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No lloraré, lo prometo

El lugar al que Saru llamaba hogar era una cueva adornada con cierto toque de civilización, como una cerca en la entrada y algunos tazones, arcos, flechas y pieles dentro. Dororo entró con él, pero Hyakkimaru prefirió quedarse fuera. Saru le contaba a mi amigo cómo había conocido a la chica que consideraba su hermana y cómo ella le dio nombre. Yo los escuchaba desde la entrada, pero no me atrevía a unirme a ellos con tal de no perder al muchacho de vista.

Él estaba sentado contra la pared externa de la cueva, quieto y notablemente contrariado. Me acerqué, pero uno de mis pies chocó contra una roca, lo que hizo que esta rodara y diera con otra más adelante. Esto lo hizo reaccionar, luego tomó otra piedra y la lanzó, luego otra, y otra más. No se detuvo, pensé que estaba dejando ir su furia.

Los dos niños salieron de la cueva y lo miraron fijamente.

-No sé por qué, pero Aniki no puede hacer nada cuando está en esa nube.

-Parece que la nube confunde su forma de ver, por eso no puede hacer nada. –tras mis palabras, sentí una roca golpear con mayor fuerza.

-Tendremos que hacerlo por nuestra cuenta. –analizó Dororo y miró al pueblo. -¿La nube se ha hecho más grande? –trozos de ceniza comenzaron a caer del cielo movidos por el viento.
-¿Qué es esto?

-Es su piel. –le respondió Saru. –Esto es malo. Los ciempiés se hacen más grandes una vez que mudan.

-¿Más grande? ¿Incluso más que ahora? –se sorprendió mi amigo. -¿Por qué? ¿No se supone que se vaya una vez que tenga novia?

-Está enojado por lo que le hicimos. –le dijo el otro chico. -¿Qué hacemos?

-Su debilidad es la luz. –reflexionó. –Si lo sacamos de la nube podemos vencerlo.

-Entonces tengo una buena idea.

-Vamos a hacerlo, Saru. Lo exterminaremos.

-Sí, por Nee-chan. –ambos apoyaron su mano en el hombro del otro, luego chocaron sus palmas con complicidad.

Yo los miré orgullosa, a pesar de lo jóvenes que eran, eran muy valientes. Aun así, las horas pasaron y Hyakkimaru seguí lanzando rocas. Me quedé observando su acción, le daba siempre al mismo objetivo y en el mismo punto. ¿Qué buscaba con eso?

-Hyakki-kun… -él detuvo su movimiento al oír mi voz. -¿Puedo ayudarte con algo? –era una pregunta tonta, pero no podía quedarme de brazos cruzados, se lo había prometido.

Él continuó lanzando las piedras, unas con mayor fuerza que otras. Al verlo, sonreí.

-Sonido… -él asintió. –Entonces te ayudaré. –corrí a cierta distancia frente a él. –Hyakki-kun, lanza una piedra hacia mi voz. La atraparé, no te preocupes.

El muchacho lo hizo y resultó. Fui cambiando mi posición constantemente y probando su puntería para que se adaptara a un objetivo que se mueve. Cayó la noche, pero no me cansaba de hacer eso, estaba feliz de ayudarlo. Iba a lanzar otra cuando se detuvo.

-¿Qué pasa, Hyakki-kun? –le pregunté al verlo caminar hacia la cueva.

Yo lo seguí, adentro encontramos a ambos niños durmiendo, pero, por desgracia, no plácidamente. Saru apretaba la tela que lo cubría y llamaba a su hermana entre lágrimas. Dororo también lloraba en silencio, pero su expresión era de añoranza.

-Pobres… -susurré, Hyakkimaru salió de la cueva y continuó lanzando las rocas, yo fui con él. –Hyakki-kun, debemos hacer algo por los niños. Haré lo que sea necesario para ayudarte a vencer a ese monstruo, pero… no quiero verlos sufrir más. –era tan tonta que hasta yo había empezado a llorar.

El muchacho se acercó a mí sin yo percatarme. Me puso su mano en la mejilla, lo que cortó mi respiración por unos segundos. Estaba muy cerca de mi cara, su seria expresión estaba muy segura de sí misma. Mi corazón se aceleró, e intenté hablar, pero un torpe balbuceo fue lo que salió de mi boca. Una lágrima corrió por mi cara hasta su dedo pulgar, con el cual la secó con una leve caricia. Para ser las manos de madera de un muñeco rústico y frío, sentí la mayor de las llamas invadir mi alma. Por primera vez, noté a Hyakkimaru sorprendido al mirarme, al parecer, lo que vio en mi alma fue asombroso para él. Me abrazó en su pecho, que no daba calor, pero me daba una seguridad refrescante.

-No lloraré, lo prometo. –le dije al pasar unos segundos unida a él. –Te prometo que no te decepcionaré nunca, Hyakki-kun. Estaré contigo cuando termines tu viaje, esperaré. Esperaré lo que sea para poder estar contigo, porque yo… yo te… -él me separó de sí, tomó mi mano y la colocó en su pecho. –Estaré bien. Estaremos bien.

Al notarse las primeras luces del día, los niños salieron de la cueva listos para enfrentar al monstruo.

-Dororo, usa la ropa de novia para que hagas a la bestia pensar que eres otro tributo. Cerca de la roca hay túneles que puedes usar para escabullirte. Déjame lo otro a mí, acércalo a la montaña. –dijo Saru con convicción.

