Una nueva escuela
Uno de los tantos One-shot del concurso: #Elsotanodewattpad
Cantidad de palabras: 4986
Fandom: One Piece.
Tema: Escuela.
Usuario: VickyDMonkey
Tenía está idea martillando en mi cabeza por un tiempo, pero no quería iniciar otra historia interminable, así que... ¿Por qué no convertirla en un one-shot?
Sin más disfrútenlo 💖
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Tokio sin duda era magnífico, estaba más avanzado que cualquier otra ciudad que hubiera visitado y eso que vivió en Estados Unidos por un tiempo.
Luffy no era una persona que se fijara mucho en los detalles, pero las brillantes calles de Tokio captaban su mirada como las luces de los autos a los renos, y lo distraían de su difícil misión.
Llegar a la escuela a tiempo.
Tampoco es que le importara, pero su madre le preguntaba al llegar cómo le había ido en el día y siempre sabía cuando mentía, por alguna extraña razón.
Estar cerca cuando ella se enojaba nunca fue una experiencia agradable, en especial porque su padre en vez de cubrirlo desaparecía misteriosamente.
Bastardo traidor.
Es tan raro, pensó Luffy. Tener padres que lo cuidan y alimentan sin esperar nada a cambio fue toda una novedad para él. Era lindo, pero había veces en las que resultaba un poco molesto lidiar con ellos.
El pelinegro no sabía que los padres fueran tan entrometidos y sobre protectores, por lo que siendo el egoísta que es, cambió las cosas a su favor.
Ni Dragon ni su esposa tuvieron problemas con las exigencias del menor, después de todo, Luffy era un adulto en el cuerpo de un niño.
Oh, sí, y el segundo Rey de los Piratas.
Para la familia de tres, la libertad era lo más importante, así que nadie encadenaba a nadie, no importaba lo diferente que fuera esta nueva vida.
Ese día se levantaron muy temprano, sin embargo, si juntabas a tres D en un departamento pequeño a tempranas horas de la mañana, inevitablemente el caos hacía acto de presencia.
El pobre repartidor se llevó una desagradable sorpresa cuando una mujer despeinada le abrió la puerta, y detrás de ella un hombre moreno con un solo zapato intentaba atarse una corbata mientras le gritaba a un adolescente a medio vestir que se apresurara, este último corría por todo el lugar, tumbando y quebrando los objetos cercanos y recogiendo en su camino útiles escolares.
Lo peor fue cuando el niño lo miró con un brillo salvaje en los ojos y se lanzó hacia él mientras gritaba: ''Comida''
La mujer lo sujetó en un agarre de hierro y le gritó al hombre de atrás que pagara de una maldita vez.
El repartidor se fue deseando jamás volver a encontrarse con esa familia de locos.
Luego de que todos comieran las cosas resultaron mucho más sencillas. Luffy finalmente logró reunir todo lo que necesitaba, y Dragon pudo colocarse la prenda infernal en el cuello con ayuda de su esposa. Los tres se despidieron en desordenados abrazos y prometieron verse más tarde.
Media hora después, Luffy se había perdido.
Todavía le quedaba mucho tiempo, (se levantó temprano por una razón), así que el antiguo pirata no se preocupó mucho. Caminó preguntándose cómo serían sus nuevos compañeros, los anteriores fueron francamente aburridos y pomposos, era como estar rodeado de nobles. Fue realmente desagradable.
Ahora entendía porque Sabo estuvo tan desesperado por escapar.
Ignorando la pequeña punzada de dolor al recordar a su hermano giró por una calle y caminó recto.
Luffy había viajado a diferentes partes del mundo, tanto en esta vida como en la anterior, primero como pirata y luego como el hijo de dos empresarios muy importantes. Nunca permanecieron más de un año en un solo país, si no se contaban los primeros años de vida de Luffy, claro.
Se quedaron en Brasil por cuatro años, edad en la que el menor recuperó la memoria.
