— ¡Otra vez estás haciendo lo mismo! ¿¡Cómo quieres que lleguemos a fin de mes si gastas MI salario en esa mierda!? —gritó Jungkook exasperado hacia su progenitora.

— ¡Cállate! ¡Si tan solo me hubieras hecho caso y trabajado como un stripper en el club de mi amigo en lugar de ir a esa costosa Universidad a estudiar estupideces no estaríamos así!

— ¡Ni se te ocurra! ¡Estoy en todo mi derecho de hacer lo que quiera con lo que gano! ¡Tú solo vives derrochando mi dinero en tus malditas porquerías! ¡NI SIQUIERA TRABAJAS!

— ¡Ya estoy harta! —alzó la voz aquella mujer antes de lanzar un vaso de cristal en dirección a su hijo, el cual lo esquivó de puro milagro.— ¡Eres solo una carga para mi! ¡Si no fuera por ti yo hubiera tenido una mejor vida! ¡NUNCA DEBISTE HABER NACIDO, JEON JUNGKOOK!

Jungkook se quedó estático en su lugar, las palabras de su madre calando en lo más hondo de su ser. Podía odiarla por sus vicios, por el trabajo que le hacía pasar, por solo pensar en ella misma, por muchas cosas más podía hacerlo.

Pero era su madre, y escuchar aquellas palabras de la persona que te dio la vida se siente igual a que te apuñalen el corazón.

Una solitaria lágrima rodó por la mejilla de Jungkook, la cual fue limpiada bruscamente por la mano del joven.

Sin poder estar un segundo más en aquel lugar, tomó su celular y sus llaves y salió dando un portazo del departamento de mala muerte donde vivía.

Esa noche, cuando Jungkook volvió a su departamento, Jeon Jiwoo había desaparecido con todos sus ahorros, aquellos que había escondido minuciosamente.

Completamente destrozado se echó a llorar en su cama, maldiciendo a su madre egoísta, al padre que nunca conoció, a la familia que lo abandonó y a los amigos que le dieron la espalda.

Maldijo y maldijo hasta quedarse dormido.

Todo parecía ir de mal en peor, pero dicen que cuando una puerta se cierra, otra se abre ...