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Capítulo 4

La semana iba con normalidad en el instituto, aprovechando el periodo de tranquilidad con algún examen de por medio pero sin tanta presión como en los finales, Bonnie pasaba la mayor parte de su tiempo libre apartado en la biblioteca leyendo algún que otro libro para pasar el rato. Le gustaba estar también con sus amigos, lo apoyaban mucho y se divertía con ellos, pero a veces necesitaba un poco de tiempo a solas y pensar en sus cosas.

Aún no era del todo consciente de lo revuelta que estaba su vida en ese momento, llevar una doble vida tan distinta a su forma de ser era agotadora y a veces ni podía dormir pensando en las consecuencias que se imaginaba en su cabeza. Él nunca quiso esto, pero el destino es caprichoso y decidió seguir sus planes. Por eso agradecía con todo lo que tenía a sus amigos que no lo habían abandonado por sus decisiones. Si tan solo pudiera decir lo mismo de sus padres...

Por eso le gustaba perderse en las historias que leía, no tenía un gusto específico, pero disfrutaba bastante de la fantasía y el misterio que alguno de esos relatos le envolvía. Con tal de poder desconectar su mente del mundo que le rodeaba para vivir alguna aventura emocionante entre las páginas de los libros era suficiente para él.

Cuando eligió el libro que quería, decidió salir al patio para aprovechar el buen tiempo, tampoco le gustaba estar todo el día encerrado en esa prisión que todos llaman "instituto", él sabía que solo era una forma amigable de disfrazar aquella cárcel de menores. Se notaba que no era fan de estudiar, pero aún así era un buen estudiante. En eso, algo llamó su atención.

— ¿Y esto? — se agachó para recoger aquel objeto y lo miró con curiosidad —. ¿Una púa de guitarra? Seguro que alguien la ha perdido — miró a los lados del pasillo y sin más la metió a su bolsillo —. Mala suerte, ahora es mía.

Sí, será buen estudiante, pero no es que sea muy empático con los demás estudiantes...

Cuando llegó a una buena zona, se subió a la rama de un gran árbol para aprovechar el máximo la sobra que le daba, no le gustaba estar expuesto a la luz solar.

— Ah, este es un buen sitio — levantó la mirada de las hojas al reconocer esa voz —. A ver qué se me ocurre...

En poco rato, las notas de una guitarra clásica inundaron el lugar, envolviendo el ambiente en una melodía relajada pero jovial. Bonnie abrió lo ojos al escuchar aquella música y se asomó por la rama para ver quién tocaba así, aunque no fue mucha su sorpresa al ver a ese chico peliturquesa en el que tanto pensaba últimamente.

Estaba sentado con la espalda contra el tronco del árbol con una hermosa guitarra en su regazo, la cual tocaba con delicadeza pero gran talento. Estuvo un buen rato escuchándolo, tratando de hacer el menor ruido para no interrumpir el pequeño espectáculo que estaba presenciando. El chico no lo hacía nada mal, casi estaba emocionado al reconocer a otro melómano con gusto por la guitarra.

— Agh, rayos... — una nota desafinada interrumpió la canción, Bon agitó la mano con expresión de dolor —. Me he vuelto a cortar... Qué buen momento para perder mi púa...

Aquel comentario hizo recapacitar al pelimorado, quien sacó la púa de su bolsillo y se fijó que era del mismo color que el cabello del otro, además de que tenía una B bordada en una de las caras. No necesitaba ser un genio para saber que realmente esa era su púa, y ahora se sentía algo mal por pensar en no devolverla.

Bon echó la cabeza hacia atrás suspirando esperando que el dolor se le fuera de la mano, estaba inspirado y aquel inconveniente le estaba robando las energías de seguir tocando, hasta que algo lo golpeó en la frente y se sobresaltó.

— ¡¿Qué fue eso?! — miró a todos lados confundido.

— Deberías cuidar más tus pertenencias — entonces miró hacia arriba encontrándose con aquel peculiar chico de cabello amatista —, si no me la hubiera quedado yo.

— ¿Bonnie? — no pudo evitar sonreír al encontrárselo en esa situación, no no era muy común ver a alguien sentado tan tranquilamente en la rama de un árbol —. ¿Qué haces ahí arriba?

— Aprovechar toda la sombra posible, deberías probarlo — rió volviendo a sentarse con la espalda contra el tronco, dejando sus piernas colgando a los lados.

— Si supiera escalar lo haría, jajaja — entonces vio lo que le había lanzado a la cara, literalmente —. ¡Oh, mi púa! ¿Dónde la encontraste?

— Estaba tirada en medio del pasillo — se encogió de hombros restándole importancia —. Te recomiendo que le pongas una cadena o algo para que no la vuelvas a perder.

— Te lo agradezco, de verdad, y perdona si te he molestado con mi guitarra, puedo irme a otro sitio si necesitas silencio para leer.

— En realidad, no tocas nada mal, seguro que con la púa ahora tocas mejor — dijo desviando la mirada, no era su fuerte dan cumplidos a los demás, y más si no era a sus amigos cercano, pero el moreno sonrió amablemente.

— Gracias, entonces, ¿puedo seguir practicando acá?

En cuanto tuvo la aprobación del otro, se acomodó y esta vez con la púa entre sus dedos, rasgar las cuerdas de la guitarra se le hacía mucho más cómodo, la melodía salía más limpia y el ambiente volvió a ser inundado por la suave música del instrumento. Bonnie se permitió cerrar los ojos un momento e imaginarse esa escena del libro que estaba leyendo acompañada de la música de la guitarra, dándole más romanticismo del que ya daban las propias palabras. Admitía que no le importaría quedarse dormido en ese momento, aun cuando estuviera arriba de un árbol.

