Xavier Cooper, lindo, inteligente, interesante, divertido, egocéntrico, mujeriego y todo un desconocido para mí, ya que ni me presta atención en el instituto, hasta que...

Está lloviendo mucho, yo tengo un paraguas, con tanta lluvia es inevitable pero, ¿quién no usa paraguas en una noche tan lluviosa?

Pues él.

Ahí, lo veo, se encuentra sentado en aquella vereda, todo empapado y con la mirada perdida en sus pensamientos.

―¿Xavier? ―lo llamo.

No puedo creer que sea él, aquel chico popular de mi instituto, aquel que está todo el día sonriendo.

Levanta la vista y me observa.

―Hola, Corina. ―Me sonríe ¡A mí!

¿Me conoce? ¡¿Sabe mi nombre?! Creí que era invisible para él.

―¿Estás bien? Te estás mojando ―le aclaro, aunque es obvio.

―Ah, no me había dado cuenta. ―Se toca el cabello y más gotas siguen cayendo por su rostro.

―¿Quieres que llame a alguien?

¿Qué más puedo hacer? Es lo único que se me ocurre.

Él se levanta del suelo y yo logro observarlo más de cerca. Cabello azabache y ojos claros, muy claros, tan claros como las gotas que siguen mojando su rostro.

―No, con tu compañía me basta ―susurra y es como si mi corazón diera un salto, siento que me ruborizo. Toma mi mano y la roza con su mejilla―. Hace frío ―exclama, pero es cierto, su piel está helada.

―Tengo que irme. ―Quito la mano nerviosa―. Mi madre se enojará si no llego a casa pronto.

Acerca su rostro empapado al mío.

―No te vayas, no me dejes ―suplica, entonces no puedo evitar ceder.

Lo siento, pero es el chico que le gusta a todas, incluyéndome, imposible evitarlo.

Soy una tonta. No debí hacerlo. No había nadie en su casa. Estábamos en su habitación. En su cama, y ya se sabe lo que pasó después.