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Capítulo 7

Capítulo 7

Aiden:

Nunca había visitado aquellos dominios, por eso la imagen que tenía de ellos no superó a la realidad. No me esperaba cabañas bien equipadas ni vayas de seguridad alrededor de todo el perímetro, ni mucho menos todos los sitios que había para pasar el rato, la cafetería y la enorme piscina que había pese a estar junto a un lago que ofrecía unas vistas a las montañas preciosas.

Habíamos llegado los primeros, mis padres se habían asegurado de ello. Según nos había contado una de las organizadoras, ninguno de los campistas sabía que nosotros iríamos y se les desvelaría en la gran ceremonia de bienvenida que tendría lugar en unas horas. Mientras ellos iban llegando, nos enseñaron todas las instalaciones. Me sorprendió que hubiera un campo de tiro, una zona de escalada, campos de fútbol, baloncesto y demás deportes... El comedor estaba junto a la entrada principal. Era un edificio aparte, como el resto del complejo vacacional —porque de verdad parecía más un resort de lujo que un campamento—.

La organizadora, cuyo nombre era Regina, se detuvo de nuevo cerca de la recepción. Se excusó unos minutos y, cuando volvió, traía un papel entre sus manos.

—Majestades, altezas, he estado trabajando codo con codo con mi compañera en el reparto de dormitorios. Lo normal es que no haya cambios si los chicos han estado a gusto el año anterior —nos explicó—. Hemos pensado que lo mejor es separarlos salvo a ustedes, majestades; les hemos preparado una habitación en la sección destinada a los profesores.

—Muchas gracias —agradeció mi madre con toda su bondad tomándole de las manos. Así era ella, muy cercana—. Creo que ha sido una gran decisión. Les vendrá de perlas separarse y así hacer nuevos amigos.

Una gran sonrisa se dibujó en los rasgos de la mujer.

—En ese caso, dejad que os guíe hacia vuestras cabañas.

Primero dejamos a India en una que tenía unas vistas estupendas a la montaña. El segundo a quien dejamos fue a Nolan y pese que al principio se veía un tanto receloso de quedarse solo al final no hubo ningún problema. Se estaba haciendo cada vez más independiente aunque solo fuera un niño diez años. Crecer dentro de una familia que era analizada las veinticuatro horas del día traía sus consecuencias; yo también fui un niño muy maduro para mi edad.

Dominic se quedó en la tercera cabaña. He de decir que había un tramo entre cabaña y cabaña y solía haber alguna actividad de por medio, lo que me parecía una buena idea. Así había algo de intimidad.

—Este será su nuevo hogar durante los próximos meses, alteza —me dijo aquella mujer sin perder la sonrisa.

Miré aquel lugar con curiosidad. Como todas, se dividían en dos secciones: una destinada a los chicos y otra, a las chicas. Me despedí de mis padres y me puse a curiosear la cabaña de los chicos. Había una pequeña sala de estar con una televisión en la planta baja. Una chimenea coronaba la estancia y la hacía más acogedora. El primer piso estaba repleto de literas, algunas puestas en parejas y otras en solitario. Dejé mis cosas junto a una que daba a una de las grandes ventanas. Esta ofrecía unas vistas espectaculares al lago y al momento fantaseé con la idea de sobrevolarlo cuando tuviera tiempo.

Estaba desempacando el equipaje cuando escuché que la puerta principal se abría de golpe y unas voces en la planta de abajo que cada vez se iban intensificando. Guardé la ropa en una de las cajas que había debajo de la cama que había escogido —prefería la litera de abajo, puesto que tenía la manía de ir al baño más de una vez por la noche— y fue entonces cuando un grupo de chicos entró en el gran dormitorio. Nunca antes había tenido que compartir habitación, aunque la idea no me desagradaba. Era un hombre de mente abierta.

—... Cada vez está más guapa, no sé cómo lo hace. Con los años está mejor —comentaba un chico con su grupo.

—Creía que no te gustaba.

—Y no lo hace, pero un revolcón no me vendrá nada mal. Le tengo unas ganas desde el año pasado.

Uno de sus amigos se rió en su cara.

—Pues tendrás que aguantarte. Wendy no es que sea exactamente una chica fácil. Tendrás que camelártela pero bien.