La experiencia fue dolorosa, emocional y físicamente.
Recordar de golpe una antigua vida en donde la crueldad y la injusticia era cosa de todos los días, en donde era un pirata, y en donde se convirtió en el Rey de los Piratas, una vida en la que perdió a personas importantes, y en la que derrocó a un gobierno corrupto con solo nueve nakamas en su tripulación, todo eso fue demasiado para su pequeña mente de cuatro años.
A Luffy le tomó meses adaptarse a sus nuevos recuerdos, tuvo unos cuantos problemas de personalidad, y dolores de cabeza terribles, sin embargo, lo superó.
Los viajes comenzaron poco después de ese incidente, la familia viajaba a diferentes lugares por cuestiones de trabajo y él no se quejaba de eso en lo absoluto. Si bien a Luffy le encantaba la aventura, y viajar por este nuevo mundo era una aventura asegurada, hacerlo sin sus nakamas lo hacía sentir vacío.
Que Nami no lo regañara constantemente por su imprudencia era extraño, y no verla muy segura de sí misma mientras anunciaba que una tormenta llegaría en unos cuantos minutos, cuando el cielo lucía completamente azul sin una nube alrededor, era peor.
No tener a Chopper corriendo por los alrededores asegurándose de que nadie estuviera herido después de una pelea, y que luego se enojara con Zoro porque se quitaba los vendajes, lo hacía sentir enfermo y su doctor no estaba allí para curarlo.
Como extrañaba los comentarios escalofriantes de Robin, y el aura de tranquilidad y misterio que estaban presentes en ella en cualquier momento. Las veces que se sentaba en la cubierta y se entretenía con algún libro mientras tomaba café con una pequeña sonrisa, o el brillo en sus ojos al leer algún Poneglyph, le confirmaban que ella era feliz.
¡Oh! Y como olvidar las canciones de Brook, junto con sus chistes de huesos y su característica risa que ya no estaban presentes para sacarle una sonrisa. Cantar el Bink's No Sake con él y los demás era una de las mejores cosas, (junto al banquete), que sucedían después de una pelea.
No escuchar las historias descabelladas de Usopp mientras pescaban algún rey marino en la barandilla del Sunny era desconcertante. Cómo no recordar las veces en que se asustaba con cualquier pequeñez, a pesar de que el chico era perfectamente capaz de vencer a quien sea.
Y Jimbe, el último en unirse a su tripulación. Extrañaba verlo manejar el barco de manera tan natural, como si el timón fuera una extensión de su brazo y las olas solo piedras en su camino. Los pacientes consejos que le daba, a pesar de saber que casi nunca le hacía caso siempre eran guardados en su memoria.
Nadie ha podido igualar la comida de Sanji, y dudaba que alguien alguna vez lo hiciera. Luffy en serio quería volverlo a ver en la cocina mientras se movía por los alrededores con elegancia, teniendo su propio orden entre todo ese desorden de utensilios, y fumando un cigarrillo al terminar su magia. La sonrisa radiante de Sanji al recibir los halagos de toda la tripulación era inolvidable.
No oír a Franky trabajando en algún invento increíble por la mañana, mientras tomaba su gaseosa preferida y gritaba ''¡súper!'' al quedar satisfecho con su obra, era algo antinatural. Y cuando les mostraba esas maravillosas creaciones con una sonrisa engreída luego de súplicas y súplicas de su parte era tan satisfactorio.
Y Zoro, su primer nakama, el que estuvo con él desde el inicio. Como añoraba bromear con él, molestarlo cuando tomaba una de sus interminables siestas, y cuidar la espalda del otro en una pelea. Le encantaría verlo entrenando por las mañanas, cuando peleaba con Sanji por razones que solo ellos conocían, y la sonrisa de medio lado que aparecía en su rostro al percibirlo después de vencer a un enemigo, diciéndole sin palabras que seguía cumpliendo su promesa.
