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Capítulo dos: "El primer amor".

"Tenemos un amor eterno.

Tan alto, tan ancho, tan alto por encima del estruendo de los truenos...

Es tú amor lo que necesito"

An everlasting love – Andy Gibb.

Septiembre de 1986.

Oh, las primeras ilusiones y el enamoramiento, ¿quién no lo ha sentido?

¿Quién no ha deseado que ese sentimiento dure por siempre?

El primer amor causa una sensación extraña y placentera que se aloja en el centro de nuestro corazón. Al principio, parece increíble como uno se pone torpe y nervioso, tal y como si estuviéramos aprendiendo a dar nuestros primeros pasos. Uno imagina que esto se detendrá en algún momento, pero va escalando de a pocos hasta darnos cuenta que estamos dentro de almohadas de azúcar, y que es muy difícil escapar de sus brazos.

Mientras los faroles de la noche empiezan a brillar en el atardecer, mis ojos no logran despegarse de las hojas de mi cuaderno especial. La música que reproduce la radio de mis padres, se me hace tan conocida y a la vez, como si nunca lo hubiera oído. Se me hace imposible descifrarlo, como el nuevo sentir que se apodera cada segundo de mi mente y mi alma. Es algo que me mantiene imperativa y con mucha lucidez para seguir soñando. Totalmente irónico, ¿no?

El otoño parece más acercarse, cuando me percato que una huella del árbol más longevo de mi patio ha caído encima de mi cabeza. Me siento plena cuando mis dedos juegan con el objeto, y una sonrisa se escapa sin más, cuando imagino su cabellera rubia. Mis mejillas se sienten calientes, y al igual que mis pupilas se han dilatado. De pronto, es como si el tiempo se detuviera en ese instante, al percatarme de la razón.

Andrew.

Andrew no sale de mi mente, por ningún motivo, desde que empezamos a salir.

Han pasado tres meses, y siento que ha sido más tiempo desde que ambos tuvimos la cita a ciegas. Nunca había imaginado que podría sentir tantas emociones, y más por un chico, que se está convirtiendo en mi príncipe de cuento de hadas. ¿Estaremos juntos por siempre? Es lo ansío. Siento que no podría querer a nadie más, porque él forma todo de mí. Su cabello dorado, su mirada expresiva y sus labios tan dulces como el mejor manjar. Su sonrisa sarcástica que acelera los latidos de mi corazón, y su voz gruesa que dispara cualquier pensamiento de mi cabeza. Es todo.

I love you, baby —canta alguien en voz baja. Frunzo el entrecejo, puedo distinguir que la voz proviene de atrás del arbusto que da con la cerca de mi jardín—. And if it's quite alright.

Me voy acercando de a pocos, y a pesar de ello, sigo oyendo su voz al mismo tono de la música: "I need you, baby. To warm the lonely night. I love you, baby".

Al quedarme a nada de llegar, esa persona se levanta y me muestra su sonrisa larga, a la vez que sostiene una rosa roja.

Trust in me when I say... —levanta el presente hacia mí, a pesar de que las rejas nos separan—. Oh, pretty baby. Don't bring me down, I pray —hace una mímica con sus manos, para seguir entonando. Las lágrimas se escapan de mis mejillas, pero la emoción no se va—. Oh, pretty baby. Now that I've found you, stay. And let me love you, baby —toma mi mano, y lo besa—. Let me love you.

Nos quedamos mirándonos por unos segundos, sin entender la magia del momento que nos envuelve. Mis manos siguen temblando, y todavía así se mueven rápido para abrir el cerrojo. Cuando todo parece solucionado, doy pasos hacia adelante hasta quedar frente al chico que amo. Sus manos viajan por sus bolsillos, mientras su vista capta todo de mí. Una carcajada se escapa de mis labios, ante la situación tan ridículamente tierna.

—¡Nunca pensé que harías algo así! —Replico con dificultad, por mi emoción—. ¡Es tan jodidamente precioso!

Alarga su mano hasta juntarla con la mía, y volver a tener esa sonrisa soberbia de lado.

—Es lo que provoco, nena —su mano derecha pasa hacia mi barbilla, para levantarla suavemente y nos miremos directamente—. No hay nadie que me haga sentir tan vivo, como tú.

Antes de que pudiera decir algo más, él se acerca y me roba un beso. Sus labios se mueven tan suavemente en un vaivén lento y sincronizado como nuestro amor. Me siento invadida de esas mariposas primaverales en el estómago, por lo que deseo convertirme en una para seguir revoloteando cerca de él.

—Nena, me vuelves loco —murmura, cuando se aleja—. Eres todo lo que deseo para mí.

—Y tú eres a quién quiero para toda mi vida.

Baja la mirada hacia el suelo, a la par que su expresión feliz se borra. Parece buscar la forma para decirme algo, pero se enreda entre sus ideas. De pronto, sus ojos vuelven a mostrarme la luz, cuando se encuentran con los míos, y su mano izquierda encuentra un cigarrillo en su bolsillo.

—¿Estabas escribiendo?

Cambia el tema tan rápido que, me quedo petrificada.

No ha dicho nada sobre mi respuesta, y eso me ha dejado un sabor amargo en la garganta. Entiendo que somos jóvenes, pero necesitaba oír alguna respuesta. También comprendo que no puedo contener mis emociones, y siento que mi expresión actual no es la más esperada. Estoy sofocada.

Él sigue mirando al vacío con una tranquilidad, mientras consume entre ratos su cigarrillo.

—Sí —murmuro, en tono de voz baja—. Sabes que suelo tener momentos creativos.