—Será pan comido, como quitarle un caramelo a un niño.

La conversación murió en cuanto me vieron. Había terminado de guardar todas mis pertenencias, maletas incluidas, debajo de la cama y me había quedado escuchando como el cotilla que era.

El chico que había estado alardeando me miró con un brillo macabro en los ojos antes de acercarse a mí. Me extendió una mano.

—No sabía que este año tendríamos el honor de tenerle con nosotros, su excelencia.

No me gustó nada cómo dijo esas últimas palabras, como si con solo ser quien era me despreciara. Odiaba que las personas se dejaran llevar por sus prejuicios y que sus mentes cerradas no les dejaran descubrir y probar cosas nuevas.

Sus amigos se rieron y yo pasé de estrecharle la mano. Me daba igual quedar como un descortés; no iba a dejar que un niñato subidito se creyera superior.

—Yo tampoco tenía pensado venir, ha sido un plan de última hora. —Me encogí de hombros, como si sus palabras me fueran indiferentes.

Uno de ellos le susurró algo al que parecía el líder del grupo y todos rieron como niños pequeños. ¿Habíamos vuelto a la escuela infantil y no me había dado cuenta?

Por suerte, el que llegaran más compañeros hizo que los cuatro buscaran un lugar para descansar. Envidiaba que allí dentro tuvieran un pequeño grupo. Ojalá conociera a alguien; no sería tan incómodo.

No me relacioné con nadie —no es que yo no quisiera; era como si solo por ser lo que era me repelieran. Desde pequeño se me había enseñado a respetar a todas las personas, fueran de la clase social que fueran. Si en mi mano estuviera, con gusto habría hablado con alguno de mis compañeros, pero parecía que todos me analizaban con la mirada y eso me estaba poniendo de los nervios—. Me limité a acomodarme en la cama que había escogido y a hablar con mis hermanos a través de los mensajes de texto. Quitando Nolan, que no tenía teléfono móvil, e India, que de seguro estaría organizándose —no conocía a persona más obsesionada con el orden—, el resto (es decir, Dominic y yo) estuvimos conversando.

<<¿Qué tal van las cosas por ahí? Espero que no sean tan incómodas como aquí>>, le escribí.

Su respuesta me llegó pasados unos minutos.

<<Dos chavales me han llamado principito y se han empezado a reír de mí, pero nada más. Un compañero ha visto lo que ha pasado y les ha cantado las cuarenta. Te lo has perdido. Esos dos paletos se han ido rojos de ira>>.

<<Hay un grupo de tíos que se creen lo más de lo más. Te sorprendería todas las guarrerías que he podido escuchar en menos de una hora>>.

<<Tengo que dejarte. Ha venido una supervisora para decirnos que es hora de que vayamos al pabellón principal, que va a empezar la ceremonia de inauguración>>.

Fue leer eso último y llegar un hombre de mediana edad avisándonos de lo mismo. Guardé mi teléfono en el bolsillo de mis pantalones y me dejé guiar por mis compañeros. En el exterior me gané unas cuantas miradas de curiosidad seguidas de seducción. En la cabaña había chicas muy monas y guapas y estaba seguro que me lo pasaría en grande con ellas. Sonreí internamente pensando en la cantidad de cosas que podría hacer a escondidas. Además, contaba con un plus: serían dos meses sin prensa —al haber menores mis padres habían prohibido la entrada a periodistas—. Por fin podría ser libre.

. . .

Las voces de un montón de chicos llenaban la gran estancia. Los nervios estaban en el aire, podía palparlo. Todos hablaban entre ellos, preguntándose quizás quiénes serían los capitanes de los equipos aquel año. Cada cabaña conformaba un equipo y por cada una de ellas había un capitán, aquel que dirigir al grupo a la victoria. Durante aquellos dos meses se harían una serie de juegos y competiciones en equipo y al final se haría una entrega de trofeos. Podría parecer una tontería para muchos, pero para mí fue una magnífica idea, una motivación para los chicos y chicas que casi no tenían nada.

Nos habían dado total libertad para sentarnos donde quisiéramos, y yo lo había hecho junto a mi hermana pequeña. Me había contado lo alucinante que era su alojamiento y lo mucho que le gustaba ese cambio de aires.