Luffy nunca recordaba los pequeños detalles, lo que no le importaba simplemente lo desechaba. Sin embargo, cuando se trata de sus nakamas las cosas cambian.
En su mente guardaba como un tesoro cada pequeño momento, cada aventura, y cada conversación que compartió con ellos. Estaban frescos en su memoria como si hubieran sucedido el día anterior.
Sonrió inconscientemente, aunque recordar a veces era un trago amargo, Luffy estaba seguro que pronto (tal vez en unas semanas, meses o hasta años, su significado de pronto era muy extenso) encontraría a sus nakamas.
La soledad seguía siendo dolorosa, sin embargo, era cuestión de soportarla un poco más.
Estaba tan enfrascado en sus pensamientos que se sorprendió al estar a unos cuantos metros del enorme edificio con rejas.
Escuela, la llamaban algunos. Prisión, la llamaba él.
Suspirando, dio unos cuantos pasos para entrar, a la vez que dirigía la mano hacia su mochila y sacaba el pedazo de carne que había guardado para más tarde. Era lo único que tenía, y Luffy estaba seguro de que después de comérselo no pasaría ni media hora antes de que su estómago exigiera más. En serio extrañaba a Sanji.
Una vez adentro, un tipo gordo se le acercó diciendo algo como: "No puedes comer fuera del comedor de la escuela". Ignorándolo deliberadamente, y resoplando por su ignorancia y estupidez, Luffy siguió caminando.
Nadie le dice al Rey Pirata cuándo y dónde comer.
El interior del edificio era normal y aburrido, como Luffy esperaba. Todas las escuelas tendían a ser iguales, con paredes de colores claros, puertas por todas partes, carteles donde no hay recompensas por la vida de alguien, chicos hablando de cosas que le causaban sueño, y muchas otras cosas para nada interesantes.
A Luffy le desagradaba la escuela y no parecía haber nada capaz de cambiarlo.
Justo después de pensar eso, alguien chocó contra él.
Cayendo sentado, Luffy bajó la mirada para descubrir quién era el responsable, aunque en realidad no le importaba mucho.
Un niño pelirroza, con lentes y una cabeza más bajo que él, inclinaba la cabeza varias veces mientras se disculpaba.
-Ay, lo siento, lo siento -dijo el chico sin levantar la mirada- No te vi, iba apurado. La verdad lo siento, ¿estás bien?
Finalmente, el pelirroza miró al más alto, y sus disculpas pararon de inmediato, al mismo tiempo que su cuerpo se paralizaba en una graciosa posición. En cambio, Luffy observaba al chico con la boca y los ojos muy abiertos, hasta que reaccionó.
-¿Coby? -susurró Luffy esperanzado.
-¿Luffy-san? -dijo el otro totalmente incrédulo.
Entonces, Luffy sonrió y lo abrazó.
-¡En serio eres tú, Coby! ¡Me alegro mucho de verte! -exclamó el pelinegro con euforia. No mentía, realmente se alegraba de verlo, por fin coincidía con alguien conocido en esta vida, no importaba que la última vez que se vieron hubieran intentado matarse mutuamente.
-N-no puedo creerlo, Luffy-san.... -pronunció como pudo al estar atrapado en un abrazo aplastante, mientras intentaba zafarse de él- ¡Ha pasado mucho tiempo! ¡Yo también estoy feliz de verte! ¡Oh, pero cuando se enteren los...!
-¡¿Qué demonios están haciendo?! -gritó alguien detrás de ellos. Luffy, de mala gana soltó a su viejo amigo, no tan viejo ahora.
-¡Subdirectora! -exclamó Coby un poco avergonzado. Mirando alrededor se dio cuenta de que todos los alumnos en el pasillo los miraban divertidos, el antiguo marine se sonrojó furiosamente y se levantó tratando de conservas un poco el orgullo. En menos de media hora toda la escuela sabría de esto, no tenía duda.
