Un amor (im)posible
Llegó la noche sin más que unas pocas hierbas que comer. Pensé cuántos problemas debían sufrir los aldeanos para conseguir alimentos. Mientras intentábamos engañar a nuestros estómagos con unas flores de menta, nuestras esperanzas decaían, pocas razones ya nos mantenían en ese lugar.
-Si el secuestrador no es un monstruo, no podremos encontrarlo. –comentó Dororo.
-No podremos contar siquiera con la habilidad de Hyakki-kun. No sabemos si esa persona tiene malas intenciones.
-¿Hyakki-kun? –me sonrojé al ver su interés en mis palabras.
Él me miró con picardía, yo solo bajé la cabeza con pena. Luego suspiró sonriendo.
-Bueno, esta será nuestra última noche buscando al monstruo aquí. –dijo al final. –sé que estamos hambrientos, pero hagámoslo.
Caminamos por un rato, pero la falta de sueño y el hambre comenzaron a causar estragos en nosotros. Dororo necesitó recostarse al ver una cerca que rodeaba una bandera, desde hacía unos minutos noté que estaba respirando con dificultad.
-¿Estás bien, Dororo? –le pregunté preocupada.-Es difícil para un niño caminar dos noches con el estómago vacío. –dijo suspirando pesadamente.
–Lo siento, Aniki, Sasayaki-neechan, supongo que no tuvimos suerte esta vez. Deberíamos rendirnos e irnos… -Hyakkimaru puso su mano tras su oreja, estaba escuchando algo.
-¿Qué pasa? -él echó a correr tras mis palabras. –Ven. –cargué a Dororo sobre mi espalda y seguí al joven.
Corrimos hacia un camino en el cual se detuvo. No percibí nada, pues estaba muy oscuro y apenas se veía unos metros del suelo frente a nosotros.
-Neechan, ¿estás bien? –me preguntó el pequeño.
-Sí, ¿quieres bajarte? ¿Puedes caminar?
-Sí, no quiero darte más problemas. –dijo sonrojado.
-No los das, es un placer para mí ayudarte. –le sonreí y él apartó la mirada para esconder un mayor enrojecimiento en su cara.
A los pocos segundos, escuchamos a alguien acercarse. Era una pareja que corrían desesperadamente. Estaban tomados de las manos y, aun bajo su capa, noté que la chica tenía un semblante muy enfermo, estaba débil y delgada.
-Eres el hombre que conocimos ayer. –dijo Dororo al reconocerlo.
-Los chicos detrás de la recompensa. –habló él.
-¡Ustedes otra vez! –de inmediato reconocí la voz de la mujer, era ese monstruo araña. -¿Han venido a matarme, pequeños mocosos?
-Esa voz… ¡Es ella! –el niño también la había reconocido. –Aniki, esta mujer es el monstruo. ¡Sabía que ella era la secuestradora!
-Dororo… espera… -susurré, pero no me escuchó.
-Aléjate de ella, señor. Ella te chupará y te dejará seco. Podemos conseguir comida si vencemos al monstruo. Ve por ella, Aniki. –ella estaba furiosa por haber sido descubierta ante su acompañante.
-Ohagi, ¿un monstruo? –dijo el hombre confundido, comenzó a caminar hacia el frente, parecía que se alejaba, pero se colocó frente a ella para protegerla.
-¿No entiendes lo que estoy diciendo? –Dororo no comprendía la actitud del hombre. –¡Esa mujer es un monstruo y una secuestradora!
-El secuestrador soy yo. –lo confesó con una serenidad sorprendente, era imposible que hubiese dicho una mentira. –He ayudado a la gente a escapar de aquí. Ohagi no lo hizo. No me interesa ser atrapado, pero, por favor, dejen ir a Ohagi. Está enferma y debilitada.
Su mirada dolía, estaba dispuesto a sacrificarse por ella, no le importaba otra cosa. Ese sentimiento que desprendía era muy fuerte, pero a la vez, muy tierno. Lo sentía como algo familiar, era algo que sentí en algún momento y por una persona a la que quiero. Sí,… fue ante esa ave gigante, ese momento en el que no me importó perder mi vida por el bienestar de esa persona. Tras oír esas palabras, mi instinto fue mirar a Hyakkimaru.
-¿Enferma? ¡¿Por qué proteger a un monstruo?! –Dororo estaba atónito.
Una luz se acercó a nosotros tras la pareja, eran unos guardias del pueblo.
-Así que tú eres el que está detrás de todo. –dijo uno de los guardias. -Finalmente te tenemos.
-Nosotros fuimos los que lo encontramos. Podemos tener la recompensa, ¿verdad? –gritó Dororo.
-Sí, claro. Solo dijimos eso para atraer a cualquier secuestrador.
-Eh, eso es muy cruel. –se quejó el niño. -¡Eso es sucio, ustedes son los villanos!
-Estamos bien con eso. –respondió el guardia, lo que me dio rabia. –Si perdemos más trabajadores y el trabajo se ralentiza, nuestras cabezas volarán. ¡Atrapen a ese hombre!