-¿Saben lo que hacen? –les pregunté al ver que enfrentarían a la criatura sin miedo.

-Sasayaki-neechan, confía en nosotros. Estaremos bien. –me dijo Dororo confiado.

Yo asentí y los dejé ir con el pecho oprimido. Pasó el tiempo y la niebla dominó la montaña otra vez. Vi que Hyakkimaru entró a la cueva y tomó un arco con sus respectivas flechas. Al salir, me percaté que estaba igual de desorientado que el día anterior, pero estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera.

-¡Hyakki-kun, yo te guiaré! –tomé su mano y lo llevé hasta la roca del tributo. –Si necesitas ayuda en la batalla, no te preocupes por mí, seré tus ojos.

Corrimos, noté a nuestro alrededor cómo la niebla se estaba reafirmando. Vi a la criatura reponerse de lo que intentaron los niños. Esta los miraba con intención de atacarlos. Tomé una roca del suelo y me dispuse a lanzarla.

-Hyakki-kun, espero que esto te ayude a ubicarla. –lancé lo más fuerte que pude la roca, la cual llamó la atención del monstruo al darle en una pata.

Este se volteó a nosotros, Hyakkimaru le apuntó con las flechas y le disparó varias veces. Luego me extendió su brazo, yo lo tomé y desenvainé su espada. Este dio un salto y atacó al gigante insecto haciéndolo caer. Corrí hasta él, la niebla aun no se despejaba, así que aun debía velar por su camino. La bestia se levantó y nos atacó. El muchacho me sujetó por la cintura y de un salto nos apartó, pero un segundo ataque nos encontró en el aire y nos lanzó lejos. Al reponernos, vi a Dororo saltar sobre la cabeza de la criatura y atarse a ella con una cuerda.

-¡Aniki, sigue mi voz! ¡Estoy en su cabeza! –comprendí su intención, así que intenté buscar un lugar seguro.
En mi camino, no escuché la voz de Dororo, sino la de Hyakkimaru. Estaba llamando al niño, el cual se había quedado inconsciente por un golpe en su cabeza. El monstruo atacó de nuevo, mi voz aterrada salió con miedo a perder a esa persona.

-¡Hyakki-kun, detrás de ti! –me escuchó y se defendió aun gritando por Dororo.
El niño despertó y avisó al joven cuando estaban en el aire para que atacara el ojo de la criatura. Esta salió por encima de la nube, pero la cabeza que tenía en la cola ya se preparaba para atacarlos desde atrás. Desde donde estaba no podía saber lo que ocurría, recé por ellos, aunque me sentía tonta al hacerlo.

La niebla se despejó y vi a ambos amigos cayendo del cielo rodeados de los restos del insecto. Cayeron sobre unas aguas termales que estaban bajo ellos. Saru y yo nos acercamos.

-¿Están bien? –preguntó el de piel de lobo.

-Sí, lo estoy. –respondió Dororo.

-Hyakki-kun… -estaba feliz de verlo bien, se había sacrificado para protegerme.

Corrí hasta él y lo abracé, como tenía sus espadas sin cubrir, no correspondió a mi gesto, pero no me importó. Saru descubrió a su hermana entre los restos caídos, aun vivía. Me sentí feliz por ellos. Noté que Hyakkimaru se estremecía, ya estaba acostumbrada así que solo esperé.

-Aniki, ¿será que…? –dijo Dororo.

La nariz del joven cayó al agua, lo que nos dio a entender que había recuperado su olfato.

-¡Aniki, recuperaste tu nariz! –su reacción fue graciosa.

Puesto que llevábamos tiempo en el lugar, Dororo y yo nos habíamos acostumbrado al olor de los géiseres, pero esta era la primera vez de Hyakkimaru. Al tener sus espadas descubiertas, no supo como cubrirse. Yo coloqué las prótesis sobre las espadas de mi compañero entre risas.

Al irnos, Dororo estaba decepcionado de que Saru no tuviese más oro para pagarnos, pero la hermana de este estaba feliz de seguir con vida. Nos regaló una hermosa flor al contarnos que ambos vivirían juntos en el pueblo. Me intrigó que dijera que los nombres son muy importantes cuando quería ponerle uno más serio a Saru.

-Qué importa… -Dororo lanzó y atrapó el trozo de oro en el aire.

-Todos los nombres tienen significado, por eso son importantes… -susurré al ver a Hyakkimaru oler la flor.

-¿Sasayaki-neechan, dijiste algo?

-¡Eh! Yo…

-Dororo… -la voz de Hyakkimaru pronunció algo más que solo gritos.

-Significa ladrón. –él le dio la flor al pequeño.

-Este sentido se llama olor, ¿entiendes? –comentó sin percatarse de lo dicho. -¿Acabas de decir Dororo? –el joven y yo continuamos caminando dejando atrás a un sorprendido niño.

-Sasayaki… -mi cuerpo se estremeció al escuchar mi nombre en su voz por primera vez.

-Significa susurro… -me sonrojé.

El muchacho me acercó a su cuerpo pasando su brazo alrededor de mi cintura y me olfateó el pelo. Yo estaba tan feliz que apenas escuchaba al pequeño que nos gritaba que lo esperáramos.

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