-Escuchen, no me interesan sus preferencias, pero no las muestren sin pudor delante de toda la escuela...
-¡¿Q-qué?! ¡No! -replicó el pelirroza repentinamente horrorizado. Luffy estaba gozando en silencio, las reacciones de Coby eran divertidísimas. Primero se puso blanco como la cera, luego rojo como un tomate y ahora su piel estaba tomando un tono verdoso.
Era un espectáculo de colores.
Coby fulminó con la mirada al antiguo pirata que se reía entre dientes, claramente burlándose de él.
-Es solo un amigo, subdirectora -trató de arreglar el chico sin muchas esperanzas.
-Claro, -respondió sin creerle mucho mientras se retiraba-, solo no abraces a tu amigo así de nuevo, y si vas hacerlo, hazlo fuera de la institución.
Al desaparecer por un pasillo las risas de todos los presentes estallaron como bombas, hasta Luffy se burlaba, aunque obviamente no sabía que él era uno de los motivos.
-Ya cállate -se resignó Coby caminando por la marea de estudiantes seguido de Luffy.
Luego de que se hubieran alejado un poco del bullicio, el pelinegro se tomó el tiempo de observarlo. Parecía tener su edad, si no es que menos, aunque notaba que era más alto que la primera vez que lo vio hace muchos años en el East Blue, y era obvio que ya no era el chico tímido y sumiso que conoció en esa época, su postura y su manera de caminar lo demostraban.
Luffy sonrió más, se moría de ganas de ver que tan fuerte era, sabía muy bien que el Haki no servía en este mundo, pero antes de enterarse de esa habilidad, él era perfectamente capaz de patearle el culo a cualquiera.
-Oye, Coby -el nombrado giró la cabeza y lo miró con una ceja alzada- ¡Hiciste el ridículo allá atrás!
Luffy se rió sin compasión y esquivó la patada del más bajo.
-También se burlaban de usted, Rey Pirata -replicó burlón el pelirroza mientras se inclinaba. Luffy dejó de reírse y frunció el ceño, Coby sabía perfectamente que odiaba que la gente se inclinara ante él.
-No es gracioso.
Esta vez era el turno de Coby para reírse.
Los dos caminaron por los pasillos en un cómodo silencio, todavía faltaba una hora para que las clases comenzaran, y Coby planeaba conocer un poco de la historia de Luffy antes de que llegaran a su destino, así que fue el primero en romper el silencio.
-¿Cómo has estado Luffy-san? -preguntó mientras subían por las escaleras.
-Mmm... Aburrido -respondió con franqueza.
Coby negó divertido, si querías tener una conversación larga con Luffy, debías de poner un poco de empeño. El pirata podía ser muy comunicativo cuando quería, pero también seco e indiferente si algo no le interesaba.
-Sí, puedo imaginarlo. En este mundo la gente no suele dar una buena pelea.
Los ojos del pelinegro brillaron ante el nuevo enfoque que estaba tomando la conversación.
-¡Sí! -dijo exasperado- Se la pasan todo el día con esa cosa llamada tensofono. ¡Y no son fuertes! Me he tenido que conformar con pelear con mi padre, pero ya que estás aquí, ¡¿qué tal si tenemos una lucha amistosa?!
Coby sabía muy bien que la "lucha amistosa" en el pasado significaba una pelea a muerte en donde los dos terminaban destruyendo una isla, sin embargo, en la actualidad seguramente dañarían gran parte de la escuela.
-Tal vez otro día Luffy-san -evadió con una sonrisa- Y el término correcto sería teléfono, no tensofono.
Luffy refunfuñó en voz baja ante la negativa.
-¿No será que tienes miedo? -intentó provocarlo.
-No, yo no soy el que ya no tiene una Fruta del Diablo.