Una mujer subió al escenario y no sé cómo consiguió que toda la sala se quedara en silencio. Con el bullicio que había a mí me habría parecido imposible conseguir aquel silencio expectante. Dio un par de golpecitos en el micrófono para comprobar si estaba encendido antes de comenzar a hablar, con el pelo liso impecablemente peinado ondeando.

—Bienvenidos de nuevo al campamento Sunshine, niños y niñas. Como cada año, todo el equipo queremos daros una bienvenida afectuosa y cálida. Esperamos de todo corazón que disfrutéis de estos dos meses, que aprendáis y que os divirtáis.

<<Este año será un poco diferente. Algunos ya os habréis enterado de que contamos con la presencia de unas personas muy importantes. ¡Por favor, démosles un fuerte aplauso a la familia real, los reyes de Ahrima, Amberly y Christopher Rosenzberg!

Mis padres hicieron acto de presencia y subieron al escenario tal y como les habían indicado. Mamá estaba radiante, llena de dicha por poder ver por fin cómo aquel proyecto que creía imposible se hacía realidad ante sus ojos. Papá estaba igual de emocionado, dejando a un lado esa seriedad que portaba casi a cada hora.

—Nuestra querida reina creó estas colonias pensando en aquellos niños que, debido a las circunstancias, viven en situaciones no muy comunes —siguió explicando—. Quería que durante estos dos meses lo único en lo que pensaran fuera en divertirse y volver a ser niños.

—Además —habló mamá con soltura—, muy pocos saben que yo también tuve experiencias malas de pequeña. —Miró a mi padre en busca de apoyo y al mirarse a los ojos vi cómo le decía cuánto la quería y cuán orgulloso estaba de ella. Tomó una gran bocanada de aire antes de continuar. Nadie sabía lo duro que era para mi madre contar su horrible infancia—. Mi padre no tuvo piedad conmigo y mi madre se hacía la ciega cada vez que me daba una buena tunda. Sé lo que es sentirse no querido, no encajar en la sociedad. Por eso quise hacer un lugar en el que al menos una vez al año personas como yo tuviesen un poco de paz.

<<La idea del proyecto se me ocurrió unos meses después de convertirme en reina y, si bien al comienzo pensaba que era una mala idea y que no tenía sentido, pronto me di cuenta de lo errada que estaba. He estado haciendo un seguimiento todos estos años: los gastos, las facturas... Sin embargo, algo en mi interior me grita que algo anda mal y, por ello, mi marido, mis hijos y yo hemos decidido vivir la experiencia este año con vosotros, para saber qué es lo que falta y qué mejoras puede hacerse.

Mamá continuó dando su discurso mientras todos la escuchaban con atención, incluidos los adolescentes y los chicos con los que había hablado hacía apenas unas horas en la cabaña.

No sé cuándo pasó, cuando acabó de hablar todos la aplaudieron y la misma mujer volvió a coger el micrófono y ahora sí que todos en la sala parecían atentos a sus palabras. Traía en una mano varios sobres. En sus labios bailaba una sonrisa cálida. Le gustaba su trabajo, se notaba a leguas de distancia; estaba en su salsa.

—Les agradecemos de todo corazón que hayan sacado un hueco de su apretada agenda para venir a visitarnos este año —habló con dulzura, aunque pronto se puso seria. Levantó los sobres que tenía en su mano, cada uno con la figura del animal que representaba cada cabaña, antes de continuar—. Tengo aquí los nombres de los capitanes de cada equipo. Cuando se os nombre, debéis subir al escenario y recoger lo que os dé. —Señaló con un gesto de la mano hacia atrás. Había unas mochilas de campistas en la parte de atrás, apenas visibles desde mi posición—. Comencemos.

Empezó a decir nombres que no me sonaban de nada. En realidad, desconecté hasta que llegó a mi equipo. ¿Me gustaría ser el líder o capitán de mi grupo? Sí; además, había nacido para serlo. ¿Era muy probable que lo fuera? No. No era imposible, pero digamos que no tenía las de ganar. Era el nuevo y como me tocara ser el líder más de uno se me tiraría al cuello. Lo supe por cómo algunos de mis compañeros miraban en mi dirección con chulería.

—Démosle un aplauso al capitán o capitana del equipo de Las marmotas. —Hizo un redoble con las manos que los más pequeños seguían con los pies—. ¡Gwendolyn B. Kataine!

Ese nombre de nuevo. ¿De qué me sonaba?

Muchas de las chicas del grupo aplaudieron con fuerza mientras que varios de los chicos se cruzaron de brazos y se quejaron. Incluso llegué a escuchar un par de comentarios machistas sobre que era una mujer y que las mujeres no sabían liderar. Puse los ojos en blanco. Tonterías, eran tonterías puras.

Una muchacha a quien no vi la cara se levantó. Estaba sentada unas filas por delante. Llevaba el pelo recogido, unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes. Se acercó con paso seguro al escenario y cuando por fin subió y se dio la vuelta, sentí que la conocía, su rostro se me hacía muy familiar. Tenía el pelo castaño atado en dos moños laterales, la nariz pequeña y respingona y la piel algo pálida. Su cuerpo estaba lleno de curvas y, pese a la distancia, pude ver que tenía una buena talla de pecho. Sonreía de manera espectacular, radiante de felicidad.

Esperó pacientemente a que le dieran la mochila antes de hacerse a un lado y unirse al resto de compañeros. Hizo una mueca en cuanto una de las capitanas de uno de los equipos contrarios le susurró algo.

La ceremonia continuó, los capitanes volvieron a sus asientos y se explicaron todas las reglas. Estaba prohibido fumar y beber alcohol; quien intentara escaparse tendría un buen castigo; los chicos nunca podían dormir con las chicas y menos tener sexo entre ellos; se nos explicó el horario, cuándo debíamos desayunar, almorzar, merendar y cenar... Fue una charla larga y a mi parecer un poco tediosa, aunque supuse que esta estaría dirigida a los nuevos campistas como yo.

En cuanto finalizó, me faltó poco para salir huyendo de allí. Según nos dijeron, era hora de que nos reuniéramos cada equipo con nuestro capitán, puesto que para romper el hielo habían organizado una búsqueda del tesoro. No habíamos ni tomado el almuerzo y ya habían comenzado los juegos de campamento. Estaba sorprendido.

Nos juntamos todos en el exterior de nuestra cabaña, con las vistas del lago de fondo. Cuando llegué, la gran mayoría de mis compañeros estaban ya reunidos alrededor de la capitana. Me puse en un hueco que vi libre, donde, pese a no poder verla podía escucharla con claridad. Estaba vaciando la mochila o eso pude escuchar. En cuanto abrió la boca, su voz dulce como la miel inundó mis oídos, tan familiar.

—Tengo varios botellines de agua, un mapa del campamento y un sobre. —Me puse de puntillas para verla. Estaba rasgando el sobre mientras más de uno mostraba su impaciencia. Desdobló la hoja que había en su interior. Frunció el ceño a la par que leía—: <<Si la primera pista queréis encontrar donde los más pequeños juegan debéis mirar, pero, ¡cuidado!, el cocodrilo os estará acechando>>.

—¿Qué quiere decir eso?

—¿Dónde buscamos?

—¿Qué hacemos?

Preguntas y más preguntas hacían varios compañeros mientras Wendy releía el mensaje concentrada. Cuando alzó la vista, una gran sonrisa le iluminó los ojos y yo me quedé sin respiración.

—¡Ya sé dónde buscar!

Y salió a paso rápido seguida de los demás... salvo yo. Me había quedado de piedra, porque cuando aquellos ojos violeta se posaron en mí supe de dónde la conocía: era la misma doncella con la que hablé hacía poco más de una semana.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis queridos lectores!

¿Cómo os ha sentado el inicio de la semana? Yo ya he vuelto de mi viaje y he quedado encantada; eso sí, he pasado mucho calor. En dos días me ha dado tiempo a hacer de todo: visitar un acuario, pasear, alquilar una piragua, ir al monte, ir a un parque de atracciones...

¿Qué os ha parecido el capítulo? Yo estoy en modo fangirl. Repasemos:

1. Llegada al campamento.

2. Los chicos guays.

3. La ceremonia de bienvenida.

4. ¡Wendy es la capitana de su equipo!

5. La búsqueda del tesoro.

6. ¡Wendy y Aiden están en el mismo equipo!

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos la semana que viene con más y mejor! Un beso enorme. Os quiero.

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