Subo las escaleras. Lo peor, sé dónde está el cuarto. Me tiemblan las piernas al recordarlo y siento como mis mejillas se ruborizan.

Prefiero no estar en la conversación con mis padres, porque me aterra pensar en el futuro. Pero ahora, estar frente a la puerta de Xavier, me trae al pasado. Una dulce noche, un bonito recuerdo, pero al final destruido, por el mismo chico que me dio aquella felicidad.

Toco tres veces a la puerta, pero Xavier no contesta. Decido pasar igual. Como aquella noche, se escucha la lluvia en el cuarto. Primero miro la cama con una sensación incómoda, luego giro la vista hacia la ventana y lo veo.

Mirada perdida, como aquella noche. Parece como si la lluvia lo llamara, lo hipnotizara.

¿Qué es lo que no sé? ¿Qué tiene que ver aquella lluvia? ¿Qué es lo que lo acompleja de esta?

―¿Qué ves? ―Se me escapa.

―Melancolía. ―Pero él sí me responde, aunque sin mirarme, observando aquellas gotas, sigue ahí, perdido en sus pensamientos. Los pensamientos, que yo no puedo ver.