-Maldito bastardo -se carcajeó Luffy por la respuesta. Ciertamente, él ya no tenía la Gomu Gomu no Mi, y la extrañaba tanto, aunque debía admitir que poder tocar el agua sin sentirse débil, y nadar cuando quisiera sin hundirse como plomo era genial.
Los dos giraron a la izquierda y se metieron por un pasillo que conducía a otras escaleras.
-¿Cómo esta Garp-san?
-Igual de loco, si eso es lo que quieres saber -dijo encogiéndose de hombros- Ah, y sus puños siguen doliendo como si tuvieran Haki.
Ambos adolescentes se estremecieron ante el recuerdo.
-Me alegro... -susurró no muy seguro.
-¿Y a dónde vamos? -preguntó Luffy al ver que seguían subiendo.
-Al último piso, ellos siempre se reúnen allí, y a veces esos dos se le unen -comentó calmado el más bajo.
-Ah, ya veo... -dijo sin entender quienes eran ''ellos'' o, ''esos dos''.
Coby sonrió sabiendo que no captaba la verdadera importancia de sus palabras.
-Me sorprende mucho que estés aquí -cambió de tema Coby- No eres el tipo de persona amante de los estudios.
La cara del D se volvió amarga y el recuerdo de que pronto estaría encerrado en un salón rodeado de mocosos molestos lo invadió.
-No tenía muchas opciones -admitió con la cara arrugada de forma cómica- El gobierno de aquí no es tan jodido, pero siguen siendo una ladilla en el culo.
Coby se rió nervioso al ver que un grupo de niñas los observaban con desaprobación.
-Trata de no usar tu extenso vocabulario en la escuela -le recriminó mientras caminaba un poco más rápido. Luffy resopló, dejando claro que no le importaba.
-El gobierno de Japón es estricto en la educación, tienes razón, -dijo Coby mientras subía el último tramo de escaleras-, pero podías elegir la opción de estudiar en casa con un profesor priva...
-Eso hubiera sido más aburrido -interrumpió un poco harto del tema. Si tenía un profesor privado entonces no podría quedarse dormido o saltarse las clases. Además, estar en casa por mucho tiempo con un desconocido se le hacía más solitario que asistir a una escuela.
Finalmente llegaron al último piso, Coby ni siquiera se molestó en ofenderse por la interrupción y siguió caminando.
-Estarán muy felices de verte Luffy-san -afirmó con una sonrisa.
-¿Quiénes? - preguntó el pelinegro arqueando una ceja ante el repentino cambio de tema.
Coby solamente señaló la última puerta del pasillo y se detuvo.
-Te quedan unos... -el chico observó el reloj de su celular por unos segundos y luego lo miró sonriente-... cuarenta y cinco minutos, así que aprovéchalos.
Le dio unas palmadas en el hombro y se fue.
Luffy parpadeó confundido, miró por sobre su hombro, pero el pelirroza ya había desaparecido. Metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, se dispuso a cruzar la puerta que Coby había señalado.
Francamente, su amigo marine si que era raro.
Caminó despreocupadamente por el lugar, sin embargo, sus pasos fueron bajando la velocidad a medida que escuchaba las voces familiares detrás de la puerta.
A unos metros de llegar, Luffy se detuvo.
Esas voces... esas voces las conocía de memoria, estaban en sus sueños y en sus pesadillas, el corazón del pelinegro se aceleró, y sacó las manos de los bolsillos mientras abría sus ojos con estupor.
El ruido alegre y entusiasta, acompañado de los gritos ahogados que escuchaba detrás del objeto de madera, fue suficiente para mandar su tranquilidad a la mierda.
Luffy corrió los últimos metros que quedaban y abrió la puerta de golpe.
El escándalo cesó de inmediato y todos los ojos en la habitación se dirigieron a él.
Luffy creyó por un momento que sus pulmones fallaban, porque el aire no ingresaba a su sistema como debería, antes de darse cuenta de que había olvidado cómo se respiraba.
Allí estaban.
Eran ellos.
