Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Las personas importantes

A pesar del tiempo que llevábamos en ello, la tierra que cubría la entrada de la cueva no se movía. Lodosa como estaba por culpa de la lluvia, ni mis manos ni la viga que Hyakkimaru estaba usando hacían que alguna parte se liberara.

Cerca del fuego, el señor solo estaba sentado en posición de loto y muy calmado, estaba haciendo algo con sus manos, pero no alcanzaba a ver qué era. Yo solo estaba concentrada en ayudar a muchacho. El silencio reinaba dentro de la cueva más allá del sonido de la viga o mis manos en la tierra. Tras pasar unos cuantos minutos, el hombre habló.

-Hyakkimaru. Es cierto, ese cuerpo es tuyo.- dijo con una triste expresión en su rostro.- No necesitas una razón para recuperarlo.- elevó en sus manos la pequeña bolsa que Hyakkimaru solía llevar en el cuello.- Pero los demonios no son los únicos a los que tendrás que matar.- tras decir eso, me detuve volteando al hombre y tragué en seco.- Tu padre, madre y hermano menor. La gente de Daigo también. Todos intentarán detenerte. Cuando eso suceda, el cuerpo que recuperaste se teñirá de sangre humana.- miré a Hyakkimaru con un preocupado rostro.- Será una carga pesada para ti, más que cualquier extremidad prostética.

-Señor...- quise intervenir, pero él me miró con decisión y luego a Hyakkimaru.

-¿Seguirás siendo humano en ese momento?- prosiguió sus palabras y yo me sobresalté ante esa pregunta.- Todo lo que quedará detrás de ti son cadáveres. Estarás solo en este mundo.

-¿Solo?- preguntó el muchacho.

-Sí, solo.- respondió el señor.

Cierto. Hyakkimaru ya no me notaba, ya no le importaba mi presencia o mi existencia. Sabía que estaba, pero era como si no. Daba igual, solo una llama más a su alrededor y que lo seguía a todas partes. Pero... si él no me notaba como algo importante... como "alguien" importante, entonces, a pesar de mis intenciones, Hyakkimaru estaba solo.

Solo, porque quería estar solo. Porque no concebía el mundo de una forma diferente y ya estaba acostumbrado a estar así. ¿Acaso yo pensaba ser quien alejara la soledad de Hyakkimaru?

-Yo le temo a eso...- continuó hablando el mayor, pero fue interrumpido con le joven.

-No. Hay alguien.- intervino girándose a mí.

-¿Es ella?- Hyakkimaru asintió.

-¿Qué...?- no era posible para mí creerlo.

A pesar del dolor de tanto tiempo, mi corazón volvió a palpitar con esa emoción que le daba las palabras tan simples de Hyakkimaru. Él, quien nunca había sabido cómo expresar su cariño o cómo interpretar los sentimientos. Él, a quien su familia casi lo convierte en un monstruo por tanto odio y a quien la vida solo le ha dado sufrimiento. Sí, ese chico al cual había acompañado y apoyado aún poniendo mi vida en riesgo, él estaba diciendo que no estaba solo por mí.

No pude evitar llorar, pero mi sonrisa tampoco se ocultó. Estaba feliz de recibir eso de él. Era como lo había pensado. Mi amado Hyakkimaru aún estaba ahí a pesar de tantas heridas en su alma.

-Ya veo...- dijo el señor sonriendo levemente.

-Y alguien más.- volvió a decir el joven.

-¿Quién?- reaccionó con sorpresa el mayor.

-Justo ahora...- Hyakkimaru alzó su mano a la altura de su cintura.- No está aquí.- cerró su puño.-

-Es ella... es nuestra pequeña...- dije casi susurrando y Hyakkimaru me asintió.

Le sonreí y él volvió a tomar la viga. Tras unos golpes más, una agujero hizo visible la luz del otro lado de la pared de tierra.

-¡Un poco más, Hyakki-kun!- dije esforzándome también por apartar la tierra.

Estuvimos un buen rato abriendo el agujero lo suficiente como para que pudiéramos salir los tres sin problemas. Hyakkimaru fue el primero en tratar de llegar al otro lado. Luego se asomó el señor. Noté desde dentro que ambos estaban sorprendidos por algo que habían visto fuera. También escuché sonidos extraños.

-Eso es...- exclamó el hombre sorprendido.

-¿Qué ocurre?- dije desde dentro.- ¿Qué es?

Al salir también, vi a Hyakkimaru luchando contra unas criaturas peludas. Eran esas que habíamos atacado a los hombres que habían muerto en aquel lugar. Habían nacido de ese extraño árbol, eran sus frutos.

