A la mañana siguiente, me despierto temprano y veo el almanaque que está pegado en la pared.

Lo observo detenidamente por alguna razón, que luego no me importa mucho, hasta que los días comienzan a pasar.

Lo sigo observando, es la semana de mi periodo. Pasaron más días, donde ahora sí empiezo a tomarle importancia porque no llega.

¡¿Es una broma?!

¡¿Por qué no llega?!

Es regular, siempre es regular.

A mí siempre me viene al día.

¿Por qué no viene?

Miro el almanaque y los días siguen pasando.

―Mamá, ¿es normal que no me haya venido? ―La miro confusa.

―¿No te vino? Pero si siempre te viene en el día, tú misma lo calculas.

Ella piensa lo mismo.

―Eh, sí, seguro hice mal la cuenta ―le aclaro para que deje de poner esa cara.

Pero yo no hice mal esa cuenta, es la misma de siempre ¡Maldita sea! Esto me pone de los nervios.