En serio eran ellos.
Los nueve estaban ahí, sentados desordenadamente en las mesas y sillas del salón. Viéndolo como si fuera un cadáver disfrazado de payaso.
Sus nakamas de verdad se encontraban allí.
Dio un paso, y luego otro, hasta que estuvo dentro del aula, abrió la boca para decir algo pero un pequeño castaño se lanzó hacia él mientras gritaba su nombre.
-¿Chopper? -logró pronunciar Luffy con voz temblorosa.
El castaño asintió sin dejar de abrazarlo, Luffy podía sentir que su uniforme se humedecía pero no lo apartó.
Su doctor ya no era un reno, era un humano bajito y de cabello castaño con no más de doce años. Era extraño, no obstante, lo importante era que estaba allí.
-Luffy... - la voz de Nami lo sacó de su desconcierto. El chico volteó y se encontró con la suave sonrisa y los ojos llorosos de su navegante.
Dejando que sus ojos recorrieran el aula se dio cuenta de que todos lo miraban sonrientes, algunos con una que otra lágrima traicionera, pero sonrientes.
Brook no era un esqueleto, y Jimbe ya no era un Gyojin, Franky no tenía el cuerpo de un Cybork, y Chopper ya no era un reno. Todos habían cambiado, sin embargo, Luffy podría reconocerlos en cualquier parte.
Él jamás olvidaría a sus nakamas.
Sonrió.
Sonrió como no lo había hecho en mucho tiempo, sus ojos se achicaron por lo enorme que era su sonrisa, y sus dientes brillaron como reflectores de luz.
-¡Yo!
Los nueve mugiwara se carcajearon por la única palabra que salió de la boca de su capitán después de tantos años. Rieron divertidos y felices por lo hilarante de la situación, porque por fin volvían a verse, en el lugar y el momento menos esperado.
Bueno, con Luffy cerca lo inesperado se vuelve normal.
-¿Eso es lo primero que dices después de tanto tiempo? -dice Sanji con una sonrisa- Sigues siendo un idiota mierdoso.
-Era de esperarse -afirmó Usopp sin dejar de reír.
-Yo, para ti también Luffy-san -saluda Brook.
-¡¡Súper Yo!! -exclamó Franky mientras juntaba sus dos brazos y se inclinaba hacia un lado.
-¡Yo! -continuó Chopper sonriente sin dejar de abrazarlo.
-Yo, Luffy -se rió Robin cerrando el libro que estaba leyendo.
-¡Hola de nuevo Luffy-kun! -dijo Jimbe riendo escandalosamente.
-Idiotas -negó Nami sujetándose el puente de la nariz, pero la enorme sonrisa en su rostro delataba sus sentimientos.
Zoro seguía riendo, y Luffy esperó paciente a que dijera algo. Luego de que todos se hubieran calmado un poco, el espadachín sonrió ladeado y lo miró.
Era increíble la capacidad que tenían para comunicarse sin palabras, era algo que requería años de confianza y entendimiento mutuo. No solo con Zoro tenía esa conexión, sin embargo, fue el primero con el que la desarrolló y el que más podía entenderlo solo con una mirada.
Chopper por fin lo soltó, consciente de lo que pasaría a continuación, y se sentó en una de las mesas cercanas meciendo sus pies en el aire.
-¿Cuáles son sus órdenes capitán? -preguntó Zoro con expresión solemne.
El aire alrededor se volvió extrañamente pesado, como si alguien hubiera usado Haki del Conquistador, aunque todos sabían que eso era imposible.
-Regresar al mar, por supuesto -respondió Luffy sin pizca de vacilación. Sonrisas salvajes aparecieron en los rostros de la vieja tripulación, ansiosos por poner en marcha la orden- Puede que este mundo no sea como el nuestro, pero sin duda será interesante descubrir todos lo misterios que hay en él, ¿no?
Robin asintió notando la mirada divertida de su capitán.