Entonces algo le hizo abrir los ojos de par en par; un suave tarareo que acompañaba la melodía de cuerda. Se asomó nuevamente para ver cantando al moreno con una suave y tranquila voz, era relajante y sin duda muy hermosa, se acoplaba muy bien a la acústica de la guitarra y Bonnie sintió aún más curiosidad.

— No sabía que también cantabas.

— ¡AAAH! — gritó del susto al oír tan cerca al contrario, pues ni cuenta se había dado de cuando bajó del árbol y lo tenía prácticamente pegado a su lado, haciendo que dejara de tocar bruscamente y casi cayendo de lado —. Dios, qué susto me has dado...

— Jiji, perdón — no pudo evitar reír al ver su reacción, aunque ya se lo esperaba, le gustaba dar susto a sus amigos.

— Hmm... — le miró de mala gana haciendo un puchero, pero luego se rió también —. Bueno, no suelo cantar mucho, pero últimamente me siento inspirado.

— Oh, ¿estás componiendo alguna canción? — preguntó con más curiosidad, sin darse cuenta de la poca distancia que compartían, aunque no parecía que les molestase estar así.

— A veces lo hago, simplemente me dejo llevar por la música — mientras hablaba tocaba algunas notas sueltas para llenar el poco silencio que había —, y cuando menos me lo espero ya tengo una letra en la cabeza que necesito cantar, es muy relajante para mí.

Bonnie lo miró con un peculiar brillo en sus ojos, podía sentir la honestidad de sus palabras y cada acorde que tocaba lo transportaba de nuevo a ese mundo de tranquilidad y paz en su mente. Hacía mucho que no dejaba que la música lo envolviera completamente y aquella sensación le sacaba una sonrisa nostálgica.

— ¿Tú tocas algún instrumento, Bonnie? — aquella pregunta sonó muy ingenua, pero el pelimorado sintió una punzada en el corazón al oírla.

— Bueno... solía tocar la guitarra eléctrica, pero la dejé hace unos años...

— ¿En serio? — el peliturquesa dejó de tocar un momento y se giró para verlo mejor a los ojos, aunque Bonnie desvió la mirada.

— Simplemente me enfoqué en otras cosas y... la dejé olvidada con el tiempo, aunque admito que hay veces que me gustaría volver a tocar.

Bon no pudo evitar sentir algo de pena por el pelimorado, ya que notaba que realmente extrañaba aquel hobby. Lo cierto es que tampoco hubiera adivinado que aquel chico supiera algo de música y, sin embargo, eso solo hacía que se interesara aún más por conocerlo.

— ¿Y si practicamos juntos?

— ¿Cómo dices? — Bonnie lo miró sorprendido e intrigado.

— Yo también tengo una guitarra eléctrica, pero no suelo practicar mucho con ella porque no tengo un buen altavoz en casa, por eso suelo traerme la clásica — le dio unos toques a su instrumento y le sonrió —. Así que podríamos tratar de quedar en algún sitio común y volver a aprender juntos, ¿qué dices?

El pelimorado lo pensó unos segundos, por una parte estaba entusiasmado con la idea de desempolvar su pobre guitarra abandonada bajo su cama y volver a sentir esa emoción de crear música sin orden ni control... Pero por otro lado, tenía miedo de que todo se complicara más de lo que ya estaba.

Miró al moreno con duda, sabía que no tenía malas intenciones, hasta parecía ser demasiado bueno para lo que él creía, aunque su nivel de confianza aún fuera bajo con él. A pesar de eso, aún era consciente de que se trataba de alguien que lo conocía con su otra personalidad -aunque no fuera consciente de aquello- y temía que todo se desvelase sin poder predecirlo.

Pero quien no arriesga...

— Me encantaría — sonrió finalmente, dándole gracia el pequeño salto de alegría que dio el otro cuando respondió —. ¿Sabes? Conozco un pequeño lugar en el parque central donde nadie nos molestaría, podríamos tocar ahí, si te parece bien.

— Estupendo, pero tendrás que mostrarme el camino, me pierdo muy fácilmente por las calles, jeje — Bonnie no evitó reír igualmente por aquel dato de él —. Además, tal vez no sea el único que sabe cantar, ¿o sí? — se acercó burlonamente como incitándolo a confesar, pero solo obtuvo una risita nerviosa del contrario.

— Ja, ja, quién sabe, soy una caja de sorpresas... — el de mirada rojiza esperaba que no insistiera en aquel tema, y justo en eso sonó la campana dando fin al recreo, como si el universo hubiera escuchado sus plegarias 

— Aah, qué lastima, tengo que irme ya o la profesora de historia me volverá a dejar fuera — antes de irse se volteó una última vez —. Por cierto, tienes mi número, ¿no?

— ¡Ah! Sí, me lo apunté — dijo con algo de pena, no le podía decir que Fox tiró por error el vaso de frappé con su número anotado, no quería hacerle sentir mal por un descuido de su amigo.

— Genial, entonces cuando quieras practicar me mandas un mensaje — le guiñó un ojo sonriendo —. ¡Ya nos veremos, Bonnie!

— Adiós... Bon — se despidió con la mano y finalmente lo vio alejarse.

Suspiró, ahora le debía un favor más a Freddy.

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