Bueno, asumida la maldita situación en la que estoy, mi hermana me convenció para hablar con Xavier.

¡Estúpida, Carina, te odio!

Llego al colegio y decido buscarlo. No queda de otra, tengo que enfrentarlo.

¡¿Dónde está?!

Rápido, rápido, antes de que toque el timbre de entrada a clases y me acobarde.

―¡Xavier! ―Lo visualizo con una chica y me acerco a aquel pasillo.

―¿Y tú que quieres? ―exclama la rubia enojada mientras él solo sonríe.

―Déjala ―la interrumpe―. Quizás vino a disculparse.

¡¿Qué?! ¿Disculparme de qué?

Él es único que debería disculparse.

―¿Disculpa? ―Lo miro enojada.

―Ya sabes, por el golpe que me diste. ―Se señala el cachete.

―Ese te lo merecías ―expreso directo.

―Ah, entonces no me interesa lo que vengas a decir. ―Levanta las manos demostrando no importarle.

Frunzo el ceño.

―Necesito hablar contigo, es urgente ―Miro a la rubia―. A solas.

―No estoy interesado, ya no molestes. ―Agarra la mano de la chica para irse y pasa al lado mío, ignorándome.

¡Maldito! Contengo mi puño, pero mi boca es la que reacciona primero.

―¡Estoy embarazada, imbécil! ―grito a los cuatro vientos y me arrepiento enseguida.

Todos, no solo la rubia y Xavier me miran sorprendidos, todos los presentes en el patio me han escuchado.

Qué vergüenza. Quiero meterme en un hoyo y desaparecer. Hubiera sido mejor pegarle, ha sido la peor manera en la que pude decirlo.

Mejor que me parta un rayo.