Inevitablemente la pelinegra sonrió.
Luffy sabe que esas palabras tienen mucho peso en toda la tripulación. ''Misterio'' son solo ocho letras, tres silabas y una sola palabra, no obstante, para cada mugiwara tiene un significado diferente.
Principalmente, para todos, esa palabra significa aventura.
Una aventura incierta en la que no sabes lo que pasará, pero que sin duda enfrentarás si quieres seguir adelante.
Una motivación para seguir tus sueños, porque si no los perseguías la duda de lo que hubiera sucedido si intentabas cumplirlos, te atormentaría.
Los misterios podían parecer frustrantes, obstáculos en tu camino que no te dejan avanzar, sin embargo, si poseías la voluntad para enfrentarlos, si estabas acompañado por las personas correctas, los misterios se vuelen divertidos o hasta fáciles de resolver.
Robin sabe que en esta nueva vida hay muchos enigmas por descifrar, empezando con la razón por la que todos ellos reencarnaron aquí, con sus recuerdos y experiencias intactas de una era completamente diferente a ésta.
Sin embargo, no era una prioridad, las cosas pasarían cuando tenía que pasar.
Robin aprendió que el tiempo era irrelevante cuando se estaba en una tripulación tan ecuánime como lo eran los mugiwara. No había prisa, ni desespero, ni impaciencia por concluir las metas que anhelaban, simplemente disfrutaban del presente, sin preocuparse por el futuro.
Y a Robin le encantaba.
-Además, -agregó Luffy como dato tardío-, si esto se vuelve muy aburrido, siempre podemos retar al gobierno. ¿Creen que quemar la bandera de Japón sea un buen comienzo?
Todos volvieron a reír, más aún al saber que lo decía en serio, y sinceramente nadie se preocupó por eso.
Este mundo no era muy diferente al suyo cuando de la corrupción se hablaba, así que, ¿por qué no divertirse?
La siguiente media hora pasó demasiado rápido para el gusto de todos, sin embargo, fue suficiente para enterarse de algunas cosas.
Una de ellas fue que Brook, Jimbe, Franky y Robin eran profesores en esta escuela, que algunas otras personas de su otra vida también estudiaban aquí, que de alguna manera Nami y Law terminaron siendo hermanos y que el padre de Zoro irónicamente era Mihawk (Luffy se burló de eso, y los demás no se quedaron atrás, para el fastidio del espadachín)
Dejando las burlas a un lado siguieron hablando de diferentes temas hasta que el timbre sonó.
No hace falta decir que Luffy no quería dejarlos ir, requirió un gran esfuerzo por parte de todos convencer al caprichoso y egoísta capitán, sin embargo, luego de varios sobornos y promesas que involucraron directamente a la comida de Sanji, pudieron apartarlo de la puerta.
Las horas pasaron y sorprendentemente Luffy prestó atención a las clases de sus nakamas, desgraciadamente no tuvo la misma consideración con el profesor de matemáticas, el chico se durmió segundos después de que el hombre comenzara a hablar y Usopp, que estaba en el mismo salón del pelinegro, tuvo que aguantar la risa ante las miradas que el profesor le lanzaba a su amigo.
En el recreo los diez se sentaron en la misma mesa, y si a alguien le resultaba extraño que profesores y alumnos de diferentes edades se juntaran a comer no lo demostraron. Al menos así fue hasta que el escándalo del grupo llegó a un punto en el que era imposible no escucharlos a varios salones de distancia.
Luffy no podía ser más feliz en ese momento, sentado alrededor de sus nakamas mientras comía las delicias de su cocinero, bromeando y charlando como si estuviera de regreso en el Sunny, y no en una escuela donde cientos de alumnos lo miraban alterados.
El segundo Rey de los Piratas simplemente no podía ser más feliz.
Así pensaba él, hasta que sus ojos captaron a esas dos personas.