Hyakkimaru los destruía cortando con sus espadas a cada uno de ellos que lo atacaba. Sin miedo, sin piedad y con la destreza de quien no le importa el dolor que causa, blandía sus espadas dejando tras de sí solo restos de carne ensangrentada.

Lo miré suspirando pesadamente, luego al hombre a mi lado. Este tenía una expresión de preocupación y temor combinados. Eventualmente, su rostro se tornó triste y comenzó a llorar. Yo no sabía qué le ocurría y toqué su hombro a modo de consuelo. Él solo me miró con esa misma expresión y soltó un suspiro fuerte y doloroso. No comprendía por qué, pero se notaba que estaba sufriendo al ver a Hyakkimaru de esa forma. Sufría desde el momento en el que comenzaron a hablar de que el joven a quien crió quería recuperar su cuerpo. ¿Estaría dudando de si había hecho lo correcto con Hyakkimaru al criarlo?

Solo le pude regalar una sonrisa cordial, aunque este poco caso le hizo. Solo apretó sus labios un poco y me asintió levemente.

Tras terminar con la vida de las criaturas y a pesar de estar un poco agitado, Hyakkimaru no dudó en ir a destruir el árbol del cual estaban naciendo aquellas abominaciones. Trepó como le permitieron sus manos en forma de espadas y la prótesis tan mal hecha que tenía en su pierna izquierda. Luego clavó una de sus espadas en el árbol y luego se dejó caer al suelo.

Estaba cubierto de sangre en todas sus ropas y parte de su cuerpo. Su rostro serio lo hacía ver aún más amenazante, pero, al menos para mí, esa imagen no era nada inusual. Tomé las prótesis de los brazos del chico y, cuando este se acercó, se las puse. El señor se limpió las lágrimas y colocó la bolsita en el cuello de Hyakkimaru ya reparada.

-Está listo.- le dijo al ponérsela.- Dijiste que hay alguien más que se quedará a tu lado.- yo asentí y Hyakkimaru intentó hablar, pero fue detenido por el hombre.- No, no tienes que decírmelo. Es suficiente que lo entiendas.- el joven tomó la bolsa en su mano.- Si hay alguien en tu vida que no es tu enemigo, esas personas deben poder mantenerte humano.

Al escuchar eso, me percaté que el hombre me miraba con esa triste expresión. Por ello, yo traté de sonreír. No sería fácil esta encomienda debido a la voluble personalidad de Hyakkimaru, pero no iba a dejar que eso me detuviera. Mis sentimientos hacia él eran más fuertes que eso.

El muchacho señaló al señor y luego a sí mismo.

-Hyakkimaru.- me señaló a mí.- Sasayaki.- y luego otra vez al señor.

-Él pregunta por su nombre, señor.- dije al hombre para que comprendiera.

-¿Quieres saber mi nombre?- dijo con sorpresa y luego sonrió con una expresión paternal.- Es cierto, nunca lo usaste cuando viviste conmigo.

-No podía hablar ni escuchar en ese entonces.- sonreí junto a Hyakkimaru.

-Mi nombre es...- se detuvo al hablar.- No, no necesitas saberlo.

-¿Eh?- me quedé extrañada ante eso.

-No soy nadie.- el joven se le acercó y puso su mano en la mejilla del hombre.

-Sé quién eres.- dijo con convicción y una tierna sonrisa.- Eres "mamá".- el señor comenzó a llorar sonriendo con cariño.

-Idiota. Eso no es lo que soy.- comenzó a reír mientras las lágrimas caían por su rostro.

Yo estaba conmovida por esas palabras. El concepto lo tenía y lo estaba usando de una manera tierna y cariñosa. Me sentí feliz, a pesar de las malas experiencias, Hyakkimaru expresaba amor hacia quien lo había amado.

-No se preocupe, señor. Cuidaré de Hyakkimaru.- este último ya había emprendido el camino mientras el hombre me asentía sonriendo.- ¡Hyakki-kun, espera!- corrí tras él.

Lo alcancé y caminé junto a él con una sonrisa más animada. Estaba feliz por lo que había dicho de mí, pero, faltaba algo y no podíamos dejarlo de lado.

-Hyakki-kun, debemos ir por Dororo. Ella es parte de nosotros también.

-Dororo... es una persona importante...

-Sí, por eso debemos buscarla.- dije decidida.

-Sasayaki... también es importante...- los colores subieron a mi rostro al notar que la mano de Hyakkimaru volvía a sujetar la mía.

No me importaba siquiera que el hermoso paisaje del mar se estuviera herguiendo frente a nosotros, ese único gesto, hizo a mi corazón sentirse en casa una vez más.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro