¡No ha sido para nada una buena idea!

―¡¿Por qué nos encierras en la habitación?! ―grito al otra vez ser engañada por mi hermana.

―Deja de quejarte, haz lo que se supone que se hace en una habitación. ―Se ríe del otro lado―. Además, tengo que ocuparme de problemas más graves que los tuyos, como por ejemplo, saber quién miércoles es el padre de mi hijo.

―¡¿No lo sabes?! ―le grito a la puerta pero al no oír respuesta me doy cuenta de que estoy hablando sola―. ¡Ag, Carina! ―Pateo la pared furiosa.

―¿Puedes dejar de hacer escándalo por todo? Me irritas ―exclama Xavier enojado.

―¿No me vas a perdonar nunca? ―Lo miro angustiada.

―No ―dice fríamente y siento una punzada en mi pecho.

―¿Y entonces qué? ¿Seguirás enojado para la eternidad?

―No lo sé, Corina. ―Frunce el ceño cruzándose de brazos.

―Entonces, si no le dices a tu padre ¿Qué vas a hacer?

―Pensaba huir y comprarme una montaña, mira qué divertido ―exclama con sarcasmo.

―No es gracioso, Xavier. ―Me enojo yo también.

―Tampoco es gracioso que me mientan. ―Uh, golpe bajo.

―Perdón.

―No quiero tus disculpas, quiero soluciones.

Me sonrojo.

―Pues... pues si no queda otra. ―Comienzo a desabotonar mi blusa.

―¿Qué... ¿Qué haces? ―Me observa desconcertado.

Me acerco y me agarro de su chaqueta nerviosa.

―Ha... hagamos un hijo.