En el centro del comedor un rubio y un pelinegro lo miraban con incredulidad, paralizados en extrañas posiciones con bandejas repletas de comida en las manos.
El primero en reaccionar fue el rubio, caminó en dirección al grupo y dejó caer la bandeja que de repente había perdido su atractivo, sin embargo, el pecoso que tenía al lado lo atajó con un pie por inercia.
Una vez allí, Sabo saltó sobre el montón de comida y cayó directamente encima de un estupefacto e inmóvil adolescente pelinegro.
Luffy no sabía qué hacer ni que decir.
Su cerebro había dejado de procesar información en el momento en que los vio, y en realidad no sabía si eso era algo bueno o algo malo.
Sin su permiso, las lágrimas comenzaron a caer, su cuerpo comenzó a temblar y sus manos se aferraron al cuerpo del rubio como si su vida dependiera de ello. Lo único que logró salir de su boca a parte de sollozos incontrolables fue:
-¿No se supone que eres el más tranquilo de los tres?
Sabo rió abrazándolo con más fuerza, definitivamente lo que acababa de hacer era algo más al estilo de Luffy, pero no le interesaba, nada le interesaba más que tener a sus dos preciados hermanos de nuevo, vivos y en un mismo lugar después de tanto tiempo.
Ace no se había movido de su sitio desde que sus ojos captaron al otro D, tampoco estaba seguro de que respiraba, sin embargo, no le podría importar menos, no con semejante vista frente a él.
Sabo y Luffy.
Las dos personas que más quería en este mundo (y en cualquier otro) se abrazaban desesperadamente sin pudor delante de toda la escuela, y cuando Sanji tomó las bandejas de comida que cargaba no se molestó en ocultar que también quería ser parte del abrazó.
Corrió como un lunático hacia la mesa y los mugiwara se apartaron a sabiendas de que el chico no sería tan delicado como su hermano. Y efectivamente, Ace volcó vasos, quebró platos y pisó diferentes tipos de comida ignorando el aura oscura que emanaba de Sanji.
Cuando el pecoso estuvo sobre los dos adolescentes, la silla inevitablemente se desplomó y los tres cayeron al suelo entre risas y lagrimas de alivio y alegría.
No hubo palabra alguna, solo se abrazaron por lo que parecieron horas, disfrutando del contacto físico que no habían tenido en siglos, asimilando que estaban allí, juntos y vivos otra vez, y agradeciendo a quién sabe qué, la oportunidad de reencontrarse.
Y Luffy definitivamente no podía ser más feliz.
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Los dos estaban acostumbrados a que Luffy llegara tarde, era algo normal que el chico se distrajera con cualquier cosa, sin embargo, nunca había llegado después de la media noche.
Así que cuando su hijo cruzó por la puerta a las tres de la mañana más alegre y vibrante que nunca, mientras silbaba el Bink's No Sake, inevitablemente sintieron curiosidad.
No estaban molestos, no estaban preocupados. La época en la que los dos tenían extremo cuidado con el niño terminó cuando cumplió cinco años.
-Al parecer tu nueva escuela no es tan molesta esta vez, ¿verdad? -preguntó Dragon divertido después de que Luffy los saludara a gritos, no tenía duda de que los vecinos se quejarían más tarde.
-Debe de ser fantástica para que llegues con tanto entusiasmo -indagó con una ceja alzada la única mujer en la casa.
Luffy los miró por unos segundos y luego sonrió.
Su sonrisa fue tan grande y deslumbrante que los dos adultos no pudieron evitar abrir los ojos con asombro. Jamás habían visto algo parecido, Luffy siempre sonreía, si, pero esa sonrisa era única, podría derretir el corazón más duro y ablandar al peor asesino de la tierra.
Ambos la memorizaron y la guardaron en su mente para tener algo que los haga seguir adelante en los peores momentos.
Luffy contestó con tres simples palabras, sin embargo, sabían que había mucho más peso detrás.
-No está mal.
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