Dos de los soldados se acercaron, pero la chica extendió una telaraña que los atrapó e inmovilizó. Al hacer esto, Hyakkimaru reaccionó, había visto por fin el alma del monstruo. Extendió su brazo para que Dororo sostuviera la cubierta de su espada y la quitara.
-Aniki… -él apuntó su filo hacia ella.
-Veo que no me dejarás ir. –dijo la chica.
El muchacho se dispuso a atacar, ella lo envolvió en su capa y lo ató con su tela.
-No te quedes ahí parado. Tu trabajo aun no está hecho. ¿Por dónde hay que ir?
-Por allí. –señaló él, ella lo tomó de la mano y ambos corrieron.
-Aniki, quédate quieto. –Dororo intentaba liberarlo.
-Espera,… ¡Dororo, cuidado! –enfadado por haber sido atrapado, el muchacho hizo uso de su espada para liberarse.
-Estaba equivocado acerca de la recompensa, ¿y ahora qué?
-Debemos seguirlos. –el joven no esperó escucharme, ya estaba de camino. -¡Espera!
-¡Aniki, estoy contigo! –ambos fuimos tras él.
Nos topamos con una gran montaña, vimos que por el costado de esta las antorchas avanzaban en busca del secuestrador.
-Aniki, creo que ni tú pudieras escalar esto. –miramos las antorchas. –Tendremos que seguirlos.
-Esperemos llegar antes que ellos. –volvimos a ponernos en marcha.
Vi varias flechas con fuego por el aire, lo que hizo que apresuráramos el paso. Al llegar varios soldados estaban atados con la telaraña. La chica se estaba transformando en aquel monstruo que conocimos.
-¡Voy a drenar cada gota de su fuerza vital! –ella estaba muy enfadada, descubrí que era porque su compañero yacía tras de ella herido por las flechas.
Los soldados intentaron huir, pero los atrapó con su tela. Hyakkimaru la cortó liberándolos. Atacó a la araña una y otra vez, nosotros mirábamos asustados. Ella parecía proteger al hombre, no como una presa, sino como algo importante para ella. Al dejar a Hyakkimaru fuera de combate por un momento, se volteó a comprobar el estado del hombre.
-No hay doctor aquí, ¿verdad? Entonces te llevaré a uno. No te dejaré morir. –me estremecí al escuchar sus palabras.
Aun sangrando por el último golpe, Hyakkimaru la amenazó otra vez.
-Veo que uno de nosotros tendrá que morir. –dijo ella.
-No, no mates… -la voz débil del hombre se escuchó. –Ohagi, nunca lo has hecho, y nunca lo harás, ¿verdad? –ella se volteó hacia él.
-No lo hagas, Hyakki-kun. Ella no es mala, no merece morir. Ellos… están enamorados… -el muchacho lentamente bajó su espada. –Déjame atenderlo, no soy doctora, pero sé tratar heridas. Puedo ayudar.
Unos minutos después, la mañana rompía. Los dos amantes se fueron tras agradecernos por ayudarlos. Yo me disculpé por Hyakkimaru por haber atacado a la chica. Era muy comprensiva de hecho. Nosotros nos fuimos asegurándonos de no ser vistos por los guardias, dejamos en la entrada del pueblo las tablillas de identificación que nos dieron. Continuamos nuestro camino a través del sendero de los comerciantes.
-Un ghoul que le gusta un humano, ¿eh? –comentó Dororo. –El mundo está lleno de sorpresas.
-No tiene nada de extraño, Dororo. El amor puede venir de cualquier manera y desde cualquier criatura. Lo único que necesitas es tener corazón.
-Sí, tienes razón. Pero, eso bueno que la audición de Aniki haya vuelto. O si no hubiera terminado de una manera realmente incómoda.
-Creo que lo hubiese comprendido igual. Es un poco cabezota, pero no es tonto. –reí.
-Pero, todavía no quiere hablar. Bien, hablaremos nosotros dos y animaremos las cosas.
-¿Animar? Qué optimista. –mientras caminaba, a Dororo se le pegó una pequeña araña en la cara.
-¡Ay, una araña! –gritó limpiando su cara con asco, hasta que la tuvo en la mano. –Me mordió. –este se disponía a aplastarla, llevé mis manos a mi boca al verlo. –lo siento, fui yo el que se asustó.
El niño liberó al insecto sobre un arbusto. Yo sonreí al ver su actitud tan noble. A mi lado escuché un sonido que no creí real. Hyakkimaru se había reído.
-Hyakki-kun… -me sorprendí, pero él solo apretó mi mano y continuamos caminando.
-Hey, acabas de… -dijo Dororo tras nosotros. -¡Te reíste de mí! ¡Escuché eso, tu primera risa!
-¿Quién sabe? –dije riendo también.
-Pero ese no es el tipo de risa que quería escuchar. –Dororo corrió tras nosotros. –No del tipo que se burla de la gente. –yo no podía detener mi risa.
Fue un momento mágico, sentí que todas las tragedias que habíamos sufrido hasta el momento se habían borrado, estábamos comenzando a revivir la alegría de viajar juntos. Y también estaban reviviendo mis esperanzas de que Hyakkimaru algún día pudiera expresar todo lo que sentía, incluso por mí.
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