—Lo sé —su voz se oye como dardos filudos, como si la frialdad del ambiente lo combinara bien—. Sigo pensando que deberías pedirles a tus tíos que te apoyen, ¿no lo crees? —arrugo la frente, ante su pregunta, pero él vacila—. Tienes una familia con dinero e influencias que pueden darte una vida de lujos y fama, y tú solo quieres vivir en perfil bajo.

—¡Basta! —Pregono con rapidez, ante su presión—. Tú sabes bien lo que pienso de ese tema.

Me vuelve a ver a los ojos, mientras se encamina con pasos firmes. A pesar de que me muestro a la defensiva, desordena mi cabello con su mano. Una curvatura leve se forma en su rostro, como si todo hubiera pasado. Aun así, la inquietud no sale de mí, porque presiento que me he metido a la boca del lobo.

—Lo sé, nena —se agacha un poco, y besa mi frente—. Lo siento, por ser tan persistente.

Sin embargo, ante su sola presencia, no puede estar molesta.

Maldición.

—No te preocupes, cariño.

Con una pinta de chico malo, Andrew siempre se ha mostrado sin tapujos y miedos. Sé que sus padres están en Los Ángeles, y que ha venido de vacaciones a Nueva York para encontrarse a sí mismo, antes de iniciar la universidad. Sin embargo, presiento que algo me oculta, o intenta alargar el tiempo para no decirme.

—¿Estás sola?

Alzo una ceja, y él suelta una carcajada grave. Mis mejillas nuevamente se ponen rojas, y sé que entiende perfectamente la causa.

—Quiero que vayamos a una fiesta —entabla con picardía, a la vez que pasa un mechón de mi pelo por mi oreja—, pero no sé si tus padres te darán permiso.

—Ellos no están —escapa suavemente de mis labios.

Su sonrisa se alarga, y me toma de la mano derecha.

—Escapémonos, nena — propone con emoción—. Te prometo que te traeré temprano, pero necesito que salgas de tu zona tranquila y rompas algunas reglas.

—Yo...

—¿No lo harías por mí?

Esa pregunta resuena en mi mente, como si me debatiera entre lo moralmente correcto y precipitaciones impulsivas. Ladeo mi cabeza, ante su mirada expectante. De un segundo a otro, saca unas llaves de su casaca de cuero.

—Mi moto está aquí cerca, Eileen —responde con un tono de molestia—. No es tan difícil decidir, ¿o aún les pides permiso a tus papás?

Me quedo quieta sin decirle nada. Mi mente me repite: "No lo hagas"; cuando la decisión ya está tomada.

—Espérame en la puerta principal —respondo decidida, ante los ecos de mi mente—. Traigo mis llaves, y nos vamos.

Asiente con la cabeza, a lo que salgo corriendo hacia la sala. La foto de mis padres resplandece en la oscuridad, haciéndome sentir más culpable de mi decisión. Mi papá ha llevado a mi madre a una cena sorpresa, y siento vergüenza de arruinar todo si no me ven en su regreso. Estoy en una encrucijada.

Cundo estoy a punto de tomar las llaves de mi casa, escucho el sonido del teléfono.

Mierda.

—Aló-ó —respondo temerosamente, a la vez que paso una mano por mi rostro. Sin embargo, oigo risas desde el otro lado—. ¿Quién es?

—Eileen, soy Diane —suelto un resoplo largo, al librarme de la tensión que se había apoderado de mi diafragma—. ¡Dijiste que me llamarías para acordar la pijamada! —exclama con drama—. ¡Odio estar encerrada en casa, y más estudiar física!

—Lo siento —murmuro con congoja—. Es que... tengo problemas.

—¿Qué pasó? —La preocupación crece en su tono de voz—. ¿Pasó algo en casa?

—No, no —musito. No puedo esconder más, mi nerviosismo—. Andrew quiere llevarme a una fiesta, pero no sé si salir sin permiso.

Ante mis palabras, mi mejor amiga chilla por la impresión, a lo que alejo el auricular por unos segundos. Cuando veo que ha pasado, nuevamente lo acerco.

—¡Debes ir! —Entabla con firmeza—. No creo que tus padres se molesten por un momento —al ver que no respondo, entiende que no estoy totalmente convencida—. Si llaman, estaré atenta para decirles que estás aquí. Mis padres se fueron a visitar a una tía, y mi abuela duerme como un bebé.

—¿Estás segura?

—Sí, Eileen —me muerdo suavemente el labio—. Es tu momento, ¿no lo crees?

—Cierto...

Antes de que ella pudiera decirme algo, un rugido se oye desde afuera de mi casa. Levanta con rapidez mi cortina, y puedo ver las luces de la moto de Andrew. Él sostiene mi casco, mientras que con la otra mano me hace señal para que salga. La emoción se refleja en mi rostro, cuando lo veo. Entonces, me pregunto: ¿Qué podría salir mal?

—Diane, te llamo para contarte todo, cuando regrese —respondo con rapidez—. Te quiero mucho.

Cuelgo sin esperar alguna palabra final, siento es momento de tomar medidas por mí misma y no seguir haciéndome revuelos en la mente. Cuando he cerrado finalmente la puerta, salgo corriendo hasta subirme en la moto de mi novio y colocarme el casco.

—Agárrate fuerte, nena —vocifera con euforia—. Tendrás una noche que jamás olvidarás.

Ante el revuelo del creciente calor de mi cuerpo, no puedo hacer más que perderme ante la adrenalina e intensidad de su amor.

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En el próx cap, narra Nikki <3

Lo siento por la demora uwu

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