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Epílogo

Epílogo

Unos meses después

Wendy:

Había llegado el día. En mi interior los nervios y la emoción batallaban en una lucha despiadada. Quería gritar y al mismo tiempo quedarme en la cama cobijada bajo las sábanas, pero no podía. ¿Acaso no llevaba años soñando con ese momento?

Me levanté de la cama y corrí para darme una ducha. Cuando salí, me puse un vestido que había en mi armario. Desde que vivía en el palacio, desde que se había hecho oficial mi relación con Aiden, un grupo de estilistas se encargaba de que tuviera conjuntos preciosos. Ni en mis mejores sueños pasaba algo así.

Había terminado de prepararme y me encontraba asegurándome de que no me deja nada esencial y que había guardado todo en la mochila que llevaría a clase. Porque ¡había entrado en la universidad de mis sueños! Y con nota. Según había visto, mi examen estaba muy por encima del promedio. Me había preparado durante meses y por fin todo el esfuerzo había dado sus frutos.

—¡Es la decimoquinta vez que revisas la mochila!

La voz de Aiden a mis espaldas me hizo dar un respingo. Había estado tan en enfrascada en mis pensamientos que no lo había escuchado entrar.

—Buenos días para ti también —dije con sarcasmo en cuanto me hube recuperado del susto. Quería asegurarme de que todo estuviera en su lugar antes de bajar a desayunar.

Aiden se acercó a mí —lo supe porque escuché sus pasos— y me abrazó por la espalda.

—Buenos días, Gwenny. Me encanta cómo hueles hoy.

Me volví entre sus brazos y lo miré con una sonrisita socarrona.

—¿Solo hoy? Qué decepción —me burlé.

Me pellizcó en la nariz de manera tierna y me dio un pequeño beso en los labios.

—Siempre hueles de maravilla, pero hoy te has puesto ese gel nuevo que has comprado, ¿verdad?

Le lancé una miradita incrédula.

—¿Cómo lo sabes?

Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios y, sin esperármelo, me cogió en brazos y nos tiró sobre la cama recién hecha.

—¡Aiden! —lo regañé—. Eres un bruto.

Me inmovilizó con su robusto cuerpo y me besó hasta perder la noción del tiempo. Si no fuera por la alarma de mi teléfono, estoy convencida de que habría llegado tarde a mi primer día. Lo aparté de mí, me levanté y me recoloqué el vestido. Por suerte, la tela no se arrugaba ni aunque pasara un tren sobre ella.

—Eres todo un manazas.

Me guiñó el ojo con descaro.

—Y bien que me quieres así.

Puse los ojos en blanco.

—No me queda más remedio.

Volvió a pegarse a mí como una lapa. Me hizo mirarlo, como si temiera que no quisiera hacerlo nunca más.

—Por favor, no te enfades.

—No estoy enfadada, estoy nerviosa. Hoy es mi primer día como universitaria y temgo los nervios a flor de piel. ¿Qué pasa si no estoy a la altura o si al final la carrera no me gusta?

Aiden se encogió de hombros.

—Siempre puedes buscar otra vía, cariño. No hay por qué agobiarse. La de opciones que tienes a tu disposición.

Suspiré.

—Tienes razón. Estoy siendo una dramática, pero ya sabes lo que me asusta todo esto. Llevo tantos años sin estudiar que temo que se me haya olvidado.

Un pequeña carcajada salió de sus labios.

—¿Olvidado? ¿Acaso estudiar se olvida? Créeme, cuando lleves un mes en la universidad, vas a desear no pisarla nunca más. Te lo digo por experiencia.

Ahora fui yo la que se rió.

—Exagerado.

Pero no lo era. El primer día me quedó muy claro que me tocaría trabajar y estudiar mucho si quería ponerme a la altura de mis compañeros, aunque pronto me demostré a mí misma que podía con todo lo que se pusiera en mi camino. Gracias a mi carrera aprendí cosas que, de haberlas sabido antes, podrían haberme ayudado a enfrentar a Katrina aún siendo menor de edad. Ahora entendía por qué la hija de perra no quería que cumpliera mi objetivo de ir a la universidad y estudiar Derecho.

Me alegraba muchísimo de que estuviera entre rejas y que la estúpida de Agatha hubiera tenido que darse de bruces contra el mundo real.

Porque tras el juicio que exigí en cuanto cumplí la mayoría de edad y tras demostrar todo lo que había sufrido, todo el calvario que me había hecho pasar esa bruja, la encarcelaron por maltrato y desnutrición. No podía creerme que se hubiera hecho justicia, que por fin me hubiese librado de ella y de la tonta de su hija.

