—Está bien, poco a poco irás recordando. Créeme he querido una innumerable cantidad de veces hacerte spoiler de tú vida, pero no nos dejan.
Suelto una carcajada, no me vendría mal ese tipo de spoiler, quiero decir, ésta amnesia no da señales de querer irse de mi cerebro y una pequeña ayuda de mis amigos no estaría para nada mal...
—¿Cuál era su nombre? —insisto. Tal vez recuerde algo.
—¿Connor? —suena un poco confundida.
¿Cómo me va a preguntar a mí el nombre del chico con el qué ella salía?
—¿No sabes el nombre de él? Y luego dices que yo soy la perd...
—¡NO! Espera aquí.
Se aleja de mí y camina directo a la salida de la cocina, y aquí quedo. Triste, sola y desmemoriada.
Bien, sé que exagero, pero mi humor está a mil por hora. Así que debo aprovecharlo. Me coloco al lado de Frederick y Fausto. Al menos no estoy del todo sola.
—¿Quieren algo de comer?
—¡No!— dicen al unísono.
—¿Necesitan ir al baño?
—¡No! —al unísono, de nuevo.
Pongo mis ojos en blanco.
—¿Al menos quieren hablar de algo?
Frederick sonríe. Eso es un avance.
—¿Qué desea hablar?
—¿Disculpa?
—¿Qué tema quiere abordar?
—No, yo te entendí. Solo qué ¿desea? ¿Es en serio? ¿Cuántos aparento?
—¿Treinta? —bromea.
—Muy gracioso. Estás despedido.
Fausto suelta una carcajada. Subo la ceja.
—Tú también.
—Lo siento, Señorita.
—¡Vaya! Una no puede estar internada dos años porque ya le suben diez años encima.
—Veinte...—Tercia Frederick— debes tener unos veinte años.
—Próxima a los veintitrés, por cierto... ¿Saben dónde están mis amigos? ¿Paul está con ellos?
—Sí, están afuera.
—Bien, lo primero que dijeron que no harían es lo primero que hacen, me dejaron sola. Sin ofender —agrego.
—Alena —aparece Ronnie— daré mi discurso, así que si gustas podemos salir a la estancia.
—De acuerdo.
Me ofrece su brazo y lo tomo. Por supuesto que mis guardaespaldas nos siguen.
Él me deja sentada en una mesita con mi nombre, y se dirige a una especie de tarima dónde lo esperan ya sus padres. Ronnie es guapo. Y supongo que deslumbra tanto porque está haciendo algo que ama, que le gusta. Es un gran y merecido logro.
Empieza a dar sus palabras de agradecimientos, y en eso aparece Vanessa. Me giro hasta ella para decirle lo traidora que es, pero rápido descubro que no está sola, está con él. Y no es primera vez que lo veo, yo lo conozco. Empiezo a ponerme nerviosa...
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