Me encuentro parada nuevamente frente a la puerta de la casa de Xavier, aunque esta vez junto a mis padres.

Este fin de semana, hemos sido invitados a su casa, para seguir hablando del "tema". Maldigo ese día de lluvia en que me encontré a Xavier.

¿Lo peor? ¡Hoy también llueve!

Así no se pueden olvidar las cosas.

Nos sentamos en la mesa, el lugar sigue igual, solo con una diferencia, las maletas del padre.

―Viajo mucho ―explico José, el padre de Xavier―. Mi trabajo me lo exige, aunque eso no me impide estar con mi hermosa esposa, Xiomara. ―Le sonríe a su mujer. Hoy parece estar más calmado―. Ustedes... ―Señala a mis padres―. ¿Están separados, no? ―Los mira con disconformidad.

―Sí ¿Por? ―pregunta mi padre al ver su reacción.

―Lo que quiso decir mi marido... ―responde Xiomara―es que en nuestras familias, ambas, la de José y la mía, existe un régimen estricto sobre el matrimonio, por nuestras tradiciones y religión. Por eso, nos parece correcto aclararlo. ―¡¿Qué?! ¡Espera! ¿Hablan de matrimonio? ¿Y dónde está Xavier para oponerse? No se encuentra en la mesa. Miro para todos lados mientras su madre continúa hablando―. Esperamos que ustedes nos comprendan en esta situación y nos dejen hacer lo que corresponde.

Me levanto abruptamente.

―¿Do... ¿Dónde está Xavier? ―pregunto nerviosa.

No quiero seguir escuchando esta conversación.

―En su habitación pero...

―Déjala que vaya ―intercede el padre―. Solo por una pequeña lluvia, que se deje de caprichos. ―Bufa.

―No son caprichos, querido, ten un poco de consideración, sabes muy bien que los días de lluvia él... ―La mujer se detiene y nos mira a nosotros―. Lo siento, es un asunto privado, se los contaremos más adelante, ¿de acuerdo?

―No hay problema, ¿no, Sanuel? ―se dirige mi madre a mi padre.

―Claro, Celina.

―Caprichos o no, que preste atención a sus prioridades. Jovencita, tú ve y punto final ―me ordena José y yo accedo, ese hombre da miedo.

Me dirijo directo a la habitación de Xavier.