Aunque Dana había quedado devastada. La entendía; al fin y al cabo era su madre. Con el dinero que había ganado trabajando —porque Dana me sorprendió al revelarme que llevaba unos meses trabajando de canguro—, había podido alquilar un pequeño apartamento cerca de la universidad. Tras las clases nos habíamos habituado a pasarnos horas hablando en su casa o a ver series o películas mientras nos atiborrábamos a dulces.

Mis días se habían llenado de luz y alegría y el miedo muy pocas veces se dejaba entrever. Seguía teniendo pesadillas horribles, pero en todas esas noches Aiden venía corriendo a socorrerme y conseguía que me durmiera entre sus brazos. Había seguido yendo a la consulta de la señora Keller y cada día notaba más que estaba mejorando. Le contaba cada recuerdo nuevo que surgía, porque incluso a día de hoy un olor o incluso unas palabras sacaban de las tinieblas de mi memoria uno nuevo.

Como cada día, tras regresar de una tarde intensa de estudio en la biblioteca de la universidad, Aiden estaba allí, sonriente y feliz de verme. Nunca perdía la ocasión de besarme y de decirme cuánto me quería, y sus manos rara vez se alejaban de mi piel, como si estuviesen unidas a la mía. La carrera me encantaba y estaba siendo más satisfactoria de lo que había pensado al principio; sin embargo, debía de admitir que era una de las más difíciles que se impartían. Los profesores eran muy estrictos y esperaban que los trabajos que debíamos hacer estuvieran a la perfección y sin ninguna falta; esto último tuve que trabajarlo, puesto que mi ortografía dejaba mucho que desear.

Aiden me saludó con un beso profundo en cuanto llegué a palacio. Nos encontramos en el pasillo, camino a mi dormitorio —¿os había dicho lo enorme que era? Si era como diez veces más grande que el mío y, además, ¡tengo una televisión y una pequeña biblioteca! ¿Se puede pedir más?—.

—¿Qué tal el día, Gwenny?

Como cada tarde, nos contábamos todo lo que habíamos hecho en ausencia del otro. Mientras le narraba emocionada lo bien que me iba con las clases, vi a un par de compañeros con los que había trabajado durante varios años cuando era doncella. Había dejado el trabajo tras cumplir la mayoría de edad y asignarme la herencia de papá. No había tocado ni un solo centavo y estaba pensando qué podría hacer con ella, porque lo que tenía claro era que quería destinarlo a futuros proyectos.

—Mamá está encerrada en las cocinas preparando no sé qué cosa —comentó Aiden de camino a su dormitorio. En cuanto dimos con su puerta —el mío estaba enfrente—, la abrió y me dejó pasar a mí primero.

—Ya sabes cuánto le pirra la cocina. ¡Si incluso en mi cumpleaños hizo una tarta enorme y deliciosa!

—Lo sé, lo sé. Está maquinando algo.

—Seguro que son solo imaginaciones tuyas.

Pero no lo fueron. Durante la cena familiar, Amberly nos confesó que se le había ocurrido la idea para un proyecto y, cuando nos la contó, supe que, aunque no fuera princesa —no todavía—, aquel sería mi primer proyecto como parte de la familia real.

Porque pese a todos los años de dolor y sufrimiento había encontrado el amor cuando menos me lo había esperado en la persona menos indicada para mí. Mi vida había cambiado para bien y ya no era la misma Wendy que se dejaba manipular por su madrastra, que dejaba que jugaran con ella como si fuera una muñequita. Había evolucionado, había encontrado una familia que me aceptaba tal cual era y a mi compañero de vida.

Con los ojos puestos en los de Aiden, pensé en todo lo bueno que me había pasado y, sin lugar a dudas, él era el primero en la lista.

A veces sí que es cierto que las historias de amor existen y que los cuentos de hadas pueden hacerse realidad. Solo hay que dejar atrás todo lo malo y tener fe.

FIN

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Nota de autora:

¡Feliz jueves, Moni Lovers!

Aquí tenéis el epílogo. Espero de corazón que os haya gustado esta historia. A mí me tiene enamorada. Aiden y Wendy son personajes que me han marcado. ¡Gracias por leer su historia, por llegar hasta aquí!

Repasemos:

1. ¡Wendy ha entrado en la universidad de sus sueños!

2. Los miedos de Wendy.

3. ¡Katrina está en la cárcel y Agatha ha recibido su castigo!

4. Dana y Wendy siguen queriéndose como hermanas.

5. Wendy ha heredado la herencia de su padre y piensa destinarla para proyectos futuros.

6. La relación de Aiden y Wendy va viento en popa.

7. Wendy es muy fuerte.

8. ¿También estáis llorando?

De nuevo gracias por leer esta bilogía y por apoyarme tanto. Os quiero muchísimo. ¡Nos vemos en los agradecimientos! Un besote.

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