Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Ellos regresarán

Todos estábamos dentro de la deshecha casa, escuchábamos la descripción que nos daba el Sacerdote sobre un lugar que encontró en su viaje cerca de un río. Yo escuchaba sus palabras con poca atención, aun me daba vueltas en la mente lo que me había dicho Mio.

-¡Suena como un gran lugar! –se alegró la chica.

-Estarán a salvo allí incluso si comienza una guerra. Lamí el suelo y me pareció bien. –comentó el anciano.

-Vamos, Mio-nee. –dijo Takebo con felicidad. –Vivamos allí.

-S-Sí… -ella parecía dudar de su suerte.

-Pero no tan rápido. –intervino el hombre. –Algo ya posee esa tierra.

-¿Algo? –me extrañé por la palabra usada.

-Pero dijiste que era un lugar vacante. –Dororo se preocupó.

-Es un demonio. –por su actitud, ya lo suponía. –No es algo con lo que queremos meternos a la ligera.

-¿Quieres decir, un monstruo? –preguntó el niño lisiado.

-Es más fuerte que cualquier ayakashi. –le respondió Dororo, luego Hyakkimaru se puso de pie y salió. –Oye, Aniki, no vas a buscarlo, ¿verdad?

Dororo corrió tras él, yo dudaba de si hacerlo también. Hyakkimaru estaba dispuesto a arriesgarse por los niños y por Mio, pero no se daba cuenta de lo triste que pondría a otras personas si no regresaba de esa lucha. Me decidí y corrí hacia él. Dororo intentó detenerlo, pero el joven lo apartó con su brazo.

-Espera, no puedes con esa herida. –lo trataba de convencer el niño.

-Hyakkimaru, por favor. –me coloqué frente a él haciendo que se detuviera. –No vayas, es peligroso y tú aun no te has curado completamente. –intenté parecer fuerte, pero mi voz era una súplica. –Por favor, quédate.

El muchacho me tomó por los hombros, lo que hizo que me sorprendiera. Me sonrojé y noté que él ponía su mano sobre mi pecho. Era el mismo gesto que yo le hacía para decirle que todo estaba bien. Me lo estaba diciendo, Hyakkimaru me había dicho algo. Quería que yo confiara en él. Asentí intentando olvidarme de todos los cuidados médicos que aun le faltaban por pasar. Él continuó su camino, mas Dororo, al ver que no lo logré detener, buscó ayuda en el anciano.

-¡Sacerdote! –gritó.

-Aunque lo dije sabiendo que irías allí. –dijo él tomando su instrumento y poniéndose de pie. –No pensé que irías antes de que tus heridas se curaran.

El anciano salió tras de Hyakkimaru, al pasar a mi lado sonrió y siguió su camino. Yo entrecrucé mis dedos para rezar por los dos. Jamás me perdonaría que algo les pasara, pero conocía a Hyakkimaru, y recuerdo haber dicho una vez que era un cabezota.

-¡Sacerdote, cuídalo por nosotros! –gritó Dororo desde la puerta.

-Yo también me esforzaré… -escuché la voz de Mio y al verla, noté que atesoraba una pequeña bolsita entre sus manos.

-¿A qué te refieres, Mio? –pregunté al acercarme.

-Voy a comenzar a trabajar para los dos bandos. –dijo ella sonriendo para convencernos de que estaba bien.

-¿También vas atrabajar para el enemigo?-preguntó Takebo con sorpresa. -¿Quieres decir que vas a trabajar para ambos lados?

-Sí, a partir de esta noche. –respondió ella con convicción.

-Eso es demasiado peligroso. –le contrarió el niño.

-Sí, ya es bastante difícil para ti. –dijo mi amigo.

-Dororo tiene razón, Mio. Sabes que puedo ayudarte, déjame hacerlo.

-Sasayaki, prefiero que te quedes en caso de que Hyakkimaru regrese y necesite ayuda. –reconocí que era muy buena para convencerme. –Además, necesitamos estar listos para mudarnos al nuevo lugar. No podemos vivir en un lugar vacío, ¿no?

-Sí, pero… -la voz de Takebo se fue apagando.

-No te preocupes. La guerra nos quitó mucho, así que vamos a recuperarlo. –su sonrisa era tan brillante que opacaba la preocupación de nuestros rostros. –Entonces, debería descansar mientras pueda. Buenas noches.

Los tres nos quedamos mirándonos al irse ella. Luego bajamos nuestros ojos al suelo, hasta que Takebo habló.

-Mio-nee es muy terca cuando quiere. Pero he oído que el enemigo es bastante rudo.

-Bien, entonces iré con ella. –decidió Dororo.

-¿Tú? Entonces yo también iré.

-Niños, ¿qué dicen? No pueden arriesgarse así. –su gesto era muy noble, pero muy inmaduro también.

-Pienso ir, y solo. Ustedes deben quedarse con los otros niños. Así que nada de pensar en seguirme, Sasayaki-neesan.

-¿Estás seguro de eso, Dororo? No solo debes cuidar de Mio, también debes cuidarte tú.

-No te preocupes, si las cosas se ponen muy difíciles, la haré renunciar.

-Está bien, solo no te pongas en peligro. –solté un suspiro de resignación.

-Cuento contigo. –le dijo el otro niño.

-Sacarlos de la guerra, ¿eh? Me gusta eso. Tomaremos de los samuráis también.

Al caer la tarde, Mio se despidió de nosotros y se marchó. A los pocos segundos, Dororo fue tras de ella. Me quedé en la puerta mirando las solitarias escaleras a lo lejos. Estaba sola, todos se habían ido. Mio, el Sacerdote, Dororo y… Hyakkimaru… Estaba tan preocupada que no sabía qué pensar. Sentí una pequeña mano sujetar la mía, no me había dado cuenta de que estaba temblando sutilmente hasta ese momento.

-Nee-chan, no sufras. Ellos regresarán.

-Takebo… -el niño me sonrió grandemente dándome algo de valor para enfrentar las siguientes horas.

Esa madrugada poco pude dormir, estaba todo el tiempo pendiente de los niños y del camino por si alguno de nuestros amigos regresaba. Al comenzar la primera claridad del día, escuché la voz de Dororo a lo lejos llamándome. Corrí hacia la puerta y vi al Sacerdote sosteniendo sobre su cuerpo a Hyakkimaru.

-No… -pensé lo peor y corrí hacia ellos.

-¡Sasayaki-neechan, tienes que curarlo! –me dijo Dororo, al menos el muchacho estaba vivo.

Sin embargo, cuando vi a lo que se refería el niño, mis fuerzas casi flaquean. Su pierna derecha, la que era humana, la había perdido hasta un poco más bajo de la rodilla. Yo no lo pensé siquiera, le di al anciano otro punto de apoyo para conducir a Hyakkimaru adentro. Lo acostamos sobre la rustica cama y yo le quité su ropa.

-Dororo, dile a Takebo que ponga a calentar agua. Tengo que limpiar muy bien las vendas si quiero que funcionen en una herida como esta. –le ordené haciendo un torniquete en la extremidad del joven.

El niño asintió y se fue corriendo. Mientras yo intentaba detener el sangrado y, en medio del movimiento del joven por el dolor, escuché una voz que no reconocía. Era la voz de Hyakkimaru, habían ganado, habían matado al demonio… pero, ¿a qué precio?

-No te preocupes, Hyakkimaru, haré todo lo que pueda para curarte. Confía en mí. –dije decidida.

A los minutos, entre Takebo y Dororo trajeron el agua, en la cual lavé las vendas y cubrí lo mejor que pude la herida del muchacho. Luego de unos segundos se calmó, aunque había perdido mucha sangre, ya estaba fuera de peligro. Yo suspiré más tranquila, sabía que no podía devolverle su pierna, pero le daría la mejor cura posible.

-Eres muy habilidosa con las heridas graves. –reconoció el anciano.

-Gracias, pero… es mi experiencia… de curar heridos de guerra… -mi mundo se nubló de repente.

Caí al suelo, perdiendo la noción de lo que pasaba a mi alrededor. Escuché las voces hablar, pero se fueron difuminando en la penumbra que me consumía.

-¿Estará bien? –esa era la voz de Dororo.

-No ha dormido en dos noches, tiene que estar cansada. –Takebo, siempre tan atento.

-Ya hizo lo más importante. Dejemos que duerma tranquila. –cuídalo por mí, Sacerdote.

Todo lo que percibía se iba desapareciendo hasta que solo quedó la oscuridad tan placentera que trae el sueño. Al menos, pude hacer algo por Hyakkimaru, eso me reconfortaba. Eso me hacía sentir viva otra vez, porque… regresó a mí. Otra vez, se llevó lejos